jueves, 26 de febrero de 2015

La petulancia dogmática de Pablo Iglesias El Joven




Pablo Iglesias  ha pronunciado un discurso de marcado carácter económico para responder al que ayer dio el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el debate sobre el estado de la nación en el Teatro Bellas Artes de Madrid.  “Hacía falta que la oposición respondiera al Gobierno. Por eso estamos aquí”, afirmó bombásticamente el líder de Podemos (1).

Repetimos para quienes leen en diagonal: «Hacía falta que la oposición respondiera al Gobierno. Por eso estamos aquí».

Los niveles de narcisismo de Pablo Iglesias El Joven están llegando a la petulancia. La cosa no sería tan grave si no es por la densidad de dogmatismo que progresivamente va acumulando en su zurrón. Curiosamente petulancia y dogmatismo son dos características de lo que, con razón, Podemos critica a la clase política española y, en sus palabras, «la casta». Sin embargo, este Iglesias sólo ve la viga en el ojo ajeno y nunca el tablón en el suyo propio. Digámoslo claramente: Iglesias utiliza la misma técnica de la vieja política, esto es, la auto referencialidad. Él y sólo él es el cristiano viejo; el resto son los marranos. Es el yoísmo de los dirigentes a quienes critica. Y de la misma manera que el rey Sol afirmó que el Estado era él, Iglesias brama engoladamente que la oposición es él, y nada más que él.

Entiendo que a Pablo Iglesias no le gusten Alberto Garzón, Joan Coscubiela y Pedro Sánchez. Pero negarles la potencia de sus discursos opositores es, por este orden: 1) un disparate esperpéntico; 2) una ceguera de primer orden; y 3) una actitud, en este caso, de niñato consentido. Así es que dejemos las cosas en una mezquina toponomástica electoral.

Sin embargo, la desventaja del dirigente de Podemos estriba en que ya no es el intermediario entre lo que ocurrió en el  debate del Estado de la nación y la ciudadanía; fueron las cadenas de televisión quienes dieron buena cuenta de los planteamientos de un sector de la oposición.  Que sin pelos en la lengua acorraló y dejó en cueros vivos el discurso del Presidente del Gobierno.

Quienes oímos determinados discursos en el Parlamento sólo podemos decir que Iglesias se acerca a la estafa afirmando que él –y sólo  él--  es la oposición. ¿Se trata de un error? Tal vez, pero desde hace demasiado tiempo sabemos que cuando un error se repite demasiadas veces, se trata ya de otra cosa.  En todo caso, lo que demuestra es, a mi entender, que Pablo Iglesias no acierta a ver la (concreta) relación de fuerzas y sólo se atiene a la que, de manera abstracta, establece su propio caletre. Que es algo que se le puede perdonar, con un cierto esfuerzo de bondad, a un politólogo, pero no a un dirigente político. 

En resumidas cuentas,  Pablo Iglesias El Joven aprende aceleradamente los peores vicios de la vieja política. Lo peor es que este aprendizaje acaba contaminando la hipotética esperanza de renovación de la política. Aunque, quizá, la cosa sea más sencilla: las esperanzas de novedad de Podemos tal vez sean exageradas.

«Niño, ¡Que te vas a caer al río!», le dijo García Lorca a Narciso 






miércoles, 25 de febrero de 2015

¿Debe el sindicato seguir en los Consejos de administración? ¿O no?



(Recordando a Valerià Pujol i Bosch, miembro fundador de CC.OO. de Enseñanza de Catalunya)



Hay que felicitar al grupo dirigente de Comisiones Obreras por su rápida reacción, que especialmente ha mirado al interior del sindicato. Entre otras medidas destaca la decisión tomada de que los dirigentes tendrán que hacer pública la declaración de sus bienes personales antes de tomar posesión del cargo y cuando cesan en el mismo. Por otra parte, se estipula en palabras de Fernando Lezcano una «reconsideración fuerte» de la política de remuneraciones y otras cuestiones de la necesaria intendencia. En ese sentido, todo indica que se quiere establecer un vínculo virtuoso entre la ética de los medios y la ética de los fines.

En paralelo a todo ello parece colear tangencialmente el debate en torno a la participación del sindicato en aquellos consejos de administración de las empresas y entidades financieras donde está representado el sindicato. Lezcano no tiene empacho, cosa que le honra, en explicarnos que el secretario general no ve, en principio, con buenos ojos esa situación. Cosa que comparto desde siempre, como saben los cofrades de mi quinta. Sin embargo, no parece ser una posición mayoritaria, al menos en determinadas estructuras del sindicato.

Ahora bien, ¿la posición de estas estructuras del sindicato es mayoritaria en la organización? Todavía no lo sabe nadie. Por otra parte, sería de desear conocer los argumentos de Toxo sobre el particular. Es decir, el por qué tiene suspicacia o está en contra de la representación del sindicato en tales consejos de administración. Lo que debería propiciar un debate circular en el interior del sindicato.

Propiciar un debate que no fuera el reflejo de abstracciones o suspicacias, de principios abstractos ni de intuiciones sobre el particular. Se trataría de una discusión que partiera de la verificación concreta de cada ámbito. Esto es, qué se ha hecho y en dónde. Qué ventajas concretas ha tenido esa representación tanto para los trabajadores como para el propio sindicato. Qué zonas grises, si es que las ha habido, han aparecido. Qué equívocos se han ido generando, si es que se han dado. En resumidas cuentas, hay que analizar molecularmente la biografía de esa actividad sindical. Con pelos y señales. Entiendo que, tras esa radiografía, se puede tomar una decisión con punto de vista fundamentado.


Radio Parapanda.--  SI AYUDAS A TSIPRAS



sábado, 21 de febrero de 2015

EL TRABAJO INHUMANO: CONVERSANDO CON VÍCTOR GÓMEZ PIN



Esta es mi intervención en el Museu d´Història de Catalunya el 18 de febrero en el contexto del cincuentenario de Comissions Obreres de Catalunya



Es importante que el sindicato –como sujeto cultural que es--  converse con un filósofo y, en este caso particular, con el profesor Víctor Gómez Pin. Más todavía si el motivo de este diálogo versa sobre el trabajo a propósito de su último libro Reducción y combate  del animal humano, que recientemente ha publicado Ariel. Entiendo que Comisiones Obreras es perfectamente consciente de la importancia de esta reflexión, que indica que la gran cuestión del trabajo requiere la aportación de los saberes y conocimientos de las más diversas disciplinas  y, entre ellas, de la filosofía. Lo que, en el fondo, implica una indudable y necesaria tensión intelectual: la que se desprende de la autonomía e independencia de métodos de análisis y soluciones de la reina del pensamiento y la del sujeto reformador.

El profesor Gómez Pin ya nos había adelantado en un importante artículo (El País, 27 de Marzo de 2012) que «Por eso es tan urgente denunciar las teorías pragmáticas que presentan como único bien al que colectivamente podamos aspirar la posibilidad de que alguna disminución de la amenaza laboral alivie un tanto el ofensivo terror al que los trabajadores se ven sometidos. Es simplemente insoportable que la polaridad entre trabajo embrutecedor y pavor a perder tal vínculo esclavo se haya convertido en el problema subjetivo esencial, en el problema mayor de la existencia. El tiránico orden social que posibilita tal cosa no es in-humano (sólo los humanos son susceptibles de forjar prisiones físicas o espirituales) sino literalmente des-humanizador, una máquina para impedir que los humanos seamos cabalmente tales». Me atrevo a decir que hace falta ser un tarugo para estar en desacuerdo con lo dicho.

Ecos similares a lo que expresa Gómez Pin aparecen en la obra de una pensadora, que siempre fue inquietante para la izquierda oficial y el sindicalismo tradicional, concretamente Simone Weil. Sobre ella pontificó, en este caso, un desvergonzado Trotsky afirmando «que estaba loca de atar», negándole su condición de revolucionaria y, por lo tanto, condenándola al Limbo. Y, al mismo tiempo, enviaba una recomendación oblicua a las gentes de izquierda como si dijera: no lean a esta señorita que tiene la cabeza llena de pájaros. Menos mal que posteriormente nuestro amigo Bruno Trentin vino a poner las cosas en su punto en su obra canónica La ciudad del trabajo, izquierda y crisis del fordismo, que editó la Fundación Primero de Mayo (1). Más todavía, cuando nuestro amigo italiano nos incitó a estudiar aquella izquierda que nunca había vencido y, de paso, desintoxicándonos de la izquierda institucional, que él llamó «sinistra vincente».  

Vale la pena advertir que la reflexión del profesor Gómez Pin sigue teniendo ahora plena vigencia: las nuevas tecnologías, gobernadas discrecional y unilateralmente, están reproduciendo la inhumanidad de los sistemas de organización del trabajo fordista y taylorista. Ahora bien, para superar esa «inhumanidad» es preciso que nos propongamos un discurso radicalmente nuevo, acorde con el diverso paradigma en que nos encontramos, de un lado; y, de otro lado, para superar definitivamente el discurso tradicional de una buena parte de la izquierda con relación al trabajo. Empecemos por aquí.

De una manera desacomplejada Bruno Trentin refiere en el citado libro el gran dilema que tuvo la izquierda en torno a qué es lo primero si transformar la sociedad, y especialmente el trabajo, o la conquista del poder. Y, comoquiera que optaba por que lo primero fuera la conquista del poder, dejaba como variable dependiente de ello la transformación del trabajo. Sin embargo, una vez instalados en el poder los bolcheviques asumieron el taylorismo que, desde sus inicios lo aplicaron con un férreo voluntarismo jacobino al que Trotsky, empeñado en su caprichoso intento de militarizar el trabajo, exacerbó todavía más. La síntesis de todo ello está expresada por Trotsky: «El obrero no hace mercantilismo con el gobierno soviético, está subordinado al Estado, le está sometido en todos los aspectos por el hecho de que es su Estado» (en su obra Terrorismo y comunismo). 

La conclusión de ello fue dramática: en el llamado socialismo real, el trabajo acabó deshumanizado no sólo por la asunción del taylorismo como sistema definitivamente dado sino por la aparición de una paraesclavitud de masas. Vale la pena traer a colación el caso del ingeniero Palchinsky y sus compañeros del llamado partido industrial, opositor férreo de la implantación del taylorismo cuartelario en la URSS, y por ello fue ejecutado por Stalin en 1928. Sépase que Palchinsky había sido un luchador antizarista y consecuente revolucionario (2). Y, durante toda su vida profesional, destacó por su preocupación por la humanización del trabajo. 

La visión de Antonio Gramsci sobre el trabajo tiene otro enfoque. Me apresuro a decir que no nos vale tampoco. En los Cuadernos de la Cárcel, Gramsci hace una exaltación del taylorismo, que en buena medida ha contaminado a la izquierda del siglo XX. La diferencia con Lenin y, todavía más con Trotsky, radica que --a diferencia de éstos-- no considera que el taylorismo sea un sistema de organización del trabajo definitivamente dado, sino “mientras tanto” no somos capaces de elaborar uno propia. No obstante, esta concepción viene acompañada por un planteamiento inquietante: Gramsci, que no niega la humanización del trabajo y que no la traspone a la toma del poder, plantea que, en el socialismo, el trabajo debe significar una «coerción» libremente asumida por el trabajador, configurando una forma de accesis, «increíblemente próxima a la mortificación de la carne que aprisiona la fe.» (3).

Doy por sentado que estos referentes son inaceptables. Y partiendo de las observaciones del profesor Gómez Pin es preciso que nos arremanguemos las mangas para elaborar un discurso –radicalmente nuevo, decía un servidor--  en torno al trabajo. Voces hubo en la izquierda que lo intentaron. Por ejemplo, Karl Korsch que habló de la «autoliberación» de la clase obrera, que le permitiera la autodeterminación de las condiciones de trabajo, combinado con la praxis del control en los centros de trabajo. O las propuestas del Guild socialism   en torno al control de la organización del trabajo. Entiendo, pues, que el diseño de un proyecto –sabiendo que un proyecto no es un zurcido--  en torno al trabajo debería empezar por el conocimiento de las experiencias heterodoxas de esas izquierdas que no triunfaron.

Una cosa es cierta: para enhebrar dicho proyecto, esto es, la humanización del trabajo, no nos valen la mayoría de los contenidos de la negociación colectiva. Lamento recordar que más de un setenta por ciento de la negociación colectiva, en lo atinente a los temas de la organización del trabajo, son mera repetición de las cláusulas de las viejas (y ya desaparecidas) Ordenanzas Laborales. Repetidas al pie de la letra.  Con ese material de ropavejero no vamos a ninguna parte que valga la pena.

El sindicalismo es un sujeto imprescindible para proceder a ese proyecto. Pero no es el único. Así es que sería de lo más necesario que estableciera un diálogo permanente, tal vez mediante un foro estable, entre sindicalistas e investigadores sociales y con todo un importante batallón del conocimiento. En caso contrario, se corre el peligro de quedarnos en la reserva de los últimos mohicanos. 
    
     (1) En formato digital:    http://metiendobulla.blogspot.com.es/
(2) Loren R. Graham, El fantasma del ingeniero,,  que murió ejecutado (Crítica, 2001)

     (3) Bruno Trentin. La ciudad del trabajo. Página 191



domingo, 15 de febrero de 2015

Tenemos un problema en CC.OO: el caso de Banca




Compro mis periódicos dominicales. La joven dependienta me señala tímidamente los titulares de El País. Me entra un sofocón tal que la cara se me pone al rojo vivo. El titular dice: «CC.OO. de Banca pagó 3,7 millones en sobresueldos a sus delegados». Salgo a trompicones del establecimiento con la sensación de tener una raspa de bacalao en la garganta y el vaso de agua me sabe a vinagre rancio.

Que el titular no se corresponda exactamente con el contenido de lo escrito –la confusión entre delegados y dirigentes— no quita gravedad al problema. Por otra parte, las explicaciones fragmentadas de los consultados no sirven en modo alguno, a mi entender, de justificación. Es más, recuerdan demasiado a quienes se encuentran en parecida situación en lo relativo a la equiparación entre «sobresueldos» y «compensaciones económicas».

El grupo dirigente de la Federación debe una explicación rigurosa de lo que ha sucedido, con pelos y señales en el caso de que algo anómalo haya ocurrido.  Así mismo, el núcleo confederal tiene que hablar llamando pan al pan y vino al vino. Con sólo una vara de medir.


   

jueves, 12 de febrero de 2015

¿La solidaridad de los favorecidos con los menos afortunados?



El  filósofo José Luis Pardo publica en El País un interesante artículo, Lo viejo y lo nuevo. Lo leo y cometo el atrevimiento de meter baza. Ya se sabe, a partir de los ochenta años atreverse a tanto es un pecado venial. En el mencionado artículo nuestro filósofo escribe: «Se han roto los vínculos de confianza entre generaciones y el de la solidaridad entre los favorecidos y los menos afortunados». 

Lo que no se nos dice es lo siguiente: ¿qué características tenían aquellos vínculos? ¿qué diapasón tenía la solidaridad intergeneracional y la de favorecidos con los menos afortunados? ¿cuándo aproximadamente empezó esa ruptura y por qué? Por mi parte, hasta donde yo recuerdo, no me cabe que haya habido nunca vínculo de solidaridad «entre los favorecidos y los menos afortunados». De ahí mi insistencia: ¿en qué periodo, en qué momento concreto? Porque hablar de vínculo de confianza –así, sin más— es algo de envergadura en ese tipo de cosas.

Es más, entiendo que lo que ha existido ha sido la realidad de las «dos ciudades», desconectada la una de la otra. Ni siquiera ha habido conllevancia. Ha sido un statu quo, casi inamovible. Y más en concreto el fracaso organizado de lo que mandó Juan [13:34]: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros». Lo dejó claro una señora empingorotada, a dos leguas de Granada: «Menos mal que tenemos a la Iglesia que nos defiende de los Evangelios».  ¿Esta señorona pudo haber indiciado sin querer a  Robert King Merton a formular su conocido «efecto Mateo»,  basándose en la denuncia que hacía el apóstol publicano de las injusticias? A saber: que los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres. Lo que dicho por Merton tiene cierta respetabilidad, aunque si lo manifestara un sindicalista la academia se le echaría encima.   

 

Así pues, entiendo que poco, que sea nuevo, hay bajo el Sol. Aunque bien visto la novedad esté, tal vez, en los lenguajes y comportamientos de ciertos representantes del Partido apostólico sin ningún vínculo de empatía –ni siquiera compasión--  con los menos favorecidos. Un lenguaje cruel en no pocas ocasiones, cuyo ejemplo más extremista es el tristemente célebre «¡que se jodan», eructado desde su escaño en el Parlamento. Que, en todo caso, indicaría los niveles pedagógicos de los colegios de señoritas. 


Radio Parapanda.-- Gregorio Luri: Carmen Brufau Civit, una ex-espía soviética en Yucatán



   

miércoles, 11 de febrero de 2015

La financiación de los partidos políticos




La promiscuidad entre la política y las finanzas es cada vez más preocupante. Entiendo que es la amenaza más estridente para el sistema democrático. Hasta tal punto que los partidos más importantes se han convertido en «aduladores agachados» del mundo del dinero. Esta potente imagen, aduladores agachados, aparece en El rey Lear de la pluma del genio de Strartfdord: una obra que es una reflexión sobre el poder.   

Esta postura genuflexa de los partidos que la ejecutan tiene, como es natural, su precio. Nada es gratis. A cambio de tu dinero yo pongo en marcha toda una serie de disposiciones legislativas, decretos, circulares y la panoplia de medidas que te hagan falta. De manera que mordidas, comisiones y cohechos es el nexo que vincula a dichos partidos con el mundo del dinero. Ahora bien, el parné que se desembolsa –ora para los partidos en tanto que tales ora para los bolsillos particulares de sus dirigentes--  es recuperado por tan generosos donantes a través de los escandallos y presupuestos. Quienes pierden son las arcas públicas y, en definitiva, la ciudadanía. Y, en todo caso, lo que parece consolidarse es una constelación de «zonas grises», de las que habló en su día Alain Minc: un territorio físico que va demediando la democracia y, a la par, potencia su autoritarismo bonapartista.  

Pues bien,  en ese vínculo está la enorme dificultad de la regeneración de la política democrática: en la identificación de la razón financiera con la razón de Estado. De una razón de Estado que explicaron  Maquiavelo y el cardenal Richelieu de manera diversa.  De una razón financiera y de la razón de  Estado que, por otra parte, disfrutó en su día el capitalismo manchesteriano y que ha radicalizado el turbocapitalismo financiero. Lo que en el primero pudo ser un pacto implícito, ahora es una fusión explícita de socorros mutuos.

Estando así las cosas hay que convenir que mientras se mantenga esa situación, las cosas irán a peor. Por el momento –ya veremos más adelante— es preciso establecer la drástica eliminación de toda aportación financiera a los partidos políticos (también a los sindicatos) por parte del Estado y de los particulares; y también el alejamiento definitivo de la representación política (y sindical) en las entidades financieras.


Todos los sujetos políticos y sociales deben contar sóla y solamente con los fondos de sus asociados y seguir el antiguo código que afirma que «quien quiera peces que se moje el culo». De esa manera –y otras que vayan surgiendo--  es posible que se rompa el teorema que formulara Juan de Dios Calero, zahorí de ideas de Parapanda, que decía: «A más dinero destinado a los partidos por parte del Estado y de los particulares, más distancia hay entre ellos y la ciudadanía». El maestro Calero ni siquiera se tomó la molestia en demostrarlo con algoritmos: dijo que era un axioma, que abría la posibilidad de limpiar los establos de Augías.  Sépase que Calero no era un radical, pues tenía a buen orgullo simpatizar con la Sociedad Fabiana en general y don Fernando de los Ríos en particular.  A quien me diga que esta medida es claramente insuficiente –la eliminación de todo tipo de subvenciones, donaciones y demás por parte del Estado y de particulares— le diré: «Tiene usted razón, es claramente insuficiente. Aguardo, pues, que usted complete la cosa. Soy todo oídos».      

lunes, 9 de febrero de 2015

AQUEL PABLO IGLESIAS, «EDUCADOR DE MUCHEDUMBRES»




 

(Esta foto es un homenaje a viejos dirigentes sindicales de Artes Gráficas de Comisiones Obreras; otro día será para ellas)

 

 

Escribe Luis Boscoso

 

 

«Las recetas que fracasan son las más socorridas y recurrentes», afirma precavidamente Juan de Dios Calero, reputado zahorí de Parapanda. Zahorí de ideas, por supuesto. Tal vez el maestro Calero llegó a esa conclusión tras comprobar hasta qué punto –y no sólo en el terreno económico--  las ideas que se ponían como solución a los problemas, viejos y nuevos, eran las mismas que las que provocaron los desastres que, decían, iban a resolver. El dicho no era otra cosa que el viejo apotegma de mantenella y no enmedalla. Lo que viene a cuento por lo que, días pasados, comentábamos en El PSOE y la cadena perpetua.

 

Pues bien, los firmantes del reciente pacto (llamado pomposamente de Estado) ya tienen una excusa para presumir de conexión popular: el diario El País publica hoy una encuesta, cuyo dato central es que la opinión pública española aprueba con un 67 por ciento la cadena perpetua, siempre que sea revisable. Así pues, vox populi vox Dei.  Está servido el viejo grito colectivo de antaño: «¡Vivan las caenas!».  [Pregunto: ¿sólo lo dijeron en Andalucía?]   

 

Que la encuesta sea fiable –no estoy capacitado para juzgar hasta qué punto lo es--  no impide que los datos  expresados sean una patología social y, más concretamente, lo que se ha dado en llamar «punitivismo justiciero».  Que es otra expresión de un zarrapastroso sentido común.  Digamos que es, en parte, legado de las viejas ideas ultramontanas y cómoda asunción de ellas por parte de sectores no irrelevantes de «el pueblo».

 

Hace años leí una biografía de Pablo Iglesias El Viejo. Su título: Pablo Iglesias, educador de muchedumbres (Ariel, 1977). Su autor, Juan José Maroto. [Disculpen que hable de el Viejo. Lo hago porque temo que la memoria del fundador del PSOE quede taponada por la del Joven de nuestros días]  El subtítulo del libro, «educador de muchedumbres», casa la mar de bien con la personalidad del histórico dirigente obrero, gráfico por más señas. Ciertamente, Iglesias y Anselmo Lorenzo fueron pedagogos de aquel proletariado de antaño, también de amplias masas urbanas y rurales. Y aquella pedagogía de masas contribuyó a la modernización de España tal como dejó sentado el mismo Ortega y Gasset en su conferencia en la Casa del Pueblo de Alcalá de Henares.  ¿Qué quiero decir con ello? Que el fundador del socialismo español no se instalaba en  las patrologías sociales; sino que, al contrario, las combatía enérgicamente. Por una sencilla razón: Pablo Iglesias veía la conexión entre la educación y el progreso que es una relación no pacífica ni dada definitivamente para siempre.

 

Lo que, tal vez, el PSOE de nuestros días --¿cuántos de sus dirigentes de cualquier nivel han leído la obra de Morato?--  no esté suficientemente al tanto del vínculo entre esta ley y el conjunto de la legislación del Partido apostólico. Del endurecimiento del conjunto de la política, especialmente en materias económicas, sociales y libertades públicas. De hasta qué punto la política del PSOE es una adecuación muelle a una pretendida respetabilidad, a una gobernanza cuyo objetivo es el mantenimiento de las viejas relaciones de poder. Más todavía, hasta qué punto dicha organización hace tiempo que se aparta apresuradamente de ser zahorí de ideas.  Y que parece estar subyugada por las normas de aquella etiqueta que decía: «buen porte y buenos modales abren puertas principales». De las que algún día se sonrojarán, pero entonces clamará la voz del rey Lear: «Ay del que se arrepiente demasiado tarde»,  (Escena IV, acto I).   

 

Apostilla.--  En cierta ocasión hemos oído a Lakoff,  el comunicólogo norteamericano, algo que Pedro Sánchez seguramente conoce: «Las encuestas no reflejan la exacta realidad. Los verdaderos líderes no recurren a encuestas para tomar posición, sino que dirigen a la gente hacia nuevas posiciones». Lo que hizo, en sus tiempos, aquel Pablo Iglesias con punto de vista fundamentado. 

 


Radio Parapanda.---  MEDIOCRIDAD POLÍTICA Y CORRUPCIÓN

¿POR QUÉ SE ROMPEN ALGUNAS ORGANIZACIONES? El caso de Izquierda Unida



Escribe Tito Ferino


1.-- Los movimientos tectónicos que se están dando en las diversas fuerzas políticas españolas, especialmente en las que se reclaman de izquierda, son incomprensibles para un servidor. Y mucho me temo que para una gran parte de la ciudadanía. Tan sólo disponemos de medias palabras, insinuaciones y gestos a medio señalar de quienes protagonizan tales corrimientos. Y, por supuesto, de los comentarios de los medios de comunicación con su relativo valor de fiabilidad.  Pongamos que hablo, aunque no solamente, de lo que está ocurriendo en Izquierda Unida.

El problema que tenemos es la ausencia de literatura escrita de los proyectos de unos y otros, dado el empecinamiento de los protagonistas a seguir siendo ágrafos. Con lo que, comoquiera que nos mantienen a oscuras, la explicación más recurrente es que se trata de «envidias frailunas» en clave de poder. Me niego a que esa sea la única –y, tal vez, la principal--  explicación. No porque no sea un poderoso motivo, sino porque es excesivamente simplista. Debe haber algo más.

Históricamente las divisiones más sobresalientes que se han dado en la historia de la izquierda han tenido sus orígenes en posicionamientos sobre los temas internacionales; el origen de aquellas zapatiestas, que acabaron por lo general en escisiones estaba en la cúspide, en el grupo dirigente central, que se iba articulando y desparramando por todos los intersticios de la organización. Da toda la impresión que, hoy, las escisiones o desestructuraciones tienen sus raíces en el campanario.  Sin ninguna relación, al menos visible, con lo global.

2.— Lo que está ocurriendo en Izquierda Unida durante estos días no es formalmente una escisión; es más bien una desestructuración. O si se prefiere una escisión encubierta. De todas formas, sea como fuere, en este caso tiene causas y consecuencias que hacen similares los términos escisión y desestructuración.

En IU habrá que escarbar en su biografía. Entiendo que la operación que, en su día, puso en marcha Gerardo Iglesias fue un acierto. Ahora bien, pronto empezaron los contrastes: si bien toda la militancia celebraba la buena nueva, es verdad que unos la vieron en clave instrumental –para encubrir las muchas limitaciones del Partido comunista de España— frente a quienes como el mismo Gerardo la pensaban en clave de nuevo proyecto de izquierdas. Así las cosas, no fueron pocos los que lo aceptaron, incluso sinceramente, pero bajo el protectorado del PCE. Esta es una idea que ha estado presente en todo el itinerario de Izquierda Unida. El contrasentido, pues, era evidente: era imposible la coexistencia interna de un proyecto renovador si éste dependía de un sujeto en la sombra que no parecía querer su propia puesta al día. Peor todavía, quienes intentaron llevar hasta las últimas consecuencias el proyecto reformador de IU o bien fueron puestos en un barbecho sine die o bien hicieron las maletas hacia otros caladeros más suculentos.

Ahora bien, incluso en la reciente biografía de IU han aparecido nuevas concepciones, seguramente al margen del PCE, que expresarían nuevos motivos de contraste en el interior de aquella formación. Que ya estaban presentes antes de la aparición de Podemos, pero que van gestándose al calor del movimiento de los indignados y su 15 M. En ese sentido no hay constancia de que el grupo dirigente de IU fuera capaz de sintetizar  las diversas posiciones, ni sobre todo que estuviera en condiciones de aprehender la novedad de aquellas movilizaciones que iban más allá del sujeto que tradicionalmente parecía ser el llamado «sujeto histórico».  Sea como fuere, las dos posiciones mayoritarias en IU se fueron cristalizando y consolidando sobre unos presupuestos que ya nada tenían que ver con las tradicionales. Ya no se sostenían en base a conflicto de generaciones sino de carácter teórico y de análisis con sus derivadas: la acción política y sus prioridades programáticas, las propuestas institucionales y el modelo el modelo organizativo. Julián Sánchez—Vizcaíno, un dirigente madrileño de IU no imparcial en todo ese recorrido, me ha explicado en un correo electrónico el carácter orgánico de las dos grandes posturas. 


A) «Un sector influido por ideólogos que sostienen la tesis según la cual ciertas categorías clásicas han dejado de ser políticamente funcionales, defiende y ha defendido una reorientación de IU a partir de una formulación que desecha para la acción política toda una serie de conceptos fundamentales del pensamiento de la izquierda. La división en clases de la sociedad, y el conflicto subyacente, se sustituyen por la esquematización entre los de arriba y los de abajo. La movilización se entiende a partir del uso de las redes y las nuevas tecnologías de la información. La participación se define sobre la desaparición de las estructuras de control democrático interno que se pretende reemplazar por el peso determinante de los hiperliderazgos. Las propuestas y la elaboración programática por la indefinición y la ubicación de mensajes o “relatos” en los medios de comunicación de masas, en especial en la televisión comercial. La apelación a la emocionalidad en los discursos políticos se convierte en impulso predominante frente al trabajo de elevación de la conciencia crítica y de clase. Sobre todo, no se determinan prioridades de gobierno en función de intereses sociales dispares y en conflicto. Pero de esa forma, entienden, será posible dejar atrás la condición minoritaria de IU para pasar a ser una fuerza ganadora que además sale al encuentro de las nuevas generaciones y de sus preocupaciones principales.

B) Otros sectores, dentro de la pluralidad general de IU, coinciden en señalar que las necesidades de aproximación a las nuevas realidades sociales que la izquierda sin duda debe abordar no hacen inservibles los ejes explicativos básicos  inscritos en el método y el marco ideológico de la izquierda transformadora, sino que demuestran su vigencia y validez, y no convierten en desechables los modelos democráticos de organización, por más que estos requieran de nuevos parámetros que ayuden a superar problemas reales de fosilización y de patrimonialización de estructuras y de representación institucional. El mantenimiento de la identidad de la izquierda es necesario para retener su anclaje social y político en la mayoría social trabajadora». Hasta aquí la voz serena de Julián, que ha despersonalizado el conflicto interno y, a mi entender, se esfuerza por dar una explicación suficientemente aproximada del litigio entre los dos sectores principales en pugna. En todo caso, es la primera explicación que se da de la situación actual de IU y, como tal, es un punto de referencia para seguir investigando más sobre dicho particular.

 

En pocas palabras: la escisión de IU no ha venido por motivos de tres al cuarto. No son banales. Es la consecuencia de un debate, más soterrado que abierto a la luz pública, que se ha desarrollado a trancas y barrancas desde la Torre del Homenaje y, como siempre, ha ido conformando en IU, durante algunos años, el famoso cuius regio, eius religio: los adláteres adoptan la religión del jefe de filas, de su particular príncipe mediante la conocida técnica de los brazos de madera. Lo que  hace casi imposible la síntesis, ya que cada bandería se preocupa más de su propio fortalecimiento que el de todo el colectivo.

 

3.-- ¿Qué consecuencias tendrá la «desestructuración» o «escisión»,  aunque en todo caso, ruptura de Izquierda Unida? Habrá que esperar a tener una visión más completa, pues –al decir de voces mejor informadas--  todavía no ha cesado esa ruptura. Mientras tanto, todo –o una parte de ello no irrelevante— podría depender de si son derrotados y, además, acaban nuevamente desunidos. Otra derrota puede ser sufrida dolorosamente, pero nuevas divisiones podrían mandar a IU al zaquizamí de los trastos viejos. 



domingo, 8 de febrero de 2015

LA GUERRA ECONÓMICA: EL COMBATE POR LA HEGEMONIA




Nota editorial.-  El responsable de Estrategias industriales de este blog, Manuel Gómez Acosta, nos propone una reflexión que pone el foco sobre prácticas habituales de la administración estadounidense, prácticas que desvirtúan y contaminan la libertad de comercio,  las reglas del comercio internacional y que poco a poco les permite ir imponiendo su asfixiante hegemonía. Recomendamos este trabajo a quienes, por oficio, actividad o curiosidad, estén interesados en lo que de manera manida se ha dado en llamar política industrial. 


Escribe Manuel Gómez Acosta
Ingeniero industrial


Desde una óptica mercantil, la guerra económica dibuja un conflicto entre economías competidoras en el marco de los intercambios internacionales. A lo largo de la Historia la disputa por el dominio económico venia vinculado a la ocupación de territorios, el dominio de los mares para asegurar el comercio internacional, el control de las materias primas  y de los puntos estratégicos (estrechos de Gibraltar y de Ormuz, canal de Suez y Panamá) determinaban el liderazgo económico y la hegemonía

Los Estados intentaban delimitar mediante acuerdos sancionados por la máxima autoridad pontificia sus “zonas de influencia”, el tratado de Tordesillas de 1494 fue un claro referente que delimitaba los espacios de dominio de las dos grandes potencias coloniales de su tiempo, España y Portugal. Por otra parte el dominio de los mares por las potencias marítimas como el Reino Unido (La Compañía inglesa de las Indias Occidentales en 1600)  y los Países Bajos ( La Compañía holandesa de las Indias Orientales en 1602), garantizaban el acceso a las materias primas y el control del comercio internacional.

La guerra era puesta al servicio de la economía, los mercantilistas apostaban por la expansión militar, no solo contra las potencias adversarias sino contra naciones terceras más débiles. Se trataba de la anexión de territorios que garantizaran la riqueza de la metrópolis y reforzaran su liderazgo económico. Decía Jean- Baptiste Colbert, ministro de Luis XIV, rey de Francia, que “las compañías de comercio son las armas del Rey y las manufacturas sus reservas”. Para Maquiavelo el liderazgo del Príncipe exige la guerra como instrumento para la hegemonía económica.

La guerra ha sido utilizada en muchas ocasiones a lo largo de la historia como un  factor de crecimiento económico y la expansión militar como una garantía de liderazgo económico. Otras teoría del pensamiento económico más liberal como Montesquieu apuntan que “comercio y paz deben ir juntas a la par…”. Para los libres cambistas  progresistas,  la prosperidad de unos contribuye a la prosperidad de los otros. Ha habido posiciones claramente contrarias a la utilización de la guerra como instrumento económico de dominio, las opiniones de economistas como John Maynard Keynes  o  Paul Krugman son claramente ilustrativas al respecto. Krugman incluso se atreve a apuntar que el “concepto de guerra económica deriva de la peligrosa obsesión por la competitividad sin límites…”, ¿hay algo más competitivo que eliminar la competencia?

La guerra económica hoy, el combate por la hegemonía

La guerra económica en el pasado fue un poderoso instrumento para conquistar la  hegemonía; en la actualidad las grandes potencias utilizan otros instrumentos para consolidar su liderazgo. Hoy el combate por la hegemonía económica hace que las empresas transnacionales, especialmente las norteamericanas,  utilizan determinadas prácticas para asegurar su hegemonía en el escenario internacional, sin tener que recurrir a las aventuras bélicas.

Analicemos sin ánimo de ser exhaustivos algunas de estas prácticas:

La llamada corrupción “competencial” que contrata empleados de la competencia con información sensible e incorpora de esta manera el know how desarrollado por las empresas competidoras. Las prácticas de  “lobbying”, técnicas que permiten presionar a los decisores o influenciar sobre las decisiones bien sean políticas o económicas. En algunos casos directamente a través de la corrupción, en otras indirectamente a través de comunicaciones (“sites” web, mailings, artículos de prensa, publicidad...) orientadas y dirigidas a influenciar las opiniones y las “mentalidades”.

El uso de la “normalización”, es decir  normas y “estándares” en general , como son la recurrir a la “seguridad”, los sistemas de información, la contabilidad, la trazabilidad… que permiten en muchas ocasiones protegerse de la concurrencia extranjera, imponiendo incluso determinados productos a países terceros en base a normas prestablecidas. La utilización del idioma ingles  como obligatorio en concursos internacionales es norma común en la elaboración de pliegos de condiciones para proyectos en países latinoamericanos donde el BID y el WB (Banco Mundial) imponen el inglés como lengua de negociación y contractual, contraviniendo las legislaciones nacionales y negando el uso de la lengua de las instituciones de esos países.

La influencia socio cultural, en muchas ocasiones los EE.UU., buscan posicionarse en determinados mercados de interés,  manejando todas las técnicas de la influencia y en particular la influencia socio-cultural.  Los Masters of Business Administration son la referencia obligada en ese campo. En muchas ocasiones los films americanos son los transmisores de una ideología y unos valores determinados que configuran una especie de pensamiento único…”the american values”.

Las ONG, que en muchos casos tienen una importante influencia cultural, económica y política, sobre determinados países donde están implantadas, en muchas ocasiones son utilizadas por las empresas como instrumentos de penetración en dichos mercados,  lo que sin duda facilita su dominio económico.

La “guerra” de la información, el espionaje industrial, el uso de los servicios de inteligencia al servicio de las empresas norteamericanas, les permite adquirir una superioridad económica apoyándose en el factor cultural.

Boicots económicos de gran repercusión mediática

Nos detenemos en algunos casos de mucha repercusión mediática que nos muestran la utilización de los boicots económicos para imponer la hegemonía y el liderazgo de las empresas americanas.

La decisión del Presidente francés François Hollande de aplazar la entrega de uno de los dos porta helicópteros Mistral valorados en 1.200M € cada uno a su comprador Rusia. El boicot a Rusia por su intervención en Ucrania es un claro acto de hipocresía que solo perjudica a los intereses europeos facilitando la penetración de las empresas americanas en un país como Ucrania, que ha sido debido a los errores y las corrupciones de su clase política parte activa en la deriva del conflicto. ¿A quién beneficia el boicot a Rusia? ¿Debilitar la economía rusa reduciendo entre un 10 y un 20% su PIB se entiende como algo positivo para la economía mundial?

Las multas de 6.500 M€ impuestas al banco francés BNP Paribas por operar con países no “correctos” y saltarse las sanciones impuestas por EE.UU. a países como Cuba, Irán... En todos los casos siempre las beneficiadas son las empresas americanas y las perjudicadas las europeas competidoras .¿Por qué las empresa europeas no pueden trabajar con los regímenes  de Cuba e Irán y sin embargo las empresas americanas tienen como principales clientes en la venta de armamento militar , países tan democráticos como Arabia Saudí, Egipto, Qatar…y en su día a las dictaduras latinoamericanas violadoras de los derechos humanos en los años 70 del pasado siglo?

La legislación americana al servicio de su hegemonía económica mundial

Analicemos con más detalle algunas de estas prácticas que son habituales en la estrategia norteamericana de ocupación del mercado europeo y global, con la  adquisición de tecnologías avanzadas a través de la compra de empresas y accesos a mercados estratégicos, utilizando prácticas de filibusterismo empresarial.

La justicia americana contra la “corrupción de los dirigentes europeos”.

 La desestabilización del competidor a través de la utilización del “chantaje” de los procesos judiciales. Según la OCDE la corrupción supone entre un 10%/20% del coste total de las grandes operaciones en el mercado internacional. Los EE.UU. han desarrollado toda una batería legislativa, que les permite “expulsar” del mercado a sus competidores europeos, manipulando a su favor las políticas anticorrupción.
No solo practican la corrupción y los sobornos las multinacionales europeas, las norteamericanas saben hacerlo sin dejar huella. Sus técnicas de corrupción son más sofisticadas y se inspiran en técnicas de blanqueo de capitales utilizados por los “cártels” de la droga sudamericanos.
La utilización de los “servicios de inteligencia e información”. 

La CIA es utilizada en muchas ocasiones como un instrumento de estrategia comercial. La lucha contra la “corrupción” no puede ser utilizada sin el acceso a la información. Este es el papel de los Whistle Blowers (confidentes), estos personajes no son personajes íntegros e idealistas, sino que frecuentemente son soplones,  delatores remunerados.

En otras ocasiones los argumentos sobre la “seguridad nacional” son utilizados como instrumento para el espionaje comercial y tecnológico al servicio de las empresas americanas. El  NSSEE (National Security Strategy Enlargement and Engagement) tiene como una de sus principales misiones, vigilar a las empresas que comercian con países prohibidos, activar las sanciones, el seguimiento y la  trazabilidad de las tecnologías con aplicaciones civiles y militares. Se trata de vigilar para que los competidores cumplan; la pregunta que nos debemos hacer, ¿quién les vigila a ellos..? ¿Qué garantías existen que exijan la aplicación de estas mismas medidas a sus empresas?

La aplicación extra-territorial del derecho americano, les permite ventajas concesionales.

Desde los 80 las autoridades comerciales y judiciales americanas han construido un arsenal legislativo represivo para luchar contra sus competidores económicos. Las “Trade Actes”  y los embargos contienen disposiciones y mecanismos que permiten a los responsables americanos de comercio, “United States Trade Representative”, identificar y sancionar aquello comportamientos de sus competidores que consideran injustos para los americanos. Las sanciones y los embargos invocan diferentes razones: proliferación nuclear (sanciones aplicadas a países como China, Cuba, Corea del Norte, Pakistán, Cuba?..),  lucha anti narcótico, (Colombia, Nigeria, Myanmar, Cuba?..), la “defensa de los derechos humanos”  ( la han utilizado contra Angola, Bosnia, China, Croacia, Haití , Nicaragua, Nigeria…Cuba..).

Destacamos la conocida ley Helms/Burton contra Cuba de marzo de 1996, que consolidaba el embargo contra Cuba e imponía sanciones a los países que se atrevieran a comerciar con la isla .La instauración de la “Patriot Act” (2002) que utilizando como pretexto la lucha antiterrorista y la seguridad de los EE.UU., permitía extender las “escuchas” americanas a todos los azimuts para obtener información relevante sobre las empresa extranjeras que compiten con firmas norte americanas.

Mecanismos proteccionistas

En otras ocasiones las autoridades americanas que exigen en todos los foros internacionales el libre comercio, utilizan toda una batería de leyes proteccionistas en defensa de sus empresas y de sus intereses económicos. Citemos brevemente algunas de ellas, la “Federal Power Act” , que reserva la construcción y el desarrollo de centrales eléctricas públicas solo para empresas y ciudadanos americanos,  las  ”Jones Act” que restringe las inversiones extranjeras en el ámbito de la explotación portuaria y la pesca, la CFIUS ( Committee on Foreign Investment in United States) , comisión federal norteamericana que asegura que todos los proyectos de inversión extranjera en EE.UU. están condicionados por su posible impacto sobre la seguridad nacional, el Building USA Act  que exige que los fondos federales se apliquen a fabricaciones con contenido local (norte americano).

Conclusiones

En el pasado fue el recurso de la guerra la que permitía ocupar territorios, garantizar el acceso a las materias primas y el control de las rutas comerciales, es decir liderar la economía mundial e imponer la hegemonía política y económica. Hoy día se utilizan también medios mucho más sofisticados y menos “sangrientos”, sin renunciar por ello al uso de las acciones bélicas como fue el caso de la guerra de Irak. Medios que pretenden  garantizar la hegemonía y el liderazgo mundial de las grandes empresas norteamericanas, no solo por su capacidad tecnológica, su dinamismo comercial y su competitividad innovadora, sino también por la aplicación de estrategias políticas y comerciales, como las descritas en este artículo, que favorecen el liderazgo empresarial americano en el mundo de la globalización.


Como en otras épocas, la hegemonía de la gran potencia de turno (España en el XVI, Francia en el XVII y XVIII, Reino Unido en el XIX, EE.UU. en el XX y XXI?..), está amenazada. En esta segunda década del XXI, surge como fuerza de futuro la gran potencia asiática, la China de partido único y economía de mercado, pero eso es otra historia que exigiría una amplia reflexión que dejaremos para otra ocasión.