Primer tranco
Ni
Pablo Casado ni Inés Arrimadas tienen un
proyecto político para España. En realidad, desde Aznar hasta nuestros días, la
derecha se mantiene en el más absoluto estado de precariedad de ideas,
sugerencias y propuestas. Los planteamientos de Casado se caracterizan por la
negativa sistemática a todo cuanto salga del Gobierno. A su vez, Arrimadas luce
las escarapelas de ni los unos ni los otros. Pero es una equidistancia
aparente o, mejor dicho, fingida; es, además, una actitud postiza y, por encima
de todo, de quiero y no puedo que amaga con dar para, después, caer en deliquio
ante quienes ha simulado confrontarse: el andaluz Marín y el madrileño Aguado, dos vicepresidentes quánticos: se
desmarcan de sus gobiernos peperos y,
simultáneamente, les siguen la corriente haciendo pucheros.
Lo
más caritativo que se puede decir de la pareja Casado –Arrimadas es que están
en las batuecas. No hay que felicitarse de ello. Esas dos derechas impotentes
son un hándicap para la vida política española.
Es
Vox quien tiene un
proyecto. Usa, para ello, la vieja táctica del aprovechamiento de los
instrumentos legales, moviéndose en las bambalinas de esa tramoya, amparándose
en los evidentes bienes democráticos para ir socavando el edificio
constitucional. Vox tiene ese proyecto: endurecer la democracia hasta el máximo
de tolerancia de la resistencia de materiales; además, sabe que tiene un humus tanto
doméstico como europeo que le es favorable. Por lo demás, más allá de los impulsos
espasmódicos de algunos de sus dirigentes, parece que tiene paciencia; esto es,
sabe esperar. Abascal tiene terpenie.
Segundo tranco
La
moción de censura contra el gobierno, que ha presentado Vox, no es, desde su
óptica, un disparate. Es ante todo, una potente coz en el escroto a la
´cobardía´ de Casado. Y una manera de señalarle su incoherencia: si este
gobierno de Pedro Sánchez es ilegal, como dices,
no podemos ir con garambainas. Sólo vale ´leña al mono´. Así pues, ese gesto –la moción de censura—
tiene un significado: aquí no hay más cera que la que arde y más derecha que la
nuestra. La derecha es Vox y Abascal su profeta.
Las
otras dos son derechitas de ficción, de calisay. Es, por lo tanto, cuestión
irrelevante que la moción no saldrá adelante. Ya lo sabía Abascal y quien se lo
sugirió. El objetivo no es Sánchez, ni Podemos. (Por
cierto, observen que Abascal
no tiene con Pablo Iglesias la fijación obsesivamente
enfermiza de Casado). El punto de mira es, insistimos, mostrar que Vox es la
única derecha que planta cara al gobierno ´ilegal´.
Tercer tranco
Lo
que es inaudito es la contumacia de Casado y el grupo dirigente del PP en mantenella y no enmendalla. Pero, en
todo caso, eso es la consecuencia de la inexistencia de proyecto. Casado sólo
quiere tener un partido graníticamente obediente a sus orientaciones. ¿Error
cuando impuso a Carlos
Iturgáiz como cabeza de lista en las recientes elecciones vascas y,
posteriormente tras el desastre electoral, haberlo mantenido? No es un error,
es una opción calibrada cuyo objetivo es la sumisión de todas las periferias al
punto central, o sea, él mismo, Casado.
Por
lo que esa opción, de ordeno y mando, pasa por cualquier otra consideración,
esto es, si conviene o no conviene a los intereses de España; si favorece,
incluso una política de derechas, o no; si supera el divorcio entre la derecha
política y la derecha económica, o no.
Así
las cosas, si no hay rectificación Abascal se come crudo a Casado casaseno. Vale.
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