martes, 22 de enero de 2008

LA DEMOCRACIA SINDICAL DE LAS DIVERSIDADES




Esta compañera se llama Federica von Stade, aunque también es Dorabella. La adoro.


Mi allegado Paco Pepe Calero (Monachil, Granada) me manda un correo electrónico para recordarme que, hoy 22 de enero, es el aniversario del nacimiento de Antonio Gramsci [“Deja constancia, Pepe Luis”, me pide] y plantea que amplíe algunas cosas que redacté el domingo, concretamente en la entradilla EL PROXIMO CONGRESO CONFEDERAL DE COMISIONES OBRERAS, no sin decirme que “me he dejado muchas cosas en el tintero”. Sea.


Veamos, lo que pretendía con mi entrada era situar, ya lo apunté, los grandes movimientos que, en mi opinión, deberían figurar en el proyecto organizado para el trayecto poscongresual. Sólo los grandes movimientos que me parecen más urgentes. Aclaro que, por mi parte, debía evitar algunas tentaciones: la primera, dar la impresión de que el escrito tuviera la apariencia, dicho sin retranca, de `tesis alternativa´; y la segunda, entrar en pormenores de excesiva concreción. Nada de ello me corresponde. Es más, no tengo la suficiente preparación. Ahora bien, lo que no puedo es renunciar a participar, en tanto que afiliado, en una hipotética amplia discusión que nos concierne a todos. Participar es un deber, una obligación y, según dicen algunos, una necesidad.


Me pide Calero que amplíe el apartado relativo a `las diversidades´. Me arriesgo a sentar un precedente, pero no puedo resistirme a su ruego: me ha invitado a pasar unas semanas en Monachil –el pueblo de Miguel Ríos— cuando me jubile. Monachil es mucho Monachil y Sierra Nevada [la Sierra, por ontonomasia] es mucho Sierra Nevada. Bien, ¡al grano y dejémonos de requilorios!


Para aligerar el equipaje no creo necesario que, en este ejercicio de redacción, valga la pena –por suficientemente sabido— explicar en demasía que el centro de trabajo se caracteriza por una miríada de situaciones categoriales: unas son fruto de las consecuencias directas e indirectas de los cambios objetivos que se han producido y siguen en curso; otras son el resultado de métodos organizacionales subjetivos, por lo general impuestos por el management empresarial. Metafóricamente existe una `península´ (esto es, los trabajadores-tipo, de toda la vida) y una cantidad de `islas´, frecuentemente incomunicadas) que son las diversidades de ese conjunto asalariado en el centro de trabajo. Cierto, esta es una descripción esquemática, pero mínimamente válida para lo que, ahora mismo, nos traemos entre manos.


Ayer decíamos también que, salvo algunas pocas aunque muy honrosas y útiles excepciones, la plataforma reivindicativa que indicia las negociaciones para el convenio colectivo tiene todas las apariencias de ser un café con leche para todos: he dicho todos, no todas. El resultado es, pues, una desatención a las necesidades, nuevas y viejas, de esos espacios descolectivizados y sujetos débiles, según la pregnante descripción de Antonio Baylos. Así pues, tres son, al parecer, los desafíos que tiene el sindicalismo confederal con relación a ello: 1) enhebrar la aguja para que la plataforma reivindicativa, el recorrido de la negociación y el resultado de la misma tengan una razonable aproximación a un acuerdo que tutele a todas las diversidades en el centro de trabajo y no sólo a los `peninsulares´; 2) pergeñar las formas de representación sindical de todas las diversidades de esa comunidad social que es el centro de trabajo; y 3) poner en marcha unos mecanismos, instituidamente normados, para la participación, activa e inteligente, de toda la comunidad social de ese centro de trabajo, como expresión del ejercicio de la democracia deliberativa de todas las diversidades, tanto las peninsulares como la de los isleños. Hasta aquí, ciertamente, hay poca novedad con lo que decíamos ayer en el ejercicio de redacción. A partir de ahora vienen los tambaleantes y primeros pasos de la democracia sindical que propongo para esa comunidad social.


Una de las reglas del comportamiento de la democracia es: una persona, un voto. Trabajo costó a lo largo de la historia que ese verbo se hiciera carne. Ahora bien, en la comunidad social del centro de trabajo realmente existente, ello podrá seguir siendo pacíficamente así en función del carácter de la plataforma reivindicativa, del recorrido de la negociación y del resultado de la misma. Pongamos por caso, en sentido negativo, lo que sigue: ¿sería justo que el sindicalismo, en tanto que sujeto colectivo que persigue derechos, dijera que como el sesenta por ciento de los votantes (los `peninsulares´) ha aprobado la plataforma (o el convenio), eso es lo que va a misa, habiendo votado en contra el cuarenta por ciento de los `isleños´que no han visto representadas sus demandas y necesidades en la plataforma y en el resultado final de la negociación?


De ahí que el sindicato necesite repensar cómo ejerce su acción colectiva, de qué manera debe tutelar todas las diversidades (peninsulares e isleñas), de qué modo representar a todos porque, como se dice, el convenio es de aplicación erga omnes. Más todavía, en la medida que existan diversidades asumidas, el convenio será más unitario. En caso contrario, el sujeto social está propiciando, involuntariamente, la descolectivización del convenio y, sin quererlo también, la aparición de miradas que impugnen la inutilidad del hecho sindical. Y quién sabe: el surgimiento en unos casos (y la consolidación en otros) de fuerzas centrífugas a quienes, de manera poco perspicaz, el sindicato llamará corporativas o antisindicales. Pero no se trata de que el sindicalismo haga las cosas como corresponde con la idea de evitar riesgos, sino porque debe representar y tratar a cada persona que trabaja como titular de una efectiva ciudadanía social, en la dirección opuesta de quienes la tratan como supeditada a las lógicas inestables del mercado.


Por último, me insiste Paco Pepe Calero que ayer “me he dejado en el tintero” las propuestas sobre la soberanía sindical. Lo he hecho adrede por estas razones: 1) no conviene atosigar a los sindicalistas con demasiadas propuestas; y 2) porque, al buen decir de nuestro común abuelo barbudo, “la humanidad sólo se plantea lo que puede resolver en un momento dado”, o algo por el estilo.



P/S. Con referencia a mi entradilla sobre el panótico que quiere poner en marcha Microsoft (por ciento, La Vanguardia publicaba un suelto sobre ello dos días después que lo hizo este blog), recomiendo “El orden y la producción”, de Jean Paul Gaudemar [Trotta]. Vale 11 euros.

martes, 8 de enero de 2008

SEGUNDA PARTE DE "LA MEMORIA HISTORICA DEL SINDICALISMO"


El retrato se corresponde con el sindicalista Frank Little: dirigente de los wooblies: fue asesinado , ya se pueden imaginar por quiénes.



En la entrada de hace unas semanas LA MEMORIA HISTORICA DEL SINDICALISMO trataba el referenciado asunto en una clave que posteriormente me pareció de tipo personal, esto es, la memoria histórica de los dirigentes sindicales de antaño y, muy indirectamente, de los avatares de viejas experiencias sindicales como, por ejemplo, el fascinante itinerario norteamericano de los wooblies*. Lo que viene a continuación es una serie de nuevas referencias que engarzaré como buenamente pueda a la hora de entregar el texto definitivo para las Jornadas de Albacete sobre la Memoria histórica durante los días 6 y 7 de Marzo próximos.


Me parece obligado que el texto ponga en primer lugar la memoria histórica del y en el centro de trabajo. Esto es, la morfología de la empresa, los sistemas de organización del trabajo, las plataformas reivindicativas, el ejercicio del conflicto social (submergido y aflorado), la estructura categorial de su conjunto asalariado. En fin, toda una serie de materias capaces de inducir a una serie de investigaciones sobre cómo eran esas cosas en tiempos de ayer y antesdeayer. Para ello los especialistas en la disciplina deberán bucear en todos los papeles y documentos que, desparramados o no, todavía (en algunos casos) pueden encontrarse. Y podrán, de igual manera, recurrir a las fuentes orales, con independencia de las picardías y `desmemorias´ que algunas de ellas encierran.


Por lo demás, si bien es complicado poner en marcha esas investigaciones (y, peor aún, contar con las pesetillas de rigor para ponerlo en marcha; perdón, los correspondientes euros) sí se está en condiciones para que se generalice la costumbre de ir escribiendo el cuaderno de ruta (la bitácora marinera) de los acontecimientos del centro de trabajo a partir de ahora. Salvando las distancias, algo parecido a lo que los viejos cronistas locales escribían de su ciudad. [Me acuerdo de la minuciosidad con que lo hacía el cronista de la ciudad de Santa Fe, allá por los años cincuenta]


Hoy se cuentan con muchos medios (que, cada vez son más manejables) para proceder a escribir el cuaderno de bitácora del centro de trabajo: los ordenadores, los móviles que fotografían, las agendas electrónicas y, ¿cómo no?, los blogs que empiezan a despuntar en las secciones sindicales. O, por ejemplo, el gran almacén informativo que representa el cibercotidiano boletín de comfia, que cuenta ya con un material archivístico de primer orden.


Entiendo que esas biografías de la comunidad social que es el centro de trabajo tienen las siguientes utilidades: 1) aprender de las experiencias de todo tipo para el ejercicio de la acción colectiva del movimiento de los trabajadores, 2) preservar los `hechos y dichos´ de todos los que han intervenido en el desarrollo de dicha comunidad, y 3) facilitar un importante material para la historiografía académica. Ahora bien, dicha documentación puede servir, en mi opinión, para que el sujeto social –en el sentido corriente del término `sujeto´, esto es, como ser pensante-- se imponga cotidianamente ajustar las cuentas consigo mismo de lo que es, de lo que va siendo sin suponer que los datos y las realidades están definitiva y canónicamente dadas. También la memoria histórica puede servir para ello.


P/S Comoquiera que estamos hablando de la memoria, diré que fue Alfons Labrador quien tuvo la idea de que la CONC creara el Arxiu Històric. Me explico: cuando estábamos preparando el Primero de Mayo de 1990, Alfons planteó en el Secretariado del sindicato más o menos lo siguiente: “en el discurso que haga José Luis tras la manifestación, yo propongo que se informe, si estamos de acuerdo, que vamos a poner en marcha un archivo histórico”. Faltaría más, le dijimos. A finales de ese año empezábamos a poner “la primera piedra”. Cuando falleció Cipriano García incorporamos su nombre al Arxiu: Fundació Cipriano García, que preside Ángel Rozas, joven octogenario, y dirige Javier Tébar, veterano minicuarentón.

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* De momento recordamos que dos grandes dirigentes de este movimiento sindical fueron Joe Hill y Frank Little: el primero fue ejecutado y al segundo lo asesinaron. El gran novelista Dashiell Hammett fue uno de los más famosos simpatizantes de los wooblies.