Dedicado
a Quim González i Muntadas, con él somos mejores
1.--- El gobierno está haciendo las cosas moderadamente bien. Esta es una crisis sin puntos de referencia para los grupos dirigentes de los partidos políticos españoles. Por supuesto, también para el Gobierno. Decían los antiguos que capando se aprende a capar. Pues bien, gestionando esta crisis el Gobierno ha ido aprendiendo a ir gestionándola mejor. No es el caso de la oposición que ha ido del caño al coro y del coro al caño. Parafraseando a Daniel Innerarity: no están aprendiendo quienes lo tienen todo claro.
Por
ejemplo, el Partido Popular empezó dando dentelladas, después amainó y parecía
que rectificaba para, después, volver al monte pelado –con correaje y
cartuchera-- esgrimiendo el lema de un seguidor privilegiado de Carl Schmitt: al enemigo ni
agua.
La
oposición, especialmente los de Casado,
se comportan con la misma naturalidad que tendrían en una situación de
normalidad. Esto es, ir a degüello del Gobierno. Peor todavía, critican al
Gobierno porque no sigue lo que ellos dicen y, a la vez, se atribuyen algunas decisiones
que ha tomado para, a continuación, decir jupiterinamente «que llegan tarde».
No es paradójico que ese comportamiento sea similar al de los independentistas
del sector cátaro, que ha pretendido disfrazar el confinamiento en cierre de fronteras; más todavía, ha querido basar su acción
política en las propuestas ideológicas de expertos con más esmalte
independentista que rigor científico: en su caso, la ideología es la cuñada de
la ciencia. Max
Weber se hubiera echado las manos a la cabeza: scientia cognatus
politicae est. Han tenido que fallecer quinientas personas en las residencias
de ancianos para que el diligente Torra accediera a que la UME
interviniera. (Rafael Ribó,
descansando de sus múltiples viajes financiados ha recomendado a la UME que
actúen «con pedagogía». Consejos vende el caballero que para él no tiene).
Por
otra parte, ha sido visible una especie de conflicto latente entre la oposición
y el equipo de expertos que asesoran al Gobierno. «Un conflicto porque todo avance en la derrota
del poder del coronavirus es una baza que pierde la atolondrada oposición de
derechas para arremeter contra el Gobierno», dice quien firma con el chocante nombre de guerra Bizco Pardal –aquel personaje de la mitología andaluza
de tiempos antiguos-- en el blog El desierto de los
tártaros (1). Así, pues, me malicio que la noticia del Financial
Times, afirmando que «España es el segundo país del mundo, por detrás de China,
en número de altas del coronavirus», le habrá sentado como un rayo a los de
Casado: profesionales de los malos agüeros,
zahoríes de agua de segunda mano.
Dice
el viejo refrán: «allá va la lengua do duele la muela». Y es claro que el dolor
de muelas de Casado viene porque, percibiendo que Pedro
Sánchez tiene el consenso de la gente, ha ido zigzagueando de un extremo
a otro, hasta volver al punto de partida: la bronca, el almacén de tuiters
oliendo a cazalla y la reincidencia montaraz en lo más cacofónico cañí. Yendo
por lo derecho, Casado, usa la oposición con un estilo subversivo e
irascibilidad grupuscular. Casado –un personaje con título académico
subvencionado-- que atiza el miedo en las almas de cántaro mesocráticas propalando que hay un «sesgo» de Podemos en
todo lo que hace el Gobierno. Terne escupitajo a través de los colmillos.
2.--- Capando se aprendió a capar. Ese es el caso
del Gobierno ante el brutal y potente desembarco del coronavirus. Ningún
gobierno europeo había pasado antes por una contingencia de esta envergadura. Los
organismos internacionales están reconociendo la mano ducha del gobierno. Según
algunos pejigueras de buena voluntad, sin embargo, la novedad es el talante y
actitud de Unidas Podemos.
De
Pablo Iglesias el Joven algunos habían
profetizado que, a las primeras de cambio, dejaría tirado al Gobierno. Cuando,
en cierto momento, aparecieron algunos roces en el gobierno Radio Macuto
propaló que Pedro y Pablo habían chocado. Tal falso como los viejos duros
sevillanos. Ante una discusión laica
y no ideológica los matices hacían coincidir a ministros socialistas con
algunos de Unidas Podemos. El patio no estaba alborotado, sino buscando las
mejores soluciones.
Conclusión
provisional: jóvenes que hace poco tiempo acabaron el bachiller están al frente
de una batalla que no tiene precedentes. Con rigor. Eso es lo que duele a las
derechas de secano y orinal, de cazalla y ratafía.
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