Nos
dicen los medios de información que Iván Redondo y Pablo Hispán están
negociando la duración temporal del Estado de alarma. Redondo e Hispán son los
jefes de gabinete –o algo por el estilo--
de Pedro Sánchez y Pablo Casado respectivamente.
Esta noticia me ha provocado sensaciones aproximadamente contradictorias. Me
explico.
Entiendo
que llegar a acuerdos útiles es altamente positivo; lo hemos dicho desde
siempre. Lo es especialmente en este terreno de la lucha contra la pandemia,
que hasta la presente está siendo el campo de Agramante de la lucha política
española. Mis deseos son, pues, que de esas entrevistas Redondo – Hispán salgan
acuerdos útiles, sensatos y fundamentados.
Ahora
bien, me es antipático que ese papel contractual, que es una función
eminentemente política, no lo ejerzan
los partidos, en este caso, el PSOE y el PP. Porque lo cierto es que los dos
jefes de gabinete suplantan (o, si se prefiere no ser tan drástico,
substituyen) a los auténticos sujetos tradicionales como, también para este
caso, deberían ser los partidos. Y digo, para este caso, los partidos que
tienen en teoría un papel substantivo más ´orgánico´ que los grupos
parlamentarios. Mi preocupación es que esa figura --la del jefe de gabinete,
cuya función debería ser técnica-- está adquiriendo funciones políticas y, a mi
entender, suplantando las atribuciones de los partidos.
Los
partidos, siempre inducidos por sus grupos dirigentes, han pasado de ser
gradualmente un sujeto político a convertirse en un agente publicitario. Me contaban
algunos amigos, antes de los rigores de la pandemia, que ya no recordaban cuándo habían asistido a la
´ultima´ reunión. Sólo manda el jerarca de la cúpula central. El resto son estafetas
terminales. El guasap ha substituido lo que antaño se conocía como ´vida de
partido´. No es añoranza por mi parte, sino simple constatación de cómo están
las cosas. El microscopio de las organizaciones de base ha sido substituido por
el telescopio.
Lo
comento con un amigo. Me dice: «no te olvides de que son tiempos de
presidencialismo que, además, reduce el papel de los ministros; la cosa –me dice— empezó
con Anar – Zarzalejos».
A
pesar de todo, lo menos que se le puede exigir a estos plenipotenciarios es que
lleguen a un acuerdo. Útil, nada de mandangas.
Post
scriptum.--- La gente de pueblo es sabia. Dos ejemplos. Mi amigo Daniel Martín, natural de Izavieja
(Montes Orientales, Granada) escribe: «Del areopuerto del abuelo sin aviones
hemos pasado al hospital de Ayuso sin sanitarios». Que es la más potente
expresión del sarcasmo (que en Granada llaman malafoyá) de los tiempos pasados
y presentes; será muy difícil superarlo.
Otro
ejemplo: «Lo primero es antes», que enseña Venancio
Sacristán. Yo soy de Daniel Martín y Venancio Sacristán.
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