Madrid
está en un momento muy especial, se diría que en un parteaguas. Puede continuar
su marcha y consolidar su liderazgo económico en la piel de toro o iniciar una
lenta caminata –siguiendo el rumbo catalán--
hacia el declive. Si quiere lo primero debería cambiar de guía política
e institucional, pero de momento no parece clara esa posibilidad.
Madrid
puede despeñarse. Los avances siempre son graduales y, a veces, imperceptibles.
Cuesta arriba siempre es fatigoso; en cambio, su contrario suele ser abrupto y
de la noche a la mañana. Madrid tiene ahora todas las trazas de parecerse a
Cataluña: un gobierno confuso de la derecha, incapaz de gestionar ordenadamente
la cosa pública, que además empieza a dar signos de división; un gobierno
vicario –unos de Casado; otros de Waterloo; una oposición fragmentada y
escasamente lúcida.
El
gobierno de Madrid es un desbarajuste caballuno. Lo peor del caso –me permito
esta conjetura-- es que la actitud
levantisca de Ayuso,
además de ser una consecuencia de su vicariato, es la expresión de una total
incompetencia técnica ante los problemas de la crisis sanitaria. Peor todavía, al escoger el terreno del
zafarrancho contra el gobierno no sólo mide mal el terreno, sino que le puede
llevar al aislamiento incluso de aquellas comunidades gobernadas por el Partido Popular. De
momento, ni siquiera tiene el apoyo del empresariado madrileño que
–cautelosamente silencioso—sigue el ejemplo de sus colegas catalanes que
dejaron hacer, sin levantar la voz ni las cejas, los desafueros del
independentismo.
Madrid
que, en las últimas semanas, ha perdido predicamento internacional compitiendo
–también en eso— con Barcelona a ver quién es menos atractivo.
«Madrid,
castillo famoso» podría iniciar el camino de convertirse en un chozo: y «viendo
el chozo se ve el jabalero».
Madrid
y Barcelona camino de la decadencia. Alguien tendrá que coger el testigo.
Es,
viene diciendo desde hace tiempo Enric Juliana,
el «momento valenciano». Un gobierno serio y, por lo que se ve, eficaz; una
oposición que aprieta, pero no ahoga; y unos agentes sociales que están al tanto.
Post
scriptum.--- «El momento valenciano» parece inspirarse en la máxima de don Venancio Sacristán: «Lo primero es antes».
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