No
parece que las negociaciones en curso para el reparto de los fondos de la
reconstrucción europea acaben de las
mejores maneras posibles para el Sur y, concretamente, para España. Lo veremos
dentro de poco. En todo caso, podemos adelantar, con poco riesgo por nuestra
parte, las siguientes hipótesis: 1) el resultado distará mucho de lo que
inicialmente se había previsto; 2) el
gobierno español intentará capear la situación explicando que la gallina es
realmente un pavo real; y 3) Casado
casaseno, en su aparente excursión al centro político, despellejará a Pedro Sánchez tal como mandan los cánones del
Evangelio, según Aznar.
Esa chuchería del espíritu, el centro, no va a impedir que el PP esparza gas
grisú por tierra, mar y aire.
En
todo caso, el dato es que –sean cuales sean los resultados-- España tendrá que apechugar con lo que salga.
Hablando con voz clara, aunque no olvidando que hay más días que longanizas en esta
Unión Europea. Esperemos los resultados de la negociación y si tenemos que
rectificar lo haremos con mucho gusto, pues nosotros solo somos infalibles los días que son divisibles por 11.
Ahora
bien, necesitamos una reflexión de largo aliento. Que obvie el lamento y se
ponga manos a la obra. Y, sobre todo: hay que dejar de considerar que lo
principal son las aportaciones europeas; lo principal –a ver si se nos mete en
nuestra dura mollera— es lo que hagamos nosotros. Y, dentro de esa prioridad,
diseñar una política industrial, especialmente la que exige la transición
ecológica. De manera que se debe enviar al sepulcro del Cid, y cerrarlo con
siete veces setenta llaves, la nefasta concepción –Carlos Solchaga dixit— de que «la mejor política
industrial es la que no existe». De aquel teologúmeno vinieron no pocas de
nuestras desgracias.
El
director de La Vanguardia, Jordi Juan, escribe
hoy: «Está escrito que una de las fortalezas que tiene Alemania es su potente
sector industrial, que supone un 31 % de su PIB frente a un mínimo del 16 % que
tiene España. Portugal tiene un 21 %». La asimetría es considerable. Así las
cosas, es necesario ir remontando gradualmente esa situación. Más todavía, con
esa endeblez industrial, incluso con ayudas, seguiremos teniendo dificultades.
Por lo que --dispensen que no me ande con sutilezas-- o se pone en marcha una política industrial o
no nos salimos de la poquedad económica. En parecida dirección apunta Miquel Puig en
su artículo (clique aquí) Una oportunidad única, por Miquel Puig - La Vanguardia
Como es natural la clave está en el papel que quieran
jugar en esa dirección los sindicatos y las organizaciones empresariales. Lo
que han hecho hasta ahora en el actual proceso contractual es necesario, pero
no basta. No basta, recalco.
Addenda.--- Juan Marsé nos ha dejado. ¡Qué impacto nos produjo sus
Últimas tardes con Teresa!
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