Hasta
hace unos meses Quim Torra ha
estado creando problemas políticos y de enfrentamiento entre catalanes y de confrontación
con España y el Estado español, que son cosas diferentes. Lo sigue haciendo,
pero con una novedad: Torra
está creando tremendos problemas sanitarios. No él sólo, ciertamente. Está
acompañado por la no menos ineficiente consejera de Salud, Laura Vergés, del lote de
la panera que le corresponde a Esquerra
Republicana de Catalunya*. La prensa catalana se hace eco del rebrote del
virus, y de sus vertiginosas consecuencias, en Lleida y en el área
metropolitana de Barcelona. Situación inquietante, que no oculta la alcaldesa Colau, que en todo caso intenta no alarmar gratuitamente
a la población.
Esta
situación inquietante es consecuencias de: a) la incompetencia del gobierno
catalán; b) las luchas inter departamentales de los post post post convergentes
y ERC; c) la caída del 24 por ciento de
la inversión en la atención primaria en Cataluña durante los últimos diez años,
es decir, bajo los gobiernos de Artur
Mas, Carles
Puigdemont y Quim
Torra. Por lo que podemos decir que
la peor crisis sanitaria está pasando con el gobierno catalán más inepto, la
administración más convulsa y las infraestructuras más débiles. Situación
inquietante que solo se intenta abordar con parches sor Virginia
propagandísticos: si fuéramos independientes no habría tantos muertos. Es la
temeraria desfachatez de los ignorantes; es la altivez del supremacista de
mercadillo.
El
gobierno catalán ha tenido tiempo de prepararse para afrontar la posibilidad del
rebrote. No lo hicieron porque preferían
dar la batalla política contra Pedro Sánchez, inveterado bonapartista que atentaba contra
«nuestras competencias». Y comoquiera que atentaba contra Cataluña se estuvo en
contra de que el Ejército ayudara en las tareas de desinfectar las residencias
y otros centros públicos. Nosaltres sols.
Más vale morir en olor de independencia que vivir en la peste del centralismo.
Con todo, bien pronto supimos que el rechazo a la ayuda española –también en estos momentos-- tenía como objetivo tapar las incompetencias catalanas.
Ahora
la gestión de la pandemia se complica: a Lleida se le suma la inquietante
situación del cinturón barcelonés y nuevamente el problemón de las residencias
de ancianos en un contexto de protestas de los profesionales de la Sanidad, que
–como siempre-- están dando el callo.
Situación –dispensen la insistencia--
inquietante. Hasta el punto que la alcaldesa Colau ha ofrecido cincuenta
técnicos municipales al Departamento de Salud de la Generalitat. La respuesta
es más inquietante todavía: sí, reconocemos que el seguimiento del virus no
está asegurado, pero se rechaza la ayuda porque no funciona bien la
infraestructura informática. Se dice que no funciona bien la estructura de rastreo. No. Es que no existe dicha estructura de rastreo.
A
todo esto, la nomenclatura dirigente está en parte demediada: el puesto de secretario
general de Salud sigue sin cubrirse debido a las pugnas frailunas entre Torra y
Junqueras y, durante este periodo, el cargo de Director general de Salud ha tenido
tres titulares: mañana –dicen, ya veremos qué--
se cubrirá esta vacante.
Consecuencias:
El Govern de Cataluña ha traspasado peligrosamente
su límite elástico, es
decir, la zona donde, una vez superado el umbral de la incompetencia, resulta muy difícil recuperar la
estabilidad del sistema. Son palabras del ingeniero –y, sin embargo, amigo-- Manuel Gómez Acosta.
Ni siquiera Federico
Fellini sería capaz de imaginar una situación con tantos inútiles. Y eso con ser el Federico más grande que ha dado Italia.
P/S.--- Voces amigas me informan que la consejera Vergés se llama Alba, no Laura como hemos dicho erróneamente aquí. Mea culpa.
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