De
la chistera del gobierno catalán ha salido un conejo. Se propuso un «mediador
internacional» como observador en la reunión de partidos catalanes. Tras unas
cuantas vueltas y revueltas la cosa queda matizada. De la siguiente manera: en
dichas reuniones estará presente un «relator», o algo por el estilo, cuyo
objetivo es dar fe de lo que hablen los convocados. Pedro Sánchez lo acepta.
Primera
consideración formal: si el encuentro es de partidos nada pintan los gobiernos
en ello. Cuestión distinta es si tal artificio puede ayudar a avanzar en la
solución del problema. En todo caso es de cajón que un testigo más fidedigno
sería la grabación de los encuentros.
Segunda
consideración: se trata del reconocimiento del fracaso del lenguaje político.
De ahí que se quiera recurrir al aspecto de la técnica del relator, disfrazado
de mediador para no infundir sospechas.
Ahora
bien, exactamente ¿cuáles son los objetivos de estas reuniones de los partidos
políticos catalanes? El gobierno catalán
aclara: «Es innegociable el
reconocimiento del derecho de autodeterminación, aunque no es necesario que lo
sea de forma explícita». Caramba, ¿si Pedro Sánchez acepta la figura del
relator es para que el independentismo político vote favorablemente los
Presupuestos Generales del Estado o para qué? Goethe
pediría ¡más luz!
Sea
como fuere hay que lamentar la bombástica sobreactuación de la derecha –Una y
Trina-- española. La traición, un plato
que se sirve hirviendo, ha vuelto a sonar. Son las derechas de la doble moral y
la doble contabilidad.
Me
permito mostrar mi escepticismo. El talón de Aquiles de la propuesta del
relator está en que, por parte del independentismo, si lo consiguen, pedirán a
continuación «un huevo duro más». Y, por parte del gobierno español, la
avalancha de críticas que vendrán desde importantes sectores del PSOE. De un
lado, el hombre de Waterloo;
de otro lado, ciertos barones del socialismo español, que señalarán el peligro
de esa operación en puertas del itinerario electoral previsto. Con lo que Pedro
Sánchez se encuentra en esta bifurcación: entre que no haya presupuestos o que
su partido entre en otra crisis. El dilema del asno de Buridán.
Sea
como fuere debe destacarse la audacia de Pedro Sánchez, al que –recurriendo
otra vez a Goethe— le pedimos ¡más luz! Una sinceridad, errónea o no, que nada
tiene que ver con la actitud del independentismo: Puigdemont y la Assemblea
Nacional Catalana alentando la huelga general de un sindicato—probeta y la actitud de Torra negándose a condenar los destrozos
de los juzgados de Gavá por parte de los comités de defensa de la
república.
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