miércoles, 30 de septiembre de 2020

El testamento de Torra


 

Ha finalizado el «trienio caótico». Ahora comienza algo que no sabemos qué es. Quien fuera el capataz del caos, Quim Torra, ha dejado de ser lo que era, aunque somos muchos los que ignoramos qué hacía exactamente. De momento tenemos dos elementos que podrían indiciar las próximas semanas: el testamento de Torra y la estética que han negociado los partidos que conforman el gobierno catalán.

Torra en su última comparecencia en el Palau de sant Jaume –pocos minutos después de que hablara el Tribunal Supremo--  ha recuperado la calenturienta fantasía de Artur Mas de hace cinco años: las elecciones plebiscitarias. Aquellas elecciones, dijo el sedicente audaz, deberían ser «un  plebiscito por la independencia». Fiasco o gatillazo, como ustedes prefieran. Lógicamente el independentismo, ya post post convergente, se negó a sacar conclusiones: la culpa del fracaso era del maestro armero, una figura legendaria que sirve para tapar agujeros.

Torra –que, económicamente, tendrá un buen pasar a partir de ahora, disculpen la intromisión en su vida privada--  ha llamado a quien quiera oírle al «plebiscito» en las próximas elecciones. De momento se dirige al nuevo partido –de estampa waterlooiana— para que no olvide las esencias milenaristas, y también está mirando al independentismo movimientista, quizá señalándole que él, Quim Torra, está disponible para la que sea menester. Les está diciendo «yo no soy un político, soy como vosotros».

La primera reacción ha sido de Esquerra Republicana de Catalunya.  Educadamente le ha respondido que ni hablar del peluquín.

Cambio de tercio.

Aquel inquietante Miguel de Unamuno le espetó en cierta ocasión a Joan Maragall: «A ustedes les pierde la estética».  La austeridad del autor de San Manuel Bueno frente a la explosión de los colores mediterráneos. Con todo, hay que reconocer que, cuando los colores compiten desaforadamente entre sí, se corre el riesgo de hacer el pazguato. De ahí que cuando el amarillo azafranado (Waterloo) compite con el amarillo oscuro (ERC) la estética resultante es, a veces, un sainerpento, vale decir, mitad sainete, mitad esperpento.

Es decir, los de Waterloo han negociado con los de Junqueras el reparto de la túnica sagrada hasta la celebración de las elecciones, tal vez en febrero próximo. La estética: el vicepresidente no será el presidente en funciones, sino el contramaestre; en todo caso, no podrá utilizar –por respeto-- el despacho de Torra que, a su vez, no usó el de Puigdemont. (Todavía me acuerdo de cuando, siendo yo niño chico, en la Vega de Granada las mozuelas «guardaban la ausencia» del novio cuando éste se iba a ´servir al rey´).

En definitiva, después de Torra viene lo que nunca se fue: el simbolismo y la estética.  

 

Post scriptum.--- Hay quien afirma que π, pi,  es el número más importante de la geometría. Nada que objetar. Ahora bien, en política y en las cosas de la vida «lo primero es antes». Lo de la geometría lo dijo Euler; lo otro, nada menos que don Venancio Sacristán. Basilea y Chinchón hermanados.  

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