Hemos tomado nota del discurso de Pablo Casado en la extraña
moción de censura que presentó recientemente el partido de la ultra derecha. Las
valoraciones sobre dicha intervención las hemos hecho en días anteriores
En todo caso sorprende la desmesura con que ciertos
analistas y determinados editorialistas han tratado la ´novedad´ de Casado. Los
golpes de péndulo son demasiado frecuentes, también, en el mundillo del
periodismo y de su sucedáneo el tertulianismo. Es exigible mayor mesura y
ponderación.
Importancia de las palabras de Casado contra Abascal, por supuesto. El primer dirigente popular ha marcado verbalmente territorio,
no hay que restarle importancia. Ahora bien, hace falta decir que la política
son esencialmente los hechos, la intervención cotidiana en las cosas concretas
de la vida. El discurso político es, claro que sí, imprescindible, pero
insuficiente si no va acompañado de los hechos que, además, concuerden con lo
que se ha predicado. En caso distinto la cosa sería pura retórica. Non verba sed facta.
De ahí que todavía Casado esté pendiente de que
su discurso se verifique en la práctica. Se le atribuye centrismo, su discurso lo era. Pero sería centrismo retórico si a
continuación no explica si entrará en negociaciones sobre asuntos pendientes
tan relevantes y urgentes como la renovación del Consejo General del Poder
Judicial y otros institutos. «Obras son amores y no buenas razones», se decía
antaño.
No es necesario que Casado se ponga la
dentadura postiza del centrismo. Nos conformaríamos con que hiciera de derecha civilizada.
De derecha canovista, le aconsejó Pablo Iglesias el Joven. Pero eso no casaría con medidas tan irasciblemente
abascalistas como la retirada de las estatuas de Indalecio Prieto y Largo Caballero. Y borrar
los versos de Miguel Hernández, que estaban en el Memorial de la Guerra Civil en
Madrid.
Post scriptum.--- «Lo primero es antes». Enseña
don Venancio Sacristán, padre del celebradísimo actor José Sacristán.
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