Es
la izquierda empedernidamente virginal. «Ni muerta pactaré con Susana», clamó
jupiterinamente Teresa Rodríguez, de Adelante Andalucía, en un mitin electoral. O es un calentón de
boca o forma parte de los recursos teatrales de todas las campañas que en el
mundo han sido. Si es un calentón podríamos disculparlo ya que las
incontinencias fisiológicas suelen acabar en este tipo de deposiciones. Si es
un recurso caco retórico la cosa da que pensar porque el tropo parece insinuar
una cierta relación entre el acto de negociar y la muerte. En ambos casos, sea
uno o lo otro, podríamos estar en la versión andaluza del izquierdismo como
enfermedad infantil del que hablara Lenin en sus
buenos tiempos.
No
queremos que Rodríguez se muera, tanto si pacta como si no pacta. Aunque habría
que añadir que la eutanasia debería estar legalizada en España. Queremos que
Rodríguez viva, que viva una vida útil a sus representados. Es más, deseamos
que se haga mayor como parece que va siendo Pablo Iglesias, el Joven. Con todo,
lo más preocupante es que sus discursos carecen de fondo. Puro twitter. Por eso
un avezado Eduardo Benjumea exige en su cuenta
de Facebook que «en la campaña se escuche más a Antonio Maíllo, coordinador de
Izquierda Unida». Por lo menos –añadiría un servidor-- su verbo es más vitalista. Y parece saber que
mentar a la muerte siempre –y por extensión en una campaña electoral-- es un mal fario.
Rodríguez
necesita ciertas lecturas. Así, a bote pronto, le recomendaría el libro donde Pablo
Iglesias y Enric Juliana conversan sobre lo
divino y humano. Me refiero a Nudo España.
De él podría sacar la siguiente conclusión: cuando el significante es no pactar
se corre el peligro de la irrelevancia.
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