Dos
historias paralelas con una obsesión caballuna: el odio al otro; con un estilo
visceral: la agresión violenta; con el mismo artefacto: las llamadas redes
sociales. Dos espejos frente a frente, uno cóncavo y otro convexo: un sector de
la sociedad italiana, minoritario pero inquietante, y un cacho no irrelevante
del quintacolumnismo independentista catalán. Este es un rescoldo que 2020
endosa al recién estrenado 2021.
La
enfermera romana Claudia Alvernini es la primera
persona a la que le ponen la vacuna. La
señora, precavida, cierra sus cuentas en las redes, porque se las ve venir.
Pero los ciber agitadores con antifaz abren cuentas pirata a su nombre y
decenas de miles le llaman a la Alvernini de todo. En la Italia, «el país donde
reluce el limonero», que dijo el poeta que no conocía los limones de la huerta
del Segura. Espejo cóncavo.
La
primera persona que en Cataluña recibe la vacuna es una anciana. Se llama Josefa Pérez, 89 años. Esa cáfila quintacolumnista razonó
así: «Pérez, luego no es de aquí. Lo más seguro es que no hable catalán». Y empieza una zahúrda de miles de tuits de
protesta. Sólo les faltó decir: ´Catalonia first´. Espejo convexo. Oído cocina, esta gente
votará en masa el 14 de febrero contra Josefa García.
Los
espejos cóncavos y convexos han aflorado desde sus respectivos escondites a las
superficies italiana y catalana. Eran unas placas tectónicas que no conocíamos.
Ahora los medio conocemos porque una parte de ellos está sumergida cobardemente
en las catacumbas de las redes sociales. Cuando sea demasiado tarde alguien
llegará a la conclusión de que eso no puede quedar en la impunidad libertaria
de las redes. Ahí lo dejo.
Se
avecina la hora del Concierto –así en mayúsculas. Cojo el reclinatorio, y en mi biblioteca,
franquicia de la Sala de Viena, espero que aparezca el maestro Riccardo Mutti.
Post
scriptum.--- «Lo primero es antes», docet don Venancio
Sacristán, también tiene validez para hogaño.
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