Existe
el diputado mosca cojonera, aunque la taxonomía política no la recoja. Tal vez la culpa de
ello esté en la enorme fuerza del concepto diputado jabalí, que acuñó en su día
José Ortega y Gasset. «Hay tres cosas que no
podemos venir a hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí», dijo el
filósofo en el Parlamento de la Segunda República. Pero ello no quita que en
tan encumbrada zoología no exista el diputado mosca cojonera.
Pongamos que hablo de Gabriel
Rufián.
La
cosa viene a cuento porque Joan
Tardà –mitad Júpiter, mitad Mercurio--
ha decidido cortarse la coleta como diputado a Cortes. Los motivos de
ello son las recurrentes «razones personales». Cuesta trabajo creérselo porque
este caballero está forjado con el hierro de la política: tonante en la mayoría
de las veces, tierno en las menos; estridente casi siempre, como los platillos
y el bombo, frágil en las menos como el antiguo caramillo. Diputado jabalí en
las grandes ocasiones y, simultáneamente, paloma torcaz. Siempre, eso sí, un
hombre echao p´ alante. Don Joan, así pues, deja Madrid. El Madrid de Antonio Machado y otros padres republicanos, tan de
actualidad hoy en Cataluña. Le sustituye Gabriel Rufián, según se cuchichea en
los mentideros, tabernas y barberías de Barcelona.
La
primera impresión, tras la noticia, es que Esquerra Republicana de Catalunya, renuncia a
hacer política en Madrid. Que es donde se cuecen las habas. Cierto, Tardà es un
patrón de bajura. Pero Rufián es un marinero de agua dulce, y eso les
diferencia. Don Gabriel es, ante todo, un diputado que busca constantemente la
mirada de sus radicalmente simétricos. Su reconocida técnica es el manejo del
selfi—protesta como servicio a Cataluña. En todo caso, hoy por hoy es una
aproximada garantía de que no hará política, al menos, digna de ese nombre en
Madrid por parte de los independentistas. Habrá en todo caso, los picotazos de
la mosca cojonera, flagelo superficial del escroto de sus adversarios.
Puede
ser que Tardà se haga cargo de la dirección de ERC en previsión de lo que pueda ocurrirle a Oriol Junqueras. Es decir,
como primer espada en la encarnizada lucha por la mayoría –y posterior
hegemonía-- de su partido frente a
los (tendenciales) restos del gran
convergente. En esa batalla a cara de perro va ganando Esquerra. Mientras que
los post convergentes siguen como pollos sin cabeza, los de Junqueras van
tejiendo a la chita callando una red de nuevos socios. De momento han recogido
en sus faldones al grupo de Elisenda
Alamany que abandonó los bártulos de los Comunes, tal vez harta de no pisar la tierra.
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