lunes, 30 de abril de 2012

ESO NO LO DIJO UN SINDICALISTA, QUE CONSTE


Homenaje a Lluís Bassets.



Sin violentar la legalidad, que tiene mala prensa. Una perla. No lo ha dicho un caricato para ridiculizar a ciertos políticos que, en efecto, violentan la legalidad. Lo ha dicho un alto cargo institucional que leía lo que estaba escrito en sus apuntes. O sea, sin improvisar. Tal  vez lo dejó escrito el escribidor de sus discursos, pero el que dio la cara fue un alto cargo institucional.

Naturalmente, si esto lo hubiera dicho un exponente de la izquierda (alto, mediano o bajo; interno, externo o mediopensionista) le hubieran caído en los sesos todos los rayos y centellas habidas y por haber. Y no quiero ni pensar qué hubiera llovido si la frase (que encierra un potente concepto) la hubiera dicho un sindicalista. Hubiera sido el acabóse.

¿Quién ha sido, pues? Paciencia, todo se andará. Como reza el viejo proverbio cuyo origen desconocemos: primero se dice el pecado, después el pecador.

El caballero que ha formulado ese constructo (o sea, no se trata de una dama) considera que la legalidad es una chuchería de quita y pon, algo contingente. La legalidad, entendida como mero envoltorio de manejo discrecional; la legalidad concebida no como expresión del Derecho sino como prótesis versátil para cualquier tipo de enjuagues, gomas y masajes. Así pues, las normas, como las estadísticas, están para romperlas.

Alguien nos ha llamado la atención porque, desde estas páginas, se han calificado las conductas de las derechas españolas como termidorianas. Pues bien, la guinda de esas pautas termidorianas –ya diremos más adelante quién es el individuo— es no hay que violentar la legalidad porque tiene mala prensa.

Digamos las cosas claras: este es un concepto de Régimen.  Y, por ello, sorprende que currinches de alto copete, comentaristas de brillantina y todólogos de refinada sensibilidad no le hayan sacado los colores al caballero. Aunque no es descaballeda la hipótesis de que si hubiera sido alguien de izquierdas o sindicalista le hubieran crucificado con más clavos que al Nazareno. Pero como nadie (excepto uno) lo ha mencionado, cabe la fundada hipótesis de que existe un marcado conchabeo con la impunidad.

Excepto uno, digo. Quien se lo ha afeado ha sido el reputado periodista Lluis Bassets. Miren su artículo El tirón . Y tras su lectura ya han descubierto ustedes el pastel. Cierto, se trata de Francesc Homs, portavoz del Gobierno de la Generalitat de Catalunya. Naturalmente, no pedimos ni su destitución ni su dimisión, porque estamos a la espera de que siga, impávido, y nos  mantenga informados de las evoluciones del termidorismo, en este caso, nacional de Catalunya.     

domingo, 29 de abril de 2012

EL FINAL DE LAS CERTEZAS DE LA IZQUIERDA


Homenaje a Paco Puerto.



Publicamos el comentario de Paco Rodríguez de Lecea al segundo capítulo del libro de Bruno Trentin La ciudad del trabajo, izquierda y crisis del fordismo, que está ubicado en http://metiendobulla.blogspot.com.es/2012/04/la-crisis-del-management-y-el-final-de.html.  

Querido José Luis.

Yo pondría a nuestros comentarios a este segundo capítulo, el título “El final de las viejas certezas.”

 Corrían los años sesenta, nosotros éramos aún unos mozalbetes de calzón corto, y las dos viejas certezas estaban ahí, frente a frente como en un ring. A un lado (a la derecha), un modo de producción basado en una organización del trabajo 'científica' y racional: estandarización de procesos, mecanización, parcelación y simplificación de las tareas, fungibilidad (es decir, reducción de todos los trabajos a un fondo abstracto de piezas intercambiables: cualquier trabajador podía ser sustituido por otro en cualquier momento, sin merma de la producción). En una palabra, el fordismo.

Al otro lado (a la izquierda), una mano de obra compacta y masiva, concentrada en grandes fábricas, explotada y reducida a una condición subalterna, pero combativa y solidaria (solidariamente combativa y combativamente solidaria).
Todo ello en el ámbito de un estado-nación. La fuerza de trabajo era nacional, la empresa era nacional, las leyes que amparaban a una y a otra eran nacionales, los jueces o funcionarios que arbitraban los conflictos y las fuerzas de orden público que disolvían manifestaciones lo eran también.

 Las onda expansiva generada por la irrupción de las nuevas tecnologías puso patas arriba ese panorama: multinacionalización de capitales y de mercados, aceleración de la toma de decisiones (en tiempo real), cuestionamiento de la autonomía de las empresas y, más allá de las empresas, de la soberanía de los estados en muchos campos de la vida económica. Se multiplicaron los centros de investigación, de innovación y de decisión. Quebró el principio de la estandarización en la producción y el trabajo se hizo más polivalente, más flexible y adaptable a mutaciones e imprevistos, con mayor capacidad para resolver problemas.

 La necesidad de innovar para cubrir el vacío producido por el colapso del fordismo abrió un espacio nuevo para la intervención de los trabajadores organizados y para la negociación colectiva. Los trabajadores reclamaron poder de intervención en la determinación de objetivos cuantitativos y cualitativos de producción, y de los instrumentos para alcanzar esos objetivos. Lo que se ventilaba era el final del monopolio del patrón en la organización del trabajo, los sistemas horarios, los ritmos y los descansos. Y más allá, la puesta en cuestión del monopolio de los saberes y de las decisiones por parte de la empresa.

Tú y yo estuvimos en esa guerra, José Luis, y sabemos cómo acabó. La paradoja fue que el taylorismo sobrevivió al fordismo y se consolidó. Nunca se llegó a montar una campaña sindical coordinada en torno a los temas de la organización del trabajo, sólo escaramuzas aisladas. Dicho con palabras de Trentin, «la intervención del sindicato en estos temas ha sido discontinua y esporádica, cuando no confusa y errónea.»

Para poder ser más operativas, las empresas ampliaron su núcleo decisorio a grupos escogidos de técnicos, profesionales y cuadros altos y medios, y proletarizaron y precarizaron al resto de los trabajadores de bata blanca. El trabajo de éstos pasó a ser tan fungible y prescindible como el de los obreros de mono azul. Se establecieron retribuciones e incentivos para aumentos concretos de producción, e incluso para aumentos de 'productividad' genérica (sea eso lo que fuere), pero se vetó a los sindicatos y a los comités el acceso a los centros reales de decisión de las empresas.

Recuerdo nuestra preocupación en aquella época por los segundos colegios electorales, y la iniciativa (frustrada en gran medida) de acercar a los que llamamos TPQ a la órbita sindical, o bien, de no ser eso posible, por lo menos a la lógica sindical. Desde entonces ha habido avances (Quim González, a quien aprovecho para agradecer su saludo, puede hablar de alguno de ellos con un conocimiento de primera mano), pero discontinuos. También ha habido retrocesos. Las grandes batallas en torno a la organización del trabajo están aún por librar.

La guerra será larga, dice Trentin. «El 'scientific management', antes de irse a pique, venderá cara su piel. Los costes sociales y económicos que habrá que soportar en esta fase de transición prometen ser extraordinariamente altos y dilapidar el 'capital humano' existente en un grado sin precedentes en la historia de las sociedades industriales.»
Punto. Eso es lo que se me ocurre comentar en cuanto al final de la primera vieja certeza, la de una organización científica del trabajo. Toca ahora hablar de la segunda, la clase obrera.

Las nuevas tecnologías acabaron también con la concentración de grandes masas de trabajadores en las fábricas. Más aún, la 'fábrica' dejó de ser el 'horizonte vital' del obrero. Son excepciones hoy los trabajadores que sienten su vida, su familia y sus expectativas vinculadas a una gran empresa.

Algunos trabajos de ingeniería sociológica han reseguido el declive progresivo del censo de trabajadores manuales activos. La conclusión a la que han llegado es que la 'clase obrera' ha desaparecido como unidad políticamente relevante. No sería cuestión trascendente tal enunciación si sus efectos se limitaran a un brindis al sol más o menos enfático, al estilo de aquella sentencia de Woody Allen: «Dios no existe, Marx ha muerto y yo tampoco me encuentro en buena forma.»

Pero esa conclusión, dice Trentin, ha llevado a las fuerzas políticas democráticas, 'en el caso italiano' (valga la precisión), «a un progresivo alejamiento del compromiso con las grandes cuestiones que, originariamente, justificaban su existencia: la emancipación del trabajo y la transformación de la sociedad civil.»

El añorado compañero Paco Puerto habría dicho a las tales fuerzas democráticas italianas que están cometiendo un gravísimo error. El trabajo es la dimensión esencial del hombre, nuestra forma de estar en el mundo. No puede haber prioridad más alta para cualquier política que se reclame de progreso, porque no hay realización posible para la humanidad, no hay emancipación imaginable, si no es a partir del final de la explotación del trabajo subordinado.

Entiendo con Trentin que la pérdida de identidad de la izquierda no se debe a la desaparición de la 'fábrica' ni de la 'clase obrera', sino al hecho de que la izquierda se ha distraído o bien lleva el pie cambiado en relación con las transformaciones rapidísimas que están afectando al universo amplísimo y superpoblado del trabajo subordinado y heterodirigido, y con los cambios que se están dando en el concepto mismo de trabajo. La salida del impasse actual de la izquierda y el aprovechamiento de las oportunidades que ofrece al movimiento organizado de los trabajadores la crisis del fordismo y el taylorismo, sólo vendrán a partir del análisis concreto de esa realidad concreta.  Saludos, PRL.

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Querido Paco, de este segundo capítulo y de tu comentario deduzco que Trentin se ha metido de lleno en harina candeal. Y de la lectura de ambos creo que podemos colegir que la crisis de la izquierda (más bien de las izquierdas) no es cosa de estos tiempos de ahora. Lo que ocurre es que, de un tiempo a esta parte, las señales de esa crisis son, a mi juicio, más preocupantes que las de antañazo.

Soy del parecer, viejo amigo, que preguntarnos por el momento inicial de esta crisis (como hiciera alguien a Zavalita con aquello de “¿cuándo se jodió el Perú?” es un tanto desenfocado porque la izquierda estuvo en crisis desde sus orígenes. Por poner algunos ejemplos de los que me parecen más llamativos: la división entre marxistas y bakuninistas, las diatribas de Bernstein y el resto del movimiento socialista durante décadas –por cierto, la expresión más sublime de la malafoyá granaina fue obra de Pepelópez, el marido de Pilica Bulla que se preguntaba por qué el padre de Bernstein tuvo el mal gusto de bautizar a su hijo con el nombre de Renegado por lo que siempre le llamó educadamente Don Renegado--; las trifulcas entre Lenin y Kaustky, las escisiones de los partidos socialistas que vieron nacer a los partidos comunistas. Me dejo conscientemente unas cuantas más porque si no sería el cuento de nunca acabar. 

Diríase que las izquierdas siempre han estado algo más que a la greña entre ellas como expresión de una crisis itinerante. Aquellas eran crisis de pensamiento y acción, aunque todas ellas pretendían formular sistemas alternativos al capitalismo y al resto de las diversas y pendencieras cofradías del resto de la izquierda: la transformación de la sociedad. Pero, a decir verdad, nunca apareció con claridad el vínculo entre transformación de la sociedad y transformación del trabajo. Por ejemplo, ¿cómo iba a ser posible un vínculo entre lo uno y lo otro si el mismísimo Lenin echó toneladas de incienso al taylorismo y la socialdemocracia hizo tres cuartos de lo mismo? Por lo demás, poco caso le hicieron a Rosa Luxemburgo cuando afirmó que “el socialismo no se hace, y no se puede hacer mediante decretos; ni siquiera con un gobierno socialista. Las masas son las que tienen que hacer el socialismo, empezando por el proletariado allí donde están ligados a la cadena del capital, allí donde hay que romper la cadena” (me he permitido subrayarlo).

En definitiva, la posición subordinada de las izquierdas institucionales (este término no tiene en esta ocasión ningún carácter despreciativo ni de retranca sino meramente descriptivo) –o sea la izquierda exitosa, vincente à la Trentin—es la que origina un desenfoque que todavía dura. Ahora bien, con todo, ese desenfoque seguía teniendo como objetivo la transformación de la sociedad y un referente la clase trabajadora. Sin embargo, en nuestros días la izquierda mayoritaria camina por unos derroteros que parecen tener como lema el capitalismo tiene los siglos contados.    

Por otra parte, ¿no te parece que ha llegado la hora de revisitar la bondad de las “vías nacionales al socialismo”? Fue algo que siempre practicó la socialdemocracia, pero fue Togliatti quien la elevó a los altares de la otra acera del pensamiento y la práctica. Con todo ello nos metimos en una aporía de mucho calado: el socialismo no era posible en un solo país, pero sin una alternativa global tampoco era posible el socialismo.

Así las cosas, el sindicalismo (o, mejor dicho, los sindicalismos) acabaron contagiados del fervor taylorista-fordista de sus mentores. Una anécdotas Rabaté el famoso secretario general de los metalúrgicos de la Cgt francesa se pasó media vida despotricando contra el sistema taylorista; cuando se enteró que Lenin lo alabó por los siglos de los siglos cambió velozmente su punto de vista, y con la elegante seguridad de quien se siente vicario, en un congreso sindical argumenta cantinfleando justamente lo contrario. Por otra parte, dices –y dices bien— que el sindicalismo sigue siendo un sujeto nacional. Lo que es muy cierto, a pesar de la existencia de organismos que, en pleno paradigma global, siguen llamándose internacionales, y su carácter es de meras coordinadoras.

Con mucho gusto titularemos este capítulo como El final de las viejas certezas. Que para un servidor significan las relativas a la "bondad" del taylorismo-fordismo, y –te pregunto-- ¿podemos seguir sosteniendo la certeza de las vías nacionales? No es necesario que contestes ahora porque tenemos por delante diecinueve comentarios con el pretexto del libro de Trentin. Mientras tanto recibe, desde Parapanda, un abrazo con aquellos antiguos palmoteos en la espalda que, me parece, tampoco se estilan ya. JLLB

Parapanda, 29 de abril de 2012.

Posdata. Sabrás que ayer recibí una llamada telefónica. Una voz preguntó misteriosamente: ¿Es ahí la ciudad del trabajo?. Resultó que era Jaume Puig, el Peli. Cenamos juntos, y al final Carmen Ortega, Roser, Jaume y yo gritamos “¡viva la libertad!”. Efectos del corazón y del verdejo, naturalmente.    
  

sábado, 28 de abril de 2012

SOBRE LA CRISIS DE LA IZQUIERDA



Informamos de la traducción del segundo capítulo de La ciudad del trabajo: izquierda y crisis del fordismo (de Bruno Trentin).  Que se publica en su blog correspondiente: CAPITULO 2. LA CRISIS DEL MANAGEMENT Y EL FINAL DE LAS VIEJAS CERTEZAS


Con la idea de picar la curiosidad de nuestras amistades y conocencias se ofrecen aquí tres párrafos del mencionado capítulo. Así pues, demos la palabra al autor.


PRIMERO. Esta contradicción creciente entre la tendencia, inducida por el uso de las tecnologías informatizadas, a aumentar los requisitos profesionales de las prestaciones del trabajo –en términos de control de la calidad del producto o en términos de competentes capacidades de decisión e intervención en las situaciones cada vez más numerosas que deben ser corregidas o variar el flujo productivo o suplir las imperfecciones de las máquinas (o de su programación) y el aumento de la inseguridad en la duración de la relación de trabajo, también ahora en el modelo japonés del empleo de “por vida” para una minoría de trabajadores— acentúa la resistencia motivada  entre los mismos trabajadores a la hora de afrontar el trauma que se deriva de un cambio radical de su modo de trabajar y el coste, incluso psicológico, de tener que reemprender,  en edad madura, una nueva experiencia de carácter formativa. 

Esta profunda e inédita contradicción que emerge en todas las formas de organización del trabajo, obligadas como están a ajustar las cuentas con la crisis del sistema taylorista y con la gradual superación del modelo fordista de producción estandarizada, abre ciertamente un espacio nuevo a la iniciativa de los trabajadores organizados, también en el campo de la negociación colectiva  una mayor autonomía de decisión  en la prestación laboral y un poder de codeterminación tanto en los objetivos cuantitativos y cualitativos a conseguir en el proceso productivo como en los instrumentos que deben activarse para realizar similares objetivos, comenzando por la organización del trabajo y los sistemas horarios.


Segundo. Por lo demás, también en Italia surge una conclusión  similar de una corriente de la cultura socio-económica prejuiciosamente orientada a la contestación de la persistencia de una sociedad  dividida en clases sociales (en el “esquema” marxista) y de la relevancia del conflicto de clase en la interpretación de las transformaciones de la sociedad civil. También en Italia hubo una abundante literatura sociológica que asumía como criterio determinante para concretar la identidad –y la supervivencia--  de una clase social (y sobre todo, naturalmente, de la “clase obrera) el criterio de la renta percibida por los diversos grupos de ciudadanos o del máximo de su estatus formalmente reconocido. Este criterio, como elemento de discriminación, más allá de negar en la raíz la naturaleza del trabajo asalariado --es decir, su esencia--  ante todo, el trabajo subordinado heterodirecto, puede conducir a conclusiones, no sólo parciales, sino frecuentemente erróneas y paradójicas. En Italia se han hecho confluir en la categoría vaporosa de las  “capas medias”  emprendedoras, profesionales liberales, empleados, técnicos y obreros altamente especializados; sin embargo, en Norteamérica se entiende –quizás más correctamente— como “clase media” incluso el trabajo asalariado (de los empleados y obreros) establemente ocupado, en contraposición, de un lado, a la upper class de los managers y los grandes “poseedores”, y de otro lado, a los trabajadores precarios, los desempleados, los poor workers y los marginados. 

Ahora, tal diagnóstico liquidador del principal referente social de la izquierda, más que cualquier amplia disertación, da testimonio del definitivo divorcio desde hace bastante tiempo en una parte relevante de la izquierda occidental entre la ingeniería sociológica y una sistemática búsqueda sobre las transformaciones sociales que realmente están operando, sobre las transformaciones rapidísimas del mundo del trabajo subordinado en todas sus múltiples articulaciones y sobre los cambios  súbitos del concepto mismo de trabajo.

Tercero. En vez de asumir plena conciencia de las raíces más profundas de la presente crisis de identidad, una gran parte de la izquierda occidental –renunciando al principal referente político y social--  corre el peligro de replegarse hacia la cooptación de una “clase política” caracterizada, cada vez más, por un compadreo con la gestión del poder estatal y por una intrínseca  relación de solidaridad entre sus componentes y no de ejercer un  papel de representación de un área significativa de la sociedad civil. 




jueves, 26 de abril de 2012

PRIMERO, A LA SOCIEDAD CIVIL



Mi amigo Paco Rodríguez de Lecea y un servidor nos proponemos debatir al alimón, capítulo a capítulo, el libro de Bruno Trentin que irá apareciendo por entregas en  LA CIUDAD DEL TRABAJO (BRUNO TRENTIN) Este es el inicio de los comentarios y versa sobre el primer capítulo del libro La ciudad del trabajo, la izquierda y la crisis del fordismo.  1.-- ¿PERO HUBO OTRA IZQUIERDA?


Querido José Luis.

Anoto, como lector impertinente de ese primer capítulo de Trentin, un par de asuntos que me “provocan”. Lo expreso así porque el capítulo es un preámbulo, una declaración de intenciones de por dónde se propone ir el autor, y con él pasa como con el menú de los buenos restaurantes: sólo de leerlo, abre el apetito.

 Primer asunto: si la crisis ha cogido a la izquierda “con el pie cambiado” (la formulación es bondadosa, más exacto sería decir que con la crisis la izquierda ha perdido pie, o, más cruelmente, que se encuentra en caída libre), la razón es que ni ha sabido preverla ni la ha afrontado, una vez aparecida, con una mentalidad adecuada. Trentin dixit. ¿Por qué? Porque la crisis irrumpe con la aparición de tecnologías nuevas que cambian el modo de producción y la organización del trabajo, y en cambio también la izquierda arrastra en su interior la herencia pesada de la influencia taylorista-fordista.

¿“Toda” la izquierda? Al menos la que cuenta, la sinistra vincente. Es decir, tanto los sindicatos mayoritarios como los partidos que, entre los que “pillan cacho” en las contiendas electorales, reivindican en sus programas y en sus estatutos el rico fondo patrimonial de las ideas que llamamos de izquierdas.
Hubo una época en que nosotros las gentes de izquierdas dábamos importancia a la diferenciación entre democracia “formal” y “material”: la primera era la igualdad teórica de todos los ciudadanos tanto ante las urnas como en el ejercicio de las protestas y reclamaciones pertinentes por las vías legales y judiciales establecidas (simplifico, pero me entiendes). La democracia material era la sustancia, el resultado concreto de esos derechos formales en la cesta de la compra así material como espiritual, en el poder adquisitivo y en la igualdad de oportunidades en el acceso a la cultura. Sin democracia material, la formal era un engañabobos, un instrumento más de subordinación.

Recuerdo la época en la que voces autorizadas dijeron que de eso nada, que la democracia era democracia a secas, sin adjetivos, un entramado formal y neutral de derechos, garantías y cortapisas. Un terreno de juego sobre el que después había que disputar la partida y tomar nota del resultado, positivo o negativo. Con esos bueyes había que arar.

Hacia la misma época se dejó de poner énfasis en incidir desde los planteamientos de los trabajadores en los cambios en el modo de producción para poner todo el acento en la redistribución. El welfare, el estado social, pasó a ser el horizonte único de nuestros desvelos. Profundizar y extender el welfare a todos los estratos sociales, se convirtió en la tarea de una izquierda establecida cuya consigna más coreada pasó a ser la de la eficacia en la gestión, la honradez contra la corrupción y el ahorro contra el despilfarro.

Mi intención no es cuestionar aquella fe en el welfare, sino constatar que se olvidaron otros aspectos, y que lo que se ofreció al electorado de izquierda fue una “revolución pasiva”, para retomar las palabras de BT. Una revolución que había de ser cómoda para todos e indolora. Desmontar pieza a pieza el welfare se ha convertido hoy, paradójicamente, en la misión sagrada de la derecha pura y dura, y también ella, ¡oh casualidad!, se ampara en este punto en argumentos de eficacia y de lucha contra el despilfarro.

 Hay más. El taylorismo-fordismo no sólo se instaló entre nosotros como el orden natural de la sociedad: pasó a ser también el orden interno natural de las organizaciones de derecha y de izquierda, tanto las económicas como las políticas. Los organismos de dirección eran la cabeza pensante que explicaba a las bases qué y cómo había de hacerse en cada momento. En la relación entre partidos y sindicatos, tanto si atribuimos la paternidad de la idea de la correa de transmisión a Lassalle como si al señor Taylor, funcionaba la misma regla de división del trabajo: el partido (la dirección del partido, en realidad) era la cabeza, el sindicato el brazo ejecutor.

 ¿Cabe extrañarse de que, cuando el paradigma ha cambiado, los partidos políticos se hayan quedado sin bases? ¿No hay en este asunto, querido José Luis, os invoco a BT y a ti, un giro copernicano pendiente en la forma de actuar de unos partidos que hoy estudian las encuestas de opinión para componer a partir de ahí el abanico de propuestas que van a defender ante el electorado en las siguientes elecciones?

 Segundo asunto, la importancia de la sociedad civil frente al estado. Para una izquierda ortodoxa, el orden correcto parecía ser conquistar primero el estado y transformarlo para a partir de ahí transformar la sociedad civil. El programa máximo cambió después y ya no se habló del estado sino del gobierno; una sólida mayoría progresista de gobierno permitiría emprender las reformas y transformaciones pertinentes, a un ritmo pausado pero seguramente implacable. La sociedad civil quedaba en ambos casos en un segundo plano, como una asignatura pendiente de aprobar más adelante.

 Hoy emergen formas de asociación y de coordinación en la sociedad civil, al margen de las organizaciones de la izquierda establecida, pero no de las ideas de la izquierda. El 15-M, etc. Con grandes problemas internos y con laceraciones, claro. Esos problemas son como las ampollas en la piel de un cuerpo social sacudido por la fiebre (metáfora audaz.) Te pregunto si no habrá que cambiar el orden de las prioridades y poner por delante el trabajo de partidos y sindicatos en y con la sociedad civil. Me acuerdo de cuando el partido en el que milité no sólo se proclamaba “partido de lucha y de gobierno”, sino partido-escuela. En este embrollo nos hace falta insistir más en la educación, en la participación activa, en la cohesión, en la elevación de las miras y la ambición de los objetivos. Luego de conseguir resultados tangibles en este terreno, se podrá aspirar a volver al gobierno del estado, de las autonomías y de los municipios con programas más creíbles porque estarán más respaldados.

 Tercer asunto, que es corolario de lo anterior. Puede que este sea un buen momento para la unidad, por lo menos para los dos grandes sindicatos, aunque también para acercamientos de posiciones entre partidos grandes o pequeños que se reclaman de la izquierda. Pero sospecho que las unidades hechas por arriba no servirán para nada. El procedimiento habrá de ser siempre el mismo: ir primero a la sociedad civil, y luego, a partir de un consenso activo sustancioso, enhebrar la aguja de los pactos.
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Querido Paco, comparto plenamente tu comentario. En relación a la bondad de nuestro amigo en sus referencias a la izquierda creo que tiene una explicación: Trentin era heterodoxo hasta en su forma de hablar. En un país tan gestual como Italia (la explicación también vale para nosotros) era comedido en su lenguaje; en otra ocasión –me parece que fue en el discurso de doctor honoris causa por la Universidad de Venecia— afirma con relación a lo mismo— que “la izquierda ha estado distraída”. Formas educadas de expresarse, diría yo, aunque el cogotazo, por venir de quien viene, es bastante fuerte.

Sobre la relación entre sociedad y estado (el segundo punto de tu comentario) deberíamos esperar a entrar en él, porque el tercer capítulo de la obra trata precisamente, entrando ya en harina candeal, de ¿Cambiar el trabajo y la vida o conquistar antes el poder?, que es su título.

Estoy contigo: las unidades hechas sólo por arriba llevan el germen del fracaso o de una posterior vida lánguida. Precisamente es lo que temo con relación a la unidad sindical orgánica del sindicalismo español. La cosa puede ir para muy largo, pues no parece que nadie esté por la labor. Yo estoy dando la tabarra públicamente desde hace tiempo invitando a pensar en cómo poner las bases para construir un sindicato unitario. Si no es con una amplia y debatida participación no se irá muy lejos, y se corre el peligro de que cuando se haga acabe siendo una operación verticista con criterios y objetivos, llamemósle educadamente, administrativos.

Bueno, en este menú del primer capítulo (una obertura que adelanta los temas que vendrán a continuación como hizo Verdi en La forza del destino) destaca, en primer lugar, la heterodoxia del autor cuando, poniendo como chupa de dómine a la izquierda vincente mientras que invita a bucear en el archipiélago de la izquierda libertaria. Me imagino que a los amigos, conocidos y saludados de Trentin se les debió poner los pelos de punta. Pero ese es un camino al que se debería prestarle más atención.

Bien, querido Paco, ya entraremos en más detalles cuando el autor se meta, todavía más a fondo, en el florido pensil. Te aseguro que lo pasaremos bien, y hasta es posible que nuestras amistades sindicales sientan la curiosidad que tenemos por nuestro amigo Bruno Trentin. 

Te agradezco la observación del disparate cometido en la traducción: lo he corregido, ahora se traduce "travaglio" por malestar.  ¡Choca esos cinco! Ponme a los pies de doña Carmela.


Habla Quim González


Felicidades Paco y Jose Luis  por el experimento en el que os habéis metido, creo que puede salir un combinado de ideas muy jugoso y atractivo si siguiese como habéis empezado. Me parece especialmente atractiva la ventana que abre Paco con su afirmación de que :  ""El taylorismo-fordismo no sólo se instaló entre nosotros como el orden natural de la sociedad: pasó a ser también el orden interno natural de las organizaciones de derecha y de izquierda, tanto las económicas como las políticas. Los organismos de dirección eran la cabeza pensante que explicaba a las bases qué y cómo había de hacerse en cada momento". Creo que es precisamente en esta afirmación donde  se condensan una parte, no pequeña,  de las dificultades que tenemos las organizaciones sindicales y políticas para percibir el cambio real, profundo y radical que ha representado la superación, imperfecta y desigual es verdad, pero muy general del taylorismo-fordismo. Quiero decir que es precisamente la dificultad para superar la inercia  de la  vieja organización del trabajo y con ello de la vieja sociedad donde residen muchas de nuestras dificultades a la hora de encontrar propuestas adecuadas para el actual mundo del trabajo. Gracias amigos por pensar. Joaquim González Muntadas
   

martes, 24 de abril de 2012

LA CIUDAD DEL TRABAJO. La izquierda y la crisis del fordismo




La città del lavoro [Einaudi, 1997] es la obra más representativa de Bruno Trentin, sindicalista, político e intelectual italiano, cuyos escritos han aparecido con cierta frecuencia en este blog. Ahora nos proponemos publicar el texto íntegro de la versión castellana con el título La ciudad del trabajo. Para ello se ha abierto un blog donde aparecerán por entregas los diversos capítulos de dicha obra, que cuenta con veinte capítulos y un extenso aparato crítico. Me pienso tomar con calma la traducción que no es cosa de un día. Pido, de antemano, indulgencia por esta versión que está hecha con la mejor voluntad; y al mismo tiempo solicito que si alguien cae en la cuenta de algún fallo me lo haga saber y, de esa manera, proceder a darle una mano de pintura a la traducción. Con todo, lo mejor es que quienes estén interesados lo soliciten en la versión original.

Por cierto, recuerdo a los amigos, conocidos y saludados que el maestro Pietro Ingrao afirmó que este libro debería ser la obra de cabecera de los sindicalistas.

Cada vez que se publique una nueva entrega en el blog ad hoc lo haremos saber desde esta misma bitácora.

Empezamos ahora mismo con el primer capítulo de  1.-- ¿PERO HUBO OTRA IZQUIERDA?

viernes, 20 de abril de 2012

NOVEDADES DE ESTE PRIMERO DE MAYO



No hace falta decir que nos encontramos ante un Primero de Mayo radicalmente nuevo. Se diría que exento del tradicional ritualismo conmemorativo que daba la impresión, desde hace mucho tiempo, de una conmemoración cada vez más abstracta. El contexto de este Primero de Mayo tiene una característica muy concreta: la oposición frontal a toda una serie de medidas que lesionan la condición de vida del conjunto asalariado y la inmensa mayoría de la población. El buque insignia de estas movilizaciones lo constituirán las manifestaciones de protesta el domingo anterior en defensa de la Sanidad y la Enseñanza y en contra de los recortes. El Primero de Mayo –y todos sus alrededores-- será igualmente otro día de importante presión.   

Estamos ante unos momentos de barra libre, que no tiene precedentes en democracia,  así en las medidas económicas como en el intento de laminar un importante elenco de bienes democráticos como son los derechos sociales. Pero también este momento se caracteriza por una potente movilización, que no es invertebrada, del sindicalismo y los coaligados que rechazan de plano el termidorismo económico y político del Gobierno del Partido Popular y de quienes le apoyan: por ejemplo, la CEOE y las derechas catalanas.

Se trata de un conjunto de coaligados que conforman un humus radicalmente nuevo. Que podría conformar un bloque social si se conforma y estructura no sólo en clave de oposición sino de proyecto de largo recorrido. Porque lo nuevo es el diálogo difuso que el sindicalismo está teniendo –todavía no suficientemente estable— con un amplio abanico de movimientos de nuevo estilo. Es algo tan importante sobre el que meditar con temple en puertas de los congresos sindicales que están, como quien dice, a la vuelta de la esquina.

Quiero decir, por tanto, que estando muy atentos a las enormes dificultades que imponen las medidas gubernamentales, no menos atentos hemos de estar a las potencialidades que se están abriendo. Necesitamos, pues, una mirada caleidoscópica.  Y a partir de ahí establecer la hipótesis de un proyecto factible que atraviese todo ese universo de coaligados, salvaguardando la personalidad de todos y cada uno de ellos. Que esta conversación permanente con esos grupos no sea fácil es cosa corriente. Ahí está no sólo el desafío sino el encanto de ese necesario diálogo que puede provocar contagios mutuos.

Lo dicho: este Primero de Mayo nada tiene de rutinaria convención; es la continuidad por otros medios de la huelga general de hace unas semanas.  

Punto final. El sindicalismo confederal debe hacer un esfuerzo superior en, por la parte que le toca, garantizar el orden democrático y civil de las grandes manifestaciones que se van a celebrar tanto el domingo día 29 de abril como el Primero de Mayo.  Unos querrán aprovecharse del gentío parra convertirlo en un acto milenarista; otros –desde las sentinas del Estado--  las querrán transformar en un zafarrancho con la idea de de transformar el conflicto social en vandalismo, y de paso ir concretando medidas de represión.  
      


miércoles, 18 de abril de 2012

LOS OJOS ESTRÁBICOS DE LA DERECHA CATALANA



Artur Mas reta a Rajoy a bajar los sueldos a los empleados públicos, dicen los periódicos de hoy. Lo que me motiva la siguiente entradilla.

En diversas ocasiones he tratado del cambio de metabolismo que se ha operado en la coalición de derechas Convergència i Unió (CiU): el tránsito que, para entendernos, va desde Jordi Pujol a Artur Mas. Esto es, del nacionalismo hacia el más puro neoliberalismo. Algunos conocidos y saludados  me acusan de caricaturizar esa situación. De acuerdo, porque en una caricatura los trazos gruesos de aquello que se pretende dibujar siempre están presentes. Así lo dejaron enseñado los grandes maestros desde los míticos Bagaría y Castelao a los actuales como, por ejemplo, Forges y El Roto.

No es que haya un nacimiento formal de la reconversión del nacionalismo catalán al neoliberalismo, pero sí podemos señalar un momento del que se ha hablado poco: la conferencia que el actual presidente de la Generalitat, en aquellos momentos en la oposición, pronunció en la London Schol of Economics (Londres, 2005) con el título  Catalonia, the new challenge (1). Donde están in nuce los gérmenes del abrazo aristocrático del nacionalismo y el neoliberalismo. Algo que no supieron detectar en su día los componentes del tripartito de izquierdas cuando gobernaban en Catalunya.

Por lo general existe la idea de que CiU fuerza al Partido popular a apoyar determinadas reformas –por ejemplo, la contralaboral— a cambio de ciertas partidas presupuestarias favorables a Catalunya. Esta idea es una verdad a medias. Artur Mas y Duran aprietan pero no ahogan. Pero siempre en la línea de planteamientos neoliberales desde posiciones indiferenciadas. Las derivas hacia el soberanismo convergente son de uso y consumo doméstico y en concreto para guiñar a la mesocracia de que “siguen siendo los de siempre”. Pero los ojos estrábicos de CiU también se dirigen a ciertos sectores de las izquierdas desnortadas: el premio internacional que le han concedido a Lula es razonado en clave de equiparación de lo que éste hizo en Brasil con las políticas económicas actuales del Gobierno catalán.

En resumidas cuentas, los ojos de Artur Mas giran ora a Rajoy de manera rotunda y vergozantemente hacia Lula.  Y siempre el caramelo tiene una pegatina con la montaña de Monserrat  y en su interior el contenido del Monte de Saint Pelerin. ¿Estás en lo que es?

  

Radio Parapanda. ¿PARA QUÉ SIRVE UN SINDICATO?

sábado, 14 de abril de 2012

LA ESCOPETA MULTINACIONAL



Mientras las autoridades de las diversas instituciones imponen durísimas medidas en todo el abanico del Estado de bienestar y cuando se reducen salarios a mansalva dentro y fuera de la Función Pública, simultáneamente el Jefe del Estado marcha de excusión a cazar elefantes. ¡Estas clases ociosas …!, que diría Thorton Veblen.

Sorprende hasta qué punto de estupidez han llegado los consejeros de la Casa Real que ni siquiera han considerado que, en estos tiempos que corren, el viajecillo no podía ser bien visto por la población que las está pasando, como quien dice, canutas. Pero, por otra parte, no es menos sorprendente que el Jefe del Estado no haya caído en la cuenta de la inconveniencia de hacer ese tipo de excursiones aquí y ahora. Justo, para añadir más salsa picante, cuando todavía olía a perdigones el pie del primer nieto del Jefe del Estado.  

Naturalmente sería del género epiceno –se trata de una metáfora para evitar ser acusado de panfletaire--  rasgarse las vestiduras. Pues al fin y al cabo el Caballero del Fusil no hace otra cosa que seguir las más antiguas tradiciones de su vieja cofradía: ir a pegar tiros cuando el pueblo doliente tiene que pagar para desplazarse a la esquina de la calle. Sí, las viejas tradiciones zarzueleras de la montería. Algo de eso me ha parecido intuir en una entrada del blog del profesor Gregorio Luri. Pero si no es así, le pido disculpas al afamado autor de libros tan notables como El proceso de Sócrates y, más reciente, Per una educació republicana (1).  Sea como fuere, con o sin retranca, don Gregorio nos trae a colación lo que viene de seguida:  


                                                              I


“Las memorias de Luis XVI se parecen a las de un montero. Leed las fechas más importantes, y os asombraréis de lo que anota. Escribe la palabra ‘nada’ en los días en que no ha cazado, pues para él son días perdidos. '11 de julio de 1789, nada; marcha de Necker; 12, víspera y reserva; marcha de los señores de Montmorin de Saint-Priest y de la Lucema; 13, nada; 14 de julio, nada’” (Hyppolyte Taine). 

II

“Por los días que precedieron a la Duma nacional, cuando todo el país se siente estremecido por las convulsiones, Nicolás II escribe: '14 de abril. Me he paseado con camisa-blusa ligera y he reanudado los paseos en lancha. He tomado el té en la terraza. Stana ha comido y paseado con nosotros. He leído.’ ‘14 de julio. Después de vestirme me fui en bicicleta al balneario y me bañé con deleite en el mar.’, '15 de julio. Me he bañado dos veces. Hacía mucho calor. He comido sólo con mi mujer. La tormenta ha pasado.’” (León Trotsky).


Apostilla. De casta le viene al galgo.

(1) El avispado lector y la inteligente lectora habrán caído en la cuenta que el único objetivo de esta entradilla es publicitar los libros de don Gregorio Luri.  Lo otro es un perifollo. 

MARX, RELEER EL CAPITAL





De un tiempo a esta parte podemos ver en las librerías una importante reaparición de los libros de Marx o escritos sobre Marx. Hace unos días dábamos información de una más que notable edición, en Gredos, con textos selectos del Barbudo de Tréveris y  una introducción sobresaliente del filósofo Jacobo Muñoz. Vale la pena hoy llamar la atención de nuestros amigos, conocidos y saludados de otro estudio sobre Marx, esta vez a cargo de Franck Fischbach; se trata de Marx: releer El Capital, en la editorial Akal. En esta obra también escriben Jacques Bidet, Stephan Legrand, Moishe Postone, Emmanuel Renault y Guillaume Sibertin-Blanc.

Ahora bien, si es importante leer sobre Marx, tiene más sentido leerle directamente. Por supuesto, haciéndolo con los ojos de nuestros tiempos. Por cierto, siempre me pareció extraño que nuestro hombre fuera más leído por gentes de la derecha que de la izquierda. Y diré más, en no pocas ocasiones, al recomendar sus libros, he visto en la cara de mis interlocutores una mirada de sorpresa como diciendo ¿“a estas alturas, Marx”?  Una actitud tan desenfadada y ridícula como la de centenares de miles de cristianos españoles que no han leído nunca los Evangelios y siempre fueron de prestado –unos y otros— de lo que se decían desde los púlpitos laicos o religiosos.

Sobre Marx y otros grandes escritores existe una leyenda, organizada y fomentada por las diversas caspas y brillantinas diversas: estos libros son una plasta, un aburrimiento. La excusa que, por ejemplo, me han dado para no leer El Quijote es que se trata de un latazo. Debo a don Paco Lara, eminente profesor granadino de literatura, el amor por el Quijote y al gran José María Valverde mi devoción por el Fausto de Goethe, otro libro considerado un ladrillo. Y debo a Vittorio Gassman el reencuentro con La Divina Comedia a través de su voz potente. ¿A qué se debe esa murmuración sobre estas y otras obras maestras de la literatura universal? Posiblemente a quienes no les interesa que el personal sobrepase en sus conocimientos la regla de tres compuesta y las novelas de don Marcial Lafuente Estefanía.

Marx es un clásico del pensamiento: alguien que sobrevive al paso del tiempo y contiene claves profundas para entender el nuestro, un autor que cuya obra no responde únicamente a las necesidades de un país y una época, ni se limita a ellos sino que procura alimento especial a inquietudes muy diversas en el espacio y el tiempo.

Marx es, desde luego, una caja de sorpresas, también para los sindicalistas. Por ejemplo, ¿saben mis amistades que el Barbudo de Tréveris no sólo no tiene nada que ver con la subordinación del sindicato hacia “el partido”, ya sea este socialista, socialdemócrata o comunista? ¿Conocen la áspera controversia entre Marx y Ferdinand Lassalle? Habla Marx: “En ningún caso los sindicatos deben estar supeditados a los partidos políticos o puestos bajo su dependencia; hacerlo sería darle un golpe mortal al socialismo”. Tal cual. Se trata de la respuesta de nuestro barbudo al tesorero de los sindicatos metalúrgicos de Alemania en la revista Volkstaat, número 17 (1869) en clara respuesta a lo afirmado por Lassalle: “el sindicato, en tanto que hecho necesario, debe subordinarse estrecha y absolutamente al partido” (Der sozial-democrat”, 1869).

Y digo yo: una persona que dice eso, ¿no vale la pena leerle para ver qué opina sobre otras cuestiones que hoy tienen, además, una rabiosa actualidad? Vamos, vamos: no seas como Fray Gerundio de Campazas que predicaba a Jesucristo de oídas, y lee directamente al Barbudo. Tras ello, es posible que idees una plataforma de convenio más de nuestros días.
        

        

jueves, 12 de abril de 2012

¿QUÉ HACEN LOS SINDICATOS?


Mi amigo Manuel Martínez Morales, reconocido dirigente sindical de CC.OO. de Aragón publica en su blog un contundente artículo, ¿Y tú qué haces?, al que debería dársele mayor publicidad. El trabajo, que tiene resonancias kennedyanas, analiza el lamento de no poca gente: ¿qué hacen los sindicatos por mí? De ahí que Manolo Martínez le dé la vuelta y, sin arrugarse lo más mínimo, coge el toro por los cuernos y sin contemplaciones responde: ¿y tú qué haces? Es como si dijera: oye, ya está bien de la queja lastimera; sabes que hay mucha gente que, como tú, está en igual o parecida situación; centenares de miles de personas que, además de quejarse, están agrupados entre sí, organizados en el sindicalismo de sus preferencias; centenares de miles de personas que, con su cotización, dan soporte a una organización que te defiende, también a ti que no pagas un duro. Comoquiera que, afortunadamente, la sindicación es un acto libre, no te llamaré incívico. Pero sí parece que eres un gorrón, un aprovechao.  O, si lo prefieres, un freerider, que suena más elegante pero dice lo mismo.  Así pues, comparto sin reservas lo que dice Manolo.
Así están las cosas: hay mucho gorrón suelto por esos mundos de dios. Ahora bien, el sindicalismo confederal no puede quedarse en esa consideración tan elemental. Y de la misma manera que, en el transcurso del tiempo fue capaz de hacer trasladar el voto en las elecciones sindicales que iba dirigido, tiempo hace, a las candidaturas llamadas independientes hacia las organizaciones confederales, ahora debe encarar de qué manera hay que meterse en la harina de encuadrar a esos millones de personas que todavía no están afiliados, incluidos los gorrones.
El problema que se nos plantea es: ¿cuál es el mecanismo de freno que impide esa masiva afiliación? Porque el problema de los gorrones es nuestro problema, y en algún lugar debe estar ese mecanismo de freno. ¿Está en la representación? Esto es, ¿se encuentra en las formas de organización dentro y fuera de los centros de trabajo que condicionan un tipo concreto de plataformas reivindicativas? No quiero insistir más sobre la naturaleza de los comités porque corro el riesgo de ser un plasta. Pero entiendo, lisa y llanamente, que mientras exista el comité la gorronería seguirá en sus trece. Porque, digo yo, ¿qué sentido tiene que me afilie si tengo el comité a mi disposición? Lo que, además, permite que el desparpajado aprovechao siga diciendo “sindicato, ¿qué haces por mí? 
Seguro que alguien dirá que la cosa no va por ahí. Vale, pero entonces ¿por dónde? Hay que dar en la tecla.

sábado, 7 de abril de 2012

LA FUNDACIÓN DE ESTUDIOS MARXISTAS Y BRUNO TRENTIN




Ya he dicho en una entrada anterior que la Fundación de Investigaciones Marxistas tiene in mente organizar una jornada de estudio y homenaje a la figura del gran sindicalista, político e intelectual italiano Bruno Trentin para finales de mayo. El acto contará con la participación de ponentes españoles e italianos. Comoquiera que la obra de nuestro hombre ha sido muy escasamente publicada en castellano me propongo echar una mano a los españoles con los escritos que hay en nuestra lengua para la preparación de sus intervenciones.

En primer lugar hay un libro, Antología de Bruno Trentin, publicado por la Fundación Sindical de Estudios (2007) con una serie de escritos muy representativos de nuestro hombre. También para mayor comodidad de los ponentes, también de los asistentes (y del público en general) el estudioso o simplemente el lector, tiene a su disposición el siguiente elenco de la obra trentiniana en lengua castellana:

SINDICATO Y SOCIEDAD

 

LA FRONTERA DE LOS NUEVOS DERECHOS

 

TRABAJAR, ¿PARA QUÉ? OTRO COLOQUIO DE BRUNO TRENTIN CON ESTUDIANTES

 

TRENTIN, DOCTOR HONORIS CAUSA EN LA UNIVERSIDAD DE VENECIA 

 

LAS TRANSFORMACIONES POSIBLES DE LOS SISTEMAS DE RELACIONES INDUSTRIALES

 

TRENTIN: LA DEMOCRACIA ECONOMICA

 

TRENTIN: NUEVOS TRABAJOS Y NUEVOS DERECHOS


LA LIBERTAD. LA APUESTA DEL CONFLICTO SOCIAL


ELOGIO DE BRUNO TRENTIN


jueves, 5 de abril de 2012

LA INCONSTITUCIONALIDAD DE LA REFORMA LABORAL


Don Eliseo Aja, president del Consell de Garanties estatutàries de la Generalitat de Catalunya


El Consell de Garanties Estatutàries dicta que la reforma laboral vulnera la Constitución

El Consell de Garanties Estatutàries considera inconstitucionales por unanimidad al menos dos artículos del Real Decreto Ley de la reforma laboral impulsada por el Gobierno, según el dictamen que solicitaron PSC, ICV-EUiA, ERC y SI, que ha sido registrado este jueves en el Parlament.

El órgano consultivo de la Generalitat considera por unanimidad que por los menos los artículos 12 y 14 contienen preceptos inconstitucionales, reinterpreta los 3 y 4, y añade que varios aspectos de la reforma invaden competencias de la Generalitat.

El dictamen establece así que el artículo 12 de la reforma laboral -sobre modificación sustancial de las condiciones de trabajo- vulnera en sus apartados uno y dos el artículo 86.1 de la Constitución, igual que los apartados uno, tres y seis del artículo 14 -sobre negociación colectiva-.

El Consell -cuyos dictámenes no son vinculantes tras la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el Estatut- entiende así que estos preceptos vulneran la Constitución porque el Gobierno no puede dictar decretos ley que afecten "al ordenamiento de las instituciones básicas del Estado, a los derechos, deberes y libertades de los ciudadanos regulados en el Título Primero, al régimen de las Comunidades Autónomas, ni al derecho electoral general".

Los apartados uno y dos del artículo 12 modifican la Ley del Estatuto de los Trabajadores y permiten a la dirección de la empresa modificar sustancialmente condiciones de jornada, sueldo y horarios "cuando existan probadas razones económicas, técnicas, organizativas o de producción", pudiendo incluso modificar el contrato de trabajo y los convenios colectivos.

El órgano consultivo concluye también que estos preceptos podrían vulnerar los artículos 24.1 y 37.1 de la Carta Magna, por los cuales toda persona tiene derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, y "garantiza el derecho a la negociación colectiva laboral entre los representantes de los trabajdores y empresarios, así como la fuerza vinculante de los convenios".
También vulnera estos artículos de la Constitución el apartado uno del artículo 14 de la reforma, que permite a la empresa no aplicar lo establecido en el convenio si hay causas económicas, técnicas, organizativas o de producción.

Invasión de competencias

Según el Consell, este apartado vulnera también las competencias de la Generalitat sobre trabajo y relaciones laborales contempladas por el Estatut.

El apartado tres del artículo 14 establece que el convenio de empresa prevaldrá ante el convenio sectorial estatal, autonómico o de ámbito inferior en cuestiones como el salario base y los complementos, el horario y las medidas para favorecer la conciliación, mientras que el apartado seis de ese mismo artículo fija la renovación directa del convenio colectivo vigente si éste caduca sin acuerdo entre empresa y trabajadores, por lo que el Consell los ve también fuera de la Constitución.

Además del apartado uno del artículo 14, el órgano advierte de que también se vulneran competencias de la Generalitat en los apartados dos y cuatro de las disposiciones transitorias séptima y octava, y en el apartado 1 de la disposición adicional octava del real decreto.

Para el Consell, se vulneran competencias catalanas de trabajo y relaciones laborales en estos artículos, que otorgan al Servicio Público de Empleo Estatal funciones ejecutivas en el ámbito de contenidos formativos en los centros de formación y a la adjudicación de subvenciones para financiar planes de formación. RECURSO AL TC

Tras el dictamen del Consell, que no es vinculante, está por ver como actúa el Govern, que podría recurrir ante el Tribunal Constitucional (TC) pese a que CiU votó a favor de la convalidación del decreto en el Congreso.

Cabe recordar que CiU, por un lado, y los partidos de izquierdas, por el otro, llevaron la reforma al Consell, aunque la federación preguntaba solo por los aspectos que pudieran invadir competencias.

Otro mecanismo posible es que el Parlament apruebe por mayoría llevar el real decreto ley ante el Alto Tribunal, aunque eso haría necesarios también los votos de CiU.