sábado, 24 de agosto de 2013

LA IDEA DE LA SOLIDARIDAD



Riccardo Terzi*
                  
                                         Primero


El destino de todas las palabras es ser superadas y consumidas por el tiempo, así acaban siendo atrapadas en la banalidad vacía y redundante de la retórica. Por eso, todo nuestro vocabulario debe ser redefinido para restituir a las palabras su fuerza significante y discriminante. Las palabras, así, se han convertido hoy en un campo de batalla donde se decide el sentido que queremos darle a nuestra vida, a nuestro estar en el mundo.

La solidaridad: ¡cuántas veces se usa y abusa de este concepto, como una especie de condimento sentimental que sirve para endulzar la realidad, para neutralizar las contradicciones y las asperezas! Con un pellizco de solidaridad todo se ajusta, todo queda justificado y aceptado finalmente se pierde su verdadero sentido y lo que queda es sólo retórica barata, que se desliza sobre las cosas sin dejar huella alguna. Probemos ahora a explorar el sentido de la solidaridad y sus posibles interpretaciones para entender qué puede significar concretamente en nuestra vida colectiva. 


                                      Segundo


En primer lugar, ¿dentro de qué perímetro puede ser ejercida? Si el perímetro es demasiado estrecho, la solidaridad acaba siendo ahogada dentro de un angosto mecanismo de autodefensa y se convierte, así, no en un gesto de apertura sino en su contrario: en una maniobra de enroque.  Ya se trate de un clan familiar, de una corporación, de una logia masónica o ya de una organización criminal, en todos estos casos hay un rígido límite que separa lo que hay dentro y lo que está fuera, y la solidaridad interna tiene como su inevitable consecuencia la hostilidad hacia todo lo que está fuera de dicho límite. El trato dominante se convierte entonces en una lógica de exclusión. Y esta lógica la encontramos en las más variadas manifestaciones de nuestra vida social, ya que constituye una dialéctica amigo / enemigo, dentro / fuera, porque toda comunidad se fundamenta en el rechazo del otro.  

Así ocurre, por ejemplo, en las las formas de identidad étnica que basan su destino en una presunta pureza originaria, y que por ello están siempre en guerra con todo lo que, desde el exterior, puede perturbar esa identidad profunda y obscurecer sus raíces culturales o religiosas, imaginarias con frecuencia y provinentes del mito. El leguismo [el autor se refiere al partido de la Lega Nord, N. del T.] ha ofrecido al Norte este modelo de solidaridad, donde la intolerancia de matriz racista no es una desviación sino una componente esencial que da coherencia y vitalidad a todo un modo de pensar, ya que es la misma comunidad la que se define a partir de la identificación del  enemigo.  Sin embargo, este mismo discurso vale para todos los nacionalismos, y si la retórica separatista la sustituimos por la retórica patriótica no habremos cambiado sustancialmente nuestro esquema mental.

Ahora bien, ¿hasta dónde se puede alargar el perímetro de la solidaridad? ¿La respuesta a la cerrazón y a la intelorencia es el universalismo, la idea de una solidaridad sin límites?  Todos estamos llamados a responder positivamente a este interrogante y sentir profundamente el valor de las instancias universalistas, pero debemos advertir que incluso en esta noble tensión ética hay una trampa, un vacío de la solidaridad como práctica real. Si el límite se amplía desmesuradamente acaba siendo abstracta, teórica, porque ya no tiene un objeto concreto y visible al cual dirigirse. Ya no existe “el próximo” sino solamente una lejana nebulosa que no interfiere directamente en nuestra vida. 

Puede ser útil releer algunos momentos del Zibaldone, de Giacomo Leopardi, allí donde el autor ironiza sobre la fábula del amor universal, que aparece como la excusa ideológica, como sostén de la conducta egoista ya que el amor a todos equivale al amor a nadie. El universalismo, así, corre el riesgo de ser una táctica oportunista  para tranquilizar la conciencia sin poner verdaderamente en discusión las estrcuturas sociales existentes y el propio estilo de vida.   

Para Leopardi, que soñaba una posible emancipación de Italia tras una larga decadencia, la nación era el lugar de la solidaridad. Hoy podemos y debemos mirar más allá, porque hemos entrado en la época de la globalización, y todas las identidades tradicionales han sido sometidas a discusión. Pero sigue siendo válida, a mi juicio, su advertencia: el universalismo puede ser finalmente la sublimación de la indiferencia.  

Nos sentimos «ciudadanos del mundo» sin sentir ningún víncolo específico de pertenencia, pero la entrada en esta dimensión commopolíta alargada tiene el efecto de reconocernos en nuestra personal vida individual y de disolver todos los vínculos sociales. Y si miramos bien la realidad, ésta es hoy la trayectoria prevalente, con la solidaridad que se degrada en tanto que retórica, como exhibición moralizante sin que haya un análisis profundo de las contradicciones de nuestro tiempo. Es el fenómeno que el Papa Francisco llama la «globalización de la indiferencia».

Hoy, frente a un mundo cada vez más integrado, el punto de vista de Leopardi ha sido superado y se puede intentar actuar en un horizonte más amplio.  La idea de solidaridad  debe ser repensada y redefinida a la luz de los nuevos procesos globales. Sin embargo, es esencial, en mi opinión, mantener toda la concreción de su impacto en la realidad; es decir, mantener el sentido de “proximidad” a quienes se dirige. Desde este punto de vista, tiene un valor emblemático el fenómeno de la inmigración ya que en él están juntos el universalismo y la proximidad, y ello nos habla al mismo tiempo del mundo y de nuestra vida concreta asociativa.  Es precisamente ahí, sobre ese terreno determinado, donde vemos la insuficiencia, si no el fracaso, de las teorías universalistas abstractas. Porque en la realidad se ha abierto un sin fín de contradicciones, sociales y culturales, que no puede ser afrontado sólo con los recursos de la ética y con la reclamación de derechos, sino que exige estrategias políticas y capacidad de gobierno y regulación de los procesos. Hasta ahora no ha habido soldadura alguna entre el discurso ético y el discurso político. Y sobre la inmigración asistimos a una continua oscilación desde el enfoque moralizante al más cínico realismo. Esto es, hoy, el más desafiante banco de prueba sobre el que se mide en lo concreto la idea de la solidaridad.      

   Europa puede ser el nuevo horizonte donde construir una nueva solidaridad entre los pueblos, poniendo fin a la larga y trágica situación de las guerras y de los conflictos nacionales. Pero el dominio tecnocrático, que caracteriza todas las instituciones europeas se ha movido, hasta ahora, en la dirección opuesta. La Europa de hoy no es el lugar de una pertenencia común ya que está dominada por una restrigida oligarquía de poderes que impone su lógica exclusiva –contraria a las razones de la solidaridad--  como se ha visto visiblemente en el dramático caso de Grecia; y como puede verse en otros países, si no cambia el paradigma de gobierno de las instituciones europeas. 

Pero, volviendo a la cuestión del perímetro, no me parece posible una respuesta unívoca. Debe haber un impulso incluyente y universalizante. Sin embargo, es necesario tener los pies en la tierra y pensar la solidaridad no como una teoría sino como práctica real. Lo que es esencial es el espíritu de apertura, de no exclusión, e impedir de esa manera cristalizaciones, cerrazones y lógicas de secta. La solidaridad parte de lo vivido concretamente y al mismo tiempo debe esforzarse para alargar su campo de acción. Es este equilibrio cotidiano, de particular y universal, lo que debemos saber hacer.   
                                       Tercero


La segunda gran cuestión es la relación entre las causas y los efectos. Si la solidaridad es un modo de hacerse cargo de las situaciones del sufrimiento ¿en qué nivel intervenimos  sobre las razones estructurales de este sufrimiento o sobre su inmediatez existencial? Aquí tenemos una histórica línea divisoria entre la tradición socialista y la cristiana.  El socialismo se ha ocupado de las causas; la religión cristiana lo ha hecho sobre los efectos. Pero esta dicotomía tiene un sentido, ¿es una brecha, o se trata más bien de integrar estos dos puntos de vista? El acento unliteral sobre las causas deja totalmente abierto un territorio de necesidades, de sufrimientos, de derechos que reclaman una determinada forma inmediata de reconocimiento. Por otra parte, el acento unilateral sobre los efectos acaba por descuidar totalmente los mecanismos sociales que producen las situaciones de sufrimiento y, entonces, la más noble acción de solidaridad queda confinada en un espacio estrecho y no tiene la fuerza de proyectar una línea de cambio.     

Cada una de estas dos opciones es de, por sí, incompleta y parcial, y sólo en la integración de ambas –pero no opuestos puntos de observación--  se puede conseguir un suficiente nivel de eficacia. Causas y efectos son dos aspectos conectados, entrelazados y su separación es siempre un acto arbitrario. Si sólo nos ocupamos de un aspecto no nos ocupamos del todo: de la totalidad de la condición humana.    

Es esencial que estas diversas instancias se puedan encontrar y producir una síntesis positiva. No es cuestión de doctrina o ideología, sino de convergencia práctica, de eficacia de la acción, con una intervención multilateral que sea capaz de unir los diversas aspectos de la realidad: el presente y el futuro, lo inmediato y la perspectiva en un cuadro unitario de pensamiento y acción.   

La solidaridad conoce una pluralidad de formas, de recorridos y de sujetos a quienes dirigirse, porque se ocupa del archipiélago del sufrimiento humano que tiene infinitos matices que afecta en su integridad y complejidad a la vida concreta de las personas en sus aspectos físicos, económicos, relacionales, materiales y espirituales.  Así pues, ¿hacia dónde debe orientarse prioritariamente la solidaridad? No existe, no puede existir, ningúna escala jerárquica y cada uno es libre de elegir su particular campo de intervención, sabiendo que es sólo un segmento, un fragmento de realidad, pero sabiendo también que en ese fragmento está en juego la totalidad de la persona. Nos podemos ocupar de enfermos terminales, de tóxicosdependientes, de presos, de inmigrantes, de los sin techo, de enfermos mentales y, así, hasta el infinito.  Todo ello confluye en el gran río colectivo de la solidaridad.     

Lo que unifica todas estas diversas trayectorias es la idea de persona, el valor de su autonomía y dignidad. Si se mira bien, en todas las situaciones de sufrimiento se trata de reconstruir las condiciones de autonomía para una vida libremente elegida y no dominada por potencias externas. En esto consiste la dignidad en la que insiste en numerosos pasajes nuestra Constitución.

“Autonomía” es la palabra clave, porque significa poder proyectar la propia vida y aligerar, dentro de lo posible, todo el peso de los condicionamientos de los vínculos y de las imposiciones autoritarias. La persona, y no la clase, es el sujeto de la solidaridad, no porque el concepto de clase haya perdido significado, como algunos sostienen, sino porque aquí se trata de la condición humana en sus aspectos más generales y la pertenencia de clase es sólo una de las componentes de esta condición importante, pero no exhaustiva. 

Sin embargo, queda como esencial la cuestión del trabajo, porque –a pesar de todas las transformaciones--  el trabajo es el elemento estructurante de lo que constituye la identidad de la persona.  Y del trabajo no sólo debemos ocuparnos de sus aspectos cuantitativos sino, sobre todo, de la calidad de vida que en ello está en juego.  No basta con crear trabajo, hay que ver cómo el continente del trabajo puede ser liberado de tantas formas de opresión, de dominio autoritario que oponen trabajo y autonomía de la persona.  Es el clásico tema de la alienación, de la que se han ocupado filósofos, que hoy no parecen interesar a nadie –ni siquiera a la izquierda--  porque el mercado se ha situado en el centro y no la persona. Si corregimos el punto de mira, considerando que el mercado debe ser una institución que debe ser regulada en función de las necesidades, se abre un vasto territorio de reproyectación social, y en este trabajo la solidaridad adquiere todo su significado, recuperando la socialidad de nuestra convivencia y la dignidad de la persona.   


                                                  Cuarto

A mi juicio, en la práctica de la solidaridad no hay ningún valor de principio en la contraposición entre público y prvado que es sólo la prolongación de una antigua disputa ideológica que hoy está privada de significado. Lo público no es, de por sí, una garantía de respeto de los derechos fundamentales; lo privado no puede identificarse con los negocios (affarismo) especulativo. En entrambos campos pueden haber diversas soluciones, diversos terrenos, y es necesaria una valoración cualitativa con una posición de severidad crítica, sin condenas o obsoluciones apriorísticas.

Como dice el principio constitucional de la subsidiaridad, público y privado, pueden integrar y, conjuntamente, concurrir a la realización del bien común. Es necesaria una garantía pública en lo atinente a los derechos fundamentales y, al mismo tiempo, es un espacio muy amplio que puede cubrirse por la libre iniciativa social, valorizando todas las redes del asociacionismo y del voluntariado.   

La solidaridad es la capacidad de entrar en relación con las áreas del sufrimiento, y esta es una demanda que se refiere a todas las formas de la iniciativa social, pública y privada, valorando las diversas iniciativas con el metro exclusivo de las necesidades humanas que reclaman su reconocimiento. En este campo es perjudicial que todo se oriente al Estado como al mercado, porque la sociedad es donde puede tomar formas concretas proyectos de sociabilidad y solidaridad; el sindicato es uno de los posibles protagonistas de este trabajo social, uniendo trabajo y ciudadanía, empresa y territorio, derechos sociales y derechos civiles.

                                      
                                            Quinto


¿Qué relación existe entre solidaridad y justicia? Pienso que deberían diferenciarse netamente, porque la justicia es una dimensión de la política, mientras que la solidaridad es una dimensión de lo humano, y ella –como dice la doctrina de la Iglesia Católica--  excede a la justicia, va más allá de las normas jurídicas que regulan un determinado sistema social. La justicia se traduce en la igualdad de la norma que tiene un alcance indefinido de situaciones individuales y posee siempre un carácter coercitivo, unificante que no puede ocuparse de un sujeto particular sino sólamente a lo general.  La justicia es abstracta, la solidaridad es concreta.  El caso más visible de esta dicotomía es el de la situación carcelaria que, por un lado, es la justicia en acto, es la situación de la ley, pero es también un lugar de sufrimiento que tiene necesidad de ser frecuentado por gestos de solidaridad. Así que es un territorio humano que todavía está sin cubrir por la acción política, incluso la más justa y progresista; es un territorio inexplorado e intersticial donde está en juego la experiencia existencial de la persona, que representa siempre una desviación, un residuo, un movimiento que se desmarca de todo lo que está bajo el dominio de lo político y de lo jurídico. La solidaridad se ocupa de estos intersticios, sabiendo que ellos no son un residuo secundario, sino solamente el lugar donde se decida la calidad concreta de la vida.    


                                       Sexto


En este aspecto no podemos evitar la pregunta que es verdaderamente crucial y desafiante para cada uno de nosotros:  ¿en qué medida la solidaridad estructura nuestra vida, constituye la trama y la forma, en qué medida estamos dispuestos a hacernos guiar coherentemente por una norma de solidaridad?  El Papa Francisco ha hablado de los «cristianos de salón», cuya religiosidad es sólo formal, conformista, y cuya vida real no está presidida por la fe, sino sólamente por la conveniencia.  Es un examen de conciencia que debería valer para todos (cristianos o no) porque este residuo entre valores predicados y comportamientos reales tiende siempre a reproducirse y, con frecuencia, ocurre que no se tiene conciencia de esta contradicción.  Así que es esencial el discurso sobre los estilos de vida. Y este discurso tiene mucho que ver con la crisis actual de la representación. Porque la relación entre representantes y representados puede funcionar solamente si hay una ligazón auténtica, una comunión de valores y de vida, y la relación de confianza entra en crisis si hay una distancia, una ajenidad, si la política se presenta con la faz de la casta, del privilegio y del oportunismo.     

En una sociedad que tiende a estar regulada sólo por la lógica competitiva, donde cada cual se afirma a costa del otro, donde sólo el éxito es la vara de medir la valoración de la persona, la solidaridad –si se toma en serio—representa el hundimiento de esta lógica. Es el movimiento con el que, individual y colectivamente, nos liberamos de la lógica competitiva y entramos en un horizonte diferente, donde el centro ya no es el yo narcisista sino el sentido de la sociabilidad, con la condición, naturalmente, de que no se trate de un cambio de fachada, de apariencias, sino la condición de nuestras opciones de vida.  Este es el desafío que debemos responder. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a meternos en esa apuesta?  El punto central de todo este discurso es que el yo se realiza en la relación con el otro, rompiendo así la tesis de la Thatcher que dice que sólo existen los individuos, no la sociedad. La solidaridad vive en la proximidad, en el trabajo cotidiano de relaciones con el otro y de constitución de una nueva sociabilidad. No se agota en la excepcionalidad de una emergencia o en el gesto exterior, sino que es real sólo cuando se convierte en una fuerza vital. Y todo ello exige también un importante desafío interior para liberarnos de todas las infinitas escorias morales y sociales que contaminan nuestra vida.   

                                                                           
     * Riccardo Terzi es miembro de la dirección del Sindacato de Pensionati Italiani (Spi – Cgil)


Traducción de Carlos Tebaldi (Escuela de Traductores de Parapanda)                                                        

miércoles, 21 de agosto de 2013

LA CATALUÑA DE BILLETERA

La Generalitat de Catalunya ha hecho públicos los contratos y subvenciones con los medios de comunicación durante el primer semestre. El más beneficiado ha sido el Grupo Godó, editor del diario La Vanguardia, que ha recibido 2, 9 millones de euros, seguido de El Periódico de Catalunya, con 1,5 millones, según datos difundidos por la Cadena SER. Digamos que, así las cosas, estamos ante una nueva versión del viejo (y siempre actual) método del «fondo de reptiles». Aunque es sabido que los reptiles no tienen fondo.  

La cosa tiene miga. Justamente cuando el Govern catalá ha retirado ayudas y subvenciones a hogares de ancianos, recorta a diestro y siniestro por los cuatro puntos cardinales acude solícito a financiar suculentamente a determinados medios de comunicación. Se trata de la doble moral y la doble contabilidad de un equipo de gobierno que fue presentado en su día como el de «los mejores» y ha demostrado competir en el mismo terreno económico con el de Mariano Rajoy, El Empecinado Chico.     

Naturalmente la contrapartida aparente (sólo aparente, ¿eh?) es que dichos medios hagan ediciones en lengua catalana, un idioma lo suficientemente robusto e instalado ya en todos los ámbitos (en la calle, en la vida social y en el mundo académico)  que no necesita ayuda de ningún tipo. Sólo los interesados alarmistas (interesados, he dicho) hablan de retroceso o amenaza de desaparición precisamente para poner la mano y recibir el parné correspondiente. Mientras tanto, un millón largo de personas sufren los estragos que provoca la crisis económica y la ausencia de amortiguadores sociales por parte de los poderes públicos y otro millón largo de buenas gentes ven recortados sus salarios.

La Catalunya de la billetera y del cheque fácil confrontada a la de las necesidades (viejas y nuevas) insatisfechas.


martes, 20 de agosto de 2013

LOS CACHORROS DEL PARTIDO POPULAR

Creo que no se está prestando la debida atención a toda una serie de comportamientos de responsables políticos de la filial del Partido Popular, las Nuevas Generaciones. Posiblemente la timorata idea de que no hay que extrapolar las cosas impide que se entre a fondo en ciertas situaciones que me parecen de la mayor importancia.

Por ejemplo, un jefe de las NN.GG. saluda con el brazo en alto, y para dejar constancia de su no improvisación se hace una foto; otro, no queriendo ser menos que su cofrade llama «moro de mierda» a un marroquí; y, para no discriminar a nadie (ni sentirse ninguneada) una mozuela se fotografía ante una bandera preconstitucional. Llamativa es (por no decir otra cosa) la reacción de un alto cargo institucional del PP llamando chiquilladas a todo ello. Ni la más mínima desautorización, tan sólo «chiquilladas». Es decir, todo se ha reducido a un acné juvenil. Ni tan siquiera llamar a esas camadas al disimulo. Por cierto, ¿alguien llamó la atención, desde las filas de Alianza Popular, a los jóvenes José María Aznar y a Francisco Pérez de los Cobos cuando hicieron trizas un ejemplar de la Constitución Española cuando les salían pelillos en la barbilla? No, padre.

No salir al paso, desde dentro y fuera del PP, a tales comportamientos (que expresan una concreta forma de ser) invita a la generalización de dichas actitudes, a la extensión de esa simbología y su posterior consolidación. Con las repercusiones que ello podría tener cuando estas camadas de lobeznos dirijan el Partido popular, una vez desaparecido el acné juvenil. Porque estas son las levas que después gestionarán esa organización.

Pero no cabe esperar elementos de corrección por parte de los mayores. El ejemplo de éstos es lo que, mayormente, les incita y acucia. Se diría, además, que es una guerra de posiciones entre estos sectores ultras para generar unas concretas relaciones de fuerza en el interior del Partido popular. Sus repercusiones en la vida política e institucional serán evidentes.

Dicho queda. 

lunes, 12 de agosto de 2013

DISQUISICIONES JURÍDICAS EN UN VERANO DE BARCELONA

Miquel A. Falguera i Baró. Magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.


Es costumbre que la prensa en verano se dedique a aconsejar a sus lectores sobre actividades para disfrutar el ocio en vacaciones. También en este blog hallarán ustedes cuando llegan estas fechas recomendaciones de lecturas o divertimentos literarios escritos por su editor. No sé si es el calor y la modorra que comporta; o, tal vez, la falta de noticias y de debate ciudadano. Porque, aunque haya crisis y poco dinero, el Agosto mediterráneo –siendo insoportable- hace dormitar a los ciudadanos, para desconcierto de los teutones y otros tipos septentrionales.

Hace ya tiempo que José Luís me viene reclamando que escriba algo en este ilustre blog, pero uno se va haciendo el remolón, enfrascado en sentencias, publicaciones y en polémicas jurídicas.

Pero como la llamada del editor de hace unos días tenía carácter de ultimátum y uno precisa de un cierto reposo mental que lo aleje del debate iuslaboralista, me van a permitir que me sume a esa tendencia de la intrascendencia veraniega y les proponga que me acompañen por una breve caminata por mi barrio de acogida, Sants (aunque uno nació, y a mucha honra, en el menestral y obrero Poble Sec).  Por si se quedan en Barcelona de vacaciones –que la crisis es mucha crisis- o si, por un casual, son ustedes visitantes en mi ciudad (en este caso, sean ustedes bienvenidos).

Ya sé que con los calores no apetece mucho andar. Pero no se preocupen, la ruta que les propongo no tendrá más de cuatrocientos metros y, en su mayor parte, la realizarán ustedes bajo la sombra de frondosos plataneros. Y si quieren, podemos hacerla a última hora de la tarde, cuando ya los termómetros van a la baja.

Les propongo empezar el recorrido en la esquina de la calle Galileu con Valladolid. Delante suyo podrán ver un alta chimenea y, tras ella, un viejo edificio rehabilitado que alberga la escuela Barrufet (uno de los centros docentes de más amplia tradición democrática y multicultural de estos lares) y una biblioteca pública. Esa chimenea y ese edificio son los restos del denominado Vapor Vell, es decir, una de las primeras fábricas textiles instaladas en España que funcionaba con vapor (palabra que se utilizaba en catalán en el siglo XIX para denominar las nuevas empresas que usaban esa fuente de energía) Pueden acceder a información al respecto en Wikipedia, aunque les advierto que sólo hallarán entradas en catalán, euskera y noruego del norte.

Pero el Vapor Vell no fue una fábrica cualquiera. Aunque hubo luego muchas otras en Sants, allí se produjo una de las pocas experiencias luditas del movimiento obrero español (salvo que ustedes consideren que el extraño fenómeno de la Mano Negra era tal).  Tras la huelga de las selfactinas en 1854 (al respecto sí hay entrada de la Wikipedia en castellano), al año siguiente se produjo la primera huelga general en Cataluña, momento destacado en forma casi unánime por los historiadores como el inicio del movimiento obrero en España. A lo largo de ese conflicto y aquí, en esta esquina de las calles Galileu y Valladolid, resultó tiroteado el director del Vapor Vell, Josep Solé i Padrís, mano derecha del prohombre empresarial y mecenas de Gaudí Joan Güell i Ferrer (con calle en el barrio).  La respuesta del poder se cobró la vida del dirigente obrero Josep Barceló –por la imputación de otro lejano asesinato en un lugar que él nunca había visitado en un proceso lleno de irregularidades-. La primera escuela de formación sindical de la CONC llevó su nombre, por el empeño del maestro Ángel Rozas.

En esta esquina, si afinan el oído, aún podrán oír los gritos de aquella primera huelga y, si me apuran, el fragor del equivocado disparo.

Acompáñenme ahora por la calle Valladolid. Mientras tanto, podemos conversar del recientemente publicado R Decreto-Ley 11/2013. Ya sé que había prometido no hablar de Derecho, pero, amigo mío, mi mundo es ése y pocos temas más de conversación tengo para recorrer los apenas trescientos metros de dicha calle. Y, haciendo oídos sordos a sus quejas, empezaré destacando cómo dicha norma queda lejos de dar la cobertura necesaria en materia de Seguridad Social a una buena parte de los trabajadores a tiempo parcial (aunque se ha mejorado, un poco, la condición de las personas que llevan muchos años sin poder realizar jornada completa). Mas mi reflexión va por otros lindes: ese pequeño cambio surge de las variadas sentencias del Tribunal Constitucional que declararon contrario a la Constitución el trato legal anterior de ese colectivo. Pero ocurre que en otros pronunciamientos previos de dicho órgano se había prácticamente validado esa misma regulación. ¿Por qué esa deriva en el TC? El tema es simple: en noviembre pasado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea había llegado a la conclusión que el mentado precepto infringía la Directiva Comunitaria de Igualdad de trato entre hombres y mujeres en materia de Seguridad Social, a raíz de una valiente cuestión prejudicial que había planteado el titular del Juzgado de lo Social número 33 de Barcelona, Joan Agustí.  Entonces, tras esa sentencia del TJUE, el TC dictó su primera sentencia al respecto, dando respuesta a la cuestión de inconstitucionalidad que había formulado el TSJ de Galicia… nueve años y medio antes…

Cabría preguntarse porqué nuestro TC ha sido –al menos, en el terreno laboral- tan pacato siempre declarando la inconstitucionalidad de las leyes estatales. Con contadas salvedades hallarán ustedes pocos supuestos en que dicha declaración se haya efectuado, con la excepción de normas que han sido ya previamente derogadas; o, como en este caso, cuando el TC no podía hacer otra cosa que seguir los dictados del TJUE.

Y es ésa una tendencia que no viene de nuevo: tiene una larga tradición. Es decir, que el órgano con exclusiva competencias para dilucidar si una ley (no un reglamento: eso lo podemos hacer los jueces ordinarios) se adecua a la Constitución casi siempre –salvo esos supuestos excepcionales “inocuos”- ha dado una respuesta positiva. Tal vez ello explique el claro interés de los partidos políticos en los nombramientos de sus miembros. ¿Quizás también explique algunos fenómenos recientemente conocidos de alta transcendencia mediática?

Pero, abstraído en la charla, no me he dado cuenta de que hemos llegado al final de la calle Valladolid, al desembocar en la de Vallespir.

Pues bien, si miran ustedes en frente podrán comprobar cómo hay un pequeño descampado vallado, de fincas derruidas hace años, cuando el entorno de la Estación de Sants tenía que ser remodelado, con motivo de la llegada del AVE. Pero, aunque el AVE llegó se acabaron los dineros. Y ahí seguimos, un lustro después, con un amplio espacio destartalado.

Pues bien, en ese descampado que verán ustedes al frente, en el número 12 de la calle Vallespir, se alzaba el Ateneu Racionalista de Sants dónde se celebró el famoso Congreso de Sants de la CNT catalana en 1918 (hay entrada en la Wiki, aunque esta vez sólo en catalán); congreso en el que se aprobó el salto del modelo de sindicato de oficios y que conformó el nuevo  sindicalismo confederal, lo que conllevó al éxito, dos años después, de la huelga de la Canadenca y la conquista –por vez primera, aunque en forma efímera- de la jornada de ocho horas.


Acérquense todo lo que puedan a la valla. La tierra que pisarán la recorrieron hace casi un siglo Angel Pestaña y Salvador Seguí, el Noi del sucre.  Ni una triste placa recuerda la efeméride. Sólo una especie de plafón colocado por el Ayuntamiento pide consejo a las organizaciones de barrio para determinar el uso temporal del predio… ¡qué poca imaginación y qué dislate: eso se antoja tierra sagrada!

Por suerte, la destartalada plaza que se abre ante sus ojos –también afectada por la falta de fondos tras el AVE- lleva por nombre Joan Peiró (aunque dudo mucho que los burócratas municipales conocieran la proximidad del lugar de celebración del Congreso: ocurre que Peiró, que se encumbró como dirigente confederal tras el mismo, había nacido en Sants)

Llegados a este punto mi “otro yo” jurista sale a la superficie, dándole de nuevos vueltas al R Decreto-Ley 3/2013.

Verán: se ha hablado mucho por la prensa de la nueva regulación que se ha dado a la impugnación individual de los despidos colectivos. Pero en general se ha omitido algo esencial: la nueva norma nos dice a los jueces que esos despidos “únicamente” podrán ser declarados nulos cuando se incumplan los requisitos de celebración del período de consultas, la aportación de la documentación correspondiente en el mismo, el sometimiento a la decisión del juez del concurso en caso que la empresa se halla sometido al mismo, el seguimiento del procedimiento específico en el supuesto de fuerza mayor o la vulneración de derechos fundamentales. Nada nuevo –estaba ya así tras la Ley 3/2012- salvo ese “únicamente”. Una minucia, se dirán. Pues no: ocurre que una buena parte de los pronunciamientos hasta ahora recaídos en la materia habían considerado que la decisión extintiva era antijurídica por variados motivos, como el fraude de ley o, especialmente, la falta de proporcionalidad de la extinción (por ejemplo, el caso de Telemadrid, en el que un descenso de ingresos del diez por ciento comportaba la extinción del ochenta por ciento de los contratos).

Pues bien, ahora cuando jueces y tribunales lleguemos a la conclusión que el despido, aún existiendo causa, es fraudulento, sólo podremos declarar –sin que quede claro- que no es ajustado a derecho, lo que comporta menos tutelas para los trabajadores….

Perdido en mis elucubraciones jurídicas casi me olvido de observar que delante de ustedes se extiende una amplia avenida (el Passeig de Sant Antoni) y un poco más allá un parque. A su izquierda verán la Estación de Sant. Pues bien, todo este basto terreno era, en su día, la España Industrial (también conocida como “el Vapor Nou” –nuevo-). Probablemente una de las fábricas textiles más grandes que existieron nunca en España, que fundó la familia Muntadas Prim, también con calle en el barrio. El paradigma durante buena parte del siglo XX de la empresa fordista (con guardería, club deportivo, trabajo en cadena, comunicación por ferrocarril…)

A su izquierda verán un astrado parque infantil. En él aún se podían observar hace unos años los vestigios de los vestuarios de la empresa…

Si se detienen un momento y se concentran podrán sentir las desesperanzas, las luchas y los desvelos de los miles de trabajadores que allí se consumieron…

Pero no quiero dejarles escapar sin hablar de la famosa ultractividad de los convenios. De hecho, el editor de este blog viene tiempo ha pidiéndome que escriba sobre el tema. Algunas reflexiones mías podrán encontrar por ahí sobre el tema en las mejores revistas especializadas. En concreto, la que yo dirijo para la sección de lo social de Jueces para la Democracia, aunque les advierto que también en este caso la publicación está en catalán.

Pues bien, no me voy ahora a detener sobre los intríngulis de la nueva regulación –estamos en Agosto- sólo quiero reseñar que en la etapa inicial de aplicación de este tema a mí me aparecen trece problemas jurídicos de hondo calado (hay más, pero surgirán en el futuro) Y cabrá preguntarse cómo se puede ser tan chapuzas. De hecho, la reforma laboral del 2012 es una enorme chapuza técnica, más allá de sus contenidos. Es lo que ocurre cuando las leyes se hacen desde la mera ideología y el sectarismo (aplíquenlo también a las leyes elaboradas por la izquierda)

Pero también cabrá remarcar otro aspecto que se olvida: todo este debate y toda esta problemática se habría evitado si los agentes sociales hubieran negociado –hace muchos, muchos años- los procedimientos aplicables de futuro en los convenios, bien en los propios textos de éstos, bien mediante Acuerdos Interconfederales.  De  aquellos barros nacieron esos lodos.

Y aunque es cierto que el Acuerdo catalán sobre ultractividad pude componer –mal y tarde- gran parte de esa problemática aplicativa, no puedo dejar de criticar el lamentable, generalista y vacío de contenido acuerdo estatal sobre la misma materia.

Ahora, el legislador y los agentes sociales nos miran a los jueces para que les solucionemos la papeleta. Y la respuesta final –que les adelanto ya, llegará a medio plazo, hasta que el tema se sustancie por el TS o, en su caso, por el TC- dejará descontentos probablemente a tirios y troyanos. Ya se sabe: los jueces somos los malos de la película. En definitiva, para eso nos pagan los ciudadanos.

En un paseo de apenas trescientos metros hemos recorrido todo el imaginario del movimiento obrero de los siglos XIX y XX: desde los inicios del industrialismo, la primera huelga general y las prácticas luditas hasta el fordismo, pasando por la conformación del sindicalismo confederal. En pocos lugares hallarán ustedes en tan poco espacio hitos históricos similares. Y siento haberles chafado el paseo con mis amargos comentarios de un jurista que ve cómo su disciplina hace aguas.

¿Y ahora qué, se preguntarán?. Pues poco más puedo ofrecerles. Si atraviesan la Estación de Sants se internarán en el Eixample barcelonés. A pocos metros verán enormes edificios de oficinas de servicios. Y entrarán en esa cuadrícula tan impersonal y tan de nuevos ricos, en la que cada vecino es un extraño para el otro.

O, si prefieren seguir con el viaje histórico pueden ustedes cruzar el Passeig de Sant Antoni, bajar por la calle de Riego –en honor del ilustre general asturiano- y cruzar la calle de Sants. Delante suyo encontrarán la calle Cros y allí hallarán en pocos metros el lugar dónde se fundó pocos días antes del 14 de abril de 1931 Esquerra Republicana de Cataluña. Ésa es la opción antigua: contra lo que se acostumbra a creer la parte vieja de la antigua Vila de Sants discurría alrededor de la actual Calle de Sant Crist (en la siguiente esquina), el antiguo “camí ral”, que comunicaba Barcelona con Castilla y, en especial, en la parte sur del barrio, alrededor de lo que hoy es la vía semicubierta del ferrocarril. El sector más cercano a la Marina de Sants –más o menos la actual Zona Franca-, dónde malvivían los campesinos pobres que surtieron de mano de obra barata a los Güell i a los Muntada para sus imperios fabriles.

Ustedes eligen: o esa insolidaria y pequeño burguesa modernidad del Eixample –ya no, tan nueva- o perderse por los recovecos de lo viejo. Perdóneme si no les acompaño a partir de aquí. Yo me quedo en mi barrio.

Si quieren hacer ese corto recorrido por el paisaje de Sants –y por la historia del movimiento obrero de Barcelona, Cataluña y España- dense prisa porque en menos de dos semanas empieza la fiesta mayor de mi barrio de acogida. Y prácticamente todas las calles que les he citado estarán engalanadas, y llenas de gente bailando, niños jugando y viejos jugando al dominó.

Porque la gente digna se divierte cómo puede. Incluso con crisis. Porque la gente digna no olvida de dónde viene. Incluso con la crisis. Y porque la gente digna sabe (aunque a veces no lo medite demasiado, extasiada aún por la droga de la falsa riqueza que tanto ha emponzoñado la razón), quiénes son los culpables. 

viernes, 9 de agosto de 2013

LA EXTREMISTA VIOLENCIA DE LA CEOE

La CEOE tampoco se ha sumado a las exigencias de Olli Rehn, en la actualidad Comisario de la Unión Europea para asuntos económicos, de rebajar los salarios un diez por ciento. Como es sabido el origen de ello está en el Fondo Monetario Internacional. Sin duda, es mejor que la patronal orgánica haya rechazado, de momento, la extremista petición de Olli Rehn, un personaje que, como el Fondo, ensalza sus propias calamidades.   


Ahora bien, ¿dónde está el gato?

El gato está en que la CEOE no quiere abrir dos frentes simultáneamente de tanto calado: el de la desestructuración del mercado de trabajo y el de los salarios, pues «casa de dos puertas mala es de guardar». Son dos teclas que intenta gestionar sin aturrullamiento. Así lo ha hecho siempre: campañas de potente agitación en torno al tema que le interesaba en cada momento. Y ahora lo que «toca» es ampliar el diapasón reivindicativo en torno a los contratos.

De hecho, la cuestión salarial está bajo mínimos: en 2012 se pactó un alza del 1,2 por ciento, pero  el resultado global fue un descenso del 0,6 por ciento y el 28 por ciento de los acuerdos registrados hasta julio pasado ha sido del cero por ciento. Así las cosas, no hace falta seguir formalmente las instrucciones de ese Olli Rehn: el pescado está vendido.     

Como decíamos ahora toca seguir limando al máximo el elenco de derechos sobre las condiciones de trabajo y sus mecanismos de protección. Lo ha dejado claro el documento titulado Las reformas necesarias para salir de la crisis, que la patronal aprobó en la última Asamblea General del mes de julio para remitírselo al Gobierno. En este sentido, la CEOE apuesta por que el empresario pueda convertir unilateralmente contratos a tiempo completo en contratos a tiempo parcial cuando concurran causas económicas, técnicas, organizativas o de producción, y cuando esta modificación suponga una alternativa a eventuales despidos objetivos. Hacemos notar la expresión «unilateralmente». Es todo un concepto que quiebra el código genético del Derecho del Trabajo y que situaría la condición trabajadora en un espacio de darwinismo social.  Y, al mismo tiempo, añade más grietas a la calidad de la democracia española, hoy presidida –como hemos señalado en anteriores ocasiones— por un termidorismo rampante. O lo que es lo mismo: nunca como ahora la cuestión social es parte fundamental de la cuestión democrática.  

Mientras tanto Mariano Rajoy, El Empecinado Chico, intenta distraernos con esas malvinitas del Peñasco.


miércoles, 7 de agosto de 2013

LOS DELATORES DE ESA BÁÑEZ

El Clan de los Genoveses aplaude la medida de su Báñez: la delación secreta. El portavoz de Jueces para la Democracia, por el contrario, explica que roza la legalidad.

Se trata de una medida gravísima, con un explícito contenido de populismo justiciero que, de extenderse, nos llevaría a un Estado de delación. Una vuelta de  tuerca más del termidorismo rampante del gobierno que preside Mariano Rajoy, El Empecinado Chico: hacer de la ciudadanía una caterva de sicofantes, de soplones. (Es insoportable este hedor que viene de las sentinas del Ministerio de Trabajo).

Lo cierto es que esta Báñez tiene una idea bastante chocante de la justicia. Sobre ello el Magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, don Miquel Falguera, versó en Diez acotaciones a unas manifestaciones de la Ministra de Empleo y Seguridad Social. No se corten y lean: «Dijo la Ministra en un acto en Bilbao en una reunión organizada por el Círculo de Empresarios”tengo más miedo a los jueces que a los hombres de negro”.  En dichas declaraciones no se estaba refiriendo a la querella interpuesta contra ella por el PSOE por revelación de secretos (al haber filtrado a la prensa desde su propio ordenador oficial los datos aportados por dicho partido en el proceso de despido colectivo en que actuaba como empresario) En realidad, lo que venía a decir es algo así como “esos jueces quieren cargarse mi magnífica reforma laboral”» (Es canónico decir fin de la cita).  A lo que, añade un servidor, no es ocioso recordar que dicha reforma fue redactada por un alumno aventajado de don PP de los Cobos, el chocante presidente del Tribunal Constitucional.

Ahora bien, dado el hartazgo de explicaciones de naturaleza política que se están dando al respecto, ¿no sería atinado volver la mirada a esa cofradía de moda, los psicólogos, que lo mismo planchan  un huevo que fríen una corbata para que nos expliquen a qué viene esto de la «ocurrencia Báñez?» Sea, vayamos al Olimpo de esta refitolera cofradía.

Podría tratarse –lo diría con cautela, naturalmente--  de una reedición de los usos y costumbres de la niña Báñez que, en el colegio de las monjas, era una acusica. «Madre, ha sido María del Amor Hermoso la que se tiró el peo durante la comunión».  Sin embargo, la muy cuca no se chiva de los asuntillos de su familia.


Apostilla. Por favor no se pierdan el artículo citado de don Miquel Falguera.  

domingo, 4 de agosto de 2013

¿QUIÉN LIDERARÁ EL PROCESO CATALÁN?

Nota editorial. Nuestro amigo Fabrizio Lo Causi nos manda estas atrevidas notas en un correo electrónico. Naturalmente, intuimos que era un ruego indirecto para ser publicadas en este blog. Nos hemos limitado a limar  algunas incorrecciones sintácticas y algunas faltas de concordancia. Aprovecho la ocasión para agradecer a Lo Causi su grata hospitalidad en Nápoles y el envío de dos discos de Roberto Murolo. JLLB



Escribe Fabrizio Lo Causi


Querido José Luis:

Me dicen unas amistades comunes que, por lo general, tienen información fundada, que en el seno de ese abanico de movimientos que intenta encaminar a Catalunya hacia la independencia existe una sorda lucha no ya por la mayoría sino por la hegemonía. Nada hay nuevo bajo la capa del Sol: en todas las etapas de transición se han dado unas situaciones similares. Me explico, bajo el manto de una real confluencia unitaria siempre hubo hechos de diferenciación que, con mayor o menor visibilidad, que contradistinguían a los unos de los otros. Convendrás conmigo que es cosa normal.

Toda una serie de movimientos que aspiran a la independencia de Cataluña parece que están unidos en ese primer objetivo. Pero, vista la cosa desde el golfo de Nápoles, no me parece que haya otras coincidencias entre, por ejemplo, el grupo que lideran la monja Forcadas y el sector soberanista de Convergència democràtica de Catalunya.  Como tampoco me parece que, al margen de las (repito) coincidencias de coyuntura, se pueda decir que son la misma cosa la CUP y Esquerra Republicana. En pobres palabras, ese bloque heterogéneo coincide en, para ellos, la cuestión principal (esto es, la independencia) pero ahí acaba el consenso.

Visto desde aquí --perjudicado por la lejanía, aunque favorecido también por la distancia--  me atrevo, tal vez imprudentemente, a proponerte algunas consideraciones. 1) No está escrito definitivamente que ese abanico consiga su objetivo principal, la independencia; aunque, si no lo hace, dicha reivindicación estará presente en la arena política catalana y española. 2) Pero, tanto si lo consigue como si no lo alcanza en un tiempo histórico relativamente corto, el problema que se planteará será éste: qué formación podría estar llamada a ocupar la centralidad de esa aspiración.

Apunto la siguiente tesis: es improbable que lo sea Convergència. Más bien apunto a que ese papel estará en manos de Esquerra. No lo sería Convergència porque suscita no poca desconfianza por parte de los grupos situados a la izquierda. Lo puede ser Esquerra porque navegará en el mediterráneo de la «equidistancia». Naturalmente, se trata de una Esquerra que haría el papel de don Calogero Sedara (el padre de la bella Angelica) en Il Gattopardo. Esto es, pactar con los poderes fácticos reales (leáse económicos) a cambio de ocupar la centralidad política y sus derivados alimenticios. Lo que comportaría que Esquerra fuese, al menos oficiosamente en la nueva toponomástica, «il partito amico» de dichos poderes fácticos. Que, por supuesto, no descuidarían la vieja amistad con Convergència, pero ya no como socio preferente. Porque los poderes son perejil de diversas salsas. 


Sea como fuere, de momento te deseo lo mejor y, como decimos aquí: «estate buono e governate». 

jueves, 1 de agosto de 2013

DE PARTE DE MAQUIAVELO AL PAPA FRANCISCO



Las declaraciones de Francisco sobre la laicidad del Estado, contra la corrupción y el llamamiento a la juventud para que «arme lío» de rotundo contenido rupturista no han tenido igual correspondencia con relación al papel de la mujer en el seno de la Iglesia. Es, pues, lógico que el entusiasmo femenino no tenga el mismo diapasón que el demostrado por otros sectores. Me ahorro explicar el carácter y la amplitud de las declaraciones de Francisco pues han sido magníficamente relatadas por el maestro Gabriel Jaraba en  Del anatema al diálogo.

 

Cierto, Francisco es conservador a la hora de abordar la «cuestión femenina en la Iglesia». Que es como decir la igualdad de hombres y mujeres en una concreta comunidad. Para un no creyente como un servidor es un problema –otro más, naturalmente--  de democracia real. Más todavía, una cosa es (como es mi caso) estar al margen de las religiones y otra ser indiferente a la naturaleza (autoritaria o democrática) no tanto de las religiones como de las estructuras eclesiásticas de éstas. No soy, pues, indiferente a esto último.

 

Ahora bien, una persona que ha puesto encima de la mesa la cuestión de la laicidad del Estado es un renovador de mucho alcance que ha eliminado una potente «creencia muerta» y potencialmente lo puede ser más todavía. Algo de eso dijo Maquiavelo: «Porque un cambio siempre deja abierto el camino para otro» (1). Suponemos que Francisco ha leído a Maquiavelo, aunque desconozco si forma parte de la legión de compañeros de cofradía que denigraron ad nauseam al famoso secretario florentino. Abro paréntesis, también –desde la acera de enfrente--  algunos compitieron con el ardor guerrero de los jesuitas: «Uno de los argumentos de la acusación que en el curso de los procesos de Moscú formuló Viscinsky, el gran acusador, en su alegato contra Kamenev, quien había sido embajador de la URSS en Roma y que se había apasionado con la lectura de Maquiavelo, fue el haber escrito un prefacio de El Príncipe» (2). Cierro paréntesis.

 

Pues bien, si Francisco ha leído sin prevenciones a Maquiavelo también recordará aquello de «Porque el que introduce innovaciones tiene como enemigos a todos los que se beneficiaban del ordenamiento antiguo, y como tímidos defensores a todos los que se beneficiarán del nuevo» (3), una máxima que vale para todas las organizaciones religiosas y laicas. O sea, Francisco debe estar al tanto. De los primeros –esto es, de los enemigos--  podríamos decir con el florentino que «estas fracciones nunca se mantendrán pacíficas mientras tengan sus propios cardenales».  Y de los segundos tampoco debe olvidar que históricamente algunos tímidos defensores se convirtieron andando el tiempo en unos chaqueteros, pongamos que hablo de Woytila y Ratzinger, centristas en el Vaticano II y extremistas en el post concilio.  Visto lo visto, Francisco debe proceder, la forma es cosa suya, a una profunda renovación organizativa de toda la institución. Porque lo que ha dicho en Brasil puede haberse visto como un casus belli  no sólo por el fenómeno curial sino por el epifenómeno de órdenes religiosas, congregaciones y hasta por sacristanes ya sean de pueblo o de capital.

 

 

Seamos claros: de la formulación sobre la laicidad del Estado se desprenden consideraciones de mucho ringorrango. No es un planteamiento abstracto. Es tan concreto que, por ejemplo, nos interpela a nosotros a preguntar: así las cosas, de las que nos felicitamos, ¿qué carácter debería tener el Estado Vaticano? ¿No sería coherente, tras lo dicho por Francisco, que el Vaticano desapareciera en tanto que Estado? 

 

Francisco, en su condición de Papa, es un hombre poderoso. Pero, también le es aplicable lo que aconsejaba Tácito en los Anales XIII.19: «Que no hay nada más débil e inestable que la fama del poderoso que no nace de su propia fuerza». De lo que se desprendería lo siguiente: debe usar la verticalidad no democrática de la Iglesia para construir gradualmente un sujeto plenamente democrático.

 

De los apoyos que reciba Francisco dependerá si se abre un «nuevo ciclo» o no. De momento las navajas de Albacete parecen estar en alto contra Francisco: algunas guildas vaticanas y sus franquicias en el exterior intentarán impedir este nuevo itinerario que plantea, en diversos campos, el papa Bergoglio. Y no está descartado que, visto lo visto, pueda reproducirse la maniobra que puso en marcha la curia contra Celestino V encumbrando al sinvergonzón de Bonifacio VIII.         

 

 

Notas

 

 

 

(1)  Nicolás Maquiavelo. El Príncipe, Capítulo II. Colección Austral, página 38.

(2)              Giuliano Procacci. Introducción El Príncipe. Colección Austral. Página 10

   (3)     Nicolás Maquiavelo. El Príncipe, Capítulo VI.            Colección Austral, página 57.