¿Por
qué el Gobierno de Quim
Torra rechaza toda petición de ayuda? No es fácil responder a esta
pregunta porque los mecanismos del razonamiento de ese personaje no parecen muy
convencionales. Pero algo se puede insinuar:
Torra y sus hermanos teme ser visto y no quiere ser controlado por nadie. Es
decir, fracasada estrepitosamente su teoría --«nosotros lo haríamos mejor que
el gobierno de Pedro Sánchez»-- tiene aversión a enseñar sus vergüenzas, esto
es, los motivos que le han llevado al fracaso. Los trapos sucios se lavan en
casa, cerrada a cal y canto.
Ya
saben ustedes hasta qué punto la situación de la pandemia se ha complicado,
primero, en Lleida y, después, en el cinturón metropolitano de Barcelona. Una
situación inquietante, decíamos ayer. Días atrás la alcaldesa de Hospitalet, Núria
Marín, ofreció ayuda de rastreadores del virus. La respuesta de Torra fue
silencio absoluto. También la alcaldesa Colau hizo lo mismo. Respuesta: mutis
total. Más todavía: tenemos información fidedigna de un grupo de investigadores de la
Universidad de Bellaterra que se pusieron a disposición de las autoridades para
colaborar, gratis et amore, en lo que hiciera falta. Silencio
administrativamente sepulcral. Y lo peor de todo fue que siempre afirmaron, Torra
y Alba Vergés, que «el número de personas
que tenían era el adecuado».
Pero
todo lo que tenían era un trampantojo, incluso el contrato con Ferrovial, del
que se sigue sin saber absolutamente nada. Caos total. Y, como decíamos ayer,
una competición entre los post post post convergentes y ERC por ver quién
acumula más incompetencia en el uso de sus competencias. Y algo aparece en el
horizonte: ha caído de bruces la imagen de eficacia y laboriosidad de «los catalanes» en todo el mundo. Atención: la
imagen supremacista que propalaron desde el obrador de Waterloo, el vicariado
de Torra y, ahora, la aparente sobriedad de los de Junqueras es pura filfa. Una imagen bananera.
«España, estado fallido», según afirmó un desajustado Puigdemont no hace tanto
tiempo. La novedad es, además, que ERC comparte con Torra el desprestigio de la
gestión ineficaz desde los comienzos de la pandemia. En cierta medida la Vergés
recuerda a la ministra Ana
Mato del PP, espectacularmente incompetente.
De
aquí que ERC se viera obligada a reaccionar mediáticamente contra esas imágenes
que enturbiaban su profesionalidad. Un periodista tan temperado como Antonio
Franco apunta la siguiente tesis: había que desplazar durante unos días de los
informativos el desastre de la gestión del coronavirus en Cataluña. Frente al
caos se pone en marcha el asunto del espionaje al presidente del Parlament y al
reputado excursionista político Tete
Maragall. Algo de ello dijimos el miércoles pasado en “¿El espionaje de las cloacas o de la fantasía?” (1) O
sea, como dejaron cantado, primero, Pepe Marchena y,
recientemente, José Mercé: la mancha de la mora
con otra verde se quita.
Addenda.--- No hagan caso de la foto de arriba. No tiene
ninguna relación con lo que decimos. Es pura coquetería de tiempos mozos. En
ella se pueden ver a Daniel Povedano, Antonio Gutiérrez y un joven con gafas y pelo
alborotado.
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