Debe
ser la edad, pero confieso que no he entendido la bronca que se me traen en
Madrid los de Podemos.
Debe ser la edad que no me permite captar las sutilezas de esa situación. ¿Qué está ocurriendo? Lo único que sé: el
chapapote también aparece en el seno de las formaciones pomposamente
autodenominadas nueva política. Más todavía, surge precisamente en los momentos
más inoportunos. Estos lo son.
La
izquierda tiene, según parece, un extraño atributo: organizar cíclicamente ciertas
deposiciones para no infundir sospechas, para hacernos saber que sigue siendo
izquierda. Con la idea de ratificar que la izquierda es ella misma y sus
enfrentamientos internos. Es el mal oscuro de la izquierda. Por lo demás, tales
enfrentamientos suelen ser por lo general crípticos y a veces académicamente
abstractos.
En
resumidas cuentas, Podemos reproduce desparpajadamente lo que vieron en las
izquierdas que llaman viejas o tradicionales. Es el estilo chotuno de que unos
cuantos son irrespetuosos con las normas y los otros consideran que, como en
tiempos antiguos, el partido se depura a golpe de expulsiones. Así hasta que el
último apague la luz.
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