jueves, 24 de septiembre de 2020

«Cojones y españolía»


Hipótesis: alguien pensó que se necesitaba un golpe de efecto lo suficientemente potente para tapar la desafortunada estética de la Cumbre de las Banderas. Y, de repente, aparece la cuestión del indulto para los políticos presos independentistas. Fin de la hipótesis. Abajo el telón.  

La ciudadanía, según parece, pone los ojos como acentos circunflejos, los independentistas dicen que sólo les vale la amnistía y las derechas de secano y orinal ponen el grito en el cielo. Sorprendido también un analista de El País tira de guión académico y se pregunta que «por qué y para qué».  Este blog no va a mirar para otra parte y tomará partido.

Con la misma claridad y contundencia que nos hemos confrontado y con idéntica frialdad con que hemos recibido los eructos de los independentistas, mostramos nuestro acuerdo en que, tras la tramitación burocrática de los respectivos expedientes, se conceda el indulto. Es necesario –nos parece— para que la olla baje grados en su permanente presión. Se necesita para ofrecer al independentismo una salida airosa a su situación de derrotados y divididos. Es conveniente, además, para que el gobierno –tras una holgada aprobación de las cuentas públicas— gestione los fondos europeos contra los efectos de la pandemia y, así las cosas, mantenga el curso, ya iniciado, de nuevos derechos de ciudadanía social. «París bien vale una misa», dicen que clamó el cuarto Enrique.

Lo contrario ya ha sido ensayado: fracasó la División Aranzadi y el don tancredismo de Rajoy. El gobierno de Pedro Sánchez, tras los lógicos meandros, parece afrontar la situación con realismo. La derecha, por su parte, mantendrá su campamento allá arriba, en el monte. Será fiel a las enseñanzas de aquel militarote que tenía miedo de la emasculación de ´lo español´. De él se rió el delantero centro Pahiño, héroe de los niños chicos de la Vega de Granada.

Fue Pahíño un afamado delantero centro del Real Madrid y cuando posteriormente fichó por el Granada CF nosotros decíamos que era mejor que Zarra y Kubala.  Pues bien, en los minutos previos a su debut con la selección nacional en Suiza (1948), el jefe de la expedición, el general Gómez Zamalloa, irrumpió en el vestuario para lanzar una arenga y dejar una sentencia que definió durante décadas al deporte español: “¡Y ahora, señores, cojones y españolía!”. Reirse del mílite –y leer a Dostoievski— le costó a Pahiño no ser convocado nunca más por  (la que todavía no se llamaba) “la roja”. Sólo cuando se abandonó la dudosa fuerza del escroto y se arrinconaron los suspiros de España, fuimos algo en el furbo.

 

Post scriptum.---  ´Pienso, luego existo´, vale. Pero «Lo primero es antes». Que decía don Venancio Sacristán.    


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