El capataz de la consejería de Interior de la
Generalitat, precariamente honorable Miquel Buch, ha arremetido nuevamente contra el gobierno
de España. Este hidalgo de gotera se pasó el día contando las mascarillas que
había recibido: dijo que eran 1.714.000, es decir, la misma cantidad que evoca
una fecha nefasta para Cataluña, el 11 de setiembre de 1714. El capataz,
airado, eructó que «Con la historia de los catalanes no se juega». Bulo tan canalla como gigantesco, que
seguramente no ha salido de su caletre sino de su asesor de mendaz prosopopeya.
En todo caso, el bulo tenía una clara intención: tapar el fracaso de Torra que
había prometido un millón de mascarillas que no llegaron; que vendrán –dicen
ahora— el día 20 de este mes.
Sin embargo, el regüeldo no ha colado. El
mismísimo Gabriel Rufián le ha
propinado un guantazo en los hocicos: «Eso parece un gag de Polonia». La
colleja es por partida doble: en la cara del capataz y en los mocos de los
responsables del programa humorístico de TV3%, conocidos representantes del
independentismo cátaro. Pero el bulo,
que ni siquiera ha sido bien visto por ciertos sectores independentistas del
partido del capataz, no tiene la intención de ser creído. El capataz sabe que
siempre habrá fraticelli que lo
tengan por verídico y otros que necesitan creerlo. Hambre de bulo. El bulo que,
para los cínicos de mercadillo, es un ineludible instrumento de combate, una
vez que se han quedado sin estrategia, táctica y orientación. Con ni siquiera
una política de cabotaje que llevarse a la boca.
Un
blog de reciente creación, El desierto de los tártaros, hace sus entregas con
temas monográficos. El último número trata de «bulos y redes». Uno de sus
bloguistas, Ignacio de Mágina, nos alerta de que
«estamos ante otro tipo de fenómeno pandémico: el virus de la desinformación».
Que es consustancial con la degradación de la retórica democrática. Advierto
que no se trata de una degradación entrópica sino inducida y forzada desde el
almacenista de bulos para sus fines políticos. En el caso de este Buch de las
mascarillas para que se consolide que «Madrid nos mata» y, además, con
sarcasmos. Otro tártaro, Robert Deglané, arremete contra esa «selva comunicativa
donde el lagarto se confunde con la comadreja, no hay manera de orientarse en
esa confusión». Así las cosas, la única forma de situarse podría ser la
siguiente: no creerse lo que digan estos caballeretes de la zahúrda del
diligente Torra, ni siquiera cuando afirmen que «en la
multiplicación el orden de los factores no altera el producto». Atención, si lo
dice Peano es cierto; si lo afirma Torra hay que
desconfiar. Hay que desconfiar, incluso si este pobre hombre, el tal Torra, es
el president de la Generalitat. Desconfíe todavía más si habla en TV3%.
TV3%,
archivo de la bronca, albergue de los camorristas, hospital de los iluminados,
patria de los cobardes, venganza de los miserables y correspondencia grata de
firmes amistades que entienden que ser ladrón no es arte mecánica, sino
liberal. Que hubieran dicho por partes don Miguel y don Francisco.
Referencias:
Ignacio
de Mágina https://desiertodelostartaros.com/2020/04/14/enredados-en-la-desinformacion-digital/
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