lunes, 6 de abril de 2020

Pablo Casado: «igualico que el defunto de su agüelico»


No hace falta decir que la derecha de Casado no está por la labor de llegar a un acuerdo de reconstrucción nacional cuando pase la pandemia. «Igualico, igualico que el defunto de su agüelico», decía la vieja de la familia Ulises en aquellas tiras del TBO que ahora los chorras han impuesto que se llame cómic. Recuerdo perfectamente aquellos tiempos de los Pactos de la Moncloa, pues siempre he auxiliado mi memoria con una buena dosis de rabillos de pasas. El agüelico de Casado fue Manuel Fraga Iribarne. Permítaseme un inciso: Fraga siempre fue llamado Fraga Iribarne bajo el franquismo tanto en las emisoras de radio como en las de la televisión. Se seguía, de esa manera, el mandato bíblico de «Honrarás a tu padre y a tu madre» (Éxodo 20:12; Deuteronomio 5:16; Mateo 15:4; Efesios 6:2, 3) Como debe ser.

Los aires más laicos de la democracia aflojaron el mandato y el Iribarne materno desapareció de las ondas y las pantallas. Aunque hay quien afirma que, con la evaporación del apellido materno, se despotenciaba la agresividad franquista de don Manuel, a secas. Fin del inciso. Hasta aquel Maynat de La Trinca, que hoy milita en el independentismo cátaro, le hizo un pasodoble a «Manolo, Manolo Fraga». Maynat está penando ahora este pecadillo musical de juventud.

Pues bien, Fraga Iribarne se opuso tajantemente a los Pactos de la Moncloa. Llegó a decir, en un arranque prototuitero, que «es un programa de centro izquierda que nos lleva al socialismo». Exageraciones, naturalmente. Fue un pacto que pretendía reparar los enormes desperfectos que la economía española fue acumulando tras la crisis del petróleo de 1973, de la que también me acuerdo. Otro inciso: de hecho he pasado más tiempo de vida del que ya me queda por vivir. Se cierra este inciso con optimismo. «Reparar» los desperfectos y desconchones, reparar las vigas y algunas paredes, reparar los techos y la fachada. Es la diferencia de aquella situación con lo que previsiblemente tendremos cuando pase la pandemia. Ya no será reparar sino reconstruir.

Sin embargo, Fraga Iribarne que ya era un viejo galápago sacó el dedo índice mojado para ver de dónde venía el viento, y –como quien no ha roto un plato en su vida--  acude a la firma de aquellos pactos de 1977. Fraga (siempre Iribarne también) era un político –a veces ingenioso, a veces tosco--  que supo disfrazar su biografía franquista. Pablo Casado, su nietecico, es un bronquista de colegio de pago, un ´aprovechategui´ con título suvbencionado en la disciplina de don Bártolo de Sassoferrato.

El letrado subvencionado que dirige el Partido Popular ha declarado que no apoyará los pactos que se proponen si se deroga la reforma laboral. Y, efectivamente, dará por saco todo lo que pueda y más. Casado, con estrabismo divergente, mirará qué hace la CEOE (la CEOE también se opuso a los Pactos de la Moncloa) y observará las cabriolas del caballo blanco de Santiago. Todavía es pronto para saber qué pasará, pero algo es seguro: a la derecha española le importa más su saya que la devastación que podrá venir.

Mientras tanto, sigan siendo prudentes. No salgan de casa. Sepan que vienen curvas.



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