Por Javier TÉBAR
La parte de un nuevo abecedario se
impone estos días, sucediéndose o superponiéndose a otras de reciente
aprendizaje para todos. Hoy estamos ante los misterios del abecedario de la U,
la V o la W en los pronósticos sobre la salida de la crisis económica. Los
expertos comienzan a deletrear, unos con avidez de conocimiento y con
desparpajo indisimulado otros. Durante esta semana se ha iniciado la llamada
“deshibernación” económica en España al ampliar la suspensión de la actividad
económica que acompañó las restricciones fijadas por el confinamiento, cuando
aquella quedó reducida a los servicios básicos y esenciales que han funcionado
estas últimas semanas.
El
impacto en la economía y el empleo han sido inmediatos y dolorosos. Las cifras
manejadas adquieren una dimensión imprevista, socialmente insostenible durante
mucho tiempo. El carácter inusitado de su alcance ha devastado el mercado de
trabajo: una pérdida de más de 850.000 bajas de afiliación a la Seguridad
Social, un aumento de desempleados que supera los 300.000 en un mes y un número
de parados de 3,5 millones de personas, unido a la destrucción de 244.044
empleos, este último es el peor dato desde el mes de enero de 2013. Pensemos
que probablemente estos son números aproximados que cabría actualizar. En
resumidas cuentas, un determinado modelo de crecimiento basado en una
estructura productiva que pivota sobre los servicios y se ancla en la
precarización laboral habría multiplicado los efectos negativos desencadenados
por la pandemia.
Sugiero
algunas ideas improvisadas, a modo de guión, para reflexionar durante estos
días, aprovechando el tiempo que nos ofrece y nos impone el confinamiento.
Diría que, entre otros posibles temas que seguro que el lector ampliará, cabría
considerar un quíntuple repertorio de problemas que me permito ordenar no por
su importancia sino subordinándolos a mis argumentos, de la siguiente manera:
a)
La dimensión y naturaleza del paro.
b)
La previsible reestructuración de los sectores productivos.
c)
Los aspectos relacionados con un problema que siempre lo fue y hoy deviene
central como es la seguridad e higiene en el trabajo.
d)
La presencia y el papel de los sindicatos de clase confederales y por extensión
al resto del movimiento sindical.
e)
Y, por último, la necesidad del Pacto o los pactos, ahora me ahorro el
adjetivo, sobre la que se continúa debatiendo.
Me
pregunto ¿cómo analizar y actuar frente a las escalofriantes cifras de paro que
ya se van acumulando a día de hoy? No sólo en España, miremos las magnitudes de
que se ofrecían hace cinco días para el caso de EEUU: ¡el aumento en 6,6
millones de parados en una semana! No parece haber dudas de que la propuesta
del gobierno de coalición de Sánchez de hacer frente a la situación a partir de
los Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) habría moderado la
destrucción de empleo. Los trabajadores afectados siguen dados de alta en la
Seguridad Social y en el plazo de seis meses está prevista la vuelta a su
puesto de trabajo a partir de una previsible recuperación económica, una vez
superada la crisis sanitaria. Esta estrategia para frenar el descenso de la
ocupación se ha combinado con la estricta prohibición de la aplicación por
parte de las empresas de los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) por
causa del coronavirus. Sin embargo, son innegables las dificultades a las que
una parte de la clase trabajadora española ya está haciendo frente. Como son
innegables las serias dificultades que está sorteando el Ministerio de Trabajo,
por mucho que haya reforzado suplementariamente su plantilla, para gestionar
ese inmenso aluvión que representan las miles en número de peticiones de
trabajadores afectados ERTES para percibir una prestación de la que se hacen
cargo las arcas públicas. Una primera conclusión que se puede sacar de lo que
ha sucedido hasta aquí es que el mundo del trabajo, y en particular la clase
trabajadora de este país han visto como de la noche al día las reglas de juego
en el ámbito de las relaciones laborales se han visto desbaratadas.
Por
otro lado, el hundimiento del empleo nos alerta sobre los contornos de una
previsible recesión de la economía española y de una pérdida importante del PIB
para este 2020. El FMI ha pronosticado que la economía española durante este
año se moverá en cifras de contracción del PIB del 8% (la CEOE lo sitúa en una
caída del 9%), pronósticos que venimos acostumbrándonos a oír o a leer y que no
suelen cumplirse en muchas ocasiones, pero que pueden tener sus efectos en la
propia economía. El paro alcanzará el 20,8%, acercándose vertiginosamente a los
datos de paro de la peor etapa de la anterior recesión económica. El shock
puede ser terrible. Aunque todo, insisto, son previsiones en estos momentos.
Estos datos no hacen descabellado pensar que los efectos económicos golpearan
con extrema dureza a determinados sectores de población, los más vulnerables:
aquellos que se incorporen a un mercado del trabajo que difícilmente será el
existente antes del 15 de marzo pasado, a las mujeres y a los jóvenes, es decir
a los sectores más precarizados, a los parados de largo duración, entre los que
se encuentra en un porcentaje notable de los mayores de 53 años.
En
cuanto a la previsible reestructuración del sector productivo, las previsiones
sobre el sostenimiento del tejido empresarial en un país donde la pequeña y
pequeñísima empresa es fundamental son necesariamente poco halagüeñas. Miles de
empresas de este tipo no solo pueden ser deglutidas por la crisis, sino que ya
han comenzado a desaparecer. Por otro lado, cabría pensar en los efectos sobre
determinados sectores en su previsible reestructuración inducida en algunos
casos, por ejemplo: ¿Qué va a pasar con el sector automovilístico? ¿Se hundirá
o será y saldrá reforzado si entre la población la opción preferente es el
transporte privado ante un temor al contagio posible cuando utilice el
transporte público? Sin duda, al margen de la opción elegida, esto representará
un giro importante en medio de lo que se prefiguraba como una inaplazable
transición del modelo energético.
En
tercer lugar: ¿Cómo afectará la situación en las formas de trabajo y de gestión
empresarial? ¿Seguirá todo igual? ¿Es posible? ¿Es deseable? La aplicación de
la guía para el trabajo elaborada por el Gobierno es un tema realmente
complejo. Es una necesidad y, al mismo tiempo, ofrece muchas dudas por despejar
dadas las dificultades que para algunos aspectos representa su aplicación en
todos los centros de trabajo. Los sindicatos han advertido que la mayoría de
empresas no pueden cumplir la guía de vuelta al trabajo. Días atrás avisaron
públicamente que no se daban las circunstancias para cumplir las
recomendaciones de seguridad anunciadas por el Gobierno con el fin de reactivar
los sectores no esenciales. CCOO y UGT recordaron que la seguridad de los
trabajadores no dependía solo de las condiciones del puesto de trabajo, sino
también del desplazamiento al mismo en transporte público. Todas estas son
cuestiones difíciles de definir en las negociaciones entre empresas y
sindicatos, pero son cuestiones que estos últimos están comprometidos en
atender de manera intensa e inmediata, exigiendo a las empresas que cumplan con
su enorme responsabilidad en este terreno. Por poner un ejemplo, el pasado 14
de abril, las secciones sindicales de CCOO y UGT comunicaron a la plantilla de
SEAT que habían presentado una denuncia ante Inspección de Trabajo para que la
dirección empresarial negocie y acuerde con la representación legal de los
trabajadores un Plan de Contingencias que garantice la salud de la plantilla.
Se abre con esto un campo de disputa no menor, de enorme calado. La batalla
tradicional entre parte y contraparte en el mundo del trabajo ha sido negociar
salario por productividad, cuestión que ha reportado conquistas materiales a la
clase trabajador pero que también ha conducido por caminos llenos de aristas al
movimiento sindical. Hoy podría decirse que ese binomio clásico adquiere formas
más descarnadas que antes desde el momento que pareciera traducirse en el
indeseable intercambio de salud por economía. Salud por economía nos retorna de
manera inequívoca a la casilla de salida. El papel de los empresarios y de las
formas de gestión empresarial va ser fundamentales de cara a los cambios en las
formas de trabajo que se avecinan.
Frente
a las tentaciones de algunos de asentar un intercambio como es el de salud por
economía los sindicatos continúan aquí. Están demostrando no solo que continúan
aquí, sino que nunca han dejado de estarlo, aunque no aparezcan en el amplio
crisol de héroes y heroicidades que glosan cada día los medios de comunicación.
La actividad sindical no ha parado, no ha entrado en hibernación, está entre
los servicios básicos y esenciales. Los sindicatos han estado atendiendo por
vía telefónica, telemática y de manera presencial en los centros de trabajo a
los personas afectadas por los ERTES, a las personas despedidas, a los
trabajadores sanitarios y del conjunto de sectores que han mantenido la
economía al ralentí. Han impulsado y formado parte de las iniciativas para
proteger ante la pandemia a los grupos más desfavorecidos y vulnerables de la
sociedad, han actuado por la vía judicial en la denuncia del abuso de los
despidos y en la negociación de los ERTES de miles de empresas. Han buscado
formas de contactar e informar con aquellos trabajadores que no cuentan con
representación sindical en sus centros de trabajo. El sindicalismo de clase
confederal ha estado presente e intervenido en las reuniones y sesiones de
trabajo con las autoridades ministeriales más directamente implicadas en la
gestión de la crisis, en particular en las reuniones y negociaciones con el
Ministerio de Trabajo y también con el Ministerio de Seguridad Social. Los
sindicatos han estado ahí desde un buen principio y desde siempre. ¿Dónde están
ahora los que tiempo atrás preguntaban con sonrisa de conejo dónde están los
sindicatos?
Por
último, en cuanto a la necesidad de Pacto o Pactos sé que es una forma de
volver a un tema del que en su momento ya hablamos. Pero me parece que valdría
la pena retomarlo en la medida que esta cuestión está estrechamente vinculada a
los temas anteriores que os he ido comentado. El Gobierno de Pedro Sánchez
propone y necesita un nuevo pacto, un New Deal. Recordemos la secuencia
histórica: New Deal y después, y por otra razones, Plan Marshall. Sin pacto o
pactos dudosamente habrá plan. El presidente Sánchez cuenta con muchas
incertidumbres y poco más que una certeza: la presencia, desde el terreno de su
propia independencia, de los sindicatos en la mesa, necesarios para el pacto
previo. Como son necesarios los empresarios de este país, cuando menos aquellos
que saben que lo que se está ventilando en estos momentos no se reduce a la
cuenta de resultados y que saben que son necesarios dar más pasos en la
dirección del pacto.
Pero
¿qué pacto o pactos? se puede preguntar el lector. Días atrás el economista
Antón Costas daba señales y pistas de dónde aterrizar con el motor averiado en
este momento; nos dijo que es el momento de ampliar el contrato social. La
pandemia crea un momento favorable para esta ampliación. La salida a la crisis
es social.
Bien,
de acuerdo, dirás, querido lector, pero ¿cómo abordar este asunto? No sé si
estarás de acuerdo en que los momentos de profundos cambios en la
Historia nunca han sido fruto de la planificación. A lo sumo han
venido de la mano de un itinerario, de una actitud y de la construcción de un
método que ha sido casi siempre fruto de la improvisación entendida como un
paso y después otro. Un itinerario lleno de contingencias a las que hacer
frente con la consciencia de que “a lo único que debemos temer es al temor
mismo”, como, en medio de la Gran Depresión de los años treinta, alertó
Franklin Delano Roosevelt en marzo de 1933 en su discurso de toma de posesión
presidencial. Una actitud que vaya proporcionando una mirada y un método con el
que frente a las viejas recetas se opte, con prudencia pero con audacia, por lo
no probado nunca antes, a veces por aquello descartado apriorísticamente, por
no tener miedo de lo nuevo. Es la actitud de sentirse libre frente a cargas y
corsés de las ideologías a secas, de las ideologías secas, empeñadas en su
propia supervivencia a cualquier coste, incluso al más alto. Los misterios del
abecedario de hoy de la U, de la V y de la W no tienen por qué ser
inescrutables.
Javier Tébar es historiador. Ha escrito entre otros
libros Gobernadores: Barcelona en la España franquista (1939-1977), Resistencia
ordinaria: la militancia y el antifranquismo catalán ante el Tribunal de Orden
Público (1963-1977).
Los Protocolos de Puente Genil
estipulaban las condiciones de la colaboración entre En campo
abierto y Metiendo
bulla. En base a tales pactos se publica este
trabajo en ambos blogs.
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