Ni
se muere padre, ni cenamos. Más o menos así están las cosas en Cataluña. Ayer,
sin ir más lejos, se dio otro alarde de toreo de salón, que ahora llaman
postureo. En apretada síntesis, la venta de humo tuvo dos momentos: uno, se
decide no acatar la sentencio del Tribunal Supremo si inhabilita a Quim Torra como presidente;
otro, no se admite a la Unidad Militar de Emergencias (UME)
a intervenir en Cataluña contra la pandemia. Dos momentos, dos votaciones: en ambas
votan, graníticamente compactas, las fuerzas independentistas, los Comunes se abstienen.
ERC hace en ambas
situaciones de mayordomo y barragana del complejo de Waterloo sumándose a la exhibición
de lo simbólico que este practica a falta de algo que llevarse a la boca. Venta
de humo. Por otra parte, los Comunes –socios
del gobierno de Pedro Sánchez—siguen la música de
Teresa de Ávila: «Vivo sin vivir en mí / y tan
alta vida espero / que muero porque no muero». Que políticamente se traduciría
en un estadio de confusión deliberada o, peor todavía, en un nacionalismo
vergonzante. Vale decir, en no atreverse a votar lo que les pide su embarullada
estética, a saber, acompañando favorablemente al infantilismo radical –mejor dicho,
a la niñatez revoltosa— en sus fuegos artificiales. Esperando los Comunes, «quizás, quizás, quizás», ser
los acompañantes de Esquerra Republicana de Catalunya, que ayer se desdijo de
su aparente exigencia de convocatoria de elecciones, votando con los de
Waterloo. ERC, un partido estrábico que los días pares dice pitos y los nones dice
flautas.
Definitivamente,
las fuerzas políticas que han protagonizado esas dos situaciones han perdido el
oremus. Porque si me parece folclóricamente de ´barretina i espardenya´ no
acatar la sentencia del Tribunal Supremo sin definir ni concretar cómo se
materializa ese desacatamiento, gravísima cosa es impedir que no acudan servicios
del Estado para combatir la crisis sanitaria. Con la corresponsabilidad ´estética´
de gentes que están en el gobierno de España. Y, como aquel Arlequín, son los
servidores de dos señores según dejó teatralizado Carlo
Goldoni.
Post
scriptum.--- Tal vez don Venancio Sacristán se
hubiera quedado estupefacto ante esta situación, pero en todo caso hubiera
dicho: «Lo primero es antes».
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