No daba crédito
a mis cansados ojos cuando leí que «El Tribunal Supremo obliga a Sanidad a
informarle cada 15 días de sus medidas para facilitar protección a los
sanitarios». No era un efecto paraléxico, es decir, un trastorno de la capacidad de lectura
en el que las palabras y las sílabas se transponen sin sentido. Había leído
bien. Es más había oído lo mismo en las diversas emisoras de radio. El Supremo
respondía así a una denuncia de la Confederación de Sindicatos Médicos. Por
cierto, no he oído todavía el parecer de aquellos que don Benito Pérez Galdós llamaba «señores
preopinantes» y hoy con menos fortuna denominamos tertulianos. A buen seguro
que los de la hermandad del eructo lo habrán celebrado. Un pescozón a Sánchez,
dirán.
Sin embargo, yo
entiendo que eso no compete al Tribunal Supremo. Ni por pienso. Tan solo las
cabezas destornilladas de algún que otro alto togado pueden admitir que el TS
tenga entre sus atribuciones la de controlar al Gobierno. O Lesmes está en el ajo o le han colado un gol. En ambos casos merece reproche.
Por la sencilla razón de que ha invadido las competencias del Parlamento. Y
porque contribuye a enredar la madeja política: los partidos judicializan la
mandanga y el Alto Tribunal politiza el chiringuito. Aquellos, a cosica hecha;
Lesmes, habría que verlo.
Peor todavía, esta
invasión de competencias –ya grave de por sí--
viene a provocar más confusión a la que organizan meticulosamente las
derechas, tanto las carpetovetónicas como las de aquella esquinita del nordeste
de la piel de toro.
Montesquieu se hace
cruces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario