1.---
A veces, agarrarse a la ´navaja´ de Occam no da
buenos resultados. Eso es lo que, me parece a mí, le pasó ayer al brillante
portavoz del PNV, Aitor, cuando calificó la moción de censura como una «patochada». No lo fue, en mi pobre
entender. La apariencia indicaba –eso
sí— que aquello era una tomadura de pelo. Pero, ¡quiá! La cosa tenía su
intríngulis en tres derivadas. Primera, demostrar a propios y extraños que el
único dirigente de la derecha es Abascal, situando a Casado como un político del quiero y no puedo. Segundo, dar
solemnidad parlamentaria a esa España que, según Machado,
«ha de helarte el corazón», que hasta la presente estaba sesteando. Tercero, anunciar a bombo y platillo que
Abascal es el Enviado de Trump
en la Tierra, de ahí las recurrentes críticas a China y a la Unión Europea,
ejemplo de la rancia grotesquez de lo hispanamente carajillero; y, de paso,
echarle un cable en puertas de las elecciones norteamericanas. De esa manera el
candidato pondrá la mano para que el americano le envíe un suculento aguinaldo.
Así
pues, de patochada, naíca de ná. Los
escribidores del discurso de la moción tenían unos objetivos perfectamente
diseñados. Que, ciertamente, en las réplicas desaparecieron. No es lo mismo
leer un texto hecho por los negros
que responder a cuerpo juncal, sin partitura.
La
navaja de Occam, pues, es tan fiable como el método Ogino—Knaus.
2.---
La (sólo en apariencia) estrambótica moción de censura, que ha presentado Vox, terminará como estaba
pronosticado por los romanos y los cartagineses. A saber, con la soledad de
quienes la activaron y con un reforzamiento del Gobierno, una vez constatado
que –por el momento y durante un tiempo difícil de precisar— Pedro Sánchez no tiene quien le mueva la silla. De
ello nos felicitamos. Con todo, la ciudadanía que ha seguido la sesión a través
de la radio y la televisión habrá podido comprobar hasta qué punto de
degradación ha llegado la vida parlamentaria. Los equidistantes remilgados no nombrarán
a los responsables concretos de esa esquizofrenia política, serán genéricamente
«los políticos». Nosotros no tenemos empacho: las derechas de secano y orinal
han orquestado esa zahúrda, y –a falta de proyecto que llevarse a la
boca-- han organizado ese barrizal, que
con toda probabilidad durará.
Pablo Casado posiblemente
arreciará su patológica bronca porque necesita demostrar a sus mesnadas lo
infundado de las acusaciones de «derechita cobarde». Y, por otra parte, los de Abascal no querrán perder
comba en esa competición cacofónica.
Es
el momento de Arrimadas.
Su discurso de ayer por la tarde fue constructivo y, todo indicaría, que poco a
poco intenta alejarse de la toxicidad de aquel Rivera que dejó Ciudadanos hecho unos zorros. Doña Inés tiene
buen olfato. Empieza a hablar como los dirigentes de la derecha económica:
acuerdos y pactos. Que hasta ahora tienen mejor relación con la ministra de
Trabajo, Yolanda Díez,
comunista hasta el cielo de la boca.
La
bronca continuará, ya lo hemos dicho. Seguramente con más diapasón todavía. Por
eso es preciso que los dirigentes socialistas y de Unidas
Podemos tengan el mayor temple para no caer en la provocación. Seamos
claros: el destajismo de los insultos tiene dos explicaciones. Una, es
consecuencia de la ausencia de proyecto político; dos, se lanzan las
provocaciones para que se pierdan los estribos. Así pues, temple; mucho temple,
incluso flema.
En
todo caso, el resultado de la moción de censura es un punto de inflexión que
demuestra que: las derechas numantinas no tienen proyecto, pero pueden
trasladar a la calle un intermitente desasosiego social. De ahí, el temple que
se reclamaba antes.
Ahora
bien, soy del parecer que el gobierno debe aumentar sus relaciones y mejorarlas
con los socios preferentes. Los grandes retos siguen pendientes: aprobación de
los presupuestos y buen diseño de la distribución de los fondos europeos. Lo
uno y lo otro con el objetivo de combatir la pandemia. Esto es el ´antes´ de lo
´primero´ que define los pasos tácticos que propone este blog.
Post scriptum.--- Don Venancio
Sacristán, mecánico ajustador y filósofo post socrático siempre enseñó
que «lo primero es antes».
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