lunes, 19 de octubre de 2020

Hablamos de Geopolítica desde Atenas


 

Escribe Roderitzos Lezeiakis

 

El pasado 10 de julio, un tribunal turco anuló el decreto que daba a la basílica de Santa Sofía de Constantinopla la categoría “laica” de museo. Dos semanas después se inauguró una nueva etapa del templo como mezquita, con una afluencia de personas descomunal dados los tiempos del cólera que vivimos.

Santa Sofía es el florón definitivo de la arquitectura sacra bizantina. Fue en tiempos el corazón celestial del Imperio que se consideró a sí mismo sucesor de Roma en Oriente, y sigue siendo a estas alturas la aguja imantada que señala el cielo protector para la iglesia ortodoxa, la oficial en Grecia.

Mediado el mes de agosto, el buque turco de prospección sísmica Oruç Reis realizó un periplo por aguas del Dodecaneso y más allá (llegó hasta las cercanías de Creta), fuertemente escoltado por cinco buques de guerra. Hubo un conato de incidente con un navío militar griego, que conminó al convoy a abandonar aguas jurisdiccionales. El sultán otomano Recep Tayyip Erdogan replicó con la amenaza de una guerra abierta si se desconocían los derechos históricos de Turquía sobre la zona.

Las dos iniciativas turcas entraban dentro de la categoría genérica que, en el lenguaje esotérico de las cancillerías, es conocido bajo el nombre cifrado de “tocada de huevos”. La Unión Europea acudió al rescate prestamente: la cancillera alemana Ángela Merkel y Charles Michel, presidente del Consejo de la Unión Europea, conferenciaron con Erdogan. Fruto de la mediación, se reanudaron en Estambul ─Constantinopla para los griegos─, el 24 de septiembre, unas “conversaciones exploratorias” entre diplomáticos griegos y turcos en torno a los conflictos jurisdiccionales en el área del Egeo.

Con escasas expectativas. De hecho tales conversaciones se habían prolongado antes durante 60 sesiones a lo largo de 14 años, y fueron suspendidas por iniciativa turca en 2016 sin haberse alcanzado ningún acuerdo. Tampoco en el escaso mes transcurrido desde la reanudación parece haberse concretado nada de sustancia, puesto que Turquía ha anunciado una nueva singladura del Oruç Reis, que estimará las posibilidades de extracción de hidrocarburos y gas natural en el área de la plataforma continental situada al sur de la pequeña isla griega de Kastellórizo, que fue en los siglos XIV y XV baluarte de la Orden de San Juan de Jerusalén, y desde la Edad Moderna sucesivamente veneciana, turca y griega. +++

Es posiblemente significativo que las “conversaciones” sobre el Egeo entre griegos y turcos se rompieran en 2016, el año en que Donald Trump accedió a la presidencia de los Estados Unidos. En la nominación de Trump tuvo una influencia no escasa la injerencia rusa, y Rusia siempre ha tenido un gran interés geoestratégico en esta zona “caliente” del mapamundi político.

Es sabido que el Egeo es una zona altamente sísmica por estar en el límite de dos placas tectónicas continentales que luden la una contra la otra. En geopolítica ocurre otro tanto, ya desde los tiempos en que el Gran Rey de Persia perdió la paciencia y decidió patrocinar una expedición de conquista que acabara con los revoltosos pueblos del Egeo. Aquello fue llamado “guerras médicas” y tuvo una gran repercusión en toda la historia antigua.

Muchos siglos después, Grecia y Turquía estaban alineadas en el mismo bando estratégico, bajo el paraguas de la OTAN; pero siempre mirándose mutuamente con recelo. El duro castigo propinado por la UE a Grecia con motivo de la emergencia de Tsipras como líder “díscolo” dentro de los planes generales de progreso de los mercados sin alternativa, sin duda fue observado con apasionado interés en Ankara, y de forma más o menos paralela ha tenido lugar el ascenso de Turquía a la posición de gendarme del Medio Oriente después del arrasamiento de Irak y de la larga guerra siria de desgaste. Erdogan se siente más fuerte en un momento en el que Europa es más débil y corre el riesgo de verse desestabilizada por una pinza entre Putin y Trump o, para el caso, Joe Biden, en contra de una hegemonía “de rostro humano” de la UE en el Egeo. Sirva de ejemplo de la situación el tema de los refugiados de la guerra siria, cuestión en la que Turquía ha recibido el grueso de las “ayudas” de la UE mientras a Grecia (Lesbos en particular) le ha tocado ejercer el papel más desairado de “trastero” donde se almacena de forma provisional la balumba que todas las casas se sacan de encima.

Las repercusiones potenciales del conflicto podrían desbordar en muchas millas su perímetro inicial, hasta acabar por partir la UE en dos bloques asimétricos. Alemania, y por extensión el Norte, ven con buenos ojos (sin exagerar) las reivindicaciones turcas: un papel económico y político más importante de Turquía sería una ventana abierta a una nueva “apertura al este” que oxigenaría las expectativas de liderazgo de una Europa comprimida ahora entre dos gigantes, EEUU y China, que amenazan triturarla. Francia, por el contrario, elige un planteamiento más “clásico” en varios sentidos de la palabra, y apoya a Grecia al modo como lo hizo lord Byron en la guerra de la independencia también contra los turcos: es decir, con grandes dosis de romanticismo.

El futuro y las expectativas de Europa unida están en juego, de ese modo, en el Egeo, y no es despreciable el papel de componedor que ha empezado a jugar la diplomacia de Pedro Sánchez en esta dirección. Casado casaseno fue a ver a doña Úrsula von der Leyen con un memorial de agravios escasamente presentable en sociedad; Sánchez pisa con más fuerza en este terreno. No minusvaloren su visita inminente al papa Francisco; los dos estadistas parecen presos en la red de araña tejida por las respectivas curias, pero disponen de terrenos de pasto abundantes a donde no llegan las vallas con las que intentan obstaculizarles los representantes de una derechona obsoleta en un mundo en proceso vertiginoso de cambio. España tiene mucho carrete por soltar en la batalla por una Europa menos rapaz y más solidaria en el contexto de una economía que se configura de un modo totalmente distinto a como fue en la edad de oro de los imperialismos.

Los imperialismos no han muerto, ni mucho menos, aclaro. Puede que a veces no se les note, pero siguen ahí. Y se mueven siguiendo prioridades que no son monotemáticas; de hecho, su partida de ajedrez se juega en un tablero considerablemente amplio y complejo.

Lo cual nos lleva, querido José Luis, a una pequeña conclusión provisional sobre las apuestas actuales en el Egeo, complementaria de la formulada por don Venancio Sacristán. O sea, que “si lo primero es antes”, no es menos cierto que “lo siguiente viene luego”.

  

Roderitzos Lezeiakis es corresponsal de “Metiendo Bulla” en Atenas.

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