lunes, 19 de noviembre de 2018

El Consejo General del Poder Judicial no huele a ámbar




Fue un canalla redomado: la mano derecha del tristemente célebre  senador norteamericano Mc Carthy. Su nombre Roy M. Cohn, abogado.  Tal para cual. Su manera de obrar queda resumida en una sola frase: «No me interesa saber qué dice la ley; lo que quiero saber es quién es el juez». Sin pelos en la lengua y por lo derecho. Las huellas de ese planteamiento podrían ser las siguientes: no me interesan las funciones del Consejo General del Poder Judicial, sólo me importa quiénes son sus miembros.

No me gusta el cabildeo de los partidos mayoritarios que han negociado la composición del CGPJ. No me gustan algunos de los nombres que han sido pasteleados. En todo caso, diré que es una consecuencia del método de cómo se designan los componentes de este organismo. En resumidas cuentas, es la traslación de la política partidaria a la Judicatura por otros medios. Es la toga subalterna, la granítica adhesión de los nominados a los partidos que les designan.

Se ha perdido la oportunidad de conformar un Consejo de transición mientras se pensaba qué tipo de organismo es el más idóneo. Se consolida, fatalmente, el método de la partidización del Consejo, el estilo del reparto por lotes (lottizazzione). Precisamente en unos momentos en los que la Justicia española está vista con reparos en Europa.

Es el estilo tradicional del PSOE y del PP. Pero, en esta ocasión, han contado –al menos, por el momento— con el concurso  de Podemos, que edulcora la operación. Los de Iglesias susurran que no podían estar al margen, a pesar de ser contrarios al método. O sea, era de noche y, sin embargo, llovía. Han optado, así las cosas, por el mandamiento bíblico de contagiaos los unos a los otros. En pocas palabras, también Podemos utiliza las triquiñuelas de los rábulas de tres al cuarto. Oído, cocina: se llama rábula al picapleitos convicto y confeso.       

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