lunes, 18 de febrero de 2019

Sobre la «invisibilidad» del sindicato




Recientemente el profesor Antonio Baylos ha publicado un importante artículo en su blog: LA INVISIBILIDAD DE LAS MANIFESTACIONES Y CONCENTRACIONES SINDICALES. Comparto lo que dice.  Y, comoquiera que en el fondo plantea un debate para salir de dicha invisibilidad, me pongo a pegar la hebra con estas consideraciones ´de acompañamiento´.  


1.--  Habrá que mirar ampliamente por toda la geografía del trabajo para ver dónde está dicha invisibilidad. Que es cierta. Ahora bien, si partimos de los datos, especialmente los referidos al ecocentro de trabajo, se ha de partir indudablemente de los resultados del reciente ciclo de las elecciones sindicales en Cataluña. 


Las fuentes que tenemos –aparecen hoy en La Vanguardia--  nos dicen lo siguiente: 51.353 delegados en total. De ellos, el 41,6 por ciento corresponden a Comisiones Obreras, el 38,7 a UGT, el 4,5 a USO, el 2,8 a CGT y el resto a candidaturas diversas. Primera consideración: el sindicalismo confederal alcanza aproximadamente el  88 por ciento de la representación  en los centros de trabajo. Es un elevado porcentaje que explica un reiterado consenso del conjunto asalariado con las organizaciones sindicales.  Seamos claros: no se vota en el centro de trabajo a un cuerpo invisible. Se vota lo conocido, lo que –a lo largo de un mandato--  muestra utilidades concretas. Los datos, que son tozudos, lo demuestran.  Cómo trasladar la visibilidad del sindicalismo en su territorio natural al exterior, es ya harina de otro costal  A mi juicio, sin obviar el planteamiento de Antonio Baylos, el problema no está fundamentalmente en la invisibilidad del sindicato en la calle o, si se prefiere --como dicen otros--  en «la sociedad», sino en la necesidad de tener mayor protagonismo en el ecocentro de trabajo.

 

2.--  Recientemente he leído la autobiografía de Juan Guil, veterano sindicalista del Vallés Occidental. He tenido el honor de hacer el prólogo de este libro, que –en estos momentos--  está en fase de corrección de galeradas. La lectura de las memorias de Guil me ha hecho retomar algunas ideas que he venido sustentando desde hace muchos años y que tienen que ver  con lo que estamos comentando.  En el sindicalismo español coinciden simultáneamente dos estilos que chocan entre sí. Un estilo paradójico. Dicho esquemáticamente, esta paradoja se muestra así: de un lado, un sector amplio no valora suficientemente los éxitos que consigue la acción sindical colectiva; de otro lado,  el sector que siempre está insatisfecho con lo que no se alcanza. 


Hablando en plata: los primeros actúan como si fueran frailecillos franciscanos, que esperan el premio por su buenas obras en el Cielo; los segundos, patológicamente cenizos, hacen abstracción de las relaciones de fuerza y poder.  Los primeros no exhiben su propia fuerza colectiva y los avances (cuando los hay, ciertamente); los segundos no sólo conducen a un pesimismo paralizante, sino a algo peor: el nihilismo. Naturalmente, no estamos proponiendo abrazar el triunfalismo, ni el panglossimo. Tampoco estoy planteando atemperar la insatisfacción, simplemente señalar la ineficacia de ella cuando es patológica. Simplemente lo que se expone es una corrección del carácter de esta paradoja que nos viene desde los tiempos de María Castaña.




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