martes, 30 de abril de 2019

Sindicalismo y elecciones generales. Mañana Primero de Mayo



El sindicalismo confederal ha tenido un destacado lugar en el triunfo de la izquierda en las pasadas elecciones generales. Lo ha hecho desde su independencia de criterio e instrumentos: es el sujeto social que no es de la izquierda, pero que está en la izquierda.  Las voces amigas de ´ser´ y ´estar´  ayudan en este caso a entender el carácter y el papel del sindicalismo. Ese papel lo ha desarrollado el sindicalismo de manera pulcra: voten a las izquierdas, así en genérico. Que todos entendieron o al PSOE o a Unidas Podemos.

En muy pocas ocasiones se ha volcado con tanta intensidad y energía. El sindicalismo ha sido consciente de que estos comicios tenían una insólita singularidad. O entrar en un «oficio de tinieblas» o la hipótesis de avanzar en la justicia social dando fisicidad a la democracia. Este –me parece a mí--  ha sido el reto central de las organizaciones que dirigen Unai Sordo y Pepe Álvarez.

Ahora bien, en esta vuelta ciclista a España –la del domingo pasado--  le queda la etapa de montaña: las europeas y las municipales. El sindicalismo, en tanto que sujeto urbano y europeo, debe continuar pedaleando en pro de las izquierdas. Con el mismo ethos que hasta ahora. Perdón, con más diapasón todavía. La primera oportunidad será mañana, Primero de Mayo.  Que los de chichinabo llaman 1 de Mayo. Inciso: el 1 de Mayo es un día más del almanaque; el Primero de Mayo, ya saben, es otra cosa: la compleja historia  de un proyecto emancipatorio y la búsqueda de futuros imperfectos.

En síntesis, el sindicalismo confederal  durante las pasadas semanas ha mantenido, metafóricamente, un diálogo con las izquierdas, revindicando medidas urgentes y de largo recorrido. El próximo gobierno debe ser consciente del albarán que le ha enviado el sindicalismo confederal. Su respuesta debe ser clara. Al menos tan clara como lo ha sido la postura sindical en este proceso electoral. Conclusión: do ut des. O sea, si te doy, corresponde.  ¿Está claro?

lunes, 29 de abril de 2019

Da gusto ver el mapa electoral




La victoria del PSOE en las elecciones del domingo es de gran importancia. Éxito en el Parlamento como en el Senado. Esta victoria tiene como adobo la estrepitosa derrota del Partido Popular en ambas cámaras. El Aznar Chico ha perdido más de la mitad de sus representantes. Una hecatombe. La Docta define la ´hecatombe´ en su tercera acepción así: «suceso en el que hay muchos perjudicados o muchos perjuicios o situación que conduce a ellos». Ahora bien, la victoria de la izquierda tiene también una lectura europea.

Los onagros neo populistas andan desbocados por Europa. En España han sido vencidos. Cierto, los ultras han entrado en el Parlamento y sus resultados no son despreciables. Pero, siendo inquietante lo que han conseguido, no es tan tenebroso como lo anunciaba la mayoría de las encuestas. Seguramente  tan terribles pronósticos alertaron a centenares de miles de  personas a dejarse de martingalas y toreo de salón, vale decir, acudir masivamente a votar a las izquierdas. Esa parte de la sociedad que ha salido a la superficie de las urnas ha podido comprobar la eficacia de su voto.

Una última consideración: dentro de tres semanas volvemos otra vez a las urnas. Europeas y municipales. Dispensen el casticismo: hay que rematar la faena. Debemos darle más consistencia a lo que se alcanzó ayer. Lo ideal sería superar los niveles de participación o, por lo menos, que estuviera a la misma altura. Por lo demás, visto lo visto, creo que algunas candidaturas de izquierda, que no han alcanzado representación parlamentaria, deberían hacer un gesto de eficacia retirando sus candidaturas.

Mientras tanto, me quedo embelesado con la nueva estética del color que tiene ahora el mapa de España. Da gusto verlo.  ¿Estamos?

domingo, 28 de abril de 2019

Primer análisis electoral a bote pronto




Primer tranco

Ya veremos en su momento qué condiciones se van a dar para la formación de gobierno. En todo caso, presentamos estas consideraciones, urgentes y provisionales, sobre el resultado de las elecciones generales. Primera consideración general: existe la izquierda; los análisis que hicieron algunos de la desaparición de la izquierda eran interesadamente exagerados. Primera consideración política: la izquierda ha ganado las elecciones; los discursos que durante la campaña han hecho las derechas han sido puro cacareo. Segunda consideración: Pedro Sánchez ha sido el gran triunfador.

Ha ganado la España que quiere basar  su personalidad en las materializaciones concretas de la justicia social como pilar del progreso. Ha perdido esa España de las patologías ultramontanas y tridentinas que frenaron el avance y el desarrollo. Ha ganado la política frente a las zahúrdas de camorristas y tahúres, que han propalado a destajo no sólo bulos de grueso calibre sino, sobre todo, infundios contra las izquierdas.  

Ha ganado la España de la serenidad y ponderación frente a la irascible incompetencia de los niñatos (y niñatas) que, todavía sin tener la muela del juicio, cultivaron un adanismo de alpargata: el adanismo de derechas con brillantina y olor a pies.  Ha perdido la España de ese transfuguismo cañí que buscaba un lugar en el Sol. Más todavía, todo ello se ha dado en un contexto de alta participación electoral.

Segundo tranco

Pablo Casado, el Enviado de Aznar en la Tierra, ha organizado su monumental fracaso, llevando al Partido Apostólico a los resultados más bajos de su historia, hecha la excepción de las elecciones del 77. Por supuesto, la competencia con los de Rivera y los ultras le ha jugado una mala pasada. Pero, así estaban las cosas desde el principio. Prefirió contagiarse del barrizal ultra en vez de diseñar y hacer una campaña política ordenada, autónoma. Un barrizal en buena medida creado por el propio Casado y su sala de máquinas, que ha incrementado el fenómeno Vox, cuyos resultados inquietantes merecerán los debidos comentarios en los próximos días. 

Explica Zarzalejos que ha recibido información de dirigentes del PP que piden la creación de una Gestora. Digo yo que serán los del sector agraviado.  

Un Casado alocado, sin temple. Que prefirió confeccionar sus listas sobre la base de una serie de fichajes sin orden ni concierto. Una extraña mezcolanza de personas pintorescas, dejando en la cuneta a toda una serie de vacas sagradas.

El batacazo de Casado traerá sus consecuencias. Y la singularidad de estas elecciones, además, podrá ir en la vía que apunta Javier Aristu en  Domingo 2019 (1). A ello me remito.

Explica Zarzalejos que ha recibido información de dirigentes del PP que piden la creación de una Gestora. Digo yo que serán los del sector agraviado.  


sábado, 27 de abril de 2019

Estamos a la espera. Hagamos como Aristipo




Aristipo, como algunos de sus amigos se lamentaban, enunció los mil diversos razonamientos con la intención de aliviarlos su dolor, y así lo expresó a modo de prólogo: «Me he presentado ante vosotros no para unirme a vuestro dolor sino para ponerle fin».

(Claudio Eliano, Historias curiosas)


Meditaciones en el día de reflexión




Primer tranquillo

Hoy, día de reflexión, me vienen a la memoria cosas de tiempos antiguos. De aquellos tiempos viejos de mi niñez santaferina en la Vega de Granada. De aquel día en que había votaciones en la Hermandad de Labradores y Ganaderos, que mi padre adoptivo, el maestro confitero Ferino Isla, llamaba de Labraderos y Ganaduros.

En la calle Larga, entre el Bar Mau Mau y la Placeta del Carbón (oficialmente llamada de San Agustín) estaba el cuartucho de la Hermandad.  Los votantes lo hacían en ollas, a falta de urnas, tal vez prestadas por la taberna vecina. A mis pocos años vi a un grupo de hombres con porras que asaltaron el cuartucho, intimidaron a los presentes y llevarse las ollas. Se dijo que eran forasteros, pagados por los señoricos del pueblo. Los gordos.  Me fui corriendo al obrador de la pastelería, huyendo de la quema, no fuera caso que se escapara alguna ostia y dieran en mi cabeza. Canguelo a discreción.

El maestro Ferino me aclara las cosas: «No son forasteros, son del barrio Calderón y se están entrenando para el día de mañana».  Me consolé pensando que yo vivía en otro barrio.

Me pregunto ahora: ¿se estaban entrenando para mañana domingo? Vigilen las ollas de las votaciones.

Segundo tranquillo

Antes o después de aquel sucedido (no lo recuerdo bien) el periódico Ideal informaba en portada que Einsehower –o sea, el Partido Republicano-- había ganado las elecciones en América del Norte. Viva, viva, me dije. Y salí corriendo para el obrador de la confitería. «¡Hemos ganado, hemos ganado. Viva Ike!». El maestro Ferino me aclara que nada de eso, que hemos perdido. Que los demócratas hemos perdido. Yo le grito que nosotros somos republicanos. ¿Qué leche y jabas son los demócratas? Mazazo: los republicanos son los señoricos, los gordos. Lio descomunal en mi cabeza.

Ahora me pregunto: ¿quiénes ganarán mañana, los demócratas o los republicanos?   

Tercer tranquillo

Seguro que a usted no se le ha pasado por alto La cultura ante el 28 de Abril (Manifiesto). Tengo la impresión que su redactor es el poeta Luis García Montero. Granadino universal.



jueves, 25 de abril de 2019

La cultura ante el 28 de Abril (Manifiesto)




Los valores de la dignidad humana están ardiendo en la noche democrática y no hay patrimonio de la humanidad más importante que la propia humanidad. La libertad, la igualdad, la justicia y la bondad son valores imprescindibles para un progreso social que no puede humillarse ante la mentira, el insulto, el racismo, el machismo y la avaricia.

La cultura no es un entretenimiento prescindible. La cultura es educación, imaginación moral, conocimiento, memoria y compromiso ético con la vida. La cultura tiene hoy como mayor enemiga la creación de una realidad virtual destinada a extender las mentiras para manipular las conciencias y provocar sentimientos de odio. La fragmentación de las ilusiones democráticas colectivas es la carta jugada en la actualidad por los poderes económicos salvajes.

La cultura debe impedir que la indignación provocada por las injusticias sociales se vuelva contra las instituciones democráticas. Sólo la democracia social puede afrontar las verdaderas causas de la pérdida de los derechos sociales, la precariedad laboral, la acumulación de la riqueza en pocas manos y la degradación del planeta.

Gentes de la literatura, el teatro, el cine, la música, el arte, la danza y el periodismo, trabajadores de la palabra y la imagen, hombres y mujeres de la cultura, queremos pedir que la España real se movilice el próximo 28 de abril contra los odios de las mentiras reaccionarias y llene las urnas de bondad democrática.

Lo firman:

Juan Eduardo Zúñiga (1919), José Manuel Caballero Bonald (1926), Emilio Lledó (1927), Juan Marsé (1933), Julieta Serrano (1933), Cristina Maristany (1933), Felicidad Orquín (1934), Paco Ibáñez (1934), Nuria Espert (1935), María Galiana (1935), Jorge Herralde (1935), José Sacristán (1937), Maite Blasco (1938), Pedro Olea (1938), Lola Salvador (1938), Pilar Bardem (1939), Beatriz de Moura (1939), Jesús Munárriz (1940), José Luis Gómez (1940), José Manuel Cervino (1940), Juan Margallo (1940), Rosa María Sardá (1941), José Luis García Sánchez (1941), Iñaki Gabilondo (1942), Juan Diego (1942), Alberto Corazón (1942), Pedro Moreno (1942), Francisco Rico (1942), Maruja Torres (1943), Charo López (1943), Joan Manuel Serrat (1943), José Carlos Plaza (1943), Petra Martínez (1944), Miguel Ríos (1944), Magüi Mira (1944), José-Carlos Mainer (1944), José María Pou (1944), Clauida Gravy (1945), Carlos Berzosa (1945), Chus Visor (1945), Marisa Paredes (1946), María Luisa San José (1946), Andrés Peláez (1946), Diego Galán (1946), Mercedes Sampietro (1947), Gerardo Vera (1947), Víctor Manuel (1947), Mario Gas (1947), Carme Riera (1948), Gloria Muñoz (1948), Luis Landero (1948), Eduardo Mendicutti (1948), Juan Cruz (1948), María José Goyanes (1948), Francisco Gutiérrez Carbajo (1948), Begoña San José (1949), Montxo Armendáriz (1949), Josep Ramoneda (1949), Pedro Almodóvar (1949), Joaquín Sabina (1949), Pilar del Río (1950), Ana Rossetti (1950), Joaquín Estefanía (1951), Lluis Pascual (1951), Rosa León (1951), Carmen Linares (1951), Bernardo Atxaga (1951), Óscar Mariné (1951), Ana Belén (1951), Rosa Montero (1951), Ángeles Mora (1952), Frederic Amat (1952), Javier Rioyo (1952), Guillermo Heras (1952), Rosana Torres (1953), Alfredo Aracil (1954), Viky Peña (1954), Martirio (1954), Fernando Trueba (1955), Azucena Rodríguez (1955), Verónica Forqué (1955), Clara Sánchez (1955), Wyonmig (1955), José Manuel López López (1956), Alicia Moreno (1957), Manuel Rivas (1957), Lluis Homar (1957), José María Martínez (1957), Carlos Olalla (1957), Luis García Montero (1958), José Ovejero (1958), Juan José Téllez (1958),Carlos Fernández Liria (1959), Lola Jiménez Blanco (1959), Felipe Benítez Reyes (1960), Almudena Grandes (1960), Rosa Torres Pardo (1960), Jesús Maraña (1961), José María Micó (1961), Benjamín Prado (1961), Luisgé Martín (1962), Ricardo Llorca (1962), Ángeles Aguilera (1962), Manuel Vilas (1962), Aurora Luque (1962), Carmen Machi (1963), Soledad Giménez (1963), Carlos Bardem (1963), Silvia Marsó (1964), Pascual Serrano (1964), Miguel Mora (1964), Jordi Gracia (1965), Jesús Ruiz Mantilla (1965), Miguel del Arco (1965), Ana Fernández (1965), Juanjo Artero (1965), Ignacio Sánchez-Cuenca (1966), Marta Sanz (1967), José Manuel Lucía Megías (1967), Antonio de la Torre (1968), Fernando Cayo (1968), Alberto San Juan (1968), Clara Sanchís (1968), Carmen Domingo (1970), Tristán Ulloa (1970), Ana Merino (1971), Lola Dueñas (1971), José Luis García Pérez (1972), Quique González (1973), Raquel Lanseros (1973), Fernando Berlín (1974), Mara Torres (1974), Ana Pardo de Vera (1974), Ismael Serrano (1974), Silvia Casado (1974), Ignacio Escolar (1975), Cristina Monge (1975), César Rendueles (1975), Juan Diego Botto (1975), Sergio Peris-Mencheta (1975), Olga Rodríguez (1975), Martín López Vega (1975), María Isasi (1975), Víctor García León (1976), Arcágel (1977), Jordi Amat (1978), Marwan (1979), Leiva (1980), Estrella Morente (1980), Fernando Valverde (1980), Aroa Moreno Durán (1981), Andrés Suárez (1983), Rocío Márquez (1985), Lucía Álvarez (1985), Soledad Morente (1985), Ángelo Néstore (1986), Irene Escolar (1988), Elvira Sastre (1992).

Antes tránsfugas, ahora fichajes



Angel Garrido, que fue presidente de la Comunidad de Madrid hasta hace unos días, se acostó siendo PP y se ha levantado de Ciudadanos. Lo más chocante es que ha dado tan significado salto de mata estando en la lista de las elecciones europeas –en la cuarta posición--  por los de Casado. Estupor en las filas de su anterior partido, que se enteraron gracias a que García lo informó en su programa, ARV. Lo de Garrido es, sin duda, de traca. Extraño personaje. Tan poco de fiar que yo no recomendaría a nadie que fuera con él al bar de la esquina y vigilancia a los camareros, no sea que se fuera sin pagar.  

Ahora bien, Garrido ha puesto de manifiesto un problema político de gran envergadura. Es cierto que no ha sido el único que ha dado tan insólito salto, pero su alta jerarquía institucional le da una extraordinaria relevancia. Garrido ha puesto en evidencia el fracaso del nuevo Partido Popular. La tesis de Casado –o de José María Aznar--   era la siguiente: tras los resultados del último congreso, que aupó a Casado a la cúpula, los militantes de siempre, los de toda la vida, volverían en masa a la casa grande. Como el turrón El Almendro en Navidad. Pronto se vio que era una previsión sin fundamento. Pasó justamente lo contrario. La aparición fulminante del partido ultra se concretó, al menos en: marcó el discurso de Casado, y la militancia sumergida, la que estaba en casa pepera, empezó a engrosar el partido ultra. Más todavía, cargos institucionales y dirigentes del PP siguieran igualmente esos pasos. Otros, en menor medida, aunque figuras destacadas, hicieron las maletas a casa Rivera. Fracaso sin paliativos de una estrategia diseñada por gentes imprudentes que –para mayor inri--  se pusieron en manos del hombre de las Azores, el hombre a quien no le aguanta la mirada ni Dios.    

Por otra parte, la pintoresca política de fichajes, que ha puesto en marcha el PP, ha generado un profundo malestar en la organización. Se diría que una agrupación de agraviados. Gente variopinta y  pintoresca, que tiene un grave problema con la sintaxis. Por cierto, observen hasta qué punto los medios de comunicación deterioran el lenguaje: fichajes. El transfuguismo se endulza ahora con ese término de uso deportivo. Me permito llamarlo mercenariado. Rivera no quiere ser menos, enviando al desván de los recuerdos sus inocuas políticas de regeneración. 

miércoles, 24 de abril de 2019

Pablo Iglesias y sus novedades




La novedad de esta campaña electoral ha sido la relación que Pablo Iglesias ha establecido entre la política y la Constitución. Lo ha hecho en la plaza pública y en los debates televisivos. Ciertamente no es la primera vez que lo hace, pero en esta ocasión lo ha planteado de una manera orgánica, como un compromiso político. Pedagógico, además, hacia Podemos y sus confluencias. Comprometido, sobre todo, pues no es lo mismo referirse a la Constitución como positivamente lo hizo en el libro “Nudo España”, una conversación con Enric Juliana, que en el redoble de tambores de una campaña electoral.  

Hasta hace bien poco las referencias de Iglesias a la Carta Magna eran de tipo instrumental y, se diría, que como arma arrojadiza a todas aquellas políticas que la incumplen. El salto de calidad es que ahora la Constitución es la referencia central de la acción política de Podemos, según entiendo las palabras de su primer dirigente. Lo diré de manera austera: me parece que es una conclusión de la primera madurez de Pablo Iglesias. Las derechas intuyen que ahora Iglesias es más peligroso. Esa evolución es la que necesita su confluencia catalana, que siempre está tentada de ir del caño al coro y del coro al caño. 

Ahora falta el segundo paso: que las diferencias entre Iglesias y Pedro Sánchez se diriman a través de la razón política con punto de vista fundamentado. La unidad de acción de las izquierdas –esto es, de los diversos--  es una condición necesaria (aunque no suficiente) para limpiar este patio de vecinos. 

Radio Parapanda.--  Recomendamos el “Diario de Campaña” en varias y suculentas  entregas de Paco Rodríguez de Lecea: http://vamosapollas.blogspot.com/2019/04/canto-del-cisne-de-rivera.html

martes, 23 de abril de 2019

Los monstruos de la razón política: quemaos los hunos a los hotros




A veces la pasión política, como en ocasiones la razón, produce monstruos. Una pasión y una sinrazón que nace en las alturas y acaba permeando a los que están al pie de la Torre del Homenaje. Es el resultado de una consigna que substituye el «amaos los unos a los otros» por el «quemaos los hunos a los hotros». Las grandes masas deben pelearse entre sí para que los de arriba puedan chicolear entre ellos.

En un pueblo andaluz se quema al hombre de Waterloo en forma de trapo y, después, se le fusila. Antes, en otro pueblo de Cataluña, se quemaron retratos de otras personalidades de la vida política. La yesca substituye a la palabra. Todo en nombre de las certezas que, en unos casos, se disfrazan de tradición y, en otras ocasiones, en nombre de la única verdad verdadera. Tal es la ira que el mandato de aquel entrenador «al enemigo, ni agua» es en comparación una jaculatoria franciscana.

Se quema, así pues, en un país donde en tiempos antiguos se achicharró a heterodoxos, precursores de las luces con el aplauso de amplios sectores del pueblo que, así las cosas, era en esos momentos lisa y llanamente populacho. Por lo que se ve es más cómodo coger un mechero de yesca que leer un libro, aunque su lectura no sea condición suficiente para no pegarle fuego a quien sea.

Naturalmente cada élite justifica el fuego de sus parroquianos. Algo así como para qué vamos a razonar si podemos pegarles fuego a los hotros. Que, a su vez, hace el consenso de los hunos frente a sus adversarios. La unidad de los pueblos queda convertida en la batalla de los populachos. Es la grotesquez de la pasión política cuando ésta pierde la chaveta.  



lunes, 22 de abril de 2019

Promesas electorales: nada de nuevo


Giacomo Noventa fue un escritor italiano que tituló uno de sus libros “Nada de nuevo”. No sabemos la suerte que corrió dicha publicación, pero es harto reseñable la audacia que tuvo el autor. Eso mismo diríamos hoy de muchas cosas. En primer lugar de la campaña electoral. Nada de nuevo que no se haya dicho mil veces. Nada de nuevo que no sepamos los mortales de lo que hará el Gotha político.

El título de Giacomo Noventa me retrotrae a los tiempos de don Natalio Rivas, historiador y político granadino, eterno diputado a Cortes en tiempos de Alfonso Trece, la República y, posteriormente, Procurador en Cortes con la Dictadura.  Famoso por su facundia y sus promesas que, aunque nunca cumplidas, no hacían mella en su electorado.

En cierta ocasión don Natalio predicaba en Albuñol, su patria chica. Prometió el oro y el moro. Prometió el maná, jamón de Trevélez para el personal. Y puestos de tabajo para todo el mundo. Un lugareño le interrumpió, se dice que con una voz jupiterina: «¡Natalico, colócanos a tós!». No se dio el caso. 

Nada hay de nuevo. Una de las canciones napolitanas más famosas es el “Torna a Surriento”. Este es su origen: el político italiano Giuseppe Zanardelli fue a la isla en campaña electoral. Otro que prometió el oro y el moro. Tras el mitin las autoridades locales le agasajaron. Mientras tanto el maestro Ernesto de Curtis se afanaba en componer una canzone y su hermano Giambattista escribía la letra. Horas más tarde salía el vaporetto para Nápoles. Allí estaba la banda municipal y un tonadillero. Le dedicaron el Torna a Surriento: una elegante alusión a que volviera para rendir cuentas de sus promesas. Con todo, los italianos le deben a este político la abolición de la pena de muerte. Que no es poca cosa.


En resumidas cuentas, nada hay de nuevo. 

domingo, 21 de abril de 2019

Patriotismo: o don Rodrigo o la Cava. Instrucciones para el debate electoral




Escribe, el dómine Cobra


Las encuestas se suceden y, hasta la presente, siguen dando el primer puesto a los socialistas. Las encuestas insisten en la derrota del dúo Casado – Rivera. Ojo, solamente son encuestas. El pescado (sardinas, japutas, caballas y demás) estará vendido la noche del 28 de este mes. 28 de abril, festividad de San Prudencio de Tarazona.

Las encuestas, digo, se suceden. Casado y Rivera no levantan cabeza. La técnica del insulto y, sobre todo, su insistencia en sobar la cosa catalana no está dando el resultado que esperaban. Es posible que, a estas alturas,  el electorado esté hasta la cruz de los calzones de tanto manoseo. O que el uso esperpéntico del patriotismo no sea tan fecundo como lo esperaban. La España metafísica y los españoles angustiados por su indefinición podrían ser menos significativos de lo previsto. De los españoles de esa guisa habló en tiempos antiguos don Antonio Cánovas del Castillo. Un político brillante, de esa derecha que no tenía faltas de ortografía. Don Antonio tenía una lengua afilada, cáustica.

En cierta ocasión le preguntaron a don Antonio: «Oiga, qué son los españoles». Su respuesta indicaría que entre sus antepasados había granadinos: «Los españoles somos los que no podemos ser otra cosa». Me imagino qué le dirían a Pablo Iglesias el Joven si dijera algo similar. Sobre él caería la maldición de las derechas campeadoras. Son las derechas cuya antropología intenta derrotar a la política. Por lo menos desde la batalla de Guadalete.

De tan memorable batalla arranca la achicoria del patriotismo español. El rey Rodrigo violó a la joven Florinda, llamada la Cava. El padre de la bella, gobernador cristiano de Ceuta, se vengó: dejó pasar la morisma que invadió la península. Las tropas sarracenas hicieron añicos a las visigóticas. De la pérdida de Hispania se culparon los unos a los otros respectivamente. Y así dejó constancia de ello el romance patriótico: «Si dicen de los dos / la mayor culpa ha tenido, / digan los hombres la Cava, y las mujeres Rodrigo».

Lo que se informa a los contendientes de los próximos debates. La cosa viene de atrás: O Rodrigo o la Cava. Tertium non datur.

sábado, 20 de abril de 2019

Ruedas de prensa desde la prisión




Dos dirigentes independentistas, Oriol Junqueras y Jordi Sánchez, presos y en trámite de juicio, dan desde la cárcel, cada uno por su lado, una rueda de prensa. O sea, interviniendo en la campaña electoral. El hombre de Waterloo –me dicen--  está que trina. Me sospecho la angustia de este pintoresco caballero. De un lado, se le quiebra el argumentario de que en España (según él, moho, orín y olor a pies) se vulneran los derechos básicos. Y, de otro lado, el motivo principal: ya no tiene el monopolio de la comunicación mediática con el independentismo. Un monopolio que ha gozado a destajo él y aquel a quien ha ungido. Cuando se rompe eso ya no puedes  controlar lo que digan los demás. Waterloo es, así las cosas, una voz más, contestada por un sector de la feligresía.

El de Waterloo tiene a misma angustia que la jerarquía de la Iglesia cuando Nuestra Señora tiene a bien aparecerse en cualquier descampado. Porque se rompe el monopolio del alto funcionariado religioso de comunicación con los fieles. Sólo se acepta la virginal Aparición si ha habido pacto entre ellos y Mac Donald. Más las empresas del beato merchandising: estampitas, rosarios, postales...

Por lo demás, tampoco es irrelevante el hecho de que las autoridades competentes de la justicia permitan dichas ruedas de prensa. La Cooperativa Hunos y Hotros –una potente industria de vividores  a favor y en contra del procés--  están desorientados y, hasta la presente, no han dicho ni oxte ni moxte. Los primeros, inquietos porque esperaban otra negativa de los tribunales; los segundos, porque en puridad no lo pueden achacar a Pedro Sánchez.  Aunque es previsible que el tándem CasadoRivera lo aprovechen en los debates televisivos que están al caer. Pero sin mencionar al Magistrado Marchena, a quien se le ha bautizado por lo bajinis como Judas Iscariote. 

De manera que los vividores del procés (a favor y en contra) están como la Zarzamora: llora que llora por los rincones.  Las intuiciones de Lola Flores.

viernes, 19 de abril de 2019

¿Debate electoral?



Variaciones sobre un tema de Rodríguez de Lecea

No seré yo quien lamente si no hay debate electoral en Casa Roures o en la televisión pública, la 1. Me pasa igual que a mi viejo amigo Paco Rodríguez de Leca (1). Tengo otras cosas esa noche de mayor interés como, por ejemplo, echar una partidita de remigio con las amistades. De hecho hace ya muchos años que no veo ningún debate de ese tipo. Francamente, no tengo interés en escuchar las cacofonías reiteradas que exhiben los candidatos durante esos mal  llamados debates. Serán previsibles las intervenciones de los participantes. Desde los infundios e injurias que lanzarán dos niños bitongos como Casado y Rivera a las izquierdas hasta el «se hará lo que se pueda» de Sánchez y el «haremos lo que no podamos» de Iglesias. Así, pues, todo (o casi todo) es previsible. Previsible que Casado acuse a Sánchez de haber pegado fuego a Notre Dame de París. Previsible que Rivera critique a Sánchez e Iglesias de ser los causantes de la pérdida de Cuba y Filipinas. Previsible el talante de Sánchez explicando la diferencia entre querer y poder. Previsible, también, que Iglesias no deje títere con cabeza. Mejor la partida de remigio, ¿dónde va a parar? Sépase que al menos las partidas de cartas tienen un final imprevisible, cuando no hay tahúres. 

Pero una cosa es no ver el debate –se haga donde se haga--  y otra, bien distinta, como el mismo Paco Rodríguez de Lecea apunta, a saber, cumplir con mi derecho-deber el día de las elecciones. Me pondré mis mejores galas, tomaré mi cafelito con tejeringos, y de bracete con mi señora acudiré a la mesa electoral.

Que ¿a quién votaré?  Lo haré a quien disponga de más zotal para ir limpiando los establos de Augiás.

http://vamosapollas.blogspot.com/2019/04/el-voto-de-las-clases-medias.html

miércoles, 17 de abril de 2019

La democracia ´disecada´ o el arte del taxidermista



Javier Tébar Hurtado, historiador


Los diferentes estudios e índices sobre la calidad de la democracia en el mundo actual nos hablan de su recesión. Las “olas democratizadoras” de la décadas pasadas parecen haber encontrado su dique. Ante estos diagnósticos no está de más hacer una primera precisión: la democracia no ha existido nunca a lo largo de la historia. Tampoco, es algo obvio, han existido otros modelos ideales que planteaban cómo organizar el gobierno de la sociedad. Es lógico, porque como modelo ideal es inalcanzable y siempre imperfecto. La democracia en estado químicamente puro no ha existido nunca y en ningún lugar. Otra cuestión es que, de las diferentes formas y propuestas políticas sobre su contenido y funcionamiento, la democracia liberal sea una materialización histórica concreta de aquel ideal que llega hasta nuestros días. Ahora bien, esta democracia liberal desde el primer momento que inició su camino estuvo en crisis porque, de forma simultánea a su creación, comenzaron las luchas por desvirtuarla. Parto de esta idea para reflexionar en torno a la crisis de las democracias liberales en la actualidad, preguntándome cómo y por qué se produce esta crisis y pensando en una posible salida. Avanzo que la complejidad del problema no tiene una respuesta ni una solución fáciles, simples.

La historia de esta democracia en el sentido moderno del término –seguir apelando a la democracia ateniense debería sonrojar a quien lo hace- es la historia de su propia desvirtuación. Podría decirse que esta es, en buena medida, la historia política de Occidente desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Así pues, la democracia es crisis y hoy está en un contexto crítico como, por otro lado, lo ha estado en etapas anteriores. Aunque, tal vez, se podría objetar que la democracia no sea permanente crisis sin control, una crisis que conduce a otra situación difícil de cualificar como democrática, porque el enfermo, en el cambio súbito, mejora o empeora de manera definitiva. En primer lugar, no toda crisis democrática corresponde a un mismo contexto, a unas mismas presiones y respuestas ante los problemas planteados en cada momento histórico. En segundo lugar, las teorías politológicas tienden a obviar, a menudo, el contexto de la crisis y sus particularidades. Bastante preocupadas están en ofrecer una teoría de gran potencia explicativa adecuada sobre este asunto. 

No debería menospreciarse, sin embargo, la idea de que la democracia liberal es un producto histórico. No es necesario quedar atrapado por la historia, pero sí atender el trayecto que ha recorrido porque la historia, parafraseando, se ha dicho que supuestamente, al novelista norteamericano Mark Twain: la Historia no se repite. Pero rima. La propia naturaleza de los contextos de las crisis no son siempre los mismos y sus resultados tampoco lo son en todo tiempo y lugar: la crisis de la República de Weimar durante el período de entreguerras del pasado siglo XX, por poner un ejemplo relevante y con frecuencia mencionado, indicaría que existen crisis que ponen fin a una democracia en crisis. Se acepte o no, se requiere echar mano de la historia, de un análisis del presente en clave histórica -como ha defendido el historiador Jaume Suau (https://revistes.uab.cat/tdevorado/article/view/v3nr1-suau/0)- para tratar de ofrecer un cuadro general de la situación por la que las democracias, en particular las europeas, pero no exclusivamente, están atravesando en la actualidad. Es decir, que lo que los historiadores denominan factor contextual y diacronía son herramientas útiles para analizar el presente y aproximarse al análisis multicausal de los fenómenos Aunque es necesario reconocer que es desde el campo de la politología de donde proceden la mayor parte de las contribuciones y las propuestas para desentrañar las claves de la crisis de la democracia liberal que estamos viviendo.
La democracia liberal, así pues, pasaría por diferentes crisis que se expresan a través de la tensión en la búsqueda de conducirlas y encontrar una salida, es la disputa plural de alternativas para la distribución del poder en la sociedad y la dirección de su gobierno. En la actualidad las fuentes del problema, aunque se expresen cosas o monstruos inquietantes que hacen pensar en el regreso al pasado, se añaden otras propias de un mundo distinto. Resulta posible comparar con experiencias pasadas igual que resultaría estéril tratar de equipararlas. Si las nociones democracia y ciudadanía, de matriz liberal, que utilizamos cuentan con una densa sedimentación histórica producto de la decantación de conquistas sociales y políticas, junto con derrotas y con acuerdos, quiere decir que no han sido ni serán inmutables en el tiempo. 

La democracia es un producto histórico y también cultural, tiene una parte de su cuerpo en lo jurídico-constitucional y otra en el propio aprendizaje y práctica política de esa noción a la que llamamos ciudadanía. Por esta razón es necesario recordar que sería conveniente asumir que en su recorrido, la democracia ha protagonizado avances y retrocesos en los últimos dos siglos. Incluso que no han sido únicamente los aspectos procedimentales y la filosofía política los que han moldeado el estado democrático de derecho, sino que las fuerzas sociales y los proyectos políticos han empujado en una determinada dirección los valores de libertad e igualdad fundantes del liberalismo democrático, así como la propia construcción de la democracia como sistema de gobierno. Si no aceptamos esto, entonces nos situamos en una idea de democracia como un sistema de estrictas reglas de juego, supuestamente entre iguales, como un ideal, deslizándonos hacia el terreno metahistórico. Queda la filosofía, la norma, la función y la estructura de la democracia, por completo necesarias, pero falta la carne y los huesos de su materialización concreta.

Hoy, y de nuevo, se habla y debate sobre la democracia liberal en crisis. Esta situación ha sido analizada con solidez, teórica y empírica, por autores como Steven Levitsky y Daniel Ziblatt (Cómo mueren las democracias, 2018), politólogos e intelectuales norteamericanos, nada sospechosos de ser antiliberales, que alertan sobre las crisis como momentos de probada eficacia para socavar la democracia, en la que las pulsiones autoritarias terminan debilitándola no a través de una acción espectacular propia de otras etapas históricas (revolución o golpe de estado), sino de manera poco ruidosa pero muy efectiva: bloqueando el círculo virtuoso de su funcionamiento de manera silenciosa. Se ha hablado también de democracia i-liberal como fenómeno de fondo que viene de lejos, tal como planteó el científico social y periodista norteamericano de origen indio Fareed Zakaria en un artículo con el que alertaba sobre el auge de lo que llamó entonces “democracias iliberales” (“The Rise of illiberal Democracy”, Foreign Affairs; Nov/Dec 1997), en las que si bien se actúa dentro de los sistemas de elección (“democracia electoral”) se cuestiona a fondo el Estado de derecho y las libertades individuales. Se han acuñado otras nociones como democracia con tentaciones autoritarias, autoritarismo por consenso, autoritarismo postdemocrático o bien post-democracia. Me detengo en este concepto de post-democracia inicialmente formulado por el sociólogo y politólogo británico Colin Crouch (Postdemocracia, 2004). Una posible caracterización del fenómeno ha sido formulada por la también politóloga belga Chantal Mouffe (Agonística. Pensar el mundo políticamente, 2014), quien lo caracteriza como el espacio y las reglas en las que se ha venido desarrollando durante los últimos treinta años lo que califica de post-política, es decir, la indistinción entre izquierda y derecha dado que los ejes ideológicos estarían guiados por una voluntad ecuménica, adoptando un consenso básico en torno a la idea de que el centro político sería el terreno privilegiado de actuación política. El último lustro parecería haber socavado esta idea. Recientemente, en una entrevista, el propio Colin Crouch ha empleado una metáfora en algunos aspectos útil para el análisis de la situación actual. Este autor sostiene que la democracia hoy sería como una calabaza, atractiva por fuera pero llena de gusanos por dentro (https://www.lavanguardia.com/lacontra/20180905/451633111494/la-clase-media-pierde-poder-y-por-eso-busca-mas-identidad.html). La pregunta que parece pertinente es: ¿De dónde salen los gusanos de los que nos habla? Desde mi punto de vista, parece necesario examinar qué agente o agentes han introducido los elementos necesarios para que la vida de los gusanos surja en el interior de la democracia. Sin negar por completo lo que plantea Crouch, podría afirmarse que la democracia liberal hoy está dañada tanto más desde fuera que desde dentro. 

Una posible interpretación no debería limitarse a los componentes genéticos de la democracia, sino también a los elementos ambientales, por tanto de contexto, que actúan sobre ella. Entonces cabe preguntarse: ¿son las ideas de la democracia liberal las que propician esos “gusanos” que la horadan o bien son los agentes externos quienes intervienen para crear su caldo de cultivo? ¿Quiénes son esos agentes externos? Desde fuera es atacada por la marea alta, el impulso de los extremismos de diferente signo, pero estos son una manifestación de la crisis democrática, no son la causa sino la consecuencia de una democracia pluralista frágil, identificada con una noción de la libertad incompleta en la medida que deja fuera otro concepto fuerte de ese árbol de la tradición democrática occidental que es la igualdad. De aceptar que esto sea así, podría decirse que está teniendo lugar la operación del “taxidermista de la democracia”, desvirtuando, modificando las características propias de la democracia liberal en la línea de la tesis inicialmente planteada en este texto. Sobre la democracia liberal se está aplicando el arte mediante el que sus partes han sido extraídas o están en vías de extirpación para mantener el aspecto exterior aparentemente no modificado. Esta es, por tanto, una nueva desvirtuación de la democracia.

Lo que quedaría es la calabaza atractiva por fuera a la que se refiere Crouch, repleta de gusanos, atacada en su fuente de vitalidad. En este método los agentes actúan desde fuera hacia dentro. La hipótesis que planteo es que ha sido la identificación de democracia y mercado, o la democracia de los mercados, el agente que explica ese proceso de disecación. Por esta razón, para abordar este complejo asunto, sostengo que estamos ante una democracia progresivamente disecada. Este proceso se produce mediante la permanente interferencia de los intereses privados en la res pública, del desplazamiento del papel del Estado convertido en zombi –vivo, pero muerto- ante la colonización mercantil de sus funciones y atributos. También de la progresiva definición de la clase política como inquilina de una soberanía amenazada, de manera sarcástica, de desahucio. De esta forma tiene lugar el vaciado de órganos vitales de los poderes democráticos tanto en los aspectos de representación de gobierno como de impartición de la justicia, de la opacidad en las decisiones que afectan al interés general a partir del protagonismo de organismos supranacionales no elegidos por la ciudadanía, del debilitamiento y abandono de amplias sectores de la sociedad ante vendaval globalizador y miedo ante el futuro. Hoy el miedo como agente político es el líquido empleado para mantener la forma sin fondo, el continente sin contenido. El libro “El miedo” de Bob Woodward, una magnífica investigación periodística sobre la llegada en 2017 de Donald J. Trump a la Casa Blanca, nos alerta sobre alguna de estas consecuencias. Así pues, estemos atentos: el Trumpismo es una metáfora que nos ofrece pistas para abordar analíticamente el fenómeno. America first como recreación, no como una exacta traslación, es entre otras cosas la voluntad de un regreso al pasado del nacionalismo norteamericano de los años veinte. Aunque lo cierto es que el discurso y la política anti-élites refuerza a esas propias élites. Su ejemplo se extiende con variantes, no como una única fórmula aplicable en todos los Estados. Aquello que une a las diferentes familias y grupos del extremismo ultranacionalista es que hacen visible los resultados de la taxidermia como arte y técnica de disecación. 

La conclusión es que hoy estaríamos ante una democracia disecada en un proceso que parece avanzar sin frenos suficientes, por el momento, para revertirlo. Se debe hacer frente a las fuerzas de retroceso que se manifiestan en EE.UU. y también en Europa, pero fundamentalmente al taxidermista que actúa sobre los pliegues de la economía, sociedad y política, destejiéndolos.
Para enfrentar este desafío cabe tener en cuenta que lo novedoso durante los últimos años es que el capitalismo en su nueva fase de globalización ha instaurado unos mecanismos de control realmente mundiales, globales. Lo ha hecho mediante una “gobernanza” mundial” (Banco Mundial, FMI, Unión Europea, G-8, G-20, etc.) contra los que es muy difícil actuar a partir de los Estados aislados. Y esto no había sucedido nunca antes en la historia. Así pues, en el caso de la crisis actual por primera vez existen unos mecanismos globales de control que funcionan y condicionan las políticas de los Estados: las políticas de austeridad de Bruselas (el famoso: si lo dice Bruselas…) y la actuación de las las corporaciones condicionando la política democrática. No es necesario recordar que democracia y capitalismo han mantenido una relación conflictiva, la historia ofrecen numerosos ejemplos de ello: desde el derrocamiento de la Unidad Popular chilena en 1973 hasta el actual “socialismo de mercado” chino, por mencionar dos casos contrapuestos. Es necesario, por tanto, ser conscientes de aquello a lo que hay que hacer frente, a quién y cómo plantear la disputa del poder, sino el fracaso está garantizado de antemano. Es imprescindible para ello conocer cuáles son los mecanismos actuales de dominación. Muchos de estos mecanismos actúan a nivel global, coartando la soberanía de los Estados y, por tanto, la capacidad de actuación de los actores sociales y políticos. Pero aceptar que las dos fuerzas actuantes, presiones globales y la crisis democracia liberal, exclusivamente, conducirían a la actual situación de crisis sería una simplificación. De ser así sus presiones deberían dar  siempre el mismo resultado en todo tiempo y lugar. Pero esto, lo sabemos, no es así. Y no lo es porque básicamente la respuesta que se da ante ambas fuerzas no es igual en toda unidad política y no se genera en un  mismo momento. Esto es así porque las sociedades responden en función de una cultura política y una tradición, entren otras variables, que establecen coordenadas en los mapas de actuación de los actores sociales y políticos en un contexto y en un estado concreto. Así pues, no parece suficiente hacer referencia a las dos presiones globales que con frecuencia suelen aducirse para explicar lo que pasa en el mundo actual. Siempre a lo largo de la historia las sociedades han generado respuestas diferentes, y en diferentes momentos, a presiones globales.

Hoy el control de las instancias supranacionales también se combina con mecanismos control interno de los estados-nación. Y, efectivamente, su resultado es una democracia debilitada o una democracia débil. Para hablar desde el punto de vista de los mecanismos de control interior me referiré al caso de España. Es necesario subrayar la gravedad de lo que representa la actuación de una denominada “policía patriótica”, en realidad corrupta y presuntamente a las órdenes de un poder impune instalado en un ministerio del Gobierno de España, para la vigilancia de organizaciones políticas con el fin de condicionar las expectativas políticas en un momento determinado, como, al parecer, pudo pasar con Podemos durante el último ciclo electoral. Pero además el control de las élites políticas y económicas sobre los medios de comunicación propicia que la información que llega a la ciudadanía no tenga una base fiable. Son conocidos los intentos de control de los medios de comunicación que, en teoría, deberían suministrar una información neutra, objetiva, a los ciudadanos para que estos puedan elegir en base a criterios informados en el momento de las convocatorias electorales, pero esto no es así. El propio presidente del Gobierno español Pedro Sánchez, cuando fue defenestrado por el grupo dirigente del PSOE, declaró públicamente que había sufrido estas presiones. Pero también algunos profesionales han denunciado cómo determinadas élites políticas y económicas intentan controlar los medios de comunicación españoles (David Jiménez, El director. Secretos e intrigas de la prensa narrados por el exdirector de El Mundo. Madrid, Libros del K.O., 2019).

Es decir, que lo que se constata es que a lo largo de las últimas décadas las sociedades se han configurado tendencialmente como sociedades oligárquicas. Esto, sin duda, es una inflexión en relación con la etapa anterior. Por tanto, el núcleo del problema no serían sólo y exclusivamente el tipo de presiones globales sino las respuestas que generan en cada unidad territorial, en cada estado. Y es aquí donde actúan los agentes sociales y políticos de los respectivos tejidos sociales. Esta sería la forma de aprovechar el margen de actuación para revertir la crisis de la democracia. El proceso de oligarquización plena de la democracia liberal todavía no se ha producido, y, por tanto, tal como el politólogo Fernando Fernández-Llebrez sostiene sería posible una democratización, concebida como ampliación frente a la reducción de la democracia, partiendo de la institucionalidad vigente como medio y como fin para llevar a cabo ese proceso en el que cabría sostener y ampliar el conjunto de bienes democráticos conquistados, aunque algunos han sido erosionados y otros se ven hoy amenazados. Es necesario advertir, no obstante, que las retóricas de la intransigencia, sobre las que, ya hace décadas, teorizó Albert Hirschman (Retóricas de la Intransigencia, 1991) ocupan buena parte del espacio en la agenda política, a través de un tipo de realismo político que se mueve entre la falacia de la futilidad y la de la perversión.

Esta situación apela con fuerza a buscar la forma de construir una nueva agenda reformista. Un nuevo pacto o acuerdo. Un programa que se proponga la cohesión social. Un propuesta de una izquierda necesaria y no sólo posible, que pasa, aunque no exclusivamente, por fortalecer identidades que fueron fuertes en el pasado y desde la que se construyó una ampliación de la democracia. Ciertamente, la situación de la que se parte es la de una clase trabajadora segmentada y dividida, diluida y demonizada, situada en el extrañamiento de la cultura política de las izquierdas y, al mismo tiempo, interpelada para formar parte del contingente necesario para poner en marcha una guerra entre los pobres. Aun reconociendo que la identidad colectiva de clase se ha debilitado a causa de la desindustrailización y de la desorientación de la izquierda durante la etapa postfordista, existe margen para la acción política y propositiva desde la izquierda. Existe margen para demostrar que la política sirve para cambiar las cosas, para contribuir a fortalecer y ampliar la democracia. Esta nueva agenda reformista debería tener en cuenta al menos cinco tipos de medidas.

En primer lugar, ofrecer una relectura y actualización de las políticas de gasto social para garantizar a la ciudadanía un mínimo vital. Esta es una condición imprescindible porque es la base de un republicanismo genérico, en el terreno de los valores, para el que debe existir un suelo a partir del que ser, y no sólo sentirse, libres. Y aquí se trataría de debatir sobre la Renta Básica, en las formulaciones varias y enfrentadas que se han propuesto, no como una panacea sino como instrumento transformador y modificador de las lógicas imperantes en la actual democracia de  mercado, como defiende David Casassas (Libertad incondicional: La renta básica en la revolución democrática, 2018).

En segundo lugar, la voluntad de cambio deber estar impulsado por el nuevo brío del feminismo no sólo como reivindicación de la igualdad de las mujeres con los hombres sino como proyecto social emancipador, tal como ha planteado Silvia Federici (Caliban y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, 2010), frente al capitalismo depredador de bienes y de vidas en su lógica de acumulación.

En tercer lugar, es igual de necesario pensar de nuevo las políticas redistributivas junto con otras que aborden, en su origen, las crecientes desigualdades (una sociedad desigual liquida cualquier tipo de sociedad decente) que surgen de la relación entre trabajo y capital del nuevo sistema productivo del siglo XXI. No sólo reconociendo, sino legitimando el papel de equilibradores sociales que ha tenido el sindicalismo en la construcción de la democracia. No denostando y anatemizando al mundo sindical como rémora o como agente de retraso tal como se viene haciendo desde la revolución neoliberal de los años ochenta (José Luis López Bulla & Javier Tébar Hurtado, No tengáis miedo de lo nuevo Trabajo y sindicato en el capitalismo globalizado, 2017). Las mutaciones del mundo del trabajo y los efectos de la revolución tecnológica, convertida hoy en una nueva religión del siglo XXI, están en el corazón de la concentración del poder y en el terreno de su disputa desde un proyecto de reimpulso democrático.

En cuarto lugar, la asunción del riesgo hoy, no mañana, de los efectos antrópicos sobre el problema medioambiental y el sistemático incumplimiento de los acuerdos globales para hacer frente a la destrucción del Planeta, así como en modelo de formas consumo que tengan en cuenta estos límites, tal como planteó Joaquim Sempere ya hace algunos años (Mejor con menos. Necesidades, explosión consumista y crisis ecológica, 2009).

Por último, y en quinto lugar, cabe plantearse la relectura del gasto social y las políticas distributivas en la medida que éstas deben completarse a partir de la necesidad de emprender el camino hacia la democratización de la economía, de iniciativas de participación del trabajo en las formas de producción. Hoy es necesario pensar e imaginar con vigor en torno a la entrada de la democracia en la economía y en las empresas, tal como ha planteado el economista Bruno Estrada (La revolución tranquila, 2018). Se trata de la utopía de la humanización del trabajo propuesta por el sindicalista y teórico Bruno Trentin en su obrera “La ciudad del trabajo” (La ciudad del trabajo. Izquierda y crisis del fordismo, 2013; ver también http://metiendobulla.blogspot.com/), como propuesta para completar la condición de ciudadanía que es hoy una promesa del ideario democrático lejos de cumplirse por completo. La falta de democratización de la economía comporta un riesgo social y, por consiguiente, los riesgos que amenazan frenar el llegar a completar proyecto social distinto al actual que pasa por profundizar y hacer compatible la mayor libertad y la mayor justicia social. Existe margen porque, más allá de las falsas leyes de la historia, de la inevitabilidad, dependerá de aquello que decida y de cómo actúe la sociedad.

Estas medidas afectan tanto a la política distributiva como a la economía productiva, a la reproductiva y a las pautas de consumo. Unas dimensiones completamente necesarias para proponerse una condición de ciudadanía plena. En definitiva, hablo de una nueva agenda del reformismo fuerte que incluya un nuevo sentido común sobre las transiciones tecnológicas, energéticas y sociales en curso con la finalidad de fortalecer la democracia hoy en crisis. Se trata de elaborar un proyecto de sociedad que abra un nuevo horizonte de oportunidades. Este proyecto hoy está amenazado por la marea alta del extremismo como metáfora que expresa y condesa los resultados de la operación del “taxidermista de la democracia”.

Al referirse a los debates sobre los orígenes modernos de la democracia que tuvieron lugar tres siglos antes, el político laborista Aneurin Bevan utilizaba en 1942 una compleja figura retórica que expresaría, en buena medida, las contradicciones que vivimos en la actualidad y el proceso de disecación de la democracia actual: “O bien la pobreza deberá utilizar la democracia para destruir el poder de la propiedad, o bien la propiedad destruirá la democracia por miedo a la pobreza".