El
Parlament de Catalunya ha desarrollado en la mañana de ayer una hiperactividad
reprobadora de diversas personalidades de la vida política española. Entre
ellas las del Presidente del Gobierno Pedro Sánchez (1).
El motivo ha sido el famoso artículo 155. La reprobación ha tenido 69 votos a favor, 56 contrarios (Ciudadanos, PSC y Partido Popular), el resto han sido
abstenciones. No, no le ha traicionado la vista: los Comunes no han votado en contra, se han abstenido.
No
logro entender las razones de esta abstención; ni siquiera la tradicional equivocidad
de este partido lo podría explicar, toda vez que forma parte del Gobierno
español. Por lo que no casa políticamente esa abstención que castiga a su
presidente. Más todavía, esa postura pone en crisis la credibilidad de Pablo
Iglesias como dirigente de Unidas
Podemos. Pero, atención al matiz, ¿con qué autoridad se va a presentar
ahora el ministro Manuel Castells, que fue propuesto al cargo por el lote que –según dijeron por lo bajinis— le
correspondía a los Comunes? ¿Cómo se va a presentar Castells, oriundo de los
Comunes, ante Sánchez, su presidente reprobado?
No
habrá crisis, afortunadamente. Pero la acumulación de este tipo de gestos podría
ser inquietante. Disimulen, pues, hasta donde les sea posible. Pero el vaso –después
de los resultados poco agraciados de Galicia y Euskadi-- no pinta bien incluso
para los Comunes. Todavía no han
aprendido que matar al padre antes de tiempo les puede salir caro y, sobre
todo, desventajoso.
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