30 julio 2020
La
ultraderecha ha presentado una Moción de censura en diferido. Lo ha hecho
justificada por un discurso donde se ha mezclado la China comunista, que «ha
creado y esparcido el coronavirus», los independentismos y otros comistrajos
similares. Solo le faltó denunciar la infidelidad de la izquierda al sepulcro
del Cid. La reacción de la portavoz parlamentaria socialista Adriana Lastra ha sido brillante y contundente. «Es una
moción contra el Partido
Popular», ha dicho. Poco recorrido parece tener esta iniciativa que
–dicen sus autores-- se presentará en
septiembre. En efecto, poco se puede esperar de ello. Sin embargo, conviene
escudriñar qué hay detrás de tan aparentemente insólita acción parlamentaria.
Lo que viene a continuación es mera conjetura y, como ya se verá, no coincide
con lo que se ha publicado y tertuliado hasta ahora.
La
moción de censura no va contra el gobierno de coalición por la sencilla razón
de que a los de Abascal
no les interesa, de momento, que salte Pedro Sánchez.
La alternativa a esa caída no sería Vox sino Pablo
Casado. En esa coyuntura la ultraderecha estaría ´de oyente´. Que la
moción se haga para incomodar a Casado es de cajón, pero tampoco es lo
determinante. El interés es otro: que se hable por los codos de Vox y que
permanentemente esté en las ondas radiofónicas y en las pantallas televisivas.
Lo que quieren los inspiradores reales de esta iniciativa es una mayor
acumulación de fuerzas de la ultraderecha para que esta sea efectivamente
determinante, no mera influyente. Así pues, les era necesaria una iniciativa de
este calado, sabedores de que en otoño el clima político –agravamiento de la
situación económica, bronca por el reparto de los fondos europeos, posible
reaparición de la kale borroka
catalana y otras pajarracas—no les permitiría tener el protagonismo que creen
merecer. Ahora bien, si en el ejercicio de esa iniciativa van a poner a Pedro
Sánchez como una aljofifa y a la derechita cobarde como un pingo, ¡miel sobre
hojuelas! Pero –según mi conjetura-- el
objetivo es que se hable de ellos ad nauseam.
Si
lo que digo es aproximadamente verosímil las conclusiones que se desprenden
serían: «parar, templar y mandar», según dejó enseñado don José María de Cossío para otros menesteres.
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