lunes, 27 de abril de 2020

El idioma de los intereses y el dialecto de la solidaridad en Europa



En un curioso blog de reciente aparición, El desierto de los tártaros, uno de sus escribidores firma con el pintoresco pseudónimo de Bizco Pardal, tal vez en tardío homenaje a un torerillo de Écija nacido en el último tercio del siglo XIX, al que la mitología andaluza relació directamente con  don Francisco de Quevedo y Villegas. Fantasías del Sur.

Pues bien, este Bizco de nuestros días escribe: «¿No os parece, queridos tártaros, que el registro de la solidaridad es un dialecto que no entienden los bárbaros del Norte? A mi juicio los dirigentes del Sur deberían argumentar que se trata de que esa cantidad bi-billonaria sirva para una salida general de Europa. Tratar defectuosamente a los países del Sur –con cerca de ciento cincuenta millones de habitantes–  es mutilar a Europa, demediar su desarrollo económico». En pocas palabras el Bizco resume una situación que no es sólo de ahora. Es claro que se refiere a los recurrentes problemas que siempre ha tenido, latentes o aflorados, la Unión Europea y, más en concreto, los de ahora mismo en la reciente cumbre de los Jefes de Estado y de Gobierno del pasado jueves. Y más exactamente, obviando el casticismo del Bizco: ¿Quién pagará la factura? ¿los Estados nacionales en función de su situación económica o el conjunto de la Comunidad, aportando los recursos para que los primeros no queden aplastados por una deuda gigantesca?  Este es el problema. De momento, ya sabemos la granítica respuesta de los Estados del Norte: que cada palo aguante su vela. Los del Sur exigen, justamente, lo contrario: la mutualización del gasto de la reconstrucción. Comoquiera que la postura del Norte, vista desde aquí, se considera egoísta la palabra más recurrente es solidaridad. Es una palabra extraña en el léxico de las relaciones entre los Estados, tal vez por ello para el Bizco la solidaridad es un dialecto. Acierta el personaje: hay que pasar del dialecto al idioma de los intereses materiales, a la crematística.

Si se mantiene la opción de que cada palo aguante su vela –como ocurrió cuando la gran recesión de 2008, de la que el Norte sacó pingües beneficios, espectaculares en el caso de la expoliación de la Grecia de Tsipras--  los países del Sur irán aflojando progresivamente su relación con Europa hasta llegar a la desafección (como es el caso de Italia ahora) y, de ahí, al desenganche. Con lo que la Unión Europea sería más débil en su competencia con China y los Estados Unidos. Será una variante peligrosísima en la geo estrategia global.

No, no es buen negocio para los países del Norte el mantenimiento de la postura de sus gobernantes. Y menos que nadie a Alemania, que –con el sálvese quien pueda--  tendría un considerable bajón en sus exportaciones. Y si Alemania tiene esa caída las consecuencias al resto del Norte parecen evidentes. Este es el idioma que hay que usar con claridad; el dialecto de la solidaridad no dará resultados, ya lo decía Cosme de Médicis: «los Estados no se gobiernan rezando padrenuestros». Aunque conviene no olvidar que a un Médicis le destronó un frailuco irascible que no paraba de rezar paternóster.

Posdata.---  Convénzase a los gobernantes del Norte en el nombre de los negocios.

No hay comentarios: