viernes, 22 de febrero de 2019

La huelga adefesio




¿Qué queda de la huelga que no fue? Sólo el olor de las ruedas quemadas bloqueando algunas carreteras de Cataluña, los desperfectos en el mobiliario urbano y poca cosa más. El do de pecho que el independentismo había declarado se saldó con un estrepitoso fracaso. Más todavía, se ha reiterado la evidencia de la división de la sociedad catalana: de un lado, manifestaciones de calle y, de otra, el funcionamiento normal de los centros de trabajo; se pusieron andamios y las hormigoneras funcionaron, las fábricas y los talleres levantaron las persianas; las oficinas, tres cuartos de lo mismo. El llamamiento a la huelga general, que realizó un sindicato probeta  se convirtió en un lock out patronal.  En un adefesio.

El momentum tan acariciado por los estados mayores del independentismo fue un fiasco. Las palabras del ex consejero Santi Vila ayer en el Tribunal Supremo («Hicimos de aprendiz de brujo») pueden encajar perfectamente con lo ocurrido en el día de ayer en Cataluña.

Con todo, quedan otras circunstancias. El ataque de un escuadrismo grupuscular atacando la sede de Comisiones Obreras y la construcción conceptual y lingüística que intenta destruir los significados y significantes de lo que es la «huelga» y en este caso la «huelga general». Es decir, la huelga –sea general o no--  como expresión de la paralización concreta de la actividad en los centros de trabajo. En el caso del glosario independentista, la huelga general queda reducida a manifestaciones fuera de los centros de trabajo. Una distorsión conceptual que, en el fondo, indicaría la impotencia de paralizar la producción y los servicios. O, lo que es lo mismo, la desconexión con el conjunto asalariado.

Una distorsión tan esperpéntica que incluso llega a considerar que el gobierno catalán –esto es, la patronal--  se sumó a la huelga.

Del día de ayer quedan otras lindezas. Un periodista, ex dirigente de la CUP, de cuyo nombre tampoco quiero acordarme, ha comparado el día de ayer con la famosa huelga de La Canadiense –año 1919--  que duró cuarenta y cuatro días. Una ofensa a la CNT, a sus dirigentes y a todos los huelguistas que participaron en aquella huelga general. Un escarnio a, entre otros, Salvador Seguí, que queda reducido a un agitador de cortes de carretera. Una burla, en definitiva, no sólo de la memoria histórica sino, además, de la Historia propiamente dicha.

¿Fracaso de los convocantes? Por supuesto. Pero, por encima de todo, fracaso de la patronal y su lock out, esto es, del anacoreta de Waterloo. Y de su Enviado en la Tierra, ese Torra que ya dijo en su momento a los comités de defensa de la república aquello de «apreteu, apreteu».

Addenda.--  Todo ha sido un adefesio, afirma un querido amigo.

Radio Parapanda.--  http://vamosapollas.blogspot.com/2019/02/el-adefesio.html, escribe Paco Rodríguez de Lecea.


No hay comentarios: