Me
permito puntuar con un cero patatero a los responsables de programación de las
televisiones. Lo hago extensivo a las estrellas de los programas de
entretenimiento. Este cero inmisericorde se explica por el carácter de los
programas durante estos tiempos del coronavirus. Me llamarán subjetivista, pero
en mi opinión, en esa situación excepcionalmente dolorosa –angustia,
sufrimiento y luto -- se ha mantenido el
mismo tipo de televisión que en épocas normales. Ese medio no ha jugado un
papel de agradable distracción durante el largo año pasado. Peor todavía, el
tipo de información que se ha dado, así en los programas como en los
telenoticias, ha sido monotemático, reiterativo y angustioso. No ha fomentado
nunca el sosiego sino la intranquilidad. Una situación que se ha encanallado,
todavía más, con la aparición de la llamada tercera ola.
Chocante.
A ningún responsable se le ha ocurrido que a una situación tan excepcional
correspondía una programación y unos programas radicalmente diferentes. Esto
es, una programación amable, no digo banal. Cero patatero a todas las cadenas.
Ninguno
de los ejecutivos de esos medios vieron en su momento que una parte
considerable de la sociedad, en un momento dado, empezaba a cambiar el paso: su
comportamiento disciplinado, –uso de las mascarillas, distancia social y otras
normas aceptadas-- fue dando paso a la
desresponsabilización: calles y plazas atestadas de gente, terrazas
amogollonadas de personal, fiestas particulares a todo meter. Las autoridades
gubernativas no han atajado ese seísmo. Una
situación que se ha hecho más estúpidamente festiva con el surgimiento de la
llamada tercera ola del virus.
El
caso de Llinars del Vallès no
es el único, pero si el más llamativo. Algunos centenares de personas
españoles, belgas, franceses y alemanes –no sólo jóvenes, algunos barrigones cerveceros
de cuarentones impresentables hemos visto--
se dieron cita en una casona abandonada de dicha localidad para pasarlo
en grande, noche y día, todo el tiempo que el cuerpo aguantase. Aquello ha
acabado por aburrimiento. Las explicaciones que la autoridad gubernativa de la
Generalitat ha dado no son consistentes.
Voces
autorizadas habrá que intenten dar una explicación a este fenómeno que
relatamos. Yo me quedo en la superficie, en la constatación de lo que está
sucediendo. Voces de simulada autoridad querrán explicarlo y ya veremos si
aciertan. Y finalmente habrá también voces zotes que hablarán por hablar en
artículos periodísticos, libros y tesis doctorales. Nosotros, seguiremos el
cómodo consejo de «en boca cerrada no entran moscas».
Con
todo, no dejaré de decir que el comportamiento de la oposición política ha
ayudado al desmadre del personal. Y como no se me caen los anillos quiero
señalar la importancia del artículo de Mario Vargas
Llosa en El País de hoy. Un
palo en el colodrillo a Pablo
Casado y a la Conferencia episcopal española. Quien tuvo, retuvo: El derecho a morir.
Post
scriptum.--- «Lo primero es antes»,
enseña don Venancio Sacristán.
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