Los
mosquitas muertas de la llamada nueva política y los graníticamente viejunos se
han puesto de acuerdo en el texto que renueva la Ley de Protección de datos. Con nocturnidad silenciosa y alevosía
otoñal. Ayer se aprobó por unanimidad. Cuando las cámaras, Parlamento y Senado,
son un hervidero, una zahúrda de alto voltaje, la discusión de esta ley se ha
desarrollado con hermandad franciscana. Por lo demás, ya es chocante que la
prensa y los tertulianos huelebraguetas nada hayan dicho sobre el particular.
Han estado distraídos en otros menesteres.
Ayer
se aprobó por unanimidad la expansión del control de los partidos sobre la
ciudadanía. Quienes decían que venían a renovar la política han caído en brazos
de sus corporativamente intereses creados. Sin duda es un triunfo, y no menor,
de los partidos de siempre. Se ha
aprobado la invasión de la actividad política partidaria en los chismes
tecnológicos que, como nueva ortopedia, tenemos a nuestra disposición.
Edwar Coke, un abogado que fue juez y
más tarde parlamentario, es recordado por una cita: «La casa de un inglés es
para él como su castillo». Lo dijo en tiempos antiguos y convulsos. Daba a
entender que el domicilio es inviolable. No es este, sin embargo, el carácter
de esta ley. Oído al dato: «Los partidos políticos, coaliciones y agrupaciones
electorales podrán utilizar datos personales obtenidos en páginas web y otras
fuentes de acceso público para la realización de actividades políticas durante
el periodo electoral». Un texto de abre
la veda a una invasión no deseada.
Mi castillo, así las cosas,
ya no tiene el famoso cartel de «reservado el derecho de admisión». Ahora es
como una taberna donde puede entrar cualquier partido político, coalición y
agrupación electoral sin pedir permiso. Sin, ni siquiera, dar los buenos días.
La nueva política ha perdido el acné juvenil y la vieja consolida sus poderes
de siempre.
«Stalin lo ve todo, camarada»,
afirmaba un personaje de la novela Vida y
destino, de Vasili Grossman. No, no era verdad. Stalin no lo veía
todo. Lo que sabía era lo que le decían centenares de miles de estalinillos.
Ahora, con esta ley ignominiosa, los partidos lo pueden ver casi todo.
Inquietante.
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