domingo, 30 de diciembre de 2018

El Evangelio, según Churchill. Al fondo: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias



El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias el Joven, ha amenazado con romper el apoyo a las políticas que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, prevé aprobar por la vía del decreto ley a falta de unos Presupuestos para el próximo año, si no se incluyen medidas que limiten el crecimiento de los precios del alquiler, algo que el Ejecutivo no incluyó en el último paquete de medidas aprobado en materia de vivienda. No sabemos si es una pose de Iglesias –más bien un órdago--  o una manera de presionar para corregir la deficiencia. El tiempo lo dirá. O, tal vez, estamos ante un gesto de Iglesias para apaciguar los humores de no pocos de sus parciales tras los resultados escasamente benévolos de las recientes elecciones andaluzas. Tiempo al tiempo.

Primera consideración. Sir Winston, aquel ciclón británico –conservador hasta el colodrillo y lúcido con o sin vaso de güisqui en la mano--  dejó sentado un concepto lapidario que tal vez hubiera hecho arrugar la nariz a Maquiavelo: «Sólo hay una cosa peor que luchar con aliados y es luchar sin ellos».

Mi padre Pepelópez tenía una ojeriza especial a Churchill. Nunca le perdonó sus cambalaches con el franquismo durante la guerra (in)civil española. Una ojeriza que, en ocasiones, llegaba a brindarle sus rotundas ventosidades: «Esto pa sir Winston», nos decía, ufano de su solitaria y grupuscular acción de protesta, dadas las circunstancias de la época. Mi padre no estaba excesivamente equivocado. Ahora bien, entiendo que la frase churchilliana mencionada viene al pelo en la coyuntural política de Pedro Sánchez.

Moraleja. Sánchez e Iglesias deberían sacar provecho de la lucidez de Sir Winston. Lo digo a pesar de que el inglés nunca visitó Santa Fe, capital de la Vega de Granada.  Aquí se hubiera aficionado a la cazalla. 

sábado, 29 de diciembre de 2018

Serrat: no es por el catalán, es una cuestión de dominio, de señalar a los ‘traidores’




Escribe Gabriel Jaraba

El hombre que interrumpió a Joan Manuel Serrat a medio concierto para reclamarle que cantara en catalán, cuando el artista estaba dando un recital monográfico sobre su disco Mediterráneo, una obra escrita íntegramente en castellano, debía de ser seguramente un despistado, como el propio artista dijo al reprenderle en público. Quizá sí, al no tener en cuenta la naturaleza del espectáculo al cual asistía. O quizá no.

Lo cierto es que el buen señor se sintió autorizado a exigir en voz alta lo que consideraba necesario, de acuerdo con esa mentalidad que quienes hemos trabajado de camareros conocemos bien: “Oiga, que yo pago, ¿eh?”. Sólo que en este caso la fuente de legitimidad asumida no era el pase por taquilla sino la razón patriótica: “En catalán, que estamos en Barcelona”.

En este tipo de cuestiones digamos lingüísticas –no lo son, se refieren siempre a otro asunto que no se osa confesar— Serrat lleva más mili que un veterano de Afganistán. Toda la historia de la nova cançó catalana está atravesada por la polémica en torno a la legitimidad de cantar en castellano además de en catalán. Tanto fue así que el asunto llegó a dividir el movimiento en dos bandos hasta el punto de que, ya a finales de los 60, se perdieron amistades o por lo menos el trato entre compañeros (cuando alguien se queja ahora de las enemistades en las familias por el asunto procesista me entra la risa floja recordando el fuego que se cruzaba entre cantantes por estos motivos en mis tiempos de comentarista musical en la prensa y la televisión, cuando los dinosaurios dominaban la Tierra).

El precedente de Núria Feliu

Pero no fue el artista de la calle Cabanyes el primero en dar tres cuartos al pregonero en este asunto, sino Núria Feliu, ya en 1966 (antes del asunto de Serrat y Eurovisión en 1968) cuando la cantante de Sants, en el momento culminante de su primera carrera artística dejó la pionera editora discográfica Edigsa para grabar con la madrileña Hispavox en lengua castellana.

Con ello, Núria no sólo se beneficiaría de un mercado y un campo promocional de amplitud nada desdeñable, sino de la excelente y rara calidad en la época de la dirección musical de Rafael Trabucchelli y los estudios de grabación de Torrelaguna, Su opción le mereció ser abucheada en público por los antecesores del espectador del otro día que confundió Mediterráneo con Cançó de matinada. A la artista le gritaban por la calle “!venuda!” señoras que hoy no desentonarían en el sector ANC de las manifestaciones, con un furor que ya ejercía la identificación de traidores que disfrutamos hoy día.

Nihil novum, pues: la cosa viene de lejos y responde a una práctica persistente. En la primavera de 1967, Joan Manuel Serrat dio su primer concierto en el Palau de la Música Catalana y, según acaba de recordar Maruja Torres en Twitter, un sector del público abucheó a una cantante que apareció en la primera parte del concierto como telonera. Era Jocelyne Jocya, pionera de la cançó en la Catalunya francesa junto a Jordi Barre. La cantante fue censurada por los espontáneos porque había interpretado una canción en francés. El propio Serrat salió en defensa de Jocelyne ante el público, indicando que la artista, muy famosa en los circuitos comerciales de su país, cantaba habitualmente en francés y que precisamente había grabado un disco en catalán como muestra de apoyo a la cançó y para ostentar su origen rosellonés.

El ‘roc a la faixa’

Más tarde le tocaría al mismo Serrat lidiar con las acusaciones de defección, aunque el asunto de su negativa a cantar en castellano en Eurovisión trastocó un tanto los argumentos posibles. El éxito mundial del artista y su arrolladora calidad taparon muchas bocas a partir de entonces, pero la tradición es la tradición, y la del roc a la faixa (estar a la defensiva, guardarse una piedra en la faja) es muy estimada.

Con Guillermina Motta pudimos advertir que la censura aparentemente espontánea por cantar en castellano no era, o no únicamente, como un servidor sostiene, lingüística sino otra cosa: al declararse socialista ya desde la época del Moviment Socialista de Catalunya de Joan Reventós y Raimon Obiols empezó a ver cómo se trazaban cinturones sanitarios en torno suyo. No bastaba con ser fiel a una sola lengua: ser un renegado –y uso la palabra tal como la oí repetidamente en aquel tiempo— dependía también de otras circunstancias.

Y es por esa razón que aún hoy día se siguen haciendo ascos a Serrat. No porque no cante en catalán, que canta, escribe y pronuncia mejor que quienes le gruñen, sino porque es socialista, porque no es independentista y porque se niega a plegarse al diktat de los hunos porque antes se negó a hacerlo al de los hotros. Tuvo que exiliarse –de veras— en 1975 al protestar, en voz alta y con Franco vivo, contra los fusilamientos de antifascistas en septiembre de aquel año. Y porque el roc a la faixa puede estar guardado durante décadas hasta que sea el momento de sacarlo de nuevo.

Se ve por ahí abominando de Serrat a mucha gente que ni siquiera había nacido cuando el artista dio a la nova cançó la mayor difusión que nunca un elemento cultural catalán –si hacemos abstracción de Pau Casals—había obtenido en el panorama internacional. Fue Serrat quien llevó la lengua catalana a todos los rincones de España, además de América latina, haciéndola interesante y agradable a oídos de quienes nunca la habían escuchado con atención, antes de que los hotros aprendieran a echar sal en los surcos que el cantante (perito agrónomo diplomado) aró.

Exiliado en América, siguió trabajando cada día en lo suyo y cuando regresó no reclamó distinción alguna ni a los de esto ni a los de aquello. Incluso quienes, desde el monolingüismo cantor más estricto y que tan duramente le criticaron en su momento (con razones culturales y políticas sólidas y no con desplantes, por cierto) empezaron a mostrarle un evidente respeto. Pero, repito, los reproches que se puedan hacer a Joan Manuel no son por motivos lingüísticos sino partidistas, y por otras razones aún peores.

Una cuestión de poder

El reproche lingüístico, como he dicho, no lo es por razones idiomáticas, culturales y ni siquiera patrióticas, lo que daría espacio a un jugoso y quizás áspero debate, pero debate de ideas, al fin y al cabo. El reproche permanente, que tenemos documentado desde hace años y se extiende hasta ayer mismo, es un acto de marcar terreno: ellos y nosotros, los nuestros y los que no son de los nuestros. Y no sólo eso, que no es poco: es señalar que nosotros no sólo somos diferentes, sino que somos únicos: “nosaltres sols”. Y para ser “nosaltres sols” sólo podemos serlo de una sola manera.

No se construye así ni una nación ni una patria, y si se quiere construir de este modo un Estado es a costa de destruir la nación, que por definición es todos, de todos y de los todos diferentes entre sí. El reproche y la apelación al “nosaltres sols” es la llamada a sacrificar la nación en aras del Estado, un destino que no deseo ni a mis peores enemigos.

Hay algo, sin embargo, más prosaico e incluso cutre en el fondo de todo eso. Quienes marcan terreno lo hacen para establecer su dominio sobre otros, así es desde el paleolítico superior. Cuando Serrat incorporó el castellano a su repertorio musical (no cambió de lengua, sino que incorporó otra nueva, entiéndase) pasó a otra editora discográfica para emprender en mejores condiciones la carrera profesional que le llevó a triunfar en el mundo con un repertorio propio, original e innovador.

Ello supuso abandonar los condicionamientos de los círculos de activismo cultural nacionalista de la época gestionados por los Torra del momento, que eran tan voluntaristas como reductivistas y, sobre todo, como bien sabemos quiénes hemos trabajado en ellos, agudamente tacaños. ¿Sabía el lector que la propuesta inicial de los asesores de la discográfica catalana con la que Serrat se estrenó era que se diera a conocer con un disco de versiones de… Charles Aznavour? La intención de Serrat de cantar en castellano en Eurovisión se debía, precisamente, a esta necesidad de abandonar aquel lecho de Procusto.

Pero que no teman los partidarios de la lógica del “nosaltres sols”: el roc a la faixa sigue en pie. Ahora le toca al presidente Josep Tarradellas ser apedreado, también décadas después de no ser “dels nostres” y de no estar entre nosotros: el reproche no es para él, que ya no lo percibe, sino un aviso para todos. Porque no es la lengua sino el poder, el dominio, como tan crudamente acaba por demostrar el hecho de que también a Raimon le alcanzaron las pedradas cuando discrepó de los designios que se le quisieron imponer, Y eso que Raimon fue el líder de la bandera monolingüe a ultranza en la cançó. Un ejemplo más de la crueldad de la lógica del poder y no de la cultura.

No, no era una razón lingüística, era una cuestión de mando. El espectador de marras no le pedía a Serrat una canción, sino que se arrodillara, A él, que siempre ha vivido de pie desde que tenía veinte años.



viernes, 28 de diciembre de 2018

Cataluña y la paz cartaginesa


1.-- Este año que acaba dentro de unos días  se ha caracterizado por la división explícita del independentismo catalán. Es una fractura, escasamente estudiada, que se caracteriza por: los choques públicos entre las dos principales fuerzas políticas, el alejamiento de la Assemblea Nacional Catalana del govern de Cataluña, la aparición de brechas en el interior de cada partido, el surgimiento de formas de lucha exasperadas y, en ocasiones, violentas por parte de grupúsculos, cada vez más distanciados de lo institucional. Cierto, todos ellos dicen compartir los mismos objetivos («la República catalana»), pero tanta desmembración hace empalidecer tales objetivos.

Simultáneamente se ha ampliado el frente de las asilvestradas derechas españolas, que es contrario a toda solución del problema catalán, basado en la paz cartaginesa. Delenda est Carthago. Es decir, que no quede ni el apuntador. Este comportamiento no ha tomado nota ni siquiera de que su empecinamiento es también responsable del engordamiento del independentismo. De manera que la inexistencia de una derecha ilustrada, claramente democrática, es, además, un problema que dificulta abordar el problema con voluntad de solucionarlo. Por no hablar de la inverecundia de algunos pocos, pero influyentes, viejos galápagos del PSOE. Todos ellos son como el perro del hortelano. Así las cosas, el conflicto puede durar hasta que las ranas críen pelo. Es el inestable desequilibrio de España.

2.— En esa senda se mueve Pedro Sánchez. Y, a ratos discontinuos, Pablo Iglesias, el Joven: a veces cal, a veces arena. En todo caso, nunca como en los últimos meses se han hecho tantas propuestas al independentismo como en esa fase que va desde la caída de Rajoy hasta nuestros días. Unas propuestas que, a decir, verdad hacen que el independentismo haya perdido el monopolio de la iniciativa. Más todavía, que Torra –hoy día de los Inocentes cumple años--  vaya del caño al coro y del coro al caño. Dice querer negociar pero, a continuación, exige lo que sabe que no se le va a ofrecer. Orgulloso, tal vez, de que después de él venga el diluvio.

3.--  Las cosas están mal. Pero hay elementos que se deben observar cuidadosamente. Vean, por ejemplo, el giro del diputado Carles Campuzano, jefe de filas del PDeCAT en el Congreso de los Diputados. En su blog hace una enmienda a la totalidad de las estridencias que vienen de Waterloo. Campuzano no hace un comentario privado sino a la intemperie, en las llamadas redes sociales. No tardarán en ajustarle las cuentas, pero ahí están sus palabras. En concreto, en su sensata opinión indica oblicuamente que deben aprobarse los Presupuestos Generales del Estado, a pesar de todos los pesares. Justamente por eso arrecia desde la aznaridad, una y trina, su llamamiento a la aplicación del 155 «por tiempo indefinido».

Calma, temple. Pedro Sánchez parece saber que debe olvidarse «de los cantos de sirena de la derecha y sacar  provecho de las contradicciones internas del independentismo, que son muchas y pueden estallar en cualquier momento. Tanto es así, que la ocurrencia de Torra sobre la vía eslovena ha sido desmontada en veinticuatro horas por sus propios compañeros de viaje». Un lúcido consejo de Josep Ramoneda que huele por donde sopla el viento.

4.--  Me permito un final, aparentemente al margen de lo anterior. Aznar dirá dentro de pocos días algo todavía más estridente. Su señora esposa y acompañantes han sido condenados con una multa millonaria por el Tribunal de Cuentas por la venta fraudulenta de pisos de vivienda pública a unos fondos buitre. Una multa millonaria. Aznar aplicará la ley de que «la  mancha de la mora con otra verde se quita». No es una inocentada.

jueves, 27 de diciembre de 2018

Bien, Antonio Maíllo




Leo en los papeles que Antonio Maíllo (Adelante Andalucía) ha rechazado la invitación de que su grupo forme parte de la Mesa del Parlamento andaluz. Me parece lo adecuado. La propuesta venía de Ciudadanos,  que ha pasado del vade retro a la ultra derecha a disfrazar el blanqueo –esto es, permitir la entrada de Vox  en la Mesa--  con la martingala  de que Adelante Andalucía estuviera en dicho organismo.

Ciudadanos quería tranquilizar a un sector de sus votantes, no incomodar demasiado la imagen de Manuel Valls, aspirante a la alcaldía de Barcelona –poco amigo de los chicoleos con la ultraderecha— y no disgustar al grupo europeo de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE), muy reticente a los acuerdos con los ultras. La negativa de Adelante Andalucía al cambalache, además de justa, pone al descubierto el camaleonismo de los de Rivera. Y, sobre todo, la distancia considerable entre los liberales europeos y  sus hijastros  españoles.

Albert Rivera o «lo que natura no da, Salamanca no presta».   

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Susana Díaz en estado puro




Susana Díaz ha vuelto al escenario. No parece haber entendido de la misa la media. Pero aprovecha los micrófonos de la SER para, oblicuamente, reclamar la aplicación del 155 en Cataluña.  Susana es ansí.

El PSOE tiene un problema: quiere la unidad de España, pero se encuentra incómodo con la unidad del partido. Es una paradoja que, entiendo yo, seguirá viva mientras los socialistas no encuentren una explicación seria de la biografía electoral de sus últimos lustros. Una biografía que expresa la mudanza de una potente representatividad a una representación precaria. Contemporánea a los versátiles humores de algunos de sus barones. Aunque, más que barones, se dirían que son Encomenderos.

Díaz, Lambán y Page (las encomiendas andaluza, aragonesa y castellano-manchega), tras el terremoto andaluz, vuelven a la carga, leyéndole la cartilla a Pedro Sánchez.  Aplica –le dicen cacofónicamente--  el artículo 155 en Cataluña. Que podría llevar, otra vez, a una considerable inestabilidad del partido. Falta de lucidez y, peor todavía, ayunos de responsabilidad. Aclaremos, el trío no está contagiado por la derecha española. Lo que dicen es cosecha propia. Es vinazo puro en viejos odres.

El PSOE recuerda a Penélope, la esposa de aquel Ulises errante por los mares mediterráneos. Una Penélope que teje durante el día para destejer durante la noche. Rosa de Alejandría: colorada de noche, blanca de día. Pedro Sánchez, buscando salidas por caminos nuevos; el trío, haciendo lo contrario por caminos de trillado fracaso. O lo que es lo mismo: el PSOE entre Escila y Caribdis.  



martes, 25 de diciembre de 2018

«La República no existe, idiota»




Está feo –dicen algunos--  que un miembro de las fuerzas de orden público insulte a un manifestante. Aunque sea un Mosso d´Esquadra. Tales fuerzas deben recibir los humores de los manifestantes con porte distinguido, todo lo más con británica flema. A más irascibilidad, más cortesía. Versalles, ante todo.

Ya lo han visto. Es el vídeo del año. Un mosso, poco ducho en el oficio, recrimina a un manifestante que «la República no existe, idiota». Aunque tal reacción bien podría ser una muestra más de los problemas del Cuerpo con el Govern de la Generalitat. Como era de suponer se ha armado la de Dios es Cristo. La joya de la Corona, enfrentada al mando político, se atreve a poner en evidencia el dogma del independentismo: «somos República». No es este el parecer de, al menos, el mosso referido.

La frase de marras ha sido recibida como una blasfemia, no es tanto la intemperancia del joven policía sino el atrevimiento de su herejía. De ahí que los sectores del independentismo irascible hayan pedido la depuración del heresiarca. El bueno del conceller del ramo –afirma--  que se abrirá una investigación. No ha aclarado si la investigación se refiere a la inexistencia de la república o al uso de la palabra imbécil. El conceller lo tiene crudo. Tendrá que demostrar que estamos en una república. Y por otra parte lidiará con el carácter de la palabra idiota.

La Docta, que fija, limpia y da esplendor, define al idiota a través de las siguientes acepciones:

1. adj. Tonto o corto de entendimiento. U. t. c. s. U. t. c. insulto.
2. adj. Engreído sin fundamento para ello. U. t. c. s.
3. adj. Propio o característico de la persona idiota.
4. adj. Med. Que padece de idiocia. U. t. c. s.
5. adj. desus. Que carece de toda instrucción.

Así pues, en cualquier acepción, el mosso hizo un juicio de valor, justo o injusto en este caso, pero no se observa, según el DRAE, insulto de ninguna clase. Para mi paladar el joven policía engarzó la inexistencia de la república con el nivel de las neuronas del manifestante. Pura coherencia. Es una foto que ha provocado hilaridad en las cancillerías europeas.

¿Abrir un expediente? El conceller del Ramo se limitará a abrir, si es que lo hace, un papelillo, que con el tiempo cogerá un color sepia y se lo comerán los ratones de las covachuelas de la Generalitat. No es cosa de encabritar más al Cuerpo. Eso sí, algo se ha roto en la conexión sentimental del independentimo emprenyat con la joya de la corona.  Algo se ha roto cuando un nutrido grupo de manifestantes le gritó a los Mossos: «Fora les forces d´ocupació» (sic). 

lunes, 24 de diciembre de 2018

Novedades en el independentismo catalán



El archipiélago independentista empieza a desgajarse. No se trata de su final, pero sí de su transformación en algo, que todavía no se puede predecir.  Esta es la novedad que se ha ido acentuando a lo largo de la anterior semana: la exhibición del enfrentamiento entre la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y el Govern de la Generalitat. Es decir, entre el independentismo raso y el de corte institucional.

La ANC, que se opuso frontalmente a la celebración del Consejo de Ministros en Barcelona, pudo percibir hasta qué punto las tesis de Esquerra Republicana de Catalunya se abrían paso, aunque tímidamente, en el comportamiento del equipo de Quim Torra. Y más todavía, a la ANC  le dio un ataque de alferecía cuando intuyó que Torra se iba a entrevistar con Pedro Sánchez.  De ahí que reaccionara con una operación insólita: presentar su propia candidatura a las elecciones municipales de Barcelona, Cap i Casal de Catalunya. O sea, el independentismo raso compitiendo con los diversos grupos del independentismo político. Más todavía, por si fuera poco, en la reciente asamblea, posterior al viernes pasado, la ANC –con el moscardón tras la oreja--  advierte a Torra que, de seguir por ese camino, dejarán de apoyarle. El ultimátum es claro. O caja o faja. Es nuevamente lo que se ha dado en llamar el totorresisme: o tot o res, o todo o nada. La ANC, por lo que parece, está hasta la cruz de los pantalones de que el independentismo institucional haya actuado como calientabraguetas hasta la extenuación. Por lo que mantiene las líneas de actuación de un procés, que no percibe como fracasado.

Ahora bien, el aviso de la ANC se dirige de manera inmediata a impedir que los grupos parlamentarios independentistas aprueben los Presupuestos Generales del Estado en el Congreso de los Diputados. Un desafío en toda la regla, no principalmente contra Pedro Sánchez sino contra ERC y el PDeCAT. Todo un reto que dificulta el acuerdo.  Poco importa el debilitamiento del gobierno español y el engallamiento de Aznar, uno y trino. Poco importa, además, que el govern catalá se quede bloqueado sin fondos. Lo que interesa es que el Sol salga por Matadepera. Desde luego, así las cosas, no es previsible que ERC apoye los presupuestos si los post convergentes del PDeCAT no lo hacen. Y viceversa. Ninguno de los dos querrá apechar con el baldón recurrente del català emprenyat, madre de todas las batallas, donde se cotiza la traición a destajo.

Calma. Temple. Y reflexionen despaciosa y juiciosamente: a esta situación de devertebración del independentismo se ha llegado porque el largo conflicto, que no ha acabado, no ve una salida que le sea propicia. Porque, cuando los conflictos empiezan a pudrirse, empiezan a resquebrajarse los mitos. La responsabilidad fundamental la tiene el hidalgo de bragueta que mora en Waterloo.

Punto final.— El resquebrajamiento del independentismo o «lo que no hicieron los bárbaros lo hicieron los Barberini». El pasquín original decía: «Quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini» ¿Estás en lo que es?


domingo, 23 de diciembre de 2018

Convicciones, opiniones y ocurrencias




Ayer no me tocó ni la pedrea. Así que, como consolación, acudí al blog del profesor Gregorio Luri, el filósofo de Ocata. Leo:


«Heinrich Heine visitó con un amigo la sobrecogedora catedral de Amiens. Mientras admiraban la imponente fachada, el amigo le preguntó: "¿Por qué ya no construimos cosas como ésta?" Heine le respondió: "Querido Alphonse, los hombres en aquellos días tenían convicciones; nosotros, los modernos, tenemos opiniones, y se requiere algo más que una opinión para construir una catedral gótica".»

Es una cita que habría suscrito Juan de Dios Calero, filósofo de Parapanda. Y, posiblemente, habría añadido una apostilla. Los postmodernos pret-à-porter siguieron el rumbo y de las opiniones pasaron a las ocurrencias con fecha de caducidad. Y, como quiera que las ocurrencias exigen algunas neuronas, se ha montado una industria de ocurrencias para toda ocasión. Ocurrencias postmodernas. No importa que estén preñadas de anacolutos o de silogismos cornudos, tampoco importa que las ocurrencias de ayer sean substituidas por un mismo personaje en dirección contraria. Lo que vale es que quien las lance esté en el famoso candelabro de Sofía Mazagatos, excelsa modelo de los años noventa. Que no supo diferenciar el candelero con el candelabro. Pero,  poca broma con la Mazagatos. Porque ha influenciado poderosamente no pocas  hectáreas de la política española.  Las derechas, hoy, se llevan la palma. Nunca sus dirigentes fueron tan zarrapastrosamente incultos.

Gramsci escribió un ensayo sobre el origen de los intelectuales italianos. Y yo me pregunto: ¿cuál es el origen de la cultura de pedregal de las derechas patrias? ¿cuándo empezó este secano? 





sábado, 22 de diciembre de 2018

Un Consejo a Quim Torra



Cuando no se consiguen los objetivos se finge que se han alcanzado. Esta es una norma que, por lo general, abunda en los constructores de la doble verdad, la doble moral y la doble contabilidad. Ayer no se han conseguido los objetivos del sector del independentismo raso, esto es, sin galones ni entorchados institucionales. Se hizo el Consejo de Ministros en Barcelona contra viento y marea. Y, como era de suponer, ha habido movilizaciones en su contra. Por lo demás, han fracaso igualmente las previsiones de la aznaridad: Barcelona no ha sido la ciutat cremada, que habían pronosticado. Ha habido chispazos, sí; y una manifestación nutrida por la tarde, muy por debajo de las expectativas. Continúa la parábola descendente del independentismo.

En todo caso, algo parece claro, que emerge como una novedad: Torra y los suyos ya no controlan al independentismo raso, que ha pasado del movimiento de las sonrisas al movimiento de las muecas. A un movimiento que se enfrenta violentamente a los Mossos d´Esquadra. Y lo que en apariencia es más sorprendente: empieza a desconfiar del mismísimo Govern català.

Si las cosas siguen ese derrotero podemos establecer las siguientes hipótesis: a) el orden público se le escapará a Torra y b) podría llegar un momento de que el mismo Torra pida refuerzos a Madrit para garantizar el orden público.

Las cosas están cambiando, aunque muy lentamente. En todo caso tiene interés el espectacular giro de Josep Ramoneda, maestro en oler la orientación de la veleta.  El conocido filósofo aconseja a Pedro Sánchez y los suyos: «Olvídense de los cantos de sirena de la derecha y saquen provecho de las contradicciones internas del independentismo, que son muchas y pueden estallar en cualquier momento. Tanto es así, que la ocurrencia de Torra sobre la vía eslovena ha sido desmontada en veinticuatro horas por sus propios compañeros de viaje» (1). Una sabiduría sobrevenida.

Tranco final

Me permito una serie de consejos a los dirigentes del independentismo político. Sepan ustedes que los movimientos van y vienen, pero la política continúa. Vean hasta qué punto, de un tiempo a esta parte, las movilizaciones están cambiando de fisonomía: de un lado, menguan (como la de ayer); de otro lado, el determinados momentos el control de tales movilizaciones está pasando a los grupúsculos. Y, además, noten que empieza a haber situaciones de enfrentamiento entre los partidarios de las sonrisas y los pirómanos de las muecas. En concreto, las formas de presión empiezan a desconectarse de la importancia que ustedes conceden a los objetivos. Así las cosas, la meta final empieza a palidecer. Si el panorama continúa de esa manera se pasará a un independentismo al baño María.

¿Qué hacer, se preguntaba Illich en cierta ocasión? Este es el recado al independentismo político: negocien antes de que se vaya desdibujando más el objetivo. Con el baño María no conseguirán nada. Más todavía, con Pedro Sánchez pueden salvar los muebles. Si éste cae, el lema y los objetivos de la aznaridad serán «Delenda est Catalonia».   Negocien, pues, el mejor encaje posible de Cataluña dentro de España. 


viernes, 21 de diciembre de 2018

Sánchez y Torra cara a cara




Los que se cuidan del artificio de la política deberían  evitar dos riesgos: hacer el ridículo e ir de bravucones. Lo primero fue dictado por Josep Tarradellas, que sabía más por viejo que por diablo; lo segundo es una de las muchas enseñanzas de Juan de Dios Calero, filósofo de Parapanda. Ahora bien, hay politicastros que se empeñan en aunar ambas características, esto es, hacer el ridículo al por mayor y, simultáneamente, encubrirlo con poses de echaos p´alante. En las últimas semanas, dos personajes han competido en esa fusión. Son el italiano Matteo Salvini y Carles Puigdemont.  Dos vidas que, también, son paralelas. Meditaremos sobre estos dos riesgos empezando por las cosas domésticas.

Primero.--  Cuando Pedro Sánchez anunció que en diciembre se celebraría una reunión del Consejo de Ministros en Barcelona y tener un encuentro con Torra una gran parte del independentismo político gritó la tan socorrida palabra de provocación. La voz más estentórea venía de Waterloo, que llamaba a movilizaciones. Como es natural, el independentismo raso –sin galones institucionales--  se puso manos a la obra, obedientes a la exigencia del «apretad, apretad». Pero algo se cuece en Palau de Sant Jaume: empieza la operación de transformar la gallina en un pavo real. Me explico.

Se va poniendo sordina a lo que días antes se llamó provocación. Se retira del discurso lo que pueda incomodar a Pedro Sánchez y, a cambio, se le exige una reunión –una Cumbre, se le llama enfáticamente--  entre los dos Gobiernos, el del Estado y el de Cataluña. (Los independentistas rasos arrugan la nariz y ponen el grito en el cielo).  No hay cumbre. Sí, en cambio, hay una pugna por el protocolo. La cosa acaba con un escuálido simbolismo: el encuentro entre Sánchez y Torra se produce, y paralelamente dos ministros por gobierno hablan en la habitación de al lado de lo que tengan que hablar.

Conclusiones de urgencia: la línea Waterloo ha salido damnificada visiblemente y, de ahí, podría decirse que Torra parece adquirir una cierta autonomía. Más todavía, de momento podríamos colegir que surge un airecillo de rebaje de la tensión. No definitivo, por supuesto. Y del que no sabemos cuánto durará. Como, en todo caso, no sabemos cómo terminará el día de hoy. Pero, como decimos, algo ha cambiado, y –según cómo miremos las cosas--  no es irrelevante.

A saber, la reunión acaba con el acuerdo de verse a mediados de enero; en el Parlamento español Esquerra Republicana de Catalunya, el PDeCat, el PNV, junto a Podemos y las fuerzas que promovieron la moción de censura a Mariano Rajoy, llevando al gobierno a Pedro Sánchez, votan el techo de gasto presupuestario; los dirigentes políticos catalanes en prisión levantan su huelga de hambre. Son los (positivos) resultados de la política, de los que todavía tampoco sabemos sus repercusiones. Pero que, en todo caso, se enfrentan al chillerío de Aznar (Uno y Trino), empecinado en que el Sol salga por Antequera. Hablando en plata: de momento la aznaridad ha perdido una batalla. También la ha perdido Puigdemont, al que sólo le queda la bronca. Eso sí, sabiendo que «lo que hace el señor lo hacen muchos, que hacia el señor se dirigen las miradas», como recuerda Nicolás Maquiavelo en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio.  

Segundo. También en Matteo Salvini se produce la virtuosa fusión entre ir de bravucón y hacer el ridículo. Ha estado durante meses afirmando que sus Presupuestos iban a misa, que la Unión Europea era un grupo de cantamañanas y otras gesticulaciones de mostrador de taberna. Finalmente baja la cerviz y se negocia. Sepa el caballero que los atracones de grappa –y los de ratafía--  suelen traer esas consecuencias.  


miércoles, 19 de diciembre de 2018

Comunes, hasta aquí hemos llegado




El Parlament de Catalunya es una máquina de aprobar resoluciones. Pero igualmente es extremadamente precario en la aprobación de leyes; de hecho, durante la presente legislatura, se pueden contar con los dedos de media mano lo aprobado por sus señorías. Ayer mismo se dio otro brindis al Sol.

A propuesta de la CUP se aprobó una resolución que pomposamente declara que la Constitución Española es «antidemocrática». Votaron a favor los grupos independentistas y Catalunya en Comú. Para entendernos, el partido de Ada Colau. Sorprende que tales grupos parlamentarios declaren como antidemocrático aquello que les da su legitimidad. Su esencia, presencia y potencia. Pero, más todavía, repele que los Comunes se presten con descaro a ello. Ni siquiera han tenido una duda ante un texto por el que lucharon a brazo partido gentes como Gregorio López Raimundo y Antonio Gutiérrez  Díaz, Josep Serradell (Roman) y Pere Ardiaca, Cipriano García y Jordi Solé Tura, Alfonso Carlos Comín y un largo etcétera. Y fuera de Cataluña los grandes padres de la izquierda como Marcelino Camacho y Santiago Carrillo. Unas personalidades que, tras la declaración de los Comunes, quedan convertidos en tontos útiles al servicio de quienes elaboraron una Constitución antidemocrática.

Hasta  aquí menos llegado. Adiós, Comunes, adiós. Estaba esperando un momento para mejorar mi relación imperfecta con vosotros. No ha sido posible. La distancia se ha alargado hasta tal punto que, al igual que don Leopoldo Alas (Clarín), me veo obligado a exclamar ¡Adiós, cordera!



martes, 18 de diciembre de 2018

El viernes Consejo de Ministros en Barcelona



El gobierno de Pedro Sánchez tomó la decisión de reunirse en Barcelona. Automáticamente los hunos hablaron de concesión a los independentistas; los hotros desempolvaron del armario la palabra provocación. El próximo viernes es la cita. Las espadas siguen en alto y ya veremos qué sucede. De momento, nos encontramos ante un quiero y no puedo de Torra, el presidente—vestigio, la sectaria e inhospitalaria reacción de lo que podríamos llamar independentismo no institucional y el planteamiento de algunas voces, también independentistas, que no quieren brindar un espectáculo de gratuita insolvencia. En fin, algo más que matices. Más grietas no irrelevantes. 

Jordi Sánchez, que sigue encarcelado, ha dirigido una carta al Govern català donde pide con claridad que los costes del no encuentro pueden ser considerables. Es más, reincide en su postura de que facilitar la reunión del viernes no puede ser considerada como un acto de «traición». Jordi Sánchez, que paseó el capote de brega de Rafael Ribó, después cuidó el capote de paseo de Artur Mas y, posteriormente, el suyo propio ha acumulado la suficiente experiencia para saber la diferencia entre provocación y traición. Es un acervo que no parece ser entendido por el Juez campeador que le mantiene en prisión, partiendo de la vieja idea de hágase justicia y explote el mundo.

Al campeador ni siquiera se le ha pasado por la cabeza si la utilidad de Jordi Sánchez es más grande y eficaz --¿para qué nos vamos a ir con rodeos?-- en la calle que en la cangrí. La utilidad de rebajar la tensión del conflicto. Ahí lo dejamos, no sin meditar que depende cómo una interpretación ideológica de la justicia es, por lo general, más propia de pirómanos que de jurisconsultos.

Mientras tanto, Torra vive sin vivir en él. El presidente—vestigio sigue en su castillo de Peñíscola, como aquel Papa Luna, que hizo simétrico el número 13 con su temeraria testarudez.  La siguiente anécdota se la dedicamos al presidente—vestigio.

En los primeros años cuarenta sir Samuel John Gurney Hoare, vizconde de Templewood, era embajador del Reino Unido en Madrid. En cierta ocasión los falangistas organizaron una manifestación en la contra la pérfida Albión en la puerta de la embajada. El gobernador civil de Madrid telefoneó al embajador para tranquilizarle: «No se preocupe, señor embajador, le mandaré más policías». El flemático inglés respondió con retranca: «No me mande más policías, mándeme menos manifestantes». Tal vez tuviera ancestros de la Vega de Granada. Excelsa malafoyá. Se aclara que malafoyá es sinónimo de retranca con sarcasmo, bautizada con el agua de la Fuente del Avellano.



lunes, 17 de diciembre de 2018

El talón de Aquiles del sindicalismo




Isidor Boix es un provocador. Lo es en el sentido primigenio de la palabra. Su origen viene de la voz latina pro vocatio, o sea, el que vuelve a llamar la atención sobre un problema. En ese sentido nuestro hombre es un provocador nato. De hecho siempre lo fue. Conviene felicitarse de ello.


La cosa viene a cuento por el último escrito que ha aparecido en su blog. Mi amigo Isidor nos dice: «Precisamente hoy comienza en Copenhague su 4º Congreso (https://www.ituc-csi.org/4o-congreso-mundial-de-la-csi-20768?lang=en),  lo que me lleva a una elemental pregunta: ¿Cuántos trabajadores del mundo, cuántos en España, lo saben? Y, de entre los que lo saben, ¿cuántos saben de qué se va a discutir en este magno Congreso?, y, aún, de entre los que sepan algo de lo que se va a hablar, ¿cuántos han tenido ocasión de examinar los contenidos de tal Congreso y aportar ideas al respecto?. Y, sobre todo, ¿cuántos de los órganos de dirección sindical?». Esta es su provocación. El mencionado congreso acabó y, todavía, estamos en las mismas: si nadie sabe cómo empezó, tampoco sabemos de qué manera finalizó salvo la cuestión de que la anterior presidenta salió elegida por escaso margen frente a la italiana Susanna Camusso. Francamente, poca cosa. Son varias las reflexiones que me vienen de manera atropellada. 


Primero. El desconocimiento de las estructuras sindicales de cada Estado nacional en relación a los congresos supranacionales representa una patología cada vez más preocupante. Sobre todo, significa la desvinculación de la acción sindical doméstica con la global.  Se diría que cada sindicato nacional va a lo suyo, a pesar de que los problemas son, por lo general, comunes. Lo que lleva a la generación de movilizaciones dispersas y sin ninguna conexión con un proyecto global. Ni siquiera europeo.


Segundo.-- Hablando en plata: a mayor coordinación de los poderes fácticos de la economía y de los respectivos gobiernos, menor es la capacidad sindical de ubicarse en una alternativa y respuesta.  La globalización y los grandes procesos en curso de reestructuración e innovación sólo parece concitar un ensimismamiento sindical en cada país. En suma, a una economía abierta se responde con una acción nacionalista. Más todavía, ni siquiera se sacan lecciones de las pocas movilizaciones de signo global que, aunque pocas, tienen su enjundia. Pongamos que hablo de las luchas de los trabajadores de Amazón.


Tercero.— O el sindicalismo confederal da un giro de 180 grados o corre el riesgo de representar sólo a los últimos mohicanos. Si mantiene su praxis autárquica puede convertirse en el gallo de Morón. Sabemos, finalmente, que el sindicalismo tiene mimbres para proceder al giro copernicano de dar el salto y convertirse en un sujeto plenamente global, capaz de establecer la relación virtuosa con lo nacional, y viceversa.


Referencia. Clique aquí: HOY COMIENZA EL 4º CONGRESO DE LA CONFEDERACIÓN SINDICAL INTERNACIONAL, CSI, en Copenhague”. Escribe Isidor Boix.