viernes, 9 de octubre de 2020

Pablo Iglesias, un poco de formalidad


 

Ni está el horno para bollos, ni el momento político está para imprudencias. Dispensen mi falta de modales: Pablo Iglesias el Joven tiene, a veces, momentos de irreflexión. Algunos opinamos que el vicepresidente segundo va a piñón fijo sin tener en cuenta si el parte meteorológico anuncia calma chicha o fuerte marejada. O como si su agenda no supiera si entorpece el proyecto político o qué. En concreto: a estas alturas –y en esta situación--  debería saber que la inoportunidad no sólo le puede acarrear perjuicios sino a todo el Gobierno progresista del qué es un miembro destacado.

Por lo que justificar el plantón de Colau y las autoridades independentistas al Jefe del Estado es un disparate. Esta exhibición de republicanismo de feria es, en esta coyuntura, contraproducente. Porque el problema no es, aquí y ahora mismo, si monarquía o república, sino la estabilidad y el sosiego para que el gobierno progresista siga el itinerario del nuevo ciclo de derechos de ciudadanía social, que está en curso. Perturbar este momento es hacerle el juego a los nuevos obstáculos tradicionales: las derechas políticas, la caverna mediática y la célula Carl Schmitt –togas negras y puñetas en encaje. Si se mantienen las intemperancias de los nuestros el gobierno puede caer. Mateo 10.36: «Y los enemigos del hombre serán los de su casa».

Tenga seguro Pablo Iglesias que si sigue con su obstinación está cantada la posibilidad de ruptura de la coalición y la puesta en marcha de otra distinta. Entonces se alzarán miles de voces clamando ¡traición! Vale, ¿y qué? Porque, así las cosas, con otros socios en el gobierno se encallan las reformas progresistas que son necesarias. Yo no les acompañaré en ese griterío. Y, hablando en plata, entonces vayan a reclamar al maestro armero.  

 

Post scriptum.---  «Lo primero es antes». Lo enseña don Vicente Sacristán.

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