La
patriotería ha substituido la palabra por el eructo. La oposición hace tiempo
que no razona, se limita a soltar regüeldos a destajo. Los independentistas
cátaros no quieren ser menos. Ahora es el tenebrismo de los muertos lo que hace
eructar a la oposición, formalmente constituida como tenaza contra el gobierno
de coalición progresista. Los hunos mezclan obscenamente los muertos del
coronavirus con los del atentado del tristemente célebre 11 de marzo en Madrid.
Los hotros resuelven que si Cataluña fuera independiente no se habrían
producido tantos muertos. Cada uno arrima la tenaza a su macabra sardina.
El
hombre de Marbella no ha superado el descomunal ridículo que hizo ante la
opinión pública internacional y la doméstica tras afirmar e intentar imponer
que los atentados de Atocha eran obra de ETA. Allí empezó la palabra de la
derecha a perder dentina. El hombre de Waterloo –«sólo, fané y descangayado»-- intenta aprovechar la situación para forzar
una quimérica salida hacia su ínsula
Barataria republicana; cuando se fugó perdió el marfil, cemento y esmalte de su
dentadura.
Agotamiento
del proyecto de las dos derechas. De un lado, el de Marbella no dispone de una
propuesta para el país; de otro lado, el nacionalismo catalán tampoco cuenta,
como lo intento antaño, un proyecto para España. Las fuentes de esas dos
derechas se han secado por aquel camino verde
que iba a la ermita. Lo verdaderamente preocupante es que no parece que
ese tipo de eructar sea exclusivo de la oposición española. No están solos en
Europa esos estilos tenebristas.
En
un interesante diálogo entre Massimo D´Alema y Maurizio Landini se valora el papel de las derechas en
la tarea de reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial (1). Eran
unos momentos en que derechas e izquierdas estimaban que ese compromiso social
«permitía que se considerara posible, normal –incluso justo— que la política
impusiera vínculos al mercado. Sobre este principio se fundaba el Estado de
bienestar».
No
se dan hoy esas condiciones, desgraciadamente. El papel de las derechas se
reduce a poner de oro y azul a los gobiernos de izquierdas, de ahí no pasa. Con
un visible estilo subversivo. Ahora presumen, los hunos, que han pinchado el
globo del gobierno. Los hotros siguen amarrados al duro banco de la galera
independentista. No parece que estos elementos hagan asco al estilo de Trump y a las maneras de Bolsonaro. Es más,
tendremos que convenir que no son sólo casos
locales, sino formas que están
definiendo una época. De ellos,
Rigoletto diría «Cortegiani, vil razza dannata». Todos ellos linajudos
exponentes de la revuelta antiliberal y antiglobal que viene en gran medida de
la derecha, precisamente de los mismos que exaltaron en su día la vitoria del
capitalismo global.
No hay comentarios:
Publicar un comentario