Todavía
no ha llegado un chavo de Europa y ya están algunos a la greña por el reparto
de la túnica sagrada. Por ejemplo, poco tiempo le ha faltado al diligente Quim Torra para reclamar
«lo suyo» y lo que le quiere quitar a los demás. Tras lo cual, el activo García—Page increpa al catalán:
«Solo piensas en lo tuyo». Que es una verdad tan maciza como que también el
castellano-manchego sólo piensa en lo suyo. La España de las autonomías, dicho
con Baroja, es ansí. Esta pugna es el
anticipo de la zahúrda que vendrá después. Aquí, en estos aspectos, no habrá
«cambio de rasante». Y por lo que respecta a Cataluña, en puertas de elecciones, la pugna entre los
eternamente irascibles de Waterloo y los necesitados
de ser considerados como una «bona persona» (léase Junqueras) será a ver quién pone más alto el
listón del pagaré.
Es
preciso ponerse de acuerdo en los criterios de la distribución de los fondos.
He dicho «distribuir» y no «repartir» porque, aunque las fronteras de uno y
otro término son muy difusas, me parece que políticamente distribuir es más
ajustado que repartir. Al menos en esta ocasión.
Criterios.
Que eviten, en lo posible, que la zahúrda sea lo menos corralera posible. Considero
imprescindible que la distribución se haga en base a la situación real que la
pandemia ha provocado en cada comunidad autónoma, porque el objetivo de estos
fondos es finalista y tiene como objetivo la reconstrucción de lo destruido por
la pandemia. Al grano: aquí no hay derechos históricos que llevarse a la boca.
Esto, como diría Kipling, «es otra historia». Y
sabiendo cómo nos las gastamos algunos diré que la distribución debe ser sobre
la base de planes objetivos, de la misma manera que los Estados nacionales
deberán hacer lo propio con el parné que reciben. Esto no es el maná.
Cuidaíco
con lo que hacemos. No sea que, en estos asuntos tan delicados, nos llamen la
atención los de Bruselas. No olviden que los frugales –mal o bien llamados, ¿qué más da a estos efectos?-- nos vigilan.
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