Ya
ha empezado formalmente la campaña electoral catalana, si bien se mantiene la
incertidumbre en torno a la fecha, el ya famoso 14 de Febrero. De momento, los
partidos intentan lucir las candidaturas y sus atalajes. Todas las campañas
electorales tienen su aquel, pero no me negarán ustedes que esta ocasión es
realmente singular: en medio de una pandemia que azota lo suyo, el agotamiento
y fracaso del procés, el duelo Ok
Corral entre las fuerzas independentistas por el reparto de la túnica sagrada,
la aparición de un candidato estrella, Salvador Illa,
que ha provocado las iras del resto de las fuerzas políticas (incluidos los Comunes) y, finalmente, la posibilidad
–lejana, pero real— de que pueda haber una alternativa al governet actual. Inflación de novedades.
Con
todo, un fantasma recorre Cataluña: la abstención. Esta es una vieja enemistad
que, por lo general, perjudica a las fuerzas de izquierda no independentistas.
Es, además, lo creo a pies juntillas, un fenómeno auspiciado desde las
covachuelas del poder y alimentado, sin querer, por quienes centran el grosor
de su campaña en el ataque al vecino en vez de mostrar sus propuestas. Izquierda,
de te fabula narratur.
Hasta
la presente podemos decir lo siguiente: si ganan los independentistas y, sobre
todo, si forman gobierno hay una certeza, las cosas continuarán pudriéndose; si
gana la izquierda no independentista y, sobre todo, si forma gobierno, podemos
establecer la siguiente hipótesis: las cosas pueden ir cambiando a mejor;
lentamente por supuesto. Ya saben ustedes la diferencia entre certeza e
hipótesis. Lo que se dice para conocimiento de ese diputado jabalí, Asens, cuyo carácter se
acerca al de don Quintín El
Amargao.
Post
scriptum.--- Don Venancio Sacristán: «Lo primero
es antes». ¿Estás en lo que es, Asens?
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