El jueves día 12 de febrero tuvimos un animado coloquio en el encuentro con dirigentes sindicales de Comisiones Obreras de Catalunya con motivo de la presentación del libro de Antonio Baylos en su versión catalana. Nuestro amigo peruano Carlos Mejía me envía unos comentarios a propósito de mi intervención en el mencionado acto barcelonés, SINDICALISMO Y DERECHO SINDICAL. Y, en el mismo lugar, el joven Simón Muntaner, presente en dicha reunión, con amable conductismo me invita a responder a Carlos. Cosa que haré de la manera más cómoda que me sea posible por dos razones: primero, porque la representación sindical en el centro de trabajo en Perú no es igual que en España; y, segundo, porque desgraciadamente estoy pez en las cosas sindicales de aquel país.
1.-- Quede claro: cuando hablo de transferir los poderes del comité de empresa al sindicato en el centro de trabajo (por lo tanto, estaríamos hablando de una única representación) estoy pensando en la necesidad de que la sección sindical rejuvenezca la democracia y la haga más cualitativa mediante una serie de hechos participativos que deberían estar reglados con normas obligatorias y obligantes. Por supuesto, ese traslado de poderes no puede ser atolondrado, aunque lo importante es no perder más tiempo y empezar a organizar la transición.
Naturalmente estamos hablando de una sección sindical auténticamente representativa de todas las situaciones y tipologías asalariadas presentes en el centro de trabajo. Entendiendo por “representativa” la capacidad de aprehender la condición asalariada de cada diversidad tanto colectiva como individualmente. De esta manera “representativa” se está en mejores condiciones para ejercer la “representación”, esto es, para hablar en nombre del conjunto asalariado. De manera que, así las cosas, “representatividad” y “representación” son conceptos no exactamente iguales. Y, más todavía: ambos conceptos hilvanados por la “participación” son los que presuponen el sindicato-de-los-trabajadores y no un mero sindicato-para-los-trabajadores.
Además de lo que he resaltado en anteriores ocasiones, en esta ocasión desearía añadir un elemento nuevo: el modelo dual que tenemos en España (el comité de empresa y la sección sindical) impide objetivamente que el sindicato general tenga realmente su base en el centro de trabajo. Por la sencilla razón de que la sección sindical, salvo algunas excepciones –ciertamente importantes-- es un huésped realquilado en el comité.
Lo cierto es que ha habido históricamente, en algunos países y modelos sindicales, una desatención notable a que el sindicato tuviera una organización propia en el centro de trabajo. Posiblemente tenga como origen remoto la vieja supeditación (hoy inexistente) del sindicato hacia Papá-partido (el que fuera) y a la antigua desconfianza de no pocos dirigentes sindicales (especialmente los de gran formato) de que el sindicato en el centro de trabajo conllevaba, según ellos, una serie de derivas corporativas. No se libró de esos recelos ni siquiera el gran GIUSEPPE DI VITTORIO y los de una cultura similar. En concreto, en esos grandes dirigentes siempre se miró con suspicacia especialmente la negociación colectiva en la empresa. Por otra parte, un sujeto estable y, por así decirlo, trascendente era visto como una interferencia para el partido (el que fuera) que se autodefinía como la vanguardia del proletariado. Hoy no se da esa situación. Felizmente para todos, habría que recalcar.
No estoy muy seguro de interpretar correctamente lo que plantea el amigo Carlos Mejía en su comentario, de modo que diré lo que entiendo del fondo de su pregunta: yo soy partidario firme de que el sindicato en la empresa (lo que llamamos en España “sección sindical de empresa”) tenga el mayor caudal de poder contractual posible. Por eso, además, me pongo tozudo con el traslado de los poderes del comité hacia el sindicato en la empresa. Es más, si el tan repetido sindicato en la empresa tiene ese acervo contractual propio son menos los peligros de corporativismo, porque entiendo que puede entrar de lleno en todos los intersticios de la organización del trabajo. Siempre y cuando, lógicamente, contemple la “representatividad” que más arriba se requería. Es más, tengo para mí –pidiendo disculpas a los dirigentes del más alto nivel confederal--, en los procesos negociales en España (contrariamente a lo dicho por Carlos Mejía, si es que le he entendido bien) la Confederación reina, pero no gobierna. Y, peor todavía, seguirá así mientras el sindicato general no tenga definitivamente anclado su verdadero origen en la empresa: en la empresa real que hay actualmente y en la que va siendo. Por lo demás, entiendo que la casa confederal es más robusta si su arquitectura se cimenta en el sindicato en la empresa.
Ahora bien, lo que tenemos pendiente en el sindicalismo español es un pacto confederal: un compendio de normas que establezcan los poderes y el uso de los instrumentos que el ius sindicalismo dispone y los que vayan surgiendo como fruto de conquistas. Por lo menos en dos direcciones: qué prerrogativas tienen unos y otros y que zonas son inviolables, esto es, no sujetas a invasión por nadie. Por nadie de arriba y por nadie de abajo. De ahí que, entrando en la otra pregunta que me hace Carlos Mejía, diga que no creo en una negociación articulada donde todos los espacios negociales negocien absolutamente todo. Me refiero a que se haga –especialmente por abajo-- tabla rasa de lo acordado en otros ámbitos. Tengo para mí que lo más útil es el ejemplo de los convenios generales de la Química en España.
3.— He intentado aproximarme anteriormente al vínculo entre “representatividad” y “representación”. O sea, la “participación”, aunque un servidor prefiera la expresión de “hechos participativos”. La ausencia de esta praxis conduce inevitablemente a un sindicato que, en sus formas de ser, le hace ser taylorista en la más amplia acepción del término.
Afirmo, contra quienes mantienen que la innovación tecnológica impide inexorablemente la realización de los hechos participativos. Sin embargo, es muy verdad que la innovación tecnológica pone trabas al tradicional ejercicio de la participación. La asamblea de la fábrica fordista (que ya va siendo en Europa pura herrumbre) de naturaleza ecuménica –todos presentes a la misma hora y en el mismo espacio—va entrando, si ya no ha entrado, definitivamente en crisis. La innovación tecnológica y la morfología del centro de trabajo ha puesto en crisis la relación espacio / tiempo. Pero, también precisamente por ello, en el sindicalismo han aparecido (con la normal escasez de los primerizos) nuevas formas de relación entre el personal. Que la asamblea tradicionalmente presencial sea cada vez menos posible, no impide la puesta en marcha de nuevas concreciones en la participación y los hechos participativos.
De donde me saco de la manga una reflexión que viene al pelo de lo que se viene diciendo. Las innumerables webs sindicales son, de hecho, nuevas sedes del sindicalismo. Esta es una novedad sobre la que, todavía, no he visto suficientes reflexiones al respecto. Hoy por hoy esas nuevas sedes sindicales son una extraordinaria riqueza, y lo serían más si el formato de tales páginas contribuyera a una real participación. Me explico: la mayoría de ellas cuentan con una información (casi en tiempo real) de lo que sucede o se organiza para que ocurra. Pero, puestos a ser exigentes con esta gente tan seria, ¿no sería exigible que tales webs –hasta ahora concebidas, la mayoría de ellas, como instrumentos de arriba hacia abajo, fueran también mecanismos de participación, esto es, de discusión?
Puede que algún sindicalista emérito o de parecida estirpe me diga: “Oye, no hay que olvidar la asamblea presencial, el contacto humano, la relación interpersonal”. Naturalmente que no, afirmo con rotundidad. Pero no caigamos en el síndrome del Asno de Buridán. Así pues, lo importante es la participación como ejercicio de la soberanía sindical; de qué forma se haga es secundario.
Finalmente, entiendo que con el compañero Carlos Mejía, cuyo blog Bajada a bases sigo cotidianamente con interés, parece que han quedado algunos matices en el aire. Es normal, las situaciones son muy diferentes. Podemos y debemos, por eso, seguir hablando. Para mí es un placer.
Radio Parapanda. Retransmitimos en directo la conferencia de Javier López en el Círculo Tranquilino Sánchez de Parapanda: YO NO DIGO, YO MUESTRO (Entre Rohmer y Benjamín)
1.-- Quede claro: cuando hablo de transferir los poderes del comité de empresa al sindicato en el centro de trabajo (por lo tanto, estaríamos hablando de una única representación) estoy pensando en la necesidad de que la sección sindical rejuvenezca la democracia y la haga más cualitativa mediante una serie de hechos participativos que deberían estar reglados con normas obligatorias y obligantes. Por supuesto, ese traslado de poderes no puede ser atolondrado, aunque lo importante es no perder más tiempo y empezar a organizar la transición.
Naturalmente estamos hablando de una sección sindical auténticamente representativa de todas las situaciones y tipologías asalariadas presentes en el centro de trabajo. Entendiendo por “representativa” la capacidad de aprehender la condición asalariada de cada diversidad tanto colectiva como individualmente. De esta manera “representativa” se está en mejores condiciones para ejercer la “representación”, esto es, para hablar en nombre del conjunto asalariado. De manera que, así las cosas, “representatividad” y “representación” son conceptos no exactamente iguales. Y, más todavía: ambos conceptos hilvanados por la “participación” son los que presuponen el sindicato-de-los-trabajadores y no un mero sindicato-para-los-trabajadores.
Además de lo que he resaltado en anteriores ocasiones, en esta ocasión desearía añadir un elemento nuevo: el modelo dual que tenemos en España (el comité de empresa y la sección sindical) impide objetivamente que el sindicato general tenga realmente su base en el centro de trabajo. Por la sencilla razón de que la sección sindical, salvo algunas excepciones –ciertamente importantes-- es un huésped realquilado en el comité.
Lo cierto es que ha habido históricamente, en algunos países y modelos sindicales, una desatención notable a que el sindicato tuviera una organización propia en el centro de trabajo. Posiblemente tenga como origen remoto la vieja supeditación (hoy inexistente) del sindicato hacia Papá-partido (el que fuera) y a la antigua desconfianza de no pocos dirigentes sindicales (especialmente los de gran formato) de que el sindicato en el centro de trabajo conllevaba, según ellos, una serie de derivas corporativas. No se libró de esos recelos ni siquiera el gran GIUSEPPE DI VITTORIO y los de una cultura similar. En concreto, en esos grandes dirigentes siempre se miró con suspicacia especialmente la negociación colectiva en la empresa. Por otra parte, un sujeto estable y, por así decirlo, trascendente era visto como una interferencia para el partido (el que fuera) que se autodefinía como la vanguardia del proletariado. Hoy no se da esa situación. Felizmente para todos, habría que recalcar.
No estoy muy seguro de interpretar correctamente lo que plantea el amigo Carlos Mejía en su comentario, de modo que diré lo que entiendo del fondo de su pregunta: yo soy partidario firme de que el sindicato en la empresa (lo que llamamos en España “sección sindical de empresa”) tenga el mayor caudal de poder contractual posible. Por eso, además, me pongo tozudo con el traslado de los poderes del comité hacia el sindicato en la empresa. Es más, si el tan repetido sindicato en la empresa tiene ese acervo contractual propio son menos los peligros de corporativismo, porque entiendo que puede entrar de lleno en todos los intersticios de la organización del trabajo. Siempre y cuando, lógicamente, contemple la “representatividad” que más arriba se requería. Es más, tengo para mí –pidiendo disculpas a los dirigentes del más alto nivel confederal--, en los procesos negociales en España (contrariamente a lo dicho por Carlos Mejía, si es que le he entendido bien) la Confederación reina, pero no gobierna. Y, peor todavía, seguirá así mientras el sindicato general no tenga definitivamente anclado su verdadero origen en la empresa: en la empresa real que hay actualmente y en la que va siendo. Por lo demás, entiendo que la casa confederal es más robusta si su arquitectura se cimenta en el sindicato en la empresa.
Ahora bien, lo que tenemos pendiente en el sindicalismo español es un pacto confederal: un compendio de normas que establezcan los poderes y el uso de los instrumentos que el ius sindicalismo dispone y los que vayan surgiendo como fruto de conquistas. Por lo menos en dos direcciones: qué prerrogativas tienen unos y otros y que zonas son inviolables, esto es, no sujetas a invasión por nadie. Por nadie de arriba y por nadie de abajo. De ahí que, entrando en la otra pregunta que me hace Carlos Mejía, diga que no creo en una negociación articulada donde todos los espacios negociales negocien absolutamente todo. Me refiero a que se haga –especialmente por abajo-- tabla rasa de lo acordado en otros ámbitos. Tengo para mí que lo más útil es el ejemplo de los convenios generales de la Química en España.
3.— He intentado aproximarme anteriormente al vínculo entre “representatividad” y “representación”. O sea, la “participación”, aunque un servidor prefiera la expresión de “hechos participativos”. La ausencia de esta praxis conduce inevitablemente a un sindicato que, en sus formas de ser, le hace ser taylorista en la más amplia acepción del término.
Afirmo, contra quienes mantienen que la innovación tecnológica impide inexorablemente la realización de los hechos participativos. Sin embargo, es muy verdad que la innovación tecnológica pone trabas al tradicional ejercicio de la participación. La asamblea de la fábrica fordista (que ya va siendo en Europa pura herrumbre) de naturaleza ecuménica –todos presentes a la misma hora y en el mismo espacio—va entrando, si ya no ha entrado, definitivamente en crisis. La innovación tecnológica y la morfología del centro de trabajo ha puesto en crisis la relación espacio / tiempo. Pero, también precisamente por ello, en el sindicalismo han aparecido (con la normal escasez de los primerizos) nuevas formas de relación entre el personal. Que la asamblea tradicionalmente presencial sea cada vez menos posible, no impide la puesta en marcha de nuevas concreciones en la participación y los hechos participativos.
De donde me saco de la manga una reflexión que viene al pelo de lo que se viene diciendo. Las innumerables webs sindicales son, de hecho, nuevas sedes del sindicalismo. Esta es una novedad sobre la que, todavía, no he visto suficientes reflexiones al respecto. Hoy por hoy esas nuevas sedes sindicales son una extraordinaria riqueza, y lo serían más si el formato de tales páginas contribuyera a una real participación. Me explico: la mayoría de ellas cuentan con una información (casi en tiempo real) de lo que sucede o se organiza para que ocurra. Pero, puestos a ser exigentes con esta gente tan seria, ¿no sería exigible que tales webs –hasta ahora concebidas, la mayoría de ellas, como instrumentos de arriba hacia abajo, fueran también mecanismos de participación, esto es, de discusión?
Puede que algún sindicalista emérito o de parecida estirpe me diga: “Oye, no hay que olvidar la asamblea presencial, el contacto humano, la relación interpersonal”. Naturalmente que no, afirmo con rotundidad. Pero no caigamos en el síndrome del Asno de Buridán. Así pues, lo importante es la participación como ejercicio de la soberanía sindical; de qué forma se haga es secundario.
Finalmente, entiendo que con el compañero Carlos Mejía, cuyo blog Bajada a bases sigo cotidianamente con interés, parece que han quedado algunos matices en el aire. Es normal, las situaciones son muy diferentes. Podemos y debemos, por eso, seguir hablando. Para mí es un placer.
Radio Parapanda. Retransmitimos en directo la conferencia de Javier López en el Círculo Tranquilino Sánchez de Parapanda: YO NO DIGO, YO MUESTRO (Entre Rohmer y Benjamín)
1 comentario:
Apreciado compañero:
Como siempre resulta estimulante leer tus ideas. En general, considero que más que diferencias, lo que tengo son preguntas para entender mejor los cambios necesarios en la casa sindical.
Donde si hay diferencias es en la construcción organizativa del modelo español de sindicalismo y el modelo andino (podría decir latinoamericano, pero tengo la impresión que la experiencia de México, Brasil y Argentina establecen diferencias sustanciales con el resto de países de la región). Estas diferencias implican entre otras cosas, una mayor debilidad estructural del sindicalismo andino comparado con el vuestro. En ese sentido, me parece que el énfasis que das al sindicato-de-los-trabajadores es una clave central y una aspiración común para todos. Como imaginaras, en la región andina, salvo pequeños enclaves vinculados a las inversiones extranjeras, el escenario productivo se rige por criterios casi fordistas. Por esta razón, la crisis de representatividad en nuestro caso no tiene el mismo impacto que en España. Por el contrario nuestra capacidad de representación se ve seriamente limitada, pero no por dificultades para articular una agenda sindical de todos y todas, sino por que el otro lado (gobierno y empresarios), básicamente no reconoce al sindicato como interlocutor del trabajo.
En la región andina se ha venido desarrollando un proceso de cambio y reestructuración organizativa bajo la denominación de “autoreforma sindical” en los últimos años. Este proceso en el que la CGTP ha tenido importantes avances, ha encontrado diferentes obstáculos en la región, entre los que podemos señalar la brecha generacional, caciquismos, “machismo” y corporativismo. Y bueno, nada más que darte las gracias por tu gentil y rigurosa respuesta. Espero mantener una conversación fluida pues enriquece sinceramente la visión y práctica que tenemos los sindicalistas de este lado del mundo.
Un abrazo
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