jueves, 9 de julio de 2020

El casus belli de la CEOE es toreo de salón


El Fondo Monetario Internacional (FMI) afirma que las empresas y particulares que tienen mayores riquezas acumuladas o que menos se han visto afectados por el coronavirus son los que deben arrimar el hombro en mayor medida para reducir la desigualdad y dejar atrás la crisis desatada por la COVID-19 en España. En otras palabras, se trata de lograr «un mayor reparto de la carga» para distribuir con justicia decisiones como posibles subidas de impuestos. Se trata de un planteamiento sensato. Sin embargo, la CEOE (también la patronal catalana Foment del Treball) opina justamente lo contrario. Es más, amenaza con un casus belli si se produce ese incremento impositivo.

Podría tratarse del consabido radicalismo de postureo. Porque la CEOE es consciente de que debe haber congruencia entre la letanía empresarial de «qué hay de lo mío» y los ingresos que posibiliten ese reparto. En otras palabras, hay empresarios que están dispuestos a vender su primogenitura liberal por un plato de qué hay de lo mío. Hasta el mismísimo Banco de España, cuya tendencia a meterse en asuntos ajenos le hacen descuidar sus prioridades,  ha reclamado una subida de impuestos. Postureo, pues, de la dirección de la CEOE frente a sus propios asociados.

Estamos obligados a políticas de gasto público: las de choque y las de locomotora.  De ahí la ´congruencia´ que hemos planteado. En concreto, a unas políticas de gasto público le corresponderían congruentemente los respectivos ingresos para llevarlas a cabo. Sin esos ingresos no se puede satisfacer el qué hay de lo mío. Que dicho sea de paso, la CEOE debería ordenar, quiero decir priorizar para que no se convierta en una inflación inabarcable de demandas absolutamente desordenadas. Dirigir una organización tiene esos inconvenientes. De ahí que amenazar con un casus belli si se incrementan los impuestos suene a estridencia, a –lo hemos dicho— radicalismo de postureo.

Cierto, los presidentes de la CEOE y del Foment están sintiendo en sus cogotes la halitosis de los empresarios poujadistes y de los dirigentes del Partido Popular. El lema es: leña a Sánchez hasta que hable sánscrito. De ahí que el movimiento del péndulo hacia la concertación de estos días intentan compensarlo con el movimiento contrario, es a saber, casus belli frente a las subidas de impuestos. Calma.

Hay demasiado dinero en juego para la reconstrucción. Y, sobre todo, muchísimos intereses –confesables e inconfesables--  encima del tapete para ponerse a hacer aspavientos. O sea, que solo habrá, si es que la hay, una guerrita. O, si se quiere, una apariencia de guerrita. Algo de esto lo anticipó Maquiavelo en sus Discursos sobre las décadas de Tito Livio: «Cuando la plebe no toma semejantes precauciones le acontece siempre  lo que decía ahora Tito Livio; es decir, que todos juntos son audaces y que después cada uno se vuelve cobarde y débil cuando empieza a pensar en el peligro que le amenaza» (Capítulo V). En síntesis, el radicalismo de postureo les hace ser osados; pero cuando ven que peligra el qué hay de lo mío se les cae aquello por la pata abajo.

Al grano: la CEOE no debe insistir en el toreo de salón. Antes al contrario, debe seguir en la línea de corresponsabilidad en la salida de la crisis. De ahí que, ¡pobre de mí!, le haga una sugerencia: debería desplegar una iniciativa europea, especialmente hacia las organizaciones empresariales de los países renuentes a las ayudas, vale decir, los llamados frugales. Con este o parecido argumento: no estamos exigiendo solidaridad; les estamos recordando el principio de reciprocidad. Ustedes son beneficiarios de una buena cantidad de parné que viene de los países del Sur. No pongan obstáculos a las ayudas europeas. Es más, convenzan a sus gobiernos de que están haciendo una mala faena no sólo a los del Sur sino a ellos mismos.


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