domingo, 24 de febrero de 2019

La campaña electoral y sus derivas nacionalistas


«Sombrero en mano entró en España / y al verla se descubrió», cantaba Pepe Blanco en tiempos muy remotos. Y un servidor, niño chico, se imaginaba a un tío que pasaba andando los Montes Pirineos, que según nuestro maestro nos separaban de Francia. Tan extasiado estaba el caballero  que, sin ver nada más, siguió con la coplilla: «España, no hay más que una / ya lo puede usted decir / y el que quiera convencerse / que se venga aquí a vivir». España era para mí solamente Santa Fe y, tirando largo, Granada. De todas formas yo quedaba extrañado porque nunca vi a nadie entrar sombrero en mano en el pueblo. Ni siquiera bajando de la alsina. 

La cosa viene a cuento porque estoy percibiendo un profundo olor a alcanfor en esta campaña electoral. Y, con toda seguridad, el diapasón patriotero se incrementará conforme nos vayamos acercando a la apertura de las urnas. Sombrero en mano entró en la campaña. Parece que hay una competición en ver quién lanza con más fuerza los suspiros de España. No sólo desde la derecha, una y trina. También las izquierdas han comprado el particular sombrero  que perdieron los cenizos de la Generación del 98. España como patología. Tiempos de nacionalismo de quita y pon.

En esta campaña las izquierdas intentan ligar la cuestión nacional con la cuestión social. Que lleva tiempo siendo un comistrajo. Es más, a la chita callando, la llamada cuestión nacional ha devorado a la otra hasta hacerla irreconocible. Sólo ha sido un aliño para que algunos hicieran una excursión a la cuestión social y, de ahí, trasladaran sus atalajes al nacionalismo. Lo hemos visto en Cataluña.

Addenda. Hace tiempo que estoy buscando un libro donde Norberto Bobbio y Maurizio Viroli conversan. Estoy que trino porque no lo encuentro. Pues bien, en un momento dado el maestro Bobbio afirma algo parecido a esto: Cuando en un pueblo perdido veo una estatua de Dante me digo  que esto es Italia. Pues bien, cuando oigo lo de «sombrero en mano entró en España», veo que esa España sólo es un rancio constructo, que huele a pies. 

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