sábado, 17 de noviembre de 2018

Manuela Carmena y Podemos




La crisis de Podemos en Madrid puede agravarse si una mano ducha no lo remedia. Es un barullo considerable del que sólo sabemos la espuma de su superficie. Hay más gatos encerrados de lo que nos ofrecen las informaciones de una y otra amura de la nave podemita. De momento, lo que resulta chocante es la inversión de los planos: se ha empezado por la onomástica en vez de comenzar por la discusión del programa.

La situación no es amable. No lo es por el carácter de este nuevo litigio, por el momento en que se produce y porque puede generalizarse a otros territorios. Hay que hablar sin descanso. Con el sosiego debido y poniendo las cartas sobre el tapete.

De Manuela Carmena ha hablado apropiadamente Almudena Grandes: Es lo mejor que nos ha pasado a los madrileños en muchos años, una alcaldesa tan admirable que, con todo lo que yo amo a esta ciudad, ni siquiera estoy segura de que se la merezca». Digo lo mismo. Séame permitido que explique brevemente el origen de mi admiración por Manuela. Data de las visitas que nos hacía a los presos políticos en Barcelona en el año 1967 en el locutorio de Jueces, como defensora de mi maestro Ángel Rozas.

Ahora bien, confieso que, durante esos días, no acabo de entender a Carmena. Está hablando como si la cosa no fuera con ella. Vuelve a exhibir, además, algo tan innecesario, por sabido, que ella no tiene obediencia a Podemos. Es, por lo tanto, una exhibición sobrera. Es más, o Carmena se implica directamente en un intento de solución de la crisis o el quilombo puede ir a más. Por lo demás, Pablo Iglesias ha manifestado que va a intervenir «discretamente». Sea, y en buena hora.

De manera que el arrebato ocasional de Manuela –dicho sea granadina y cariñosamente— malafondinga debe dejar paso a su probada y habitual serenidad y ponderación. Madrid, capital de la Gloria (dijo Alberti)  no puede volver a caer en manos de la caspa y la brillantina. ¿Estás en lo que es?

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