Hay
comentaristas políticos que, en vez de pluma con fundamento, manejan el florete, aunque con modos
torticeros. Y los hay que escriben a la
remanguillé. Pongamos que hablo de las amistades de ese minifundio que rige Inés Arrimadas. Que han
leído la encuesta que relata el humor de los españoles: un 90 por ciento cree necesario
un gran pacto para salir de este diluvio universal, aunque el 70 por ciento
opina que no será posible dada la actitud de las fuerzas de la derecha. Con lo
que tales escribidores y tertulianos de calisay surfean entre las dos
magnitudes. Es decir, saben cuál es la opinión mayoritaria (al menos en estos
momentos) pero no se atreven a ir en su contra. De ahí que cojan la brocha
gorda para darle una mano de pintura a ese 90 por ciento.
Cierto,
hay que ir a un pacto, pero… Hay que
meterse en harina, pero… Es el viejo y
reconocible lenguaje del siperismo,
el «sí, pero». El eterno siperismo de
quienes, cagadudas diplomados, compran a cómodos plazos la energía que les
falta. Es, por lo demás, el argumento –o, mejor dicho, la apariencia de
argumento-- de algunos políticos que
necesitan pasar del Trópico de Cáncer al de Capriconio sin despertar sospechas
de cambiar de opinión. Los que no tienen la gallardía de sir Winston --«Más de una vez me he tenido que tragar mis
palabras y debo decir que son una dieta recomendable»-- necesitan el chicoleo
de la palabra, ora mirando a barlovento, ora a sotavento. O simultáneamente a
las dos como la niña de El exorcista.
El
siperismo tiene ahora esta expresión:
apoyamos al Gobierno siempre y cuando rompa el PSOE
rompa con Unidas
Podemos, estamos por un gran acuerdo, siempre que Unidas Podemos se
vuelva a sus cuarteles de invierno.
Con
lo que –tan claro como que el caballo blanco de Santiago (Apostol, no el de
Merimée) era de color blanco— podemos colegir que la intención de estos
comentaristas no es ni echarle una mano al Gobierno ni participar en las
negociaciones (cuando llegue la hora) para abordar la solución al diluvio
universal. La cuestión es expulsar a Unidas Podemos del gobierno. No conviene
–afirman los escribidores de ambigú--
que se refuerce el cuerpo socialdemócrata de la izquierda española. Por
lo que a Unidas Podemos hay que arrojarla a la barricada de «los hijos del
pueblo». A que se achicharre buscando la ciudad del Sol como Ícaro moderno. Unidas
Podemos –para estos «sí, pero»-- debe estar no en la city sino en el
bidonville.
Más
todavía, tales fifiriches se habrán quedado de piedra con la frase que Enric Juliana pone en boca de un redivivo Santiago Carrillo a Iglesias y Garzón: «Ahí os quiero
ver». Ese ahí es negociando. Cuando llegue la hora. El Gran Fumador
reaparecido, que posiblemente –nada es seguro, oiga--- ganará esta batalla
estando muerto. Para mayor desesperanza, además, de José María Aznar,
hidalgo de bragueta. Y mayor angustia de
Arrimadas en su minifundio.
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