sábado, 31 de marzo de 2018

Más tretas del independentismo





Isabel García Pagán (La Vanguardia) es una periodista suficientemente informada de los intríngulis de la política catalana. De hecho ha sacado a la luz pública lo que se dice en las covachuelas políticas y en los lavaderos institucionales. Es una crónica que debería ser leída despaciosamente (1). Una síntesis apretada del artículo de García Pagán: las dificultades para proceder a la investidura del presidente de la Generalitat se han complicado por una novedad que, en principio, no estaba en el guión. Los abogados de Jordi Sànchez aprietan para que se mantenga su candidatura. Quieren aprovechar la resolución del Comité de Derechos Humanos de la ONU que no ve impedimento para que Sànchez pueda presentarse a la investidura. En resumidas cuentas, que –según las prácticas del rabuleo--  hay que sacar tajada de dicha resolución. Nada que objetar a que los letrados utilicen todos los resquicios habidos y por haber para la tutela de sus defendidos. El Derecho no es una línea recta sino una geometría fractal que nada tiene que ver con la que ideó Euclides.

Nos dice García Pagán que la expresión más usada por los líderes del soberanismo mayoritario es: «Los abogados nos dicen…». O sea, que los políticos independentistas dan por buena la interferencia de los abogados para la defensa de un cliente en un asunto que, en su vertiente política, debería incumbir sólo y solamente a la política. De manera que la solución al problema de la investidura va ahora de Anás a Caifás. Del Anás del juez campeador al Caifás de los abogados de Jordi Sánchez. Con lo que se agrava la cosa: los que pueden hacer la investidura no quieren y los que la quieren no pueden. Todo un equilibrio de impotencias que al final lo paga quien menos responsabilidades tiene en ello, a saber, millones de personas. En el fondo, quienes podrían hacer la investidura sólo desean acumular agravios, sus contrarios se limitan a constatar una impotencia al baño María. 


viernes, 30 de marzo de 2018

Ya ha empezado la campaña electoral





«El rey persa, cuando estaba de viaje llevaba consigo, para evitar el aburrimiento, un trozo de madera de tilo y un pequeño cuchillo para trabajarla. Las manos reales se empeñaban en esa labor, pues nunca llevaba consigo ni un libro ni un pensamiento, para no tener que leer nada serio e importante ni mediar sobre ningún asunto elevado y digno de consideración».   Nos lo cuenta nuestro viejo amigo Claudio Eliano (170 – 235) en sus Historias Curiosas, Libro XIV, capítulo XII. Sólo por tan potente retranca Eliano merecería ser nombrado hijo adoptivo de Santa Fe, capital de la Vega del Genil. Sépase que Santa Fe es el crisol más sofisticado de la malafoyá, que es la sublimación del sarcasmo con su correspondiente chorreón de retranca. Y para mayor abundamiento erudito, sépase que la llamada malafoyá granaína (de Granada, una ciudad que está cerca de Santa Fe), es una variante en tono menor de la santaferina.

Nuestros gobernantes imitan al rey persa de antañazo: no llevan ningún libro ni un pensamiento. En la mano, el twitter; en la cabeza, gaseosa. No obstante,  hay cuatro ministros –afortunadamente ninguno de Santa Fe--  que se han paseado por Málaga con la partitura bajo el brazo de El novio de la muerte. Se trata de una pieza, cuyos orígenes son un tanto tabernarios, pues nació en una casa de sombreros (barrets) allá en tierras del Moro. Al paso del Cristo malagueño, los cuatro jerarcas verticales la cantaron con ardor guerrero.  Visto lo cual por Bienvenido Carnesblancas, de santaferina nación, exclamó: «Ha empezado la campaña electoral». Vox populi, vox Dei.



jueves, 29 de marzo de 2018

¿Ernest Maragall, president de la Generalitat?





Radio Macuto informa que hay algunas posibilidades de que Ernest Maragall pueda ser investido presidente de la Generalitat (1) Desde luego tiene las condiciones que se requieren: es diputado y, dicho en román paladino, está limpio de polvo y paja, o sea, fuera de la mirada del juez campeador. Sin embargo, tiene un inconveniente: está adscrito al grupo parlamentario de Esquerra Republicana de Catalunya. Lo que le dificulta no sólo el consenso de todo el heterogéneo grupo neo convergente sino el placet de los de Puigdemont.

Radio Macuto, además, señala que es una solución que están barajando los sectores posibilistas de Junts per Catalunya, Esquerra y los Comunes. Por mi parte, añado que no es santo de la devoción de los cuperos, que exigen un candidato de oro de cuarenta y ocho quilates. Por lo demás, haciendo acopio de resignación me digo para mis adentros: «Sea, y no se hable más».

Ernest Maragall es hermano de Pasqual. Don Ernest fue una figura controvertida del socialismo catalán, pero sin la grandeza de su hermano. Una persona que, tras su salida del PSC, creó su propia formación política hasta recabar en Esquerra como independiente. Necesitaba, por así decirlo, un buen árbol para que le cobijara una buena sombra. Nunca le tuve simpatía, pero –tal como están las cosas--  no es momento de ser excesivamente exquisito. 

Ahora bien, es posible que Radio Macuto haya lanzado un globo sonda. Tendremos que esperar al desarrollo de la confusa manifestación del 15 de Abril en Barcelona, que –como en anteriores ocasiones--  robará todo el protagonismo  a ciertos acompañantes de buena fe, que verán cómo se corea a Puigdemont como Santo, Santo, Santo. 


miércoles, 28 de marzo de 2018

Sin rumbo en Cataluña



¿Para qué se ha celebrado la sesión plenaria del Parlament de Catalunya? En mi opinión la respuesta podría ser la siguiente: se trata de un apaño entre, de un lado, los de Puigdemont y  Junqueras (estos con menos entusiasmo) y, de otro lado, la CUP. Mejor dicho, una concesión a los cuperos por parte de los primeros. A cambio de que la CUP vote finalmente, cuando encarte, la sesión de investidura que enjuaguen los seguidores de Puigdemont y los de Junqueras. Siempre y cuando se quiera formar gobierno; siempre y cuando se quiera evitar nuevas elecciones. Se trata de un Pleno a mayor gloria de Puigdemont que ya ha entrado en el santoral del inquietante culto a la personalidad. Puigdemont, «el Puto amo».


Cierto, ha sido un Pleno con resoluciones simbólicas. De un Parlament que tiene la extraña contabilidad de contar con el mayor número de resoluciones simbólicas de los cuatro puntos cardinales de Occidente. Lo que va de maravilla a la estrategia de la tensión en la calle, y muy particularmente a la convocatoria de una manifestación del próximo domingo, cuyos objetivos son el reinicio de una nueva narrativa, una vez agotadas las tapas variadas del procés.  Lo que, objetivamente, alejaría lo fundamental ahora, a saber, la conformación de un gobierno en Cataluña. Una cosa que parecen haberla olvidado algunos de sus convocantes. Francamente, no sé qué pintan los sindicatos en ella. Respetuosamente añado que Dios da extrañas nueces a quien no puede roerlas. En las casas de sombreros (barrets) hay menos confusión. 


martes, 27 de marzo de 2018

Propuesta de un Gobierno de Cataluña



Miquel Iceta o el esfuerzo constante por encontrar soluciones a los problemas. Es un dirigente político que siempre está en boca de todos por su afán de ir al grano. Miquel Iceta o el doctor Sutil. Nuestro hombre está empeñado en propuestas que saquen a Cataluña del pantanoso espacio-tiempo en el que se encuentra. Miquel Iceta ha propuesto la formación de un «Gobierno de concentración». Es algo tan complicado como las ecuaciones diofánticas, tan temidas por los estudiantes. Las diofánticas, gloria y flagelo del análisis matemático. Tras la propuesta de Iceta, en Ferraz crujieron las vigas y mugieron los cimientos. Y en las fuerzas políticas catalanas cundió la murmuración a destajo. Sin embargo, nadie podrá negarle a Iceta su voluntad de sacar a Cataluña de pantano cenagoso. Digamos, pues, que quien tenga algo mejor que lo haga público. Callar por el qué dirán es mantener el callejón sin salida con sus aderezos de bronca al por mayor.

En todo caso, comoquiera que casi nadie se apuntará al carro, estimo que se podría encontrar una variante a la propuesta de Iceta. Una variante que, con la ayuda de santa Rita (abogada de lo imposible) pueda tener mejor acomodo y, quizá, más fácil digestión a los políticos rumiantes. A saber, se propone un Gobierno técnico con personalidades amigas, conocidas y saludadas de los partidos políticos catalanes. No digo que fueran una representación directa de los partidos, sino una delegación indirecta de los mismos. El elenco de las personalidades que propongo es un ejemplo –sólo un ejemplo--  de lo que quiero decir. Carles Viver Pí-Sunyer, Lali Vintró, Antón Costas, Josep Ramoneda, Juanjo López Burniol, Carina Mejías, Montserrat Nebreda,  Josep Piqué u otros nombres de similares características. Con un presidente de la Generalitat que esté limpio de polvo y paja, salido del grupo parlamentario de Junts per Catalunya.  

Sus objetivos serían: cicatrizar las heridas; gestionar las cosas durante esta legislatura; negociar una salida airosa, dentro de la legalidad, con el Gobierno central. 

¿Ingenuidad? Quiá!. Son ganas de que acabe este cáliz de amargura. Porque la salida perfecta ni existe, ni existirá jamás de los jamases. En caso contrario, den por seguro que seguirá la máxima del hostiaros los hunos a los hotros.



lunes, 26 de marzo de 2018

Cataluña, pintan bastos




La detención en Alemania del andariego Carles Puigdemont ha vuelto a encender los ánimos del bloque independentista. La gran paradoja de esta situación la ha apuntado mi amigo Pedro López Provencio, setenta años en flor, en su cuenta de facebook: «Al parecer, ya se ha conseguido internacionalizar el “conflicto”. Ahora a soportar también sus consecuencias». Así ha hablado un antiguo y prestigioso dirigente sindical de los primeros andares de  CC.OO. de SEAT. O lo que es lo mismo: el independentismo quería la internacionalización del conflicto y, precisamente eso, ha llevado a la detención del hombre de Waterloo.

Me permito un (simbólico) paréntesis: se le había atribuido a Artur Mas la principal virtud de Ulises, la astucia. Exageraciones. Desde hace meses la hipérbole se ha  trasladado a Puigdemont, a quien se le calificaba de audaz. Más exageraciones. Pero el calificativo, según sus devotos, quedaba corto, ahora es llamado por ellos mismos como «el Puto amo». Contagio de las peores esencias tabernarias. Ni audaz, ni puto amo. Pero sí podemos decir que es ya un atisbo de un cierto culto a la personalidad. Toda su práctica ha sido un monumento a lo grotescamente atolondrado. Una anomalía que, quizás por ser tal, concita la adhesión de quienes tienen un vínculo confuso con la política, fruto posiblemente del hartazgo de la politiquería instalada. El resultado de las elecciones italianas podría ser, salvando las distancias, una aproximada prueba de ello. Se cierra el (simbólico) paréntesis.

En todo caso, los nuevos acontecimientos han embrollado más las cosas. De un lado, la propuesta de líneas de gobierno, en clave autonomista, trazadas por el candidato fallido, Jordi Turull;  de otro lado, la calle otra vez en efervescencia con los brotes exasperados de la concentración en la Delegación del Gobierno en Barcelona y los cortes de carreteras. Y, como reacción institucional, la declaración (llamada institucional, pero hecha fuera del espacio-tiempo del Pleno del Parlament) por el presidente de la Cámara, que plantea una respuesta  general. Una imprudencia de tomo y lomo.

Por otra parte, tenemos  la reaparición del triángulo escaleno, que propone el independentismo granítico: a) Puigdemont, president; b) huelga general; y c) puesta en marcha de un Frente patriótico.  Puigdemont al cuadrado es igual a la suma de los cuadrados de la Huelga general y del Frente patriótico. Me parece que es una propuesta tan imprudente como peligrosa. Por las siguientes razones: no se orienta a la pacificación del conflicto; introduce unas variables irreales; propone acciones que, como la Huelga general, no tienen visos de alcanzar ningún objetivo que llevarse a la boca; y, peor todavía, mantiene y ensancha la actual división de la sociedad catalana con el peligro de hacerla estratégicamente crónica. Y, muy especialmente, de los trabajadores, empleados y pensionistas. 

Ciertamente, pintan bastos. De manera que el artículo 155 seguirá en vigor. La situación seguirá degradándose. Los problemas, viejos y nuevos, se pudrirán todavía más. Las clases populares podrían perder la batalla y acabar divididas. Las derechas, de aquende y allende el Ebro, sacarán suculentos dividendos. Y, como ha pasado siempre en la historia, tales derechas pactarán un apaño con las élites catalanas independentistas para joder la marrana a quienes han sufrido directamente las locuras de los astutos y audaces de pacotilla.   

¿La salida, dice usted? Sugiero atentamente la lectura de la resolución de CC.OO. de Cataluña. Aunque esté necesitada de una ligera mano de pintura, entiendo que es una muy seria invitación a la serenidad. Es lo más serio que se ha dicho en las últimas horas. Lean y no precisamente en diagonal: http://www.ccoo.cat/noticia/215552/x#.Wrj1xy5ubIV


domingo, 25 de marzo de 2018

El juez Llarena contra Hegel



Cada vez que el independentismo entraba en una fase de mayor auto acorralamiento aparecía algo que, cual balón de oxígeno, le daba fuerzas para continuar su caminata.  Hasta hace unos días todo indicaba que se había entrado en una situación distinta: enfrentamientos entre las fuerzas secesionistas; desagregación en sus filas de grupos diversos (posibilistas, extremistas y hasta revisionistas); grietas entre el ´interior´ y el pintoresco «espacio libre del exilio» con el hombre de Waterloo que va del caño al coro y del coro al caño…, que iban haciendo irreconocible los objetivos de la independencia y la república. De un lado, las encuestas informaban de la caída de diez puntos del independentismo; de otro lado, desaparecían del Camp Nou las estelades y los cánticos. El independentismo veía hasta qué punto confluían las crisis de proyecto, liderazgo e instrumentos. Era una crisis provocada esencialmente por el acoso de la Brigada Aranzadi, no por la política. En ese contexto, mientras tanto, surge una importante efervescencia en las calles y plazas españolas: la acción oceánica del 8 de Marzo y las manifestaciones gigantescas de los pensionistas y jubilados. Que acorralan al gobierno de Mariano Rajoy.  

Pues bien, en esa nueva situación apareció algo. Un juez campeador, don Pablo Llarena, decide de manera imprudente encarcelar al candidato a la presidencia de la Generalitat de Catalunya y a un grupo de notables. Justicia enfática, que diría elegantemente, evitándose de manera inteligente problemas innecesarios, Paco Rodríguez de Lecea (1). Es más, don Pablo, no lee el discurso de profunda rectificación del candidato Turull, que tiene una inequívoca naturaleza autonomista. Ese es el reproche que hace la CUP que le niega la investidura. En resumidas cuentas, un discurso que trazaba el itinerario autonomista de la legislatura que podría haberse abierto al tiempo que era la expresión de un rotundo fracaso. Y, hablando en plata, un discurso que hacía visible la auto derrota del independentismo político.

El imprudente énfasis de la decisión del juez campeador no ha tenido en cuenta sus consecuencias. Me atrevo a decir que dicha decisión provoca unas consecuencias que un magistrado sensato, que administra la justicia sin adjetivos, podría haber evitado. De momento, los presos cuentan con el apoyo de la Iglesia catalana y no sólo de los curas trabucaires. Consternado está el arzobispo de Tarragona, adscrito al Opus Dei; y, no hace falta decirlo, el Abad de Montserrat está que se sube por las paredes. Es la iglesia institucional, no los curas de olla.

Las consecuencias: lo que estaba en precario reaparece ahora zurcido, aunque no sabemos durante cuánto tiempo resistirá. Hasta los comunes de Domènech se adhieren a un ´frente patriótico´, que –de ponerse en marcha-- provocará mayor enfrentamiento en la sociedad. Y, hace falta decirlo, vuelve a la calle la agitprop del independentismo, que hasta hace muy pocos días estaba de capa caída. Es lo que tiene la «justicia enfática», la que hace abstracción de las consecuencias. O sea, el «hágase justicia y perezca el mundo». El juez campeador podría haber seguido la radical enmienda que introdujo Hegel, seguramente harto de tanta imprudencia: «Hágase justicia para que no perezca el mundo».

Última hora.--- En otra ocasión abordaremos la detención de Carles Puigdemont en Alemania.


 http://vamosapollas.blogspot.com.es/2018/03/confluencia-de-irresponsabilidades.html

sábado, 24 de marzo de 2018

Pablo Llarena, el Juez Campeador





Primer tranco

El juez campeador Pablo Llarena ha preferido aplicar la vieja máxima fiat iustitia et pereat mundus. O sea, hágase justicia aunque el mundo estalle por los cuatro costados. Ha dictado prisión incondicional –es decir, sin fianza— contra el grupo dirigente más conspicuo del independentismo político catalán. Entre ellos, el candidato a ser investido como presidente de la Generalitat, Jordi Turull,  que, en su primera sesión, resultó fallida por la abstención de la CUP. Con toda seguridad, el hecho en sí –la prisión incondicional--  habrá estremecido en Europa. Una Unión Europea, cuyas autoridades, mirarán para otro lado por razones de Estado. El resultado de las recientes elecciones generales en Italia pone a Mariano Rajoy en mejores condiciones en sus relaciones con las autoridades europeas.

De la misma manera que hemos criticado machaconamente todo el itinerario independentista, no se nos caen los anillos si decimos que a don Pablo Llarena se le ha ido la prudencia por las teclas de su ordenador personal. Fiat iustitia et pereat mundus, metiendo en la cárcel a una buena parte de la cúpula independentista. Ya veremos qué consecuencias tiene todo ello tanto en el cuadro político como en el social. De momento va a permitir la reagrupación de un movimiento que, auto derrotado y dividido, va a levantar cabeza. Y no precisamente en torno a las personas más posibilistas sino justamente lo contrario. Un movimiento que, quizá, provoque la adhesión de sectores, que no siendo independentistas, entienden que la desmesura del juez campeador va en dirección opuesta a la solución de un litigio profundamente enquistado. Por no hablar de que el PNV puede poner en un brete al gobierno Rajoy en los presupuestos generales del Estado. Es la inutilidad del hágase justicia aunque el mundo se haga pedazos.

Alguien podrá argüir que la fuga de Marta Rovira (la misma que llegó a pedir a las voces opositoras en el Parlament que mejor se callaran si iban a poner trabas al avance hacia la independencia) ha dado pie al juez campeador para decretar prisión incondicional a la cúpula independentista.  Pero, entiendo, que eso es entrar en el terreno de la sospecha. De una sospecha que no puede ser  un argumento extrapolable al resto de los convocados a la vistilla de ayer en el Tribunal Supremo. No hay excusa para ese exceso de celo.

Segundo tranco

Parto de la siguiente consideración: la auto derrota y división del independentismo no es obra fundamental de sus adversarios políticos, sino de los aparatos del Estado, que –como dijo Cosme de Medici--  no funcionan rezando padrenuestros. Auto derrota decimos, cuya expresión más visible fue el discurso  de investidura del candidato Turull de hondas raíces autonomistas. Ahora bien, esa derrota del independentismo no es obra de sus adversarios políticos. Es cosa de la superestructura del Estado, y –lo de ayer más concretamente— la  gestión subjetiva de los «tiempos de la justicia». O, por mejor decir, de los tiempos de las puñetas del juez campeador.

Así las cosas, la resistencia de materiales del independentismo, con una buena parte de su star systems en prisión, puede entrar en una fase contradictoria: un sector que continuará exhibiendo musculatura; y otro que, de momento, tomará precauciones  por si las moscas. Pero ninguno de ellos renunciará definitivamente a la narración de lo que pudo haber sido y, hoy por hoy, no es. Es lo que tiene haber dejado en manos de la Brigada Aranzadi la solución del problema por parte de los convachuelistas de la Moncloa.
  
Tercer tranco

En la sesión de esta mañana del Parlament de Catalunya se ha oído una propuesta sensata, que ha planteado Miquel Iceta: que se forme urgentemente gobierno en Catalunya por quienes corresponde, y si no es posible que se vea la posibilidad de una mayoría alternativa. En caso contrario, digo yo para mis adentros, se pasará del empantanamiento a retroceder. Pero eso será posible si es que se quiere salir del cáncer. Mientras tanto, el hombre de Waterloo viaja que te viaja del coro al caño y del caño al coro.

viernes, 23 de marzo de 2018

Corte de mangas de la CUP



El candidato a la presidencia de la Generalitat de Catalunya Jordi Turull demostró ayer en su discurso de investidura hasta qué punto es posible viajar al pasado. Su discurso estuvo situado en el paradigma autonomista. Lo que provocó un elogio envenenado de Miquel Iceta: «Me ha recordado usted a Jordi Pujol», le espetó sin pestañear. En efecto, el programa que exhibió el candidato era un listado de reivindicaciones y propuestas que hubieran encajado perfectamente en los viejos tiempos del peix al cove pujoliano, que nosotros nos atrevemos a traducir libérrimamente como «pez que vuela a la cazuela». Ni una mención a la independencia, tampoco a la república, menos todavía a la desobediencia a los Tribunales. ¿Prudencia sobrevenida del candidato o París bien vale una misa? Sea como fuere me dio la impresión de que el verdadero interlocutor del discurso de investidura no era el Parlament sino el juez campeador Llanera.  Un juez, todo sea dicho, que tiene una idea particular de los tiempos de la justicia.

Al margen de cualquier consideración, entiendo que es mala cosa que los oradores o los escribidores estén mirando por el rabillo del ojo a la Magistratura. Alguien tendría que decirlo y, por supuesto, dar la voz de alarma.

En todo caso, el viaje de Turull de vuelta al pasado es, sobre todo, la constatación del fracaso sin paliativos del procés. Una auto derrota, mejor dicho. Como, de igual manera, el fracaso de la investidura es la derrota de la política de alianzas de las fuerzas políticas independentistas que nuevamente vieron que las órdenes menores conventuales de la CUP volvían a negarle el pan y la sal a un candidato convergente. Para mayor abundamiento, el portavoz cupero declaró desde la tribuna que «rompía con ERC y Junts per Catalunya». El movimiento independentista, a buen seguro, acusará aviso de recibo de todo ello. Téngase en cuenta que los anteriores marramiaus de la CUP frente a Artur Mas y Carles Puigdemont se hicieron en tiempos del independentismo ascendente; ahora se está en la fase de la derrota.

Derrota y, peor todavía, división es lo que fundamentalmente explica las dimisiones de tres personalidades del independentismo: Carme Forcadell, Marta Rovira y Dolors Bassa, todas ellas de Esquerra Republicana de Catalunya. Unas dimisiones que se han hecho en puertas del uso que el juez Llanera hace de sus tiempos.  

Confusión en Cataluña. Caldo de cultivo para la aparición de movimientos extraños: unos de vuelta al pasado, otros de fuga hacia el milenarismo más recalcitrante. Todos ellos, hasta hora no gestionados por la política, podrían consolidar los tiempos de la justicia, perdón los tiempos de los jueces.  Por eso me permito una observación al juez Llanera: caballero, no siga por la senda del viejo aforismo del fiat iustitia et pereat mundus. Porque siempre acabó peor que el rosario de la Aurora.









jueves, 22 de marzo de 2018

¿Existen los «tiempos de la Justicia»?




Los llamados «tiempos de la Justicia» son una metáfora que, poco a poco, se ha ido consolidando como figura retórica que lo mismo vale para un zurcido que para un barrido. Es ya un lugar común que utilizan politólogos y tertulianos, escribidores y amanuenses diplomados. Curiosamente quienes son más austeros en su uso son los propios juristas.

A mis ochenta años, curado de no pocos espantos, me atrevo a decir que no existen los tiempos de la Justicia, sino los tiempos de cada Juez. Cada Magistrado los usa, con mejor o peor fortuna, según le dicta su particular subjetivismo. Dígase, además, que en ciertas ocasiones tales tiempos son realmente un temporal. Por ejemplo, cuando se trata de jueces campeadores, que disponen de un poder que sobrepasa con desmesura el ejercicio del cargo. Se trata, a mi juicio, de una de las fatales consecuencias de la judicialización de la política. De ahí que se produzca un efecto inversamente proporcional: a menor intervención política ante un litigio concreto, mayor justicia campeadora.

Llevamos tiempo denunciando desde estas columnas los desvaríos del procés catalán. Hemos escrito muchas páginas contra las martingalas del hombre de Waterloo. Y, de igual manera, hemos responsabilizado también la inacción del gobierno del Partido Popular en todo ese itinerario. Digamos ahora con claridad que la derrota del procés no se debe esencialmente a la política de Rajoy sino a dos factores: uno, al propio diseño del procés, como lo han reconocido los más importantes star systems del independentismo; otro, a las intervenciones judiciales que se han puesto en marcha.

Es decir, la derrota del independentismo se debe a una candorosa infravaloración del poder del Estado y a la ingenuidad de que la Unión Europea podría dar cobertura a los planteamientos secesionistas. Lo primero indicaría que sus dirigentes no han superado la párvula fase de boys scouts. Lo segundo representa hasta qué punto los independentistas estaban a la Luna de Valencia con relación a la realidad europea. Ahora bien, cada momento en que parecía que el independentismo se freía en su propio aceite hirviendo aparecían los «tiempos de los jueces», que –como consecuencia directa--  volvían a reagrupar al independentismo. Diríase que tales tiempos han sido contradictorios: de un lado han asestado duros golpes; de otro, sin embargo, han permitido un efecto de inercia.

De momento vamos a dejar las cosas así. Estamos a la espera de la sesión del Parlament de Catalunya, que apresurada y confusamente se dispone a investir a un irascible Jordi Turull. Siempre y cuando los «tiempos del Juez» lo permitan. Seguiremos, pues, cuando la fumata sea blanca. O lo que encarte. De momento, seguiremos pensando que el «tiempo» sigue siendo, según los viejos manuales de la Física, el espacio partido por la velocidad. Antigua definición que Einstein se encargó de matizar.

miércoles, 21 de marzo de 2018

La renuncia de Jordi Sánchez deja en paños menores al independentismo





Francamente, no hay manera de tomarse en serio a Carles Puigdemont. Ahora ha declarado que «la independencia [de Cataluña] no es la única solución, y que “el modelo suizo” es la opción más eficaz y atractiva» (1). Uno quisiera ser respetuoso con este caballero, pero él no coopera para que no nos subamos a sus faldones.  Recuerde el seso dormido que precisamente la independencia era lo que se había planteado como única e insoslayable solución a los –decían machaconamente--  problemas de Cataluña. Ahora, tras la derrota y división del procés vienen las improvisaciones y ocurrencias.  Una parte de la cofradía está perpleja por ese pronto del hombre de Waterloo; la otra parte le sigue enfervorizada aunque impugnara el teorema de Pitágoras. Cualquier hipótesis sobre las capacidades de este caballero podría estar fundada.
Horas más tarde de las sorprendentes declaraciones del hombre de Waterloo surge la noticia de que Jordi Sánchez desiste de ser candidato a la investidura de presidente de la Generalitat y, afirman algunos, que abandona la política. Las interpretaciones sobre ese particular han corrido como la pólvora: Sánchez quiere, de esa manera, facilitar la salida de la prisión. Lo que, a su vez, comporta una opinión poco honrosa para Sánchez. Pues bien, a pesar de la dificultad de leer la política catalana, como asegura Enric Juliana, y no le falta razón, un servidor ensaya otra hipótesis. Jordi Sánchez no es un pusilánime. Estar en profundo desacuerdo con él no comporta atribuirle unas características de miedica ni, peor aún, cobardía. Eso es lo que hacen correr los partidarios de Jordi Turull, de quien se habla ya como el sucesor del hombre de Waterloo.
La renuncia de Sánchez a su escaño de diputado, si es verdad lo que se rumorea por las covachuelas de la Generalitat y los lavaderos de la política catalana, hay que encuadrarla en otro elemento: Sánchez no ve con buenos ojos lo que está sucediendo en el «laberinto catalán». Lo dejó suficientemente claro ante el Juez y, posteriormente, en unas cuidadas declaraciones a La Vanguardia. Tras la última ocurrencia de Puigdemont me parece plausible que Sánchez se dijera en la soledad de la cárcel que hasta aquí hemos llegado. Adiós, muy buenas. Aunque también cabe una hipótesis que acompañaría a la anterior: la CUP no le puede ver ni en pintura. Le considera una hechura de Artur Mas. La pintoresca organización quiere caja o faja. Caixa o faixa. Es evidente que Sánchez no entra en ese sistema binario. En todo caso, sea como fuere, el desistimiento de Jordi Sánchez tiene una enorme importancia. Sea ilegible –o no tanto--  la política catalana es un golpe que no sólo afectará al mundillo político independentismo sino al mismo movimiento social que, de manera confusa, le acompaña. Más todavía, tomen nota de que quienes han abandonado la primera fila de la escena han sido los star systems del independentismo. Han quedado los segundones.
En fin, tras lo de Jordi Sánchez, bien podríamos traer a colación aquel viejo romance: «En tan grande polvareda / perdimos a don Beltrán…». 


martes, 20 de marzo de 2018

La arcilla de Comisiones Obreras




Francisco Puerto Otero (1946 – 1992) nació en Las Cabezas de San Juan. Fue uno de los grandes dirigentes sindicales de Comisiones Obreras de Cataluña. Su ciudad natal se ha honrado a sí misma poniendo en marcha la Escuela de Formación Profesional Paco Puerto, que gestiona el ayuntamiento de la mítica ciudad andaluza. Las Cabezas, la ciudad donde el ejército de don Rafael del Riego, que iba para América, giró grupas y marchó a Madrid para reimplantar la Constitución del 1812, la Pepa. La ciudad donde los afiliados de Comisiones Obreras –con el veterano Ginés Espín al frente--  consiguieron la inauguración del Parque Abogados de Atocha y un monolito en honor de Marcelino Camacho. Y ahora la Escuela de Formación Profesional. Paco Puerto, profeta de paz en Cataluña, es profeta armado de esperanza en su tierra natal.

Fui amigo y compañero de Paco Puerto. Un sindicalista sabio, autodidacta. Sin retórica, siempre al grano. Siempre al corazón de los problemas. Hecho con la arcilla de la gente de Comisiones Obreras. Quienes le conocieron saben perfectamente que no exagero, que no me ciega la pasión por el buen amigo. Infatigable siempre. Un botón de muestra. Estando nuestro Paco ya muy enfermo fui a visitarle al Hospital. Estaba rodeado de trabajadores de una empresa, creo recordar que era Grúas de Barcelona. Paco Puerto, papel, lápiz y una calculadora. Orientando al comité de empresa. Monté en cólera, porque entendí que aquello era un abuso de confianza. El presidente del comité me dijo: «Calma, compañero, nos ha llamado Paco por lo de nuestro problema». Los médicos le dejaban hacer porque se los había camelado a todos. Y, de paso, organizaba al personal del Hospital.

Paco Puerto, exquisitamente educado. Respetuoso con el protocolo y al mismo tiempo zumbón. Otra anécdota: estábamos esperando al president de la Generalitat, Jordi Pujol, para iniciar la reunión de lo que fuera aquello. Entra el otrora muy honorable y nos pusimos de pie. Paco Puerto, que no se ha dado cuenta, permanece sentado. Pujol, indignado, le increpa: «Oiga, cuando entra el president todo el mundo debe ponerse de pié». Puerto, se levanta despaciosamente y le responde con infinita cortesía: «Dispense, president. Hacía  algo más importante que levantarme: estaba leyendo». Y se lo dijo en un catalán que hubiera envidiado el mismísimo Josep Solé Barberà.

Ni siquiera se le torció la sonrisa cuando lo detuvo la policía y pasó a la cárcel de Jaén. Sólo se inquietaba cuando jugaba su Betis contra su Barça. Paco Puerto, la sal de la tierra. La arcilla de un movimiento de trabajadores. La arcilla de Comisiones Obreras.

domingo, 18 de marzo de 2018

Gigantescas manifestaciones ayer, sí. Pero …




Nuevamente los jubilados y pensionistas ocuparon las calles y las plazas de nuestras ciudades, en algunos casos desafiando la lluvia y el aguanieve. El movimiento de los movimientos otra vez en pie de paz. Dicen sus protagonistas que ha venido para quedarse. Lo afirman en las grandes capitales y lo dijeron  también los manifestantes de ciudades pequeñas como, por ejemplo, Villamalea (provincia de Albacete) con sus cuatro mil habitantes. No vamos a entrar en guerra de cifras, tan sólo queremos dejar constancia de que la mayoría de los medios tiene unos conocimientos muy párvulos de la aritmética: hablan de «decenas de miles de personas». Para ellos la serie natural de los números se reduce a unas decenas de miles, más allá de ello o les está prohibido o es tierra incógnita.

Nuevamente en las calles y plazas, decimos. Es, como si dijéramos, la constatación personal del sondeo elaborado por GAD 3 por encargo de La Vanguardia: el 73 por ciento de la población rechaza la gestión actual de las pensiones públicas. Lo que se dice pronto. Es una oposición clara que censura sin paliativos al Gobierno del hombre de Pontevedra.

Necesitamos sacar algunas cosas en limpio de estas movilizaciones en curso. Representan el airado hartazgo de masas, expresado pacíficamente, de millones de personas. Y la exigencia de soluciones de reparación no sólo en lo más urgente (la dignificación de las pensiones) sino en todo el andamio del Estado de bienestar.

Necesitamos una reflexión que se escape de la pereza mental. Fuera rutinas, pues. La primera y provisional meditación: un océano de personas en las calles y plazas. Que ha construido un consenso y una unidad social de masas, como en pocas ocasiones se ha dado en España. Pero, ¡ay! no podemos ignorar que en algunas de estas movilizaciones han aparecido algunos problemas que no son menores, aunque de momento no han enturbiado las aguas de ese océano. Si no se abordan esos problemas es muy posible que se agranden y agraven. Ojo con encogerse de hombros. Se trata de lo siguiente.

En algunas grandes capitales –muy pocas, por cierto--  ha habido una soterrada y agria controversia, que ha acompañado a la convocatoria de dos manifestaciones. Con objetivos unitarios, es verdad, pero también con matices, trufados de división, todavía no muy preocupantes, pero que –si no se analizan y, sobre todo, si no se corrigen--  pueden extenderse y ampliarse. En concreto: la unidad social de masas no ha estado acompañada de suficiente unidad de los grupos convocantes. Alguien tenía que decirlo.  Más todavía, la exhibición de musculatura debe orientarse frente y contra de los responsables de la inicua política de pensiones.

Hay que darle vueltas a la cabeza. Las movilizaciones de ayer –únicas en Europa--  tienen una característica visible: el no a la política del gobierno. Eso está fuera de discusión. Pero lo que todavía no sabemos es en torno a qué planteamiento alternativo. Es decir, hay un no claro, pero ignoramos qué estamos buscando. Porque se puede estar durante un cierto tiempo exhibiendo la negativa, pero llegado un momento hay que enarbolar masivamente qué elementos concretos –con nombre y apellidos, con números reales— se deben poner encima de la mesa. Más todavía, aunque tengamos ocasión de abordarlo en otras ocasiones, es preciso tener en la cabeza esta previsión: si ningún sujeto convocante tiene el monopolio de la movilización de esos millones de personas que están en acción, ¿quiénes negocian la salida del problema?  Porque no tener el monopolio de la movilización comporta que no se tiene el monopolio de la representación. Y si se tiene la virtud de compartir las movilizaciones, debería corresponder con la buena forma de compartir la representación a la hora de negociar.  Alguien tenía que decirlo.


Nota.--  La foto se corresponde con la manifestación de ayer en la localidad de Villamalea. Su autor, Venancio Cuenca. Nuestra intención es clara: reconocer el trabajo de quienes, en las pequeñas ciudades, están al frente de esas movilizacione y a los vecinos que acudieron. El otro día fue Pineda de Mar, hoy es Villamalea. 




sábado, 17 de marzo de 2018

El chiringuito político catalán





La obsesión por ser cabeza de ratón y no cola de león conduce al chiringuitismo, o sea, la proliferación de chiringuitos. Proliferan los chiringuitos tanto en los terrenos políticos como en los sociales. Si quieres tener una cierta relevancia –o apariencias de ello--  te montas un chiringuito y ya sientes que estás en el escenario. Es lo que ha ocurrido recientemente en Cataluña con el nuevo chiringuito independentista.

En un principio fue Convergència de Jordi Pujol, que no fue nunca un chiringuito sino un gran castillo medieval. A ella, tras el pujolazo, le siguió el PDeCAT, liderada por los jóvenes capitanes del viejo partido. Era la esperanza del gen convergente. Pero tuvo que disfrazarse de noviembre para no infundir sospechas y, parlamentariamente, se vistió, al lado de Esquerra con las galas de Junts pel Sí. Nuevas elecciones y este Junts se transmuta en Junts per Cat, la hechura de Carles Puigdemont. De oca a oca y tiro porque me toca.  Se trata de un instrumento que lleva una lucha sorda con el PDeCAT por el control y dirección del gen convergente. Y es entonces …

… cuando desde el llamado «espacio libre del exilio», el hombre de Bruselas se trasmuta también en el hombre de Waterloo y crea –esta vez sí--  un chiringuito a su imagen y semejanza. A saber, Junts per la República. Es decir, un grupo de incondicionales con la fe del carbonero, dispuestos a un indefinido lo que sea.

Ahora bien, este chiringuito de Waterloo intenta tener sentido. A saber: Puigdemont fue derrotado en las recientes elecciones autonómicas catalanas por Ciudadanos. Que fuera la organización más votada por el electorado independentista no cuestiona lo anterior. No obstante, Junts per Cat tiene ese estigma: fue vencido por un partido unionista. La sigla es, pues, gafe.  La sigla siempre estaría señalada. Por lo tanto, en las covachuelas de la casona de Waterloo tenían que estrujarse el magín. En dos direcciones: tapar las huellas de la derrota electoral y, tras el fracaso del procés, iniciar un nuevo itinerario para seguir dándole vidilla al asunto. Es la creación de Junts per la República. De momento un chiringuito, pero que aspira a tener con un recorrido propio y, desde luego, arañar el monopolio de «republicanismo» que hasta la presente ha ostentado el partido de Oriol Junqueras. La ampliación de la grieta  con Esquerra republicana de Catalunya está cantada.

viernes, 16 de marzo de 2018

La bicicleta de Puigdemont y el asno de Sancho Panza




En Cataluña «estamos sumidos en la provisionalidad», afirma Màrius Carol, director de La Vanguardia. Me permito discrepar amigablemente una miaja del ilustre periodista. No creo que estemos en una situación de provisionalidad sino –como ha indicado Joan Coscubiela— de empantanamiento. Por partida doble: en primer lugar y fundamentalmente por el empecinamiento de las fuerzas políticas independentistas en mantenella y no enmendalla; y, en segundo lugar, por la ausencia de iniciativas de la oposición, que es incapaz de poner en marcha un movimiento de exigencia de salir de ese pantano.

No quiero ser pejiguera, pero entiendo que una situación provisional puede admitir excusas, lo que no ocurre con el empantanamiento que, podríamos decir, es una opción adrede. El reciente libro de Joan Coscubiela  aclara hasta qué punto dicho empantanamiento es políticamente intencionado. Por cierto, me dicen voces –una Garganta Profunda--  que el independentismo exasperado ha metido (simbólicamente) el ensayo de Coscubiela en un índice de de libros prohibidos.

El problema que tiene ahora Carles Puigdemont es cómo salir de ese entuerto, en el caso de que quiera salir. Y el que tienen los neo convergentes del PDeCAT y Esquerra es de qué manera se sale de esa astracanada sin lesionar al hombre de Bruselas. Es una situación embrollada porque, derrotados y divididos, son incapaces –al menos, de momento--  de encontrar una salida (si es que la quieren) que lave la cara a los grupos dirigentes, que siguen protagonizando lo que Coscubiela denomina «una farsa». Lo dijo antes de que importantes dirigentes del independentismo declinante afirmaran tres cuartos de lo mismo.

En todo caso este «independentismo declinante» está consiguiendo precisamente lo contrario de lo que aspiraba: quería la independencia y ahora nos encontramos en la pre autonomía; aspiraba a contar con el apoyo de la Unión Europea, ahora observa estupefacto que ni siquiera los recibe el bedel de ninguna institución. En resumen, mayor gloria tuvo la famosa Ínsula Barataria. Por lo menos el asno de Sancho Panza andaba; la bicicleta estática de Puigdemont no se mueve.  

jueves, 15 de marzo de 2018

Stephen Hawking o la fuerza del humanismo



Nunca podré hacer un homenaje a Stephen Hawking, que esté a su altura. A la altura de su contribución a la ciencia y al de su compromiso con los más débiles y necesitados. Al de su pedagogía explicándonos con sencillez sus investigaciones. Ahora sabemos un poco más gracias a la constancia y –sobre todo a la portentosa inteligencia--  de este científico. Así pues, lo más adecuado, entiendo yo, es reeditar una viñeta que sus amigos palestinos han publicado agradeciendo al profesor su solidaridad. Como quien dice que la pena no está reñida en este caso con la sonrisa.

miércoles, 14 de marzo de 2018

La martingala del Pleno del Parlamento hoy





La sesión monográfica del Parlamento español sobre el tema de las pensiones ha sido interpretada por parte de algunos analistas como algo forzado por las recientes movilizaciones de nuestros jubilados y las que están previstas para este fin de semana. Podría ser. Pero esta es una hipótesis que merece ser puesta en entredicho. A simple vista, en efecto, puede ser interpretada así: Rajoy tenía que recurrir a una iniciativa parlamentaria para simular que era sensible a la calle. A mi juicio, sin embargo, es un mero juego de apariencias.

Si el hombre de Pontevedra hubiera querido abordar con sobrevenida seriedad el problema no hubiera convocado este Pleno monográfico sin discusión de propuestas ni votación de resoluciones de los grupos parlamentarios. La sesión, entonces, debe tener un sentido, al margen de las apariencias. A mi juicio, es el siguiente: se trata, sólo y solamente, de meter presión a Ciudadanos para que aprueben los Presupuestos generales del Estado a finales de este mes. De involucrar a los de Rivera en la política del Partido Popular.

Por supuesto, es una martingala y, peor aún, una afrenta a la condición concreta de cada pensionista y jubilado y colectivamente a la de todos ellos. Son los trapicheos de la derecha de caspa frente a la derecha chanel número 5. Los jubilados como pretexto de las querellas frailunas de los hunos y los hotros. Más motivos todavía para consolidar, extender y ampliar las movilizaciones. Para involucrar a todo el conjunto asalariado en esa batalla de la dignificación de las pensiones y en defensa del Estado de bienestar. Para dejarse de pejiguerías en las relaciones entre todos los movimientos y colectivos que representan y tutelan la condición de los pensionistas. No tiene, pues, sentido que los unos no se fíen de los otros, ni siquiera  que se miren por el rabillo del ojo.

Hay lugares que convocan cara al día 17 movilizaciones por separado. Tal vez a la búsqueda de quién es más que el otro. Mala cosa. He dicho en más de una ocasión que la guerra entre los pobres la ganan siempre los ricos. Porque, así las cosas, lo grave es la derrota y, tras ella, la cristalización de la división. En suma, aquí lo importante es la razón pragmática de la unidad. No se trata de generosidad, sino de lucidez. Oigan, que ya somos grandecicos.

martes, 13 de marzo de 2018

El independentismo de capa caída



El independentismo empieza a hacer aguas. Dos novedades lo acreditan. Dos   nuevas situaciones que han aparecido en los últimos días.

1)              La incipiente desconexión entre la Assemblea Nacional Catalana y los partidos políticos independentistas. Este fin de semana se ha desarrollado en Barcelona una manifestación exigiendo que los partidos se pongan de acuerdo para la investidura y posterior formación de gobierno. En esa movilización se oyó de todo. Crispación contra los neo convergentes y los de Junqueras.  Más diapasón en esta exigencia que en pedir la libertad de los presos.

2)              La aparición de visibles grietas en el interior de los neo convergentes. O sea, entre los del PDeCat, que lidera Marta Pascal y los de Puigdemont. La señora Pascal está hasta el moño de las operaciones quasi escisionistas de los paniaguados del hombre de Bruselas que, desde su pretendido “espacio libre del exilio”, intenta desparpajadamente crear un nuevo actor político al margen y contra los neo convergentes. Las declaraciones de Pascal han sido contundentes: “No cederemos poder a Puigdemont”. Primer aviso al pertinaz auto exiliado. Son unas declaraciones que, tal vez, sean matizadas dentro de unos días  con alguna que otra carantoña, pero la pedrada en la frente ya ha sido lanzada.


Son, en todo caso, unas novedades que siguen embarullando el patio de vecinos catalán. Degradación acelerada. Porque el problema ahora ya no es la disciplina de partido, sino la existencia de un grupo de diputados adscritos a la obediencia ciega de una persona que aceleradamente se ha metido en la práctica de un cesarismo de campanario. 

lunes, 12 de marzo de 2018

La mercantilización del dolor.



Ya vuelven a revolotear los pájaros carroñeros sobre el cuerpo de un inocente, el niño almeriense Gabriel Cruz. Lo mismo que ocurrió cuando lo de las niñas de Alcàsser, los hermanos Bretón, Marta del Castillo, Mari Luz Cortés, Diana Quer y otros. Buitres disfrazados de cámaras televisivas para no infundir sospechas. Como grajos organizando la puesta en escena de gentes airadas zarandeando las cancelas del cuartelillo de la Guardia Civil al grito de «¡Pena de muerte!». Convertidas ellas mismas en fiscales, jueces y jurados. Y, por si fuera poco, la proliferación de imágenes de niños en primera fila –en perfecta y estudiada coreografía, obra de algún regista--  gritando lo que seguramente ni ellos mismos comprendían. Buitres y grajos pugnando por unas decimicas de los índices de audiencia. El dolor de la familia queda, así, convertido en forraje televisivo. Es «la mercantilización del dolor», como ha escrito Agustín Vega en el diario Hoy (Extremadura) el 4 de enero de este año.

¿Libertad de información? ¡Quiá!: pura mercancía televisiva. Lucha sin cuartel de las cadenas y de los agentes publicitarios a ver quién se lleva el gato al agua. Obscenidad a destajo.

Y para colmo sale un quídam en las llamadas redes sociales quien, sacando lo peor de sus sobacos, escribe: «¿Y ahora qué decís a esto, asquerosas feministas?».