martes, 27 de octubre de 2020

El desmesurado poder de los jefes de gabinete


 

 

Nos dicen los medios de información que  Iván Redondo y Pablo Hispán están negociando la duración temporal del Estado de alarma. Redondo e Hispán son los jefes de gabinete –o algo por el estilo--  de Pedro Sánchez y Pablo Casado respectivamente. Esta noticia me ha provocado sensaciones aproximadamente contradictorias. Me explico.

Entiendo que llegar a acuerdos útiles es altamente positivo; lo hemos dicho desde siempre. Lo es especialmente en este terreno de la lucha contra la pandemia, que hasta la presente está siendo el campo de Agramante de la lucha política española. Mis deseos son, pues, que de esas entrevistas Redondo – Hispán salgan acuerdos útiles, sensatos y fundamentados.

Ahora bien, me es antipático que ese papel contractual, que es una función eminentemente política,  no lo ejerzan los partidos, en este caso, el PSOE y el PP. Porque lo cierto es que los dos jefes de gabinete suplantan (o, si se prefiere no ser tan drástico, substituyen) a los auténticos sujetos tradicionales como, también para este caso, deberían ser los partidos. Y digo, para este caso, los partidos que tienen en teoría un papel substantivo más ´orgánico´ que los grupos parlamentarios. Mi preocupación es que esa figura --la del jefe de gabinete, cuya función debería ser técnica-- está adquiriendo funciones políticas y, a mi entender, suplantando las atribuciones de los partidos.

Los partidos, siempre inducidos por sus grupos dirigentes, han pasado de ser gradualmente un sujeto político a convertirse en un agente publicitario. Me contaban algunos amigos, antes de los rigores de la pandemia, que  ya no recordaban cuándo habían asistido a la ´ultima´ reunión. Sólo manda el jerarca de la cúpula central. El resto son estafetas terminales. El guasap ha substituido lo que antaño se conocía como ´vida de partido´. No es añoranza por mi parte, sino simple constatación de cómo están las cosas. El microscopio de las organizaciones de base ha sido substituido por el telescopio.

Lo comento con un amigo. Me dice: «no te olvides de que son tiempos de presidencialismo que, además, reduce el papel de los ministros; la cosa –me dice— empezó con Anar Zarzalejos».

A pesar de todo, lo menos que se le puede exigir a estos plenipotenciarios es que lleguen a un acuerdo. Útil, nada de mandangas.

 

Post scriptum.--- La gente de pueblo es sabia. Dos ejemplos. Mi amigo Daniel Martín, natural de Izavieja (Montes Orientales, Granada) escribe: «Del areopuerto del abuelo sin aviones hemos pasado al hospital de Ayuso sin sanitarios». Que es la más potente expresión del sarcasmo (que en Granada llaman malafoyá) de los tiempos pasados y presentes; será muy difícil superarlo.

Otro ejemplo: «Lo primero es antes», que enseña Venancio Sacristán. Yo soy de Daniel Martín y Venancio Sacristán.

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