El Fondo Monetario Internacional (FMI) afirma que
las empresas y particulares que tienen mayores riquezas acumuladas o que menos
se han visto afectados por el coronavirus son los que deben arrimar el hombro
en mayor medida para reducir la desigualdad y dejar atrás la crisis desatada
por la COVID-19 en España. En otras palabras, se trata de lograr «un mayor
reparto de la carga» para distribuir con justicia decisiones como posibles
subidas de impuestos. Se trata de un planteamiento sensato. Sin embargo, la CEOE (también la patronal catalana Foment del Treball) opina justamente lo contrario. Es más, amenaza
con un casus belli si se produce ese incremento impositivo.
Podría tratarse del consabido radicalismo de
postureo. Porque la CEOE es consciente de que debe haber congruencia entre la
letanía empresarial de «qué hay de lo mío» y los ingresos que posibiliten ese
reparto. En otras palabras, hay empresarios que están dispuestos a vender su
primogenitura liberal por un plato de qué hay de lo mío. Hasta el mismísimo Banco de España, cuya tendencia a meterse en asuntos ajenos le
hacen descuidar sus prioridades, ha
reclamado una subida de impuestos. Postureo, pues, de la dirección de la CEOE
frente a sus propios asociados.
Estamos obligados a políticas de
gasto público: las de choque y las de
locomotora. De ahí la ´congruencia´ que hemos planteado. En
concreto, a unas políticas de gasto público le corresponderían congruentemente los respectivos ingresos
para llevarlas a cabo. Sin esos ingresos no se puede satisfacer el qué hay de
lo mío. Que dicho sea de paso, la CEOE debería ordenar, quiero decir priorizar
para que no se convierta en una inflación inabarcable de demandas absolutamente
desordenadas. Dirigir una organización tiene esos inconvenientes. De ahí que
amenazar con un casus belli si se incrementan los impuestos suene a
estridencia, a –lo hemos dicho— radicalismo de postureo.
Cierto, los presidentes de la
CEOE y del Foment están sintiendo en sus cogotes la halitosis de los
empresarios poujadistes y de los
dirigentes del Partido
Popular. El lema es: leña a Sánchez hasta
que hable sánscrito. De ahí que el movimiento del péndulo hacia la concertación
de estos días intentan compensarlo con el movimiento contrario, es a saber,
casus belli frente a las subidas de impuestos. Calma.
Hay demasiado dinero en juego
para la reconstrucción. Y, sobre todo, muchísimos intereses –confesables e
inconfesables-- encima del tapete para
ponerse a hacer aspavientos. O sea, que solo habrá, si es que la hay, una
guerrita. O, si se quiere, una apariencia de guerrita. Algo de esto lo anticipó
Maquiavelo en sus Discursos sobre las décadas de
Tito Livio: «Cuando la plebe no toma semejantes precauciones le acontece
siempre lo que decía ahora Tito Livio; es decir, que todos juntos son audaces y
que después cada uno se vuelve cobarde y débil cuando empieza a pensar en el
peligro que le amenaza» (Capítulo V). En síntesis, el radicalismo de postureo
les hace ser osados; pero cuando ven que peligra el qué hay de lo mío se les
cae aquello por la pata abajo.
Al grano: la CEOE no debe
insistir en el toreo de salón. Antes al contrario, debe seguir en la línea de
corresponsabilidad en la salida de la crisis. De ahí que, ¡pobre de mí!, le
haga una sugerencia: debería desplegar una iniciativa europea, especialmente hacia
las organizaciones empresariales de los países renuentes a las ayudas, vale
decir, los llamados frugales. Con este o parecido argumento: no estamos
exigiendo solidaridad; les estamos recordando el principio de reciprocidad.
Ustedes son beneficiarios de una buena cantidad de parné que viene de los
países del Sur. No pongan obstáculos a las ayudas europeas. Es más, convenzan a
sus gobiernos de que están haciendo una mala faena no sólo a los del Sur sino a
ellos mismos.
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