El
caso Cospedal – Villarejo le
ha estallado a Pablo Casado en
mal momento. Precisamente en puertas de las elecciones andaluzas y justamente
cuando se hace más áspera su pugna con los de Rivera por el control de las derechas. Es una
bomba de relojería en el Partido
Popular cuando todavía su líder está recién estrenado. Y es que el pasado
persigue a dicho partido. Todo indica que durante mucho tiempo los nuevos
dirigentes se comerán la abundante mugre de sus ancestros, una mugre que ellos
nunca denunciaron.
Cospedal -«que cada palo aguante su vela», dijo en tiempos de Bárcenas- debe dimitir de sus cargos electos. O, por mejor decir, el PP debería
cesarla de manera fulminante. Con ella, después de su affaire con Villarejo, la
vida política está más putrefacta. Los establos de Augiás, en comparación con esto, relucen como
los chorros del oro.
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