lunes, 9 de mayo de 2022

Yolanda Díez con Inma Nieto


 

 

Realismo: sólo por el hecho de evitar una confrontación electoral entre las fuerza que se auto consideran a la izquierda del PSOE ha valido la pena la compleja y azarosa confluencia de diversos partidos en Andalucía. Realismo: sólo por evitar los sopapos de la ley D´Hont, que castiga casi siempre al último de la clase, ha valido la pena el acuerdo andaluz. Que se haya hecho a trancas y barrancas parece que, en estos casos, es la normalidad. Con todo, ahora no es el momento de gimotear, ni hacer pucheros, sino de meterse en harina. Realismo: manos a la obra. Este realismo es el que, me parece a mí, preside la cabeza de cartel, Inma Nieto, en la coalición de la que estamos hablando, Por Andalucía. Ganar a la derecha significa un significativo avance de los socialistas y otro no menor de la coalición.

Ahora bien, la mayoría de los medios hablan, con mayor o menor, aproximación a los hechos que ´este es el proyecto de Yolanda Díez´. Y, de una a otra manera, El País, hoy, editorializa sobre dicha vinculación. De momento, Yolanda no dice ni oxte ni moxte. Pero, según las escasas referencias de la misma Díez, su proyecto  no va «de suma de partidos», y esta coalición lo es. Yolanda habla de otra cosa, que todavía está en el aire. Así pues, el apoyo de la vicepresidenta del gobierno a la coalición andaluza no debe confundirse con algo que sigue siendo un nasciturus.

jueves, 5 de mayo de 2022

Sindicalismo: palabras y hechos


 

Los hechos son los siguientes: los datos del mes de abril indican que por primera vez en la historia de España el empleo supera los veinte millones; también, esto lo da una importancia cualitativa, de las nuevas contrataciones 700.000 son fijos, esto es un 48,2 por ciento. Así pues, amalgama de cantidad y calidad. De manera que es obligado recordar las homilías jupiterinas de no pocos agoreros, licenciados de mostrador de chigre, subvencionados o motu proprio que insistieron en la falaz vulgata de que un incremento del salario mínimo implicaría la destrucción de puestos de trabajo. La patronal tampoco dio cuartelillo, uniéndose a las zahúrdas contrarias a la elevación del salario mínimo.

Antes había sonado el mismo discursillo, sobado desde la noche de los tiempos, toda reforma que demanden los sindicatos, apoyados por la izquierda, es así mismo, un freno a la creación de empleo. Comoquiera que la CEOE era parte integrante de dicha reforma, los puntapiés de las derechas –mesetarias y periféricas--  fueron más leves.

Digámoslo con contundencia: en esta nueva realidad –de importancia cualitativa y cuantitativa, repetimos intencionadamente— el sindicalismo confederal español ha estado a la altura de las responsabilidades que se le exigen. Se trata de una importancia que va más allá de la modesta capacidad de autovaloración del sindicalismo sobre la obra realizada en torno al empleo. Los datos de empleo del pasado mes de abril exigen  mayor pompa por parte del sindicato que sigue siendo demasiado austero ante sus conquistas y realizaciones.

En consecuencia, el sindicato podría decir que a pesar del chillerío de la política, de las propuestas de  inútil vuelo gallináceo de las derechas, en España hay una novedad: más y mejor empleo, a pesar de que la situación  económica tiene sus claroscuros. Decirlo, todavía más fuerte, porque hay quien todavía sostiene que no es cierto que el cuadrado de la hipotenusa es igual que la suma de los cuadrados de los catetos. La negación de este enunciado es, sobre chispa más o menos, lo que regüelda la señora Ayuso frente a Feijóo que ha olvidado el enunciado del famoso teorema.

«Facta non verba», dijo Virgilio. Vale. Pero es preferible decir «verba et facta», o sea, «palabras y hechos». Porque desde la palabra el sindicato construyó los hechos indiscutibles de la relación entre la reforma laboral y la creación de estos nuevos contratos de trabajo indefinidos. (Allá Virgilio con sus melindres).  


miércoles, 4 de mayo de 2022

Feijóo y Ayuso: del coro al caño y del caño al coro


(A la memoria de Juan Diego)

Mario Draghi, primer ministro italiano, ex presidente del Banco Central Europeo y ex director ejecutivo del Banco Mundial, ha hablado de manera contundente y sin concesiones a la platea, a los palcos y al gallinero.  Y ha manifestado: «Estamos ante una situación provisional a la que hay que enfrentarse con herramientas excepcionales». El caballero ha hablado, además, que subirá la carga fiscal de esos beneficios que púdicamente se llaman caídos del cielo. O sea, esas ganancias que se obtienen sin dar golpe. En concreto, el premier italiano subirá hasta el 25 % a los beneficios de las eléctricas. Juan Diego, que en paz descanse, diría: «¡Por sus santos cojones!».

De hecho Draghi aplica el sentido común y hace lo que parece obvio: en estas situaciones de crisis concéntricas no hay más remedio de sacar el dinero de allá donde está mayoritariamente. Y, más todavía, en el grupo de los beneficios caídos del cielo, aquellos que se obtienen gracias al sistema tributario.

El Partido Popular disiente de ese sentido común: La Ayuso y Feijóo, con sus respectivos espoliques, proponen justamente lo contrario. Lo que, además, se confronta con la actuales propuestas de la Unión Europea. De Ayuso a Feijóo y viceversa o, si se prefiere, del caño al coro y del coro al caño con políticas temerariamente populistas  que técnicamente provocarían mayores desigualdades y menor tutela del sistema de protección social.

Ciertamente ha habido cambios en el Partido Popular, pero sigue habiendo un hilo conductor con la época casadista: bicefalía en el liderazgo y, en consecuencia, en los mensajes. Aunque hay coincidencia en el populismo patológico y temerario: de un lado, el partido «callejero y pandillero» de los señoritos del barrio de Salamanca y, de otro lado, una retórica educada con la musicalidad de la lengua galaico-portuguesa que le sigue la corriente al chisperismo indocumentado. Vaya, que Ayuso regüelda y Feijóo susurra.

      

domingo, 1 de mayo de 2022

El síndrome de la banda de los cuatro


 

ERC, el partido más confuso de Occidente, comparte con el PP y con Vox la votación contraria a la reforma laboral en el Parlamento Español. Y todos ellos se asemejan a los post post post convergentes de Junts, que parece que lidera el hombre de Waterloo, en la misma historia. Digamos, en honor a la verdad, que no son idénticos –ni siquiera parecidos— los motivos  que han llevado a los hunos y a los hotros a fijar posición contra dicha reforma. Pero hay unos círculos concéntricos compartidos: Waterloo sopla, todavía con fuerza, al cogote de ERC, pidiéndole cuentas de quien mea más largo en la identidad independentista;  los de Feijóo, a su vez, sienten la halitosis de Vox, por lo que no pueden romper –al menos, todavía--  con la sombra de Pablo Casado, cuyos noes son alargados.

Lo más aparentemente chusco es que ERC ha quedado como una aljofifa. Incluso entre no pocos de su propia gente. Me explico: la Generalitat no ha tenido más remedio que convertir 938 contratos temporales  en contratos fijos. Mandato claro de la reforma laboral, que los cuatro de marras (PP, ERC, Junts y Vox) votaron en contra: cada cual con su excusa de mal pagador.  Así pues, los cerca de mil funcionarios catalanes  fijos no le deben a su gobierno esta nueva condición. Y para hablar con su propio lenguaje, se nos permitirá decir que se lo deben «a España», o –por más señas— al gobierno al que ERC quería tumbar. Son, por así decirlo, las chocantes consecuencias del síndrome de ERC y PP, que sienten que la bolsa viril está atenazada por Junts y Vox: el síndrome del escroto atrapado que atraviesa esta banda de los cuatro.  

Un síndrome que debe angustiar a Feijóo, cuyo predicamento en la Unión Europea está en servicios mínimos. Feijóo o el nuevo Buridán.

 

P/S.--- Comoquiera que Quim González ha escrito en su blog sobre este Primero de Mayo, que un servidor comparte de pitón a rabo, he decidido hacer el ejercicio de redacción que consta más arriba.

1º de Mayo, ¡viva el sindicalismo!  QG.