En
un curioso blog de reciente aparición, El desierto de los tártaros, uno de sus
escribidores firma con el pintoresco pseudónimo de Bizco
Pardal, tal vez en tardío homenaje a un torerillo de Écija nacido en el
último tercio del siglo XIX, al que la mitología andaluza relació directamente
con don Francisco de Quevedo y Villegas.
Fantasías del Sur.
Pues
bien, este Bizco de nuestros días escribe: «¿No os parece, queridos tártaros, que el registro de la
solidaridad es un dialecto que no entienden los bárbaros del Norte? A mi juicio los dirigentes
del Sur deberían argumentar que se trata de que esa cantidad bi-billonaria
sirva para una salida general de Europa. Tratar defectuosamente a los países
del Sur –con cerca de ciento cincuenta millones de habitantes– es mutilar
a Europa, demediar su desarrollo económico». En pocas palabras el Bizco resume
una situación que no es sólo de ahora. Es claro que se refiere a los
recurrentes problemas que siempre ha tenido, latentes o aflorados, la Unión
Europea y, más en concreto, los de ahora mismo en la reciente cumbre de los
Jefes de Estado y de Gobierno del pasado jueves. Y más exactamente, obviando el
casticismo del Bizco: ¿Quién pagará la factura? ¿los Estados nacionales en
función de su situación económica o el conjunto de la Comunidad, aportando los
recursos para que los primeros no queden aplastados por una deuda
gigantesca? Este es el problema. De momento,
ya sabemos la granítica respuesta de los Estados del Norte: que cada palo
aguante su vela. Los del Sur exigen, justamente, lo contrario: la mutualización
del gasto de la reconstrucción. Comoquiera que la postura del Norte, vista
desde aquí, se considera egoísta la palabra más recurrente es solidaridad. Es una
palabra extraña en el léxico de las relaciones entre los Estados, tal vez por
ello para el Bizco la solidaridad es un dialecto. Acierta el personaje: hay que
pasar del dialecto al idioma de los intereses materiales, a la crematística.
Si
se mantiene la opción de que cada palo aguante su vela –como ocurrió cuando la
gran recesión de 2008, de la que el Norte sacó pingües beneficios,
espectaculares en el caso de la expoliación de la Grecia de Tsipras-- los países del Sur irán aflojando progresivamente su relación con Europa hasta llegar a la
desafección (como es el caso de Italia ahora) y, de ahí, al desenganche. Con lo
que la Unión Europea sería más débil en su competencia con China y los Estados
Unidos. Será una variante peligrosísima en la geo estrategia global.
No,
no es buen negocio para los países del Norte el mantenimiento de la postura de
sus gobernantes. Y menos que nadie a Alemania, que –con el sálvese quien pueda-- tendría un considerable bajón en sus
exportaciones. Y si Alemania tiene esa caída las consecuencias al resto del
Norte parecen evidentes. Este es el idioma que hay que usar con claridad; el
dialecto de la solidaridad no dará resultados, ya lo decía Cosme de Médicis:
«los Estados no se gobiernan rezando padrenuestros». Aunque conviene no olvidar
que a un Médicis le destronó un
frailuco irascible que no paraba de rezar paternóster.
Posdata.--- Convénzase a los gobernantes del Norte en el
nombre de los negocios.
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