martes, 28 de junio de 2022

El esperpento, enfermedad senil del independentismo


Lo peor de una derrota política –tanto si es electoral o de otra naturaleza--  no es el batacazo sino que, tras él, puede venir la división. Las travesías del desierto en división son muy ásperas. ¿Hace falta recurrir a ejemplos? Mejor no. Pero en los momentos actuales tenemos muy presente la enseñanza del fracaso del procés catalán. Tras su derrota sin paliativos lo peor es que sus restos se caracterizan por una división molecular  donde el adversario  de cada corpúsculo, ahora, ya no es tanto España como el resto de sus fracciones, grupos y similares. Hay que reconocer, empero, que ERC se salva de ese anárquico conglomerado, aunque de cuando en vez debe soltar alguna intemperancia para no infundir sospechas. En ese sentido, Rufián es alternativamente aprendiz de pirómano y bombero diplomado.

Junts –no se sabe para qué ni con quién—es la matrioska de los taifatos personales más significativos, cada cual con su aparente proyecto que ciertamente no tiene relación con un programa de todos esos que  formalmente están junts. Ejemplo más relevante: la behetría que gira alrededor del empresario sin obreros Joan Canadell, hoy diputado de Junts y ex presidente de la Cámara de Comercio de Catalunya.  Un personaje curioso: independentista a calzón quitado, pero un admirador que ce en deliquio ante la política fiscal  de Isabel Díaz Ayuso. Retiro lo de chocante, porque es completamente lógico y políticamente coherente.

Este caballero lideró en su momento el abordaje a la Cámara de Comercio. Ganó las elecciones y, desde ahí, es elegido diputado al Parlament y en su mucho tiempo libre organiza los aspavientos de la Assemblea Nacional de Catalunya. Ahora desde la rebotica de la Cámara ha hecho que ésta oficialmente vote una declaración de apoyo al llamado Consell de la República, que preside el holandés errante Puigdemont. O lo que es lo mismo, el anarco--empresariado independentista está chocheando. Precisamente en unos momentos de crisis económica y con la incertidumbre de futuro que ésta provoca.  

Pero, con todo, lo más llamativo es, a mi juicio, que el independentismo  en su travesía, derrotado y dividido, no tiene nada que decir ni para Cataluña ni para nada de nada de nada.

Ubi sunt los viejos capitanes de industria catalanes?

 Oigan, cambio de tercio: les sugiero a los amigos, conocidos y saludados el estudio (los codos encima de la mesa y el lápiz para subrayar) del libro  La burguesía catalana, de Manel Pérez. Ediciones Península. 

domingo, 26 de junio de 2022

Ciego yo, tuerto tú.


 

Tengo una ligera sospecha: todavía las izquierdas no han asumido, analizado y calibrado su estrepitosa derrota electoral en Andalucía. Algo así como aquel segundo Felipe que echó la culpa de la derrota naval «a los elementos». Siempre tuve la impresión que, a partir de aquella debacle, el imperio español empezó a tartamudear.

Cierto, un acontecimiento de esa envergadura merece un estudio pormenorizadamente microscópico para llegar a unas conclusiones eficaces y poder seguir adelante. Aún es pronto. Ahora bien, después de la derrota, una de las causas que la provocaron –las disputas entre los partidos que conforman el gobierno progresista y las peleas entre ciertas fuerzas de la izquierda de la izquierda—se mantienen como si nada hubiera pasado. Como si la derrota andaluza hubiera sido cosa de «los elementos». Dos asuntos de gran relieve han motivado, esta semana pasada, otro quilombo entre socialistas y podemitas en el gobierno. Que son: las medidas urgentes anticrisis y la renovación de los jueces. Que haya puntos de vista diferentes, incluso encontronazos es cosa normal y no necesariamente perjudicial. El problema es cuando por fas o por nefas se exhibe ese desacuerdo a bombo y platillo. Chocante: cuando están de acuerdo y consiguen un gran avance la actitud de ambos es de una prudencia austera, casi calvinista; las victorias apenas concitan la organización del entusiasmo social, pero cuando no hay acuerdo se infla el pecho y los hunos tiran los platos a la cabeza de los hotros.

A bote pronto podría parecer que están organizando la ruptura de las relaciones, pero eso conllevaría un temerario adelanto electoral, que podemitas –sobre todo— ni quieren ni les interesa. No exactamente por motivos políticos, sino por problemas de intendencia. Pero parece lógico, así las cosas, que conforme se vaya acercando a la fecha electoral las disputas entre los romanos y los cartagineses ampliarán su diapasón. Será un error caballuno, porque tal suma de bochinches será penalizado por el personal con la misma rotundidad que lo ha hecho en la Bética. «Voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir», diría el excelso poeta de La Fuente.

Recapaciten y publiciten el acuerdo que ha motivado el reciente plan contra la crisis, que es pura prosa, canela fina: el impuesto especial a las eléctricas, incremento del 15 % de las pensiones no contributivas, reducción del abono del transporte público, el cheque de 200 euros para las rentas más bajas, etcétera. Esa es la chicha, lo otro –exhibir cuando y donde no hay acuerdo el propio careto— es no haber entendido el vuelco histórico andaluz.

Ya veremos porque hay gentes en las izquierdas, a babor y estribor, que han hecho suyo aquel dramático lema hobbesiano «Mors tua vita mea». Que, con permiso del maestro de traductores Paco Rodríguez de Lecea, mi versión campechana es «Ciego yo, tuerto tú».   

¡Viva Izavieja!

viernes, 24 de junio de 2022

La paradoja sanitaria catalana


Cataluña solo está superada por los Estados Unidos en lo atinente a la investigación en el terreno de la salud; sin embargo es el farolillo rojo en incorporar tales investigaciones a los pacientes. Monstruosa paradoja que hoy, muy de mañana, me ha puesto de los nervios. El doctor Aleix Prat, oncólogo, en la foto, es quien ha dado el grito de alarma. Más todavía, cuando la Agencia Europea de Medicamentos aprueba un fármaco innovador en España cuesta carros y carretas para que se ponga en marcha. De un lado, los problemas de la burocracia; de otro, el litigio permanente entre la Administración y las farmacéuticas. Mientras tanto, la voz de los pacientes clama en el desierto.

Una cosa es clara: en Cataluña, también en otras comunidades autónomas, hay un extraordinario plantel de investigadores de gran envergadura. Y sin embargo, el cáncer de mama no tiene el soporte suficiente para llevar a la práctica el resultado de las investigaciones e innovaciones.

No acabo de reponerme de la indignación cuando leo que el vicepresidente de la Generalitat de Catalunya, Jordi Puigneró, adscrito a Junts –Junts no se sabe cómo ni para qué--  embiste fraternalmente contra el President  Pere Aragonès  García reclamándole «Menos reuniones con Pedro Sánchez y más hacer perder votaciones al PSOE». De momento podemos inferir que la llegada a la dirección de Junts –no se sabe con quién ni para qué--  del moderado Jordi Turull, el Feijóo de Cataluña, no atempera los regüeldos al menos de este Puigneró.

Mucha paciencia tiene la ciudadanía.

 

P/S.---  Anoche, con un descenso enorme de los petardos y de la pólvora pude leer atentamente el artículo de Isidor Boix: https://isidorboix.wordpress.com/2022/06/23/andalucia-francia-chile-colombia-y-espana-un-mismo-problema-un-mismo-desafio-organizar-no-basta-sumar/?fbclid=IwAR2YwJhV8rRQlvSgP6ZMgdMFl9QDmFaTcLIQKQW35-4bWzXiBKfXGU94WSY  Sobre todo es refrescante. 

miércoles, 22 de junio de 2022

Pedro Sánchez y el pato cojo


 

 

Casi al final del recuento electoral del pasado domingo, cuando ya se sabía sobre chispa más o menos el resultado, uno de los tertulianos dijo en televisión que a Pedro Sánchez se le estaba poniendo la cara como de «pato cojo». Se trata de una expresión que en los EE.UU. se aplica a sus presidentes durante el segundo mandato. Es decir, cuando empiezan a ser irrelevantes. Pero vox tertulianorum non est vox Dei .

No cabe duda que esa afirmación tertulianesca --´pato cojo´, en este caso—es algo más que una afirmación gratuita, o podría ser, el inicio de una ristra de sermones con la idea de deteriorar la imagen del Presidente del gobierno progresista. Es, por tanto, la invitación a que una masa coral de plumíferos y currinches repartan por tierra, mar y aire que Sánchez e ya un pato cojo. He dicho que es una expresión gratuita y completamente falsa. Porque, justamente esta segunda legislatura ha tenido más realizaciones y más utilidad social que la primera. Al revés precisamente de la actitud del pato cojo sea norteamericano o de la península de Kamchactka.  A saber, Sánchez ha liderado un gobierno que, en medio de una tremenda tempestad (dura pandemia y los efectos directos e indirectos de la guerra de Putin), ha realizado avances en los terrenos de la economía, sociales y de los derechos civiles y inespecíficos. ¿Qué la  inflación está por las nubes?, cierto. En concreto, de ´pato cojo´ naíca de ná. Al menos, según la definición que los norteamericanos dan a ese ideolecto.

El mundillo del tertulianado también tiene que comer, de ahí que en algunas ocasiones haya reincidentes en el enredo y la socaliña. Más todavía, tales organizadores de la confusión (la mediática brigada Brancaleone) en realidad aspiran a ser la vanguardia del quinto poder.  Sin ir más lejos, un servidor –ya octogenario y octogeranio--  si pillara un micrófono tertulianil diría: «Justamente cuando el PP se hace con la mayoría parlamentaria de la región Bética, nacen los calostros de un nuevo conflicto en dicho partido, a saber, la vida sedicente moderada de Moreno Bonilla y la de Ayuso y sus retortijones ultras».  Me baso en los mismos presentimientos, generalmente ficticios, del lumpen tertulianado.

 

P/S.--- No pasen por alto el artículo de Joan Coscubiela, hoy en El País.  Vox Coscubiela vox utilitatis.   

¡Viva Izavieja!

martes, 21 de junio de 2022

¿Cambio de ciclo?


 

 

Esparta derrotó a Atenas el domingo pasado. Ha sido el resultado de una crónica demoscópica anunciada. El Peloponeso andaluz se ha saldado electoralmente con una derrota cuyas consecuencias  todavía no estamos en condiciones de vislumbrar. Con todo, soy del parecer que el batacazo caballuno de Atenas es una de las consecuencias del insistentemente denominado «cambio de ciclo».

Los gobiernos tienen la tendencia rutinaria a negar cualquier novedad, cambio o micro discontinuidad. La única inercia admitida es la que, según ellos, es la consecuencia de su acción de gobierno. El tancredismo sería la característica primordial de los gobiernos; Rajoy fue un ejemplo de la degradación del tancredismo. «Cambio de ciclo», insisten no poca gente en España. Pero todavía no conocemos detalladamente las moléculas de tan socorrido y contradictorio concepto. Contradictorio, en Francia y Colombia avanza la izquierda mientras que en la Hispania Ulterior los vándalos gobiernan las dos orillas del Betis, más tarde llamado Guadalquivir, tras otro cambio de ciclo.

El presidente Zapatero se pasó media legislatura sin reconocer que España había entrado en crisis tal como le advertía el ministro Solbes. Zapatero reaccionó tarde. No supo ver el cambio de situación y –Tancredo uno, Tancredo otro— Rajoy entró en mala hora en la Moncloa. Sánchez, tras el rejonazo del domingo, niega el cambio de ciclo. Su opción será resistir. Pero resistir no es gobernar, que implica estar a la ofensiva. Resistir es situarse detrás del parapeto. Y desde los parapetos no se crea hegemonía. Desde el burladero solo  se conservan las amistades que tienen la fe del carbonero.

Desde una lógica académicamente tradicional podremos ver que en este cambio de ciclo, que  viene de atrás, el gobierno progresista cuenta con eficaces realizaciones en los terrenos de la lucha contra la pandemia, la situación económica y de los derechos, tanto laborales como inespecíficos. Pero ese cambio de ciclo muestra  que contemporáneamente millones de ciudadanos de Atenas, votantes de toda la vida de Pericles, favorecidos por los éxitos del mismo Pericles, han confiado en Esparta. Ya lo probó en sus carnes sir Winston tras la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial.

Cambio aparente de tercio: está cantado el conflicto en el interior del Partido Popular. El modelo Moreno Bonilla, espartano, entrará en colisión con la tribu de los longobardos de Lady Ayuso.   

P/S.---  ¿Podríamos hablar de ´cambio de ciclo´  en Seat tras el nuevo convenio coletivo?  

domingo, 19 de junio de 2022

Vox y Junts


Cuando el asfalto de las calles se disfraza de diciembre para atenuar los efectos  de esta calores saharianas; cuando la economía global puede conducirnos a una situación crítica; cuando la cesta de la compra araña nuestros bolsillos; cuando los incendios hacen su agosto ahora en Cataluña y otros lugares, un tal Sebastià Vergès, diputado por Junts –Junts no se sabe para qué--  aprieta sus esfínteres mentales y critica muy ásperamente la intervención del Ejército en la extinción de los incendios, del Ejército de «este Estado que nos expolia». Vergès, ingeniero de caminos. Donde se demuestra que resolver ecuaciones abelianas es compatible con estar ido de la cabeza. Sin embargo, habrá que intuir que si el incendio estuviera en puertas de la casa de este baladrón,  él mismo llamaría a todos los Ejércitos (empezando por el de España) incluido el Ejército de Salvación. Creo que no se trata de doble moral, sino de faltarle una gran ferretería en la cabeza. Hasta el mismísimo don Carlos Castilla del Pino (en la foto) tendría dificultades en curar a este pollo pera. Con todo, la reflexión es la siguiente: ¿cómo es posible que un personaje de estas hechuras haya llegado a ser diputado de Junts, de Junts no se sabe para qué? En parte --y muy caricaturescamente--  podemos decir que el fracaso del procés es debido a personajes de este calibre.

Disparates caballunos los dicen la mayoría de las fuerzas políticas. Pero esos disparates adquieren la cima en dos fuerzas políticas, aparentemente antagónicas: Vox y Junts, Junts no se sabe para qué. La diferencia es que los ultras carpetovetónicos elevan a categoría política las deposiciones mentales del lumpenariado, que no es lo mismo que el lumpen—proletariado, mientras que Junts es el último estertor de una idea y unos mimbres que tienen una fecha, ya escrita, de caducidad.

Ojo, pues, con Vox. Porque está estableciendo una conexión sentimental con ciertos estratos de la sociedad, muchos delos cuales viven en nuestro mismo bloque de pisos. Vox quiere ser una inmensa agrupación de agraviados. Olvídense de antecedentes históricos, que nos sirven a medias. Vea, observen y estudien ese fenómeno. Lo de Vergès, empero, es un caso a resolver por la medicina pública.

P/S.--  Dispensen que haya estado tanto tiempo haciendo rabona: tuve un accidente muy aparatoso que me ha dejado el brazo izquierdo casi inútil. Ya me estoy  recuperando.