Han
reaparecido las escuadras, todavía sin correaje, de los llamados comités de
defensa de la república. Precisamente
cuando en Cataluña tenemos diversos brotes realmente inquietantes del virus. No
se conoce ninguna desautorización por parte del gobierno catalán. Silencio de ERC, un partido al que los ojos llenos de legañas atribuyen
mesura y pragmatismo. A los de Junqueras –obsesivamente preocupado
porque le consideremos una «bona persona»-- también les interesa que vuelvan al
monte esas escuadras, porque su toxicidad pretende ocultar la desgraciada
ineficiencia de los Departamentos que gestionan, principalmente Sanidad. Este
es el motivo real; la protesta por la visita a Cataluña del sexto Felipe es mera
excusa.
Les
es necesaria la reaparición del escuadrismo. Porque del chasco de las
expectativas que levantó el procés se
ha pasado al fracaso –clamorosamente visible— de la capacidad de gestión de
quienes iban a conducir mesiánicamente al pueblo de Cataluña a la república.
Esta gente no sabe gobernar ni siquiera un quiosco.
Más
todavía, si somos un tantico caritativos podríamos echarles una mano admitiendo
(provisionalmente) que la culpa del malogro del procés es de Madrit. Pero
el fracaso de la gestión es cosa, sólo y solamente, de la brigada Brancaleone de ese Torra. No es un gobierno: es
un tropel de personas y personajillos que pululan por los departamentos sin
tener la menor idea de cómo controlar la situación.
Y,
finalmente, hay que borrar aquella acusación de «España nos mata». Que se hizo
con el mismo sentido temerario de todas
las calumnias del independentismo. Porque las calumnias no tienen necesidad «de testigos ni de
pruebas», como dejó dicho Nicolás Maquiavelo en
el Libro primero, capítulo 8 de los ´Discursos sobre la primera década de Tito
Livio´ (Alianza Editorial, 1987).
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